𝐌𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐑𝐨𝐧 𝐜𝐨𝐧𝐝𝐮𝐜í𝐚, 𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐫𝐞𝐯𝐢𝐬𝐚𝐛𝐚 𝐬𝐮 𝐭𝐚𝐛𝐥𝐞𝐭, 𝐚ú𝐧 𝐩𝐫𝐨𝐜𝐞𝐬𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐥𝐨𝐬 𝐞𝐯𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬 𝐫𝐞𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞𝐬.
—¿Así que la pillaron en una aventura y huyó? —preguntó Ron con su típica franqueza, sin apartar la vista del camino.
Harry no pudo evitar soltar una risa por lo absurdo del comentario. Ron siempre tenía una forma directa de ver las cosas.
—No fue exactamente así —respondió, sacudiendo la cabeza—. Digamos que tuvo una pequeña crisis y desapareció antes de que pudiera reaccionar.
—Parece un desastre —murmuró Ron.
Harry miraba por la ventana, su mente divagando entre la escena caótica y los detalles más sutiles que había notado en "Pansy". Aunque el encuentro había sido un caos, algo en esos ojos grises lo tenía intrigado.
—Quizás no fue una pérdida de tiempo —murmuró para sí mismo, recordando cómo sus ojos brillaban con una intensidad especial, casi como estrellas en una noche oscura.
De repente, su teléfono sonó. Sirius lo llamaba, como era de esperar.
—¿Ya terminó la cita? —preguntó su padrino del otro lado de la línea—. Parece que no funcionó. Bien, déjame organizar otra para ti con Ron.
Harry apretó los labios, sintiéndose frustrado con el incansable entusiasmo de Sirius por organizarle citas.
—No hace falta, Sirius.
—¿Qué? —bramó su padrino, sorprendido—. ¿Vas a romper tu promesa y dejar de ir a estas citas?
Los pensamientos de Harry iban a toda velocidad. Si continuar con "Pansy" significaba que Sirius dejaría de insistir en un desfile interminable de citas a ciegas, entonces quizás valía la pena. Podía soportar el caos si eso significaba finalmente tener algo de paz.
—En realidad, Sirius... —dudó un momento, luego decidió—. Creo que podría darle una oportunidad a Pansy, después de todo.
—¿Qué? ¿Te vas a casar con Pansy? —exclamó Sirius, claramente atónito.
Ron frenó de golpe, girándose para mirar a Harry con los ojos abiertos de par en par. Podía sentir la mirada de Ron clavada en él, tan incrédula como la de Sirius. Harry se encogió de hombros, intentando mantener la calma.
—Sí, ¿por qué no? —dijo con una sonrisa casual—. Quiero decir, es un poco... intensa, pero creo que puedo manejarla.
Pansy parpadeó frente a mí varias veces, como si hubiera dicho la cosa más absurda que jamás hubiera escuchado. Aunque, si soy sincero, lo único que hice fue tomarme esa maldita poción para volver a mi estado natural. Sentía como si hubiera recuperado una parte de mí que ni siquiera sabía que había extrañado. La bendita masculinidad.
—Entonces... ¿eso significa que estuve a punto de comprometerme con el héroe del mundo mágico? —preguntó, todavía procesando la situación.
La miré de reojo mientras tomaba el vaso de agua. De algún modo, beber me calmaba, y solté un suspiro de alivio al acabarlo. Devolví su mirada con una mezcla de exasperación y suficiencia antes de responder.
—Es bastante obvio, ¿no crees?
Pansy parecía preocupada, y su ceño fruncido no hacía más que irritarme un poco más.
—¿Y cómo salió todo? —inquirió, con esa mirada inquisitiva que tanto la caracteriza.
La miré con desdén, levantando dos dedos en signo de victoria y forzando una sonrisa de superioridad.
—Usé todas mis personalidades más irritantes. No volverá a llamarme nunca más —dije, triunfante.
Pansy soltó una carcajada y, antes de darme cuenta, me envolvió en un abrazo demasiado efusivo para mi gusto.
—¡Alto! —la aparté, sujetando su camisa con apenas dos dedos, como si fuera algo sucio— Aún no te he perdonado lo suficiente para que te acerques tanto.
Ella hizo una mueca de disgusto, pero se apartó, volviendo a su asiento junto a la barra.
—Bueno, lo lograste. Pero espero que no termines como Blaise —se burló, dándome una mirada divertida.
—¿Qué le pasó al moreno? —pregunté, alzando una ceja.
—Lo volvieron a contactar. Quieren que se case con uno de ellos —rió entre dientes.
Sonreí de lado, disfrutando de la idea.
—Espero que no estén hablando de mí —una voz familiar interrumpió desde nuestras espaldas.
Ambos nos giramos al mismo tiempo, y ahí estaba Blaise, con su clásica sonrisa de suficiencia.
—Blaise —me acerqué con una sonrisa.
—Draco.
Nos abrazamos como los viejos amigos que éramos en Hogwarts, intercambiando palmadas en la espalda.
—Ha pasado demasiado tiempo —dije, dándole unas palmadas en el hombro antes de invitarlo a sentarse.
Pansy y Blaise se saludaron con un beso en la mejilla, como si estuviéramos en París o algo así. Blaise se sentó a mi lado derecho, y de repente me encontraba entre ambos, como en los viejos tiempos.
—Italia es increíble —comentó Blaise con una sonrisa nostálgica—. Nott me prestó su casa por todo el mes. Pero no podía perderme la inauguración de tu independencia, Draco.
Me dio un codazo, y yo hice una mueca.
—Es un desastre —murmuré, tomando un sorbo más de vino—. No lo hagan.
Ambos rieron a coro.
—No planeamos hacerlo —respondieron casi al unísono.
Pansy, siempre la dramática, sacó un pergamino del Ministerio y lo desplegó con una sonrisa conspiradora.
—Mira lo que encontré —dijo, agitando el anuncio frente a mí.
Lo observé con desdén.
—¿Una vacante para ser Auror? Pansy, por favor. ¿En serio crees que sirvo para algo como eso? —le lancé una mirada de incredulidad.
—Bueno, siempre soñaste con trabajar en el Ministerio cuando éramos niños —replicó ella, encogiéndose de hombros—. Tal vez es hora de que experimentes algo diferente. No puedes seguir siendo un mantenido toda la vida, Draco.
La miré, ofendido.
—Es la verdad —añadió Blaise, asintiendo con la cabeza.
Volví a mirarlo, igual de indignado.
—Lo que queremos es que encuentres algo en lo que seas bueno, Dray —Pansy posó una mano en mi hombro con una sonrisa sincera.
Suspiré, sabiendo que, aunque me molestaba, tenían razón.
—Lo sé... —dije, rindiéndome un poco—. Pero si me vuelvo Auror, lo primero que haré será arrestarte por usar pociones dudosas para convertir hombres en mujeres —la miré con un fingido desprecio.
Pansy rió, y luego, de la nada, me tomó del brazo y empezó a arrastrarme.
—¿Sabes? Creo que hay un karaoke cerca. Nunca has ido, ¿verdad, Dray?
Intenté protestar, pero fue inútil.
—Oye, te dije que...
—Vamos, Draco —Blaise me empujó por detrás—. Necesitas divertirte un poco.
Bufé antes de soltar una risa que no pude contener, y los tres salimos del bar, ya algo cargados de euforia. La noche fue sencillamente espectacular, una de esas donde no importa qué tan mal la pases cantando, porque las carcajadas lo compensan todo. Si había algo que aprendí esa noche, es que sería un cantante terrible, pero eso no nos detuvo.
Blaise y yo, como si hubiéramos pasado por más de cinco divorcios y tuviéramos el corazón hecho trizas, cantamos "Rosa Pastel" de Belanova. Lo dimos todo, como si esa canción resumiera nuestras vidas rotas y desastrosas. Y por algún motivo desconocido, ¡ganamos! 100 puntos nada menos.
—¡Ganamos! —gritamos al unísono, lanzando al aire papeles de colores que estaban en el suelo. Lo sé, algo dramático, pero merecido.
Pansy, que se había ausentado un rato, apareció en la puerta del local, con el rostro pálido y esa expresión que te hace sentir que algo grave ha pasado. Blaise corrió hacia ella, aún eufórico.
—¡Pansy, ganamos! —la abrazó, pero ella lo apartó con la mano en la cara sin siquiera mirarlo. Toda su atención estaba en mí, y eso, créeme, nunca es buen augurio.
—Draco... —murmuró, con una mirada que me hizo estremecer—. ¿Qué hiciste?
La miré confundido, levantando las manos.
—¿De qué hablas? ¡Canté con todo mi maldito corazón! —señalé la pantalla, aún sintiendo el triunfo.
—¡No aquí, idiota! —gritó, haciéndome dar un salto—. ¡En la cita! ¡Harry Potter quiere casarse conmigo!
De inmediato mi euforia se desinfló como un globo. La miré fijamente, tratando de asimilar lo que acababa de decir.
—¿Qué? —exclamé, casi atragantándome—. ¿Potter quiere casarse contigo?
Me quedé mirándola con los ojos abiertos como platos, mientras un peso invisible parecía caer sobre mí. Era como si todo el mundo se hubiera detenido por un segundo. No podía estar hablando en serio. Esto tenía que ser una broma de mal gusto, algo sacado de la mente retorcida de Pansy.
—No conmigo, estúpido. ¡Contigo! —me señaló con el dedo, sus ojos empezaban a llenarse de lágrimas—. ¡Fuiste tú quien fue a la cita! ¡Dime qué pasó! —y antes de que pudiera reaccionar, me agarró por los hombros y comenzó a sacudirme como si quisiera sacarme la respuesta a golpes.
Yo... bueno, no dije nada. No sabía qué decir. Me quedé allí, estático, mientras Pansy se dejaba caer de rodillas ante mí, sollozando como si todo su mundo se estuviera derrumbando. Era una escena tan patética que no sabía si sentir lástima o salir corriendo.
Blaise, mientras tanto, estaba sentado en una esquina, con una mano en la boca, mirando cómo Pansy me zarandeaba. Luego, me lanzó una mirada significativa y pasó su mano por el cuello, como diciendo "Estás muerto, amigo."
¿Qué carajo? pensé, girando la cabeza hacia una ventana cercana, donde la luna brillaba con demasiada tranquilidad para mi gusto.
¿Acaso Potter quería morir?
Todo esto no podía ser real.
—¿De verdad te casarás con Pansy Parkinson? —preguntó Ron otra vez, como si no pudiera procesar la idea.
Rodé los ojos, claramente irritado.
—Sí, Ron, ¿cuántas veces piensas preguntarlo? —respondí, tratando de mantener la calma, aunque mi tono delataba lo fastidiado que estaba.
—Es que me cuesta creerlo... —confesó, rascándose la nuca con esa expresión confundida que solo Ron podía tener.
No era el único que dudaba de esta decisión, porque si soy sincero, incluso yo seguía dándole vueltas en la cabeza. No era precisamente lo que había imaginado para mí, pero en este momento de mi vida, el idealismo romántico no tenía lugar.
—Créeme, estoy tan sorprendido como tú —admití, mientras me hundía en la silla—. Pero a veces, simplemente tienes que hacer lo mejor que puedas con una situación... menos que ideal.
Ron no parecía convencido en lo absoluto, y eso era normal. A decir verdad, ni yo lo estaba.
—¿Te casarás con una mujer que sale con... muchos hombres? —su tono era incrédulo.
Hice una mueca. Claro, Pansy tenía esa reputación, y no es como si eso fuera su mejor cualidad. Pero racionalizar es lo que mejor se me da en estos días.
—Bueno, la gente cambia, ¿no? —dije, intentando sonar despreocupado—. Y no es como si yo fuera perfecto. Todos cometemos errores, Ron. Supongo que todos merecen una segunda oportunidad.
Ron levantó las cejas, claramente preocupado por mi falta de entusiasmo en este supuesto gran paso.
—Es solo que... siento que te estás metiendo en un lío del que no saldrás fácilmente —murmuró, con una mirada de advertencia—. Es una mujer imponente, ¿sabes? Es decir, ¡es Pansy!
Solté un suspiro largo y cansado. Claro que lo sabía. Pansy era intensa, demandante y con un carácter de esos que te ponen los pelos de punta. Había visto su temperamento.
—No lo niego —admití, levantando una mano como si me rindiera ante su argumento—. Pero mientras pongamos algunas reglas básicas y, no sé, tengamos buena comunicación, creo que podremos manejarlo.
Ron frunció el ceño, claramente no convencido. Su voz se suavizó mientras murmuraba:
—Pero, Harry... deberías casarte por amor.
Eso me hizo detenerme por un segundo. Lo miré, y supe que lo decía con la mejor intención. Entendía lo que quería decir, lo que esperaba que yo sintiera. Pero el amor... en este punto de mi vida... no era una opción.
—Ron, sabes que no tengo tiempo para el amor —respondí, dejando que mi tono se volviera frío, casi cortante—. Además, no siempre se trata de amor. A veces los matrimonios son solo... disposiciones prácticas. Cosas que uno hace porque debe.
Ron me observó como si no pudiera creer lo que estaba escuchando. Sabía que para él, el amor lo era todo, y supongo que en algún momento, para mí también lo fue. Pero eso fue hace mucho, antes de que la guerra dejara su huella y antes de que la vida me convirtiera en lo que soy ahora.
—El amor te hace sentir vivo, Harry —insistió—. Te hace extrañarla incluso cuando está a tu lado, y te hace sonreír solo con pensar en ella.
Escuché sus palabras, y aunque en algún nivel entendía el atractivo, no podía permitirme ese lujo. No ahora. La distracción del amor no era algo que quisiera.
—Lo aprecio, Ron, de verdad. Pero ahora mismo no tengo tiempo para todo eso —volví a mirar los documentos en mi escritorio, como si eso cerrara la conversación—. Además, el amor puede ser desordenado y complicado. Prefiero mantener las cosas simples.
Ron soltó un bufido, claramente frustrado, pero dejó el tema por ahora. No sabía si alguna vez llegaría a entender por qué había elegido este camino. Pero para mí, era simple: no tenía tiempo para el amor. No quería complicaciones. Y Pansy, por muy problemática que fuera, encajaba en el cuadro de algo práctico y manejable.
Me dejé caer en mi cama, mirando el techo como si las respuestas a todas mis dudas estuvieran escondidas ahí. ¿Qué demonios había hecho? La cita con Potter había sido un desastre, pero él había salido de ahí pidiendo matrimonio. ¿A mí? Imposible.
El zumbido de mi celular me sacó de mis pensamientos. Lo tomé sin siquiera mirar quién llamaba.
—¿Hola? —murmuré, esperando que fuera una llamada sin importancia.
—¡Me estoy escondiendo en casa de Blaise por tu culpa! —bramó Pansy al otro lado, su voz cargada de frustración.
Fruncí el ceño, sin entender nada.
—¿Por qué en su casa? —pregunté, completamente perdido.
—¡Porque desde que el héroe del mundo mágico dijo que se casaría conmigo, mi padre está intentando reunir a nuestras familias! ¡Así que me escapé!
Me quedé en silencio. ¿Qué? Era como si el suelo hubiera desaparecido bajo mis pies. Solo habían pasado dos días desde esa maldita cita, y ahora Potter seguía hablando de matrimonio. ¿En serio?
—¿Qué vas a hacer al respecto? —preguntó Pansy, con ese tono dulce y venenoso que solo ella sabía usar.
Me senté en la cama, mirando el celular como si pudiera ver su cara a través de él.
—¿Por qué es mi culpa? —pregunté, mi voz subiendo un poco—. Si después de esa actuación ridícula sigue interesado en ti, debe estar interesado en tu familia o... en algo más. Además, ¿las mujeres no pueden simplemente decir que no?
—No funciona así, Draco —replicó ella con cansancio—. Los que lo tienen todo siempre quieren más. Y él es mucho más rico que mi familia. Ya te lo dije, deberíamos haber hecho lo que Blaise sugirió la última vez.
—¿El exorcismo? —pregunté, saliendo del cuarto para servirme un vaso de agua—. Apuesto a que incluso si hubiéramos hecho eso, Potter seguiría queriendo casarse contigo.
Escuché a Pansy suspirar al otro lado de la línea, probablemente dejando caer su cabeza sobre la almohada de frustración.
—Y ahora, ¿qué hago? —sollozó.
Blaise, que probablemente estaba a su lado, se unió a la conversación.
—Quizás deberías buscar soluciones en lugar de quejarte todo el tiempo.
—Hazle caso a Blaise —le dije, apoyando su idea.
—¿Debería huir de mi casa? —propuso Pansy.
No podía verla, pero podía imaginar la expresión de Blaise, probablemente deseando estar en cualquier otro lugar.
—¿O me rapo la cabeza y me hago monja?
—No digas tonterías —respondimos Blaise y yo al unísono.
Me quedé en silencio un momento antes de añadir:
—Ve a ver a Potter y dile la verdad. Dile que no es con Pansy Parkinson con quien quiere casarse... que enviaste a otra persona para sabotear la cita. Y aunque quiera encontrarla, no podrá, porque esa mujer... soy yo —solté una risa amarga.
Pansy suspiró, y pude imaginarla rodando los ojos.
—Merlín, mi padre me va a matar.
—Pero al menos dejarán de hablar de matrimonio, y podrás confesar que los hombres no te interesan en lo más mínimo —añadió Blaise.
—Solo mira el lado positivo —dije con una sonrisa que sabía que no podía ver—. No hay mal que por bien no venga.
Suspiré y cerré los ojos por un segundo. Todo esto era ridículo. Abrí los ojos de nuevo y pregunté con un leve temblor en la voz:
—Si termino volviéndome Auror, ¿qué pasa si me encuentro a Potter en el trabajo? Me da escalofríos solo de pensarlo.
—Tranquilo, un empleado regular no se topa con el gran héroe del mundo mágico —dijo Blaise, tratando de calmarme.
—Y aunque lo hicieras, no te reconocería —añadió Pansy con una risa divertida—. Sería como si tuvieras una hermana gemela o algo así.
—¿De verdad? —murmuré, sabiendo que nada de esto acabaría bien.
Lo sabía. Las nubes grises, el tráfico insoportable, y la gente apretujándose en el metro como si fueran un banco de peces sin control, todo era una advertencia. Incluso mi horóscopo lo decía: el 15 no es un buen número, y mucho menos un lunes. "No te preocupes, no va a pasar nada", me dijeron. "No te lo vas a encontrar", aseguraron. "Es imposible"... pero lo que nunca mencionaron es que el maldito héroe sería el encargado de reclutar a los nuevos aurores justo ese día.
Al llegar al Ministerio, empecé a golpear el botón del elevador repetidamente, como si eso fuera a acelerar su llegada.
—Mierda, mierda, mierda... —mascullé, apretando el botón con frustración— Voy a llegar tarde.
Con prisa, rebusqué en el bolsillo de mi chaqueta para sacar mi celular, pero en mi torpeza lo tiré al suelo. Cuando me agaché a recogerlo, las puertas del elevador se abrieron justo en ese instante.
—Genial... —murmuré, levantando la vista con una sonrisa... pero la sonrisa se me congeló en el rostro al ver a quién tenía enfrente.
Potter.
Sentí que el suelo se desvanecía bajo mis pies. No, peor aún, quería que me tragara la tierra. Esto no puede estar pasando, pensé. El impulso de salir gateando de allí fue fuerte, pero logré mantenerme en pie y darle la espalda.
—Suba, joven... —dijo una voz masculina, un hombre mayor que no era Potter, pero igual me puso nervioso.
—¿Cómo? —respondí sin girarme.
—Hay mucho espacio. Súbase —insistió, y escuché la impaciencia en su voz.
Solté una risa nerviosa. No tenía idea de cómo actuar. Cálmate,
You are reading the story above: TeenFic.Net