𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐥𝐚𝐝𝐞ó 𝐥𝐚 𝐜𝐚𝐛𝐞𝐳𝐚 𝐚𝐩𝐞𝐧𝐚𝐬, 𝐨𝐛𝐬𝐞𝐫𝐯𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐞𝐧𝐭𝐨𝐫𝐧𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐜𝐚𝐮𝐭𝐞𝐥𝐚. El Hotel Imperial no era precisamente su lugar favorito para perder el tiempo, pero allí estaba, caminando hacia la mesa donde su "cita a ciegas" lo esperaba. Hubiera preferido estar en cualquier otro sitio, trabajando, eliminando más obstáculos y parásitos del Ministerio, pero no... estaba ahí. Por culpa de su padrino.
Respiró hondo mientras sus ojos recorrían el salón, como un depredador analizando el terreno antes de un ataque. No había nada particularmente peligroso, salvo el hecho de que ya odiaba la situación en la que se encontraba. Cuando finalmente localizó la mesa, la vio a ella: una chica con chaqueta de cuero negro sobre los hombros. Rodó los ojos internamente. Típico de las chicas creídas, pensó, apretando la mandíbula en un gesto leve, casi imperceptible.
Se acercó con la calma calculada que había perfeccionado durante años. Cada paso era deliberado, controlado. No era que temiera lo que vendría, pero ya anticipaba que aquello sería una pérdida de tiempo monumental.
—¿Señorita Pansy Parkinson? —preguntó con una voz suave, pero con esa firmeza inconfundible que lo caracterizaba.
Ella giró lentamente, una sonrisa arrogante curvando sus labios antes de que su mirada lo atrapara. Sus ojos verdes vagaron por su rostro, deteniéndose un segundo más en sus ojos grises, que brillaban con la luz tenue del salón. Algo en su postura, en la forma en que ladeaba la cabeza y sonreía, le resultaba demasiado familiar, aunque no lograba ubicar el porqué.
Sus cabellos rubios caían con un aire despreocupado, enmarcando un rostro que, a pesar de sus facciones suaves, proyectaba una seguridad irritante. La luz de los focos jugaba en su piel, creando sombras que realzaban su expresión altiva.
—¿Eres la señorita Parkinson, no? —repitió Harry, manteniendo el contacto visual, aunque internamente sentía una oleada de irritación por la forma en que ella parecía jugar con él.
—Sí —asintió, aunque su mirada parecía perdida por un instante, como si no estuviera completamente en el momento—. Por favor, siéntate.
Harry se mordió el interior de la mejilla, controlando el impulso de rodar los ojos nuevamente. Voy a sentarme aunque no me lo digas, pensó, pero no dijo nada. Se acomodó en la silla con la misma elegancia rígida de siempre, manteniendo una postura recta y observando a la chica frente a él.
El silencio entre ambos fue palpable. Ella desvió la mirada de él, sus dedos jugueteando con el borde del mantel. Había algo incómodo en su lenguaje corporal, una tensión que Harry notó de inmediato. Está nerviosa, pensó, aunque no entendía por qué. Para él, todo esto era una simple formalidad.
Por su parte, Draco intentaba mantener la compostura. Debería estarme tomando el tiempo para apreciar su apariencia, pensó, pero su mente estaba en otra parte. Acabemos con esto rápido.
Desvió la mirada del suelo y volvió a observarlo. Tenía que ser desagradable, lo sabía. Era parte del juego.
—Ni siquiera sé quién eres —dijo con una sonrisa divertida, sacando una tarjeta de presentación de su pequeño bolso y entregándosela con desdén—. ¿Cómo te llamas?
Harry sintió una punzada de irritación por su tono desdeñoso, pero contuvo la reacción. Se obligó a mantener la calma. Montar una escena aquí no serviría de nada. Sacó una tarjeta de su propio bolsillo y se la extendió.
—Harry Potter —dijo, su voz cargada de una mezcla de hastío y profesionalismo.
—¿Qué? Potter, ¿qué? —se hizo la desentendida, observando la tarjeta con falsa confusión, sin siquiera ofrecerle la suya. La sonrisa burlona que curvaba sus labios le resultaba exasperante, y cuando ella estuvo a punto de retirarle la tarjeta de las manos, Harry casi se la arrebató.
Los ojos de Draco, ocultos tras esa fachada de Pansy, se abrieron levemente. Harry Potter... El nombre resonaba en su cabeza mientras giraba la tarjeta entre sus dedos. Se detuvo un segundo antes de observar el logotipo del Ministerio, grabado en la parte superior de la tarjeta. Y no cualquier logotipo. El sello de Jefe de Departamento.
¿Harry Potter? La duda lo golpeó como una ráfaga de viento frío. Miró la tarjeta y luego volvió su mirada hacia él, la confusión claramente reflejada en sus ojos grises. ¿Dónde he escuchado ese nombre antes? Pensó, casi llevándose una mano a la boca en un gesto de shock reprimido. ¿El héroe Harry Potter?
Harry, al notar ese leve cambio en la expresión de "Pansy", alzó una ceja, intrigado. Había algo extraño en cómo su arrogancia inicial se había desvanecido. Su confianza se había esfumado, reemplazada por una mirada de incredulidad y desconcierto.
—¿Pasa algo? —preguntó con un tono que ahora tenía un matiz divertido. Ver a alguien perder el control, aunque fuera por un segundo, le causaba una ligera satisfacción.
—No, para nada —respondió ella rápidamente, esbozando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. Lanzó la tarjeta a un lado con despreocupación—. Tengo que ir al baño.
Draco —o mejor dicho, "Pansy"— se levantó con una rapidez inusual, casi tropezando con la mesa en el proceso. Mientras caminaba hacia el baño, sus tacones resonaban en el suelo de mármol, sus movimientos torpes y apresurados, muy diferentes de la elegancia calculada que había mostrado al principio.
Harry la observó marcharse, una ceja arqueada. La abrupta retirada le pareció casi cómica. ¿Qué demonios acaba de pasar? se preguntó, tomando un sorbo de su bebida. Se recostó en la silla y dejó escapar un suspiro.
—No es exactamente como esperaba que fuera la noche —murmuró para sí mismo, sacudiendo la cabeza en una mezcla de desconcierto y resignación.
Draco sostenía el celular muggle que Pansy le había prestado, marcando su número con desesperación. Todo era un caos. ¿Cómo se suponía que iba a engañar al héroe más famoso del mundo mágico? No, no al más poderoso. ¡Al héroe de toda la maldita historia! Estaba conmocionado, asustado, nervioso... y, en el fondo, un poco emocionado. Pero sobre todo, aterrado.
—¡Pansy, por favor, contesta! —exclamó, mordiéndose el labio mientras caminaba de un lado a otro. Nada. No había respuesta— ¡Pansy, perra loca! —colgó furioso.
Se detuvo frente a un espejo. Se miró y sintió de repente que todo, el maquillaje, el vestido, las extensiones, era demasiado. Exagerado.
—Esto es ridículo —se dijo a sí mismo, frunciendo el ceño—. ¡Claro! —Una idea cruzó su mente— ¡Voy a escapar! Puedo salir de aquí y dejar todo este lío.
Pero minutos después, estaba de vuelta. Frente a Harry Potter, el gran héroe. Todo por el dinero, se dijo, resignado. Son 2000 galeones, Draco... digo, Pansy. Lo harás por el dinero.
Se adelantó y tomó la taza de té que habían traído para ambos, sin siquiera esperar a Potter. Sin embargo, su mano empezó a temblar en cuanto la taza rozó sus labios. Tranquilo. Este tipo no sabe que soy Draco Malfoy, el hombre más guapo y deseado del mundo mágico, ahora convertido en un desastre con tacones. Cree que soy Pansy Parkinson.
—Hace calor —murmuró, esbozando una sonrisa tensa—. ¿Verdad que hace calor aquí? —Se quitó la chaqueta con un gesto algo torpe, dejando al descubierto sus hombros desnudos.
Apenas se quitó la prenda, una ráfaga de aire frío lo envolvió, casi haciéndolo temblar. Estupendo, ahora parece que me estoy desnudando. Y ni siquiera soy yo quien debería estar impresionado con esto, pensó con amargura. Un hombre no debería querer una mujer que muestra tanta piel... a menos que yo fuera ese hombre, claro.
—¿No tienes frío? —preguntó Harry, sin siquiera levantar la vista de su tableta.
—¿Frío? No, estoy perfecta —sonrió "Pansy", fingiendo confianza—. De hecho, siento mucho calor —dijo, jugueteando con su cabello de manera exageradamente coqueta.
—Tienes la piel de gallina —apuntó Harry, señalando su brazo con indiferencia.
Draco miró su piel, notando que efectivamente estaba erizada. Soltó una risa nerviosa, tratando de restarle importancia.
—Siempre se me pone la piel de gallina —mintió, intentando sonar despreocupado.
En un intento por desviar la atención, pateó la mesa accidentalmente, fingiendo dolor.
—¡Lo siento! —exclamó, mirando hacia sus pies—. Cariño, ¿te asusté? ¿Te hice daño? ¡Está bien! —dijo rápidamente, y luego, con un gesto dramático, abrazó sus bolsos—. ¡Mis bebés! ¡No quiero que se lastimen! —exclamó, abrazando sus pertenencias con exagerada devoción.
Una mujer obsesionada con sus bienes de lujo... ¿qué mejor manera de alejar a alguien? pensó, sin embargo, Harry ni siquiera le prestaba atención. Seguía concentrado en su tableta, revisando algo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Draco, molesto por la falta de interés.
Harry levantó la vista, con una ceja arqueada ante el espectáculo que "Pansy" estaba montando. Entre coqueteos torpes y exageraciones absurdas, la situación le parecía entretenida de una manera molesta.
—Solo reviso asuntos del Ministerio —respondió Harry con indiferencia, encogiéndose de hombros—. Nada importante, ya sabes.
Draco sonrió con irritación contenida. La situación era cada vez más insoportable.
—Estoy muy triste —dijo, fingiendo drama—. Me pone muy triste tu falta de interés en mí —agregó, golpeando la mesa con la mano, exagerando cada gesto—. ¡Samantha y Rachel están muy tristes!
Harry tuvo que esforzarse por no dejar escapar una sonrisa burlona cuando "Pansy" golpeó la mesa y habló de sus bolsos como si fueran sus bebés. Intentaba mantener la compostura, pero las ocurrencias absurdas de ella lo estaban empezando a divertir, aunque de una forma un tanto exasperante.
—Samantha y Rachel... ¿son tus bolsos? —preguntó con fingida confusión, aunque no pudo evitar soltar una leve risa.
Ella sonrió coqueta, haciendo un gesto con la mano para que él se acercara.
—La de la izquierda es Samantha, y la de la derecha es Rachel —señaló descaradamente sus pechos—. Me costaron diez millones de dólares cada uno de estos bebés. ¡Hola! —agregó con un movimiento atrevido que, para su desgracia, no resultó tan seductor como pretendía.
Claro, si fuera yo mismo, le estaría presentando a Draco Junior... Pero no es el caso.
Harry la miró, aún procesando lo que acababa de escuchar.
—¿Diez millones de dólares...? —repitió con incredulidad, esforzándose por mantener la seriedad—. Esa es... una gran inversión.
Se removió en su asiento, algo incómodo por el descaro de "Pansy". Draco, o mejor dicho, Pansy, se burló de sí mismo, desviando la mirada.
—Sí, creo que digo muchas tonterías —admitió, aunque con un deje de ironía—. Dios mío...
Harry no pudo evitar coincidir internamente, pero se limitó a responder con su característico sarcasmo.
—Podrías decir eso, sí —respondió, su tono cargado de una ironía afilada.
A pesar del comportamiento exagerado y ridículo, Harry no podía ignorar el hecho de que "Pansy" tenía una belleza indiscutible. Clásica, aunque un tanto exigente. Sin embargo, la situación lo hacía difícil de apreciar. Draco, en su desesperación, se dio cuenta de que la estrategia no estaba funcionando. Esto no va a ninguna parte. Necesito sacar lo pesado.
Con un gesto felino, fingió garras y miró a Harry como si quisiera devorarlo.
—¿En serio? ¿De verdad te gusto? Dios mío... —dijo mordiéndose el labio con falsa seducción—. Entonces, ¿deberíamos... buscar una habitación?
Harry la miró con interés, pero notó el movimiento nervioso del pie de Draco bajo la mesa. El lenguaje corporal no mentía; esa seguridad era completamente falsa. Tantos años leyendo a las personas... no me sorprende verla así, pensó, divertido. Aun así, decidió seguirle el juego. Se reclinó en su silla, con una sonrisa burlona en los labios.
—Bueno, es cierto que tienes bastante... presencia —comentó, dejando que sus ojos recorrieran su figura antes de fijarse de nuevo en su rostro—. Pero una habitación, ¿eh? —levantó una ceja, fingiendo estar pensativo.
Poco después, Harry estaba haciendo la reserva en el hotel. Draco, por dentro, estaba completamente aterrorizado. ¿Qué estoy haciendo? No voy a perder mi virginidad con este degenerado que todos veneran como héroe. Cuando Harry se le acercó, Draco forzó una sonrisa.
—¿Listo? —preguntó, tratando de sonar confiado, pero su voz tembló un poco.
Harry captó la ligera inseguridad en su tono, pero decidió no mencionarlo. En su lugar, le devolvió la sonrisa.
—Tan listo como siempre —respondió con calma.
Comenzaron a caminar hacia el ascensor, con Harry liderando. ¿Qué va a pasar si entro con él a esa habitación? El pánico se apoderó de Draco, deteniéndose en seco. ¡No puedo hacerlo! ¡Voy a escapar! Esto no vale la pena. Se dio la vuelta, dispuesto a huir, pero en su apuro, chocó con una señora mayor.
—Perdón... —murmuró, tratando de seguir su camino, pero la mujer lo detuvo, agarrando su cabello con fuerza.
—¿A dónde crees que vas? —gruñó la mujer, tirando de él.
—¡¿Qué estás haciendo?! —jadeó Draco, luchando por zafarse del agarre.
—¿No tienes idea de quién soy, verdad? —espetó la señora, mirándolo con desdén.
—Primero suéltame, y luego dime quién eres —respondió Draco con irritación.
—Soy la novia de George —aclaró la mujer, sin soltarlo.
—¿George...? —Draco frunció el ceño, intentando deshacerse del agarre—. ¿Quién diablos es George?
Antes de que la situación se descontrolara aún más, una mano firme sujetó el brazo de la mujer. Era Harry.
—Disculpe —dijo Harry con firmeza, su voz baja pero cargada de autoridad—. ¿Podría soltarla, por favor?
La mujer, después de dirigirle una mirada fulminante, finalmente soltó el cabello de Draco. Este, ofendido, se refugió detrás de Harry como si buscara protección.
—¡Esa mujer está completamente loca! —exclamó Draco, señalándola con indignación.
La mujer lo miró con los ojos entrecerrados, todavía furiosa.
—Hace una hora estabas en una habitación con George, ¿y ahora te vas con otro? ¡Qué basura! —le espetó, claramente indignada.
—¿Qué...? —Draco frunció el ceño, sin entender nada de lo que estaba pasando.
Harry también miró a "Pansy", igual de desconcertado. ¿Quién demonios es este George? pensó, pero no dijo nada. Sin embargo, no podía dejar la situación así.
—Un momento —interrumpió Harry, levantando una mano para calmar la tensión—. ¿Qué estás diciendo? ¿Estuviste en una habitación con George... hace una hora?
—¿De qué demonios hablas? —Draco bramó, claramente frustrado—. ¡Ni siquiera sé quién es George! —se giró para mirar a la mujer con los ojos llenos de confusión.
La mujer soltó una sonrisa sarcástica y, sacando su celular, mostró una foto que descolocó a Draco. En la pantalla había una imagen de alguien que lucía exactamente como él —bueno, exactamente como "Pansy"— con el mismo vestido y peinado, pero no era Draco. Era otra persona. Alguien idéntico.
—¿Pero qué...? —murmuró Draco, incrédulo. Su mirada se dirigió a su propio cabello. ¿Hay un maldito clon mío por aquí?
Harry, curioso, se inclinó para ver la foto más de cerca. Efectivamente, la imagen mostraba a una persona casi idéntica a "Pansy", con el mismo atuendo y estilo. Parpadeó, mirando la foto, luego a "Pansy", y de nuevo a la foto.
—Esto es... muy extraño —murmuró Harry, frunciendo el ceño con confusión—. ¿De dónde sacaste esa foto?
Draco, intentando mantener la compostura, sonrió forzadamente.
—Bueno, ella y yo nos parecemos... —admitió, su mente trabajando a mil por hora para encontrar una excusa—. Pero, claro, el cabello largo es un estilo bastante común, y esta ropa... —miró su atuendo con fingida despreocupación— está de moda. Mucha gente lo lleva. Así que lo siento, señora, pero esa no soy yo —susurró al final, esperando que sonara convincente.
La mujer, sin embargo, no parecía comprar su explicación.
—¿Vas a seguir mintiendo? —gruñó, avanzando hacia Draco con la intención de volver a agarrarlo—. Pequeña...
Draco dio un paso atrás, el miedo reflejado en sus ojos. Harry pudo ver cómo "Pansy" se estremecía, claramente asustado. Se movió rápidamente, interponiéndose entre Draco y la mujer mayor.
—Basta —ordenó con voz firme, levantando una mano para detenerla—. No puedes ir por ahí acusando a la gente así como así. Y si tienes problemas con George, ¿por qué no vas a buscarlo a él en vez de atacar a esta chica? Se necesitan dos para una infidelidad, ¿sabes? Ella no lo hizo sola.
La mujer lo miró con resentimiento, pero Harry se mantuvo firme, protegiendo a Draco. Al final, la señora resopló molesta y se alejó murmurando algo ininteligible. Draco, aliviado, ajustó su chaqueta con una elegancia fingida mientras Harry hacía una llamada rápida por el teléfono.
Sin embargo, el alivio fue fugaz. Draco se sentía fatal, como si estuviera atrapado en un maldito enredo de comedia romántica barata. Parezco una chica loca que se mete con cualquier hombre pensó con una mezcla de irritación y resignación. Aunque, claro, no estaba tan lejos de la verdad... exceptuando el pequeño detalle de que prefería a las mujeres. Si alguien iba a tener la "honra" de ser el primero, ese debería haber sido Theodore.
Bufó para sí mismo, pero su mirada se desvió hacia Harry. Una idea cruzó su mente, una que podría funcionar para finalmente espantarlo.
—¿Se necesitan dos para una infidelidad? —murmuró Draco mientras pasaba frente a Harry, sonriendo con malicia—. ¿Cómo te atreves a acusarme de adúltera? —lo miró con falsa indignación.
Harry sintió una punzada de fastidio al ver la manera descarada en la que "Pansy". Es casi cómico, pero al mismo tiempo irritante hasta el extremo.
—Primero que nada, nunca te acusé de nada —respondió Harry secamente, poniendo los ojos en blanco—. Y segundo, sí, se necesitan dos personas para engañar, genia.
Draco lo miró fijamente, con una chispa de burla en sus ojos.
—Oye, nunca hice eso en mi vida —dijo, señalándolo con un dedo mientras sonreía de forma arrogante—. Aunque he salido con tres o cuatro al mismo tiempo. Los hombres me encantan. —Se pasó una mano por el cabello con gesto exagerado—. Sé que aprecias la sinceridad, pero... esto ya es mucho, ¿verdad?
Harry no pudo evitar sonreír ante la honestidad descarada de "Pansy". Había algo refrescante en su actitud, aunque claramente bordeaba la arrogancia. La tentación de burlarse un poco era irresistible.
—Tres o cuatro al mismo tiempo, ¿eh? —repitió con una ceja levantada—. Eres todo un personaje, ¿no?
—¡Oye! ¡Alto ahí! —interrumpió la mujer que antes le había jalado el cabello, reapareciendo con furia.
Draco, viendo que la situación se volvía más peligrosa, tomó una decisión rápida.
—Mejor me largo antes de que esto empeore —dijo mientras comenzaba a correr sin mirar a los lados, atravesando la calle.
Por suerte, no fue atropellado, pero su precipitada carrera causó caos entre los conductores, que frenaron de golpe y tocaron las bocinas.
—Por el amor de Merlín... —murmuró Harry, claramente exasperado por la
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