ᵁⁿ ᴶᵘᵉᵍᵒ ᵈᵉ ᴬᵖᵃʳⁱᵉⁿᶜⁱᵃˢ

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𝐀𝐛𝐫í 𝐥𝐚 𝐩𝐮𝐞𝐫𝐭𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐭𝐚𝐧𝐭𝐚 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐳𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐚𝐬𝐢 𝐥𝐚 𝐬𝐚𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐮𝐬 𝐛𝐢𝐬𝐚𝐠𝐫𝐚𝐬. Pansy apenas se apartó a tiempo, mirándome con esa sonrisa que siempre me pone los pelos de punta.

—Hola... Dray.

—¡Nada de 'Dray'! —rugí, marchando hacia la sala con pasos largos, furiosos. Me giré hacia ella, señalando mi pecho como si fuera una maldita aberración—. ¿Qué diablos es esto? ¡Tengo... tengo dos bultos aquí!

Pansy cerró la puerta con calma, observándome de pies a cabeza como si yo fuera algún espécimen raro.

—No puede ser... Te ves... diferente. Muy lindo, pero sí, diferente.

—¡¿Qué demonios voy a hacer?! —exclamé con esa voz aguda y chillona que parecía haber reemplazado mi tono habitual desde que me desperté esta mañana.

Pansy comenzó a caminar a mi alrededor, inspeccionándome como si fuera un maldito maniquí de vitrina. No podía soportar su mirada escrutadora.

—¡¿Qué me hiciste, Parkinson?! —exigí, el miedo y la frustración ardiendo en mi interior.

Ella me sonrió con una satisfacción descarada, esa sonrisa que indica que está más que contenta con su obra.

—No puedo creerlo... Eres perfecta. Vas a romper corazones, Draco. O más bien, deberías empezar a acostumbrarte a 'Dracona'. —Sus ojos brillaban con orgullo mientras me entregaba un espejo.

Al mirarme nuevamente, apenas reconocía al hombre que alguna vez fui. Mi cadera había ganado curvas suaves, mi cintura ahora delgada y bien definida. Mi cabello, normalmente impecable, había crecido tanto que parecía una cortina de seda rubia que caía en ondas sobre mis hombros. Era... era un maldito desastre.

—Te dije que no me convirtieras en mujer —le espeté, lanzándole una mirada asesina.

—Y yo te dije que los hombres que me mandan son tan absurdamente heterosexuales —replicó ella, lanzándome una blusa directamente a la cara.

—¿Y esto qué es? —pregunté, arrancándomela con desdén.

—¿No es obvio? —respondió con aire despreocupado mientras tomaba su bolso—. Vamos de compras. Hay una cita esta noche, y créeme, no tengo ni idea de con quién será.

La miré incrédulo mientras cerraba la puerta tras nosotros. ¿Esto estaba ocurriendo en serio?

—¿Sabes lo incómodo que fue tomar transporte público esta mañana? ¡Los hombres ni siquiera me miraban a la cara, solo a...! —me detuve, incapaz de pronunciar la última palabra mientras el horror de la situación me volvía a golpear.

Pansy solo rió con malicia, como si todo esto fuera un juego. Para ella, tal vez lo era. Para mí, era el peor de los malditos infiernos.























Levanté la vista del tablet en mis manos, irritado por la interrupción.

—¿Qué? —pregunté con sequedad, mirando a Ron de reojo.

—Esta noche a las siete —repitió, sonriendo de oreja a oreja—. En la cafetería del Hotel Imperial. Con Pansy Parkinson. Ya sabes, de una de las familias más influyentes del mundo mágico.

Rodé los ojos. Solo de escuchar su nombre ya me sentía cansado.

—Hoy tengo la agenda llena —respondí, volviendo la mirada a la pantalla de mi tablet—. Diles que estoy ocupado.

Ron, en su habitual terquedad, me extendió un celular con la pantalla encendida. Un vídeo. Al instante apareció la imagen de Sirius.

—No quiero que digas que estás muy ocupado —decía Sirius con una sonrisa que solo significaba problemas—. Ron, acomoda las cosas y hazle espacio. Para eso te pago tanto.

Suspiré, sintiendo cómo la presión en mi cabeza aumentaba.

—Maldita sea, realmente lo tiene todo planeado, ¿no? —murmuré.

Ron sonrió con esa expresión de complicidad que solo él podía manejar sin parecer un completo idiota.

—Así que he hecho un hueco en tu agenda —dijo con obvia satisfacción.

Gruñí, frustrado. Claro, Sirius no dejaría que me escapara de esta.

—Está bien —dije con un suspiro resignado—. Iré a esta estúpida cita. Pero que conste, no voy a disfrutarlo.

—Espero que encuentres una pareja adecuada entre las diez mejores candidatas —Ron parecía disfrutar demasiado de todo esto—. La número 11 está en Japón, y la 17, en Suiza. ¿Quieres viajar tan lejos para una cita a ciegas?

Lo miré con irritación.

—No, no quiero viajar al otro lado del mundo para una maldita cita a ciegas. —Rodé los ojos, volviendo la mirada al tablet—. Y, sinceramente, no me veo congeniando con ninguna de ellas. Probablemente todas sean damas de la alta sociedad que esperan ser adoradas y tratadas como princesas. No es mi estilo.

Ron soltó una pequeña risa, y por un momento, me pregunté si estaba disfrutando de esto más de lo que debería.

—Solo cásate ya, como quiere Sirius —me dijo suavemente, aunque en su tono podía percibir su frustración—. Así yo no tendría que hacer malabares con tu agenda, y tú no tendrías que perder el tiempo con más citas inútiles.

Permanecí en silencio por un momento, considerando sus palabras. Quizás tenía razón. Toda esta farsa de las citas estaba empezando a agotarme.

—Tienes razón —dije finalmente, más para mí mismo que para él—. Tal vez debería escoger a alguien de esa lista. Después de todo, no es como si tuviera que amarla, ¿verdad?

Ron asintió con una media sonrisa. Supongo que, en algún retorcido sentido, todo esto tenía un mínimo de lógica. Pero en lo más profundo, sabía que estaba lejos de estar convencido.























Entré en el gran salón, un lugar completamente nuevo para mí. Nunca había estado en un espacio exclusivo para mujeres, y eso era evidente. Bufé, sintiéndome fuera de lugar mientras los maniquíes alineados en el pasillo exhibían prendas de moda que gritaban riqueza y estilo. La decoración, ostentosa y sofisticada, parecía burlarse de mi propia realidad.

—Queremos un perfil de una chica ruda para la nueva línea de productos Marine Beauty —explicaba Pansy, caminando frente a mí con esa confianza que solo ella poseía—. Elijamos la ropa que usarás en la cita a ciegas.

—¿Blaise también hizo esto? —pregunté, alzando una ceja, escéptico.

—Sí, y casi me lo roban la última vez —respondió con una sonrisa que rayaba en la travesura—. Se ve muy linda como chica, deberías verlo algún día. Aunque, se traumatizó un poco... —soltó una risa ligera mientras continuaba su camino.

—No me digas —murmuré, dejando escapar un tono sarcástico.

—Este vestido te hará lucir muy intimidante —dijo, señalando un vestido azul brillante que parecía gritar mi nombre.

Me lo lanzó y, como si se tratara de un hechizo, la tela se adhirió a mi cuerpo. Me miré en el espejo y, por Merlín, no podía creer lo que veía.

—Es horrible, me hace ver muy... masculino —repliqué, mirándola con desdén.

—O un cinturón de cuero como este para una declaración audaz —me guiñó el ojo, agarrando otro atuendo y lanzándomelo con destreza.

Me quedó mejor, pero aún no era suficiente. Si iba a convertirme en una chica, debía ser la más deslumbrante de todas.

—¿Debería mostrar más piel? —propuse, buscando la aprobación de Pansy.

—Sí. Pruébate otra cosa —asintió, dispuesta a explorar más opciones mientras se dirigía a otro pasillo.

Caminamos hacia una sección llena de sostenes, un área que no esperaba tener que visitar.

—Oh, claro... veamos... olvidé que no llevabas nada abajo —dijo, divertida. Le devolví la sonrisa con un toque de ironía.

Navegué entre las tallas, confundido. ¿A, B, C...? ¿Era esto el abecedario?

—¿Qué talla serás? —me preguntó, mirándome con curiosidad.

—No sé... es la primera vez que uso algo así —respondí, obvio como siempre.

Intenté medir las copas con mis manos, pero la situación se volvió incómoda rápidamente.

—No sé... tú decide —le dije, acercando las piezas a ella. Pansy me miró con una mezcla de sorpresa y diversión.

—Bueno... —agarró un par tratando de evaluar.

En ese momento, una empleada apareció, y de inmediato se quedó mirándonos a ambas, Pansy sosteniendo mis pechos como si fueran dos frutas en un mercado.

—¿Necesitan algo? —preguntó, pero su rostro mostraba la lucha interna entre la sorpresa y la diversión.

Ambas nos separamos rápidamente, sonriendo nerviosamente.

—Bueno... estamos buscando una talla para ella —dijo Pansy, tratando de mantener la compostura.

—Ah, claro... ¿cuál? —se acercó la empleada, ocultando el evidente desastre anterior.

—Bueno... ¿de qué tamaño se ven? —preguntó Pansy, mirándome con complicidad.

La empleada siguió su mirada y ambas me observaron, ladeando la cabeza. Esto es incómodo. Miré a otra chica cercana que estaba eligiendo unos sostenes, pero aunque nos miraba de reojo, traté de ignorarla.

—Quizás como las de ella —sugerí, señalando a la chica.

Ella nos miró, luego a sí misma, y finalmente giró la cabeza, volviendo a mirarnos antes de señalarse. Asentí, acercándome a ella para medir mi pecho contra el suyo. Eran casi iguales, aunque su talla era un poco más grande. Agarré las letras que ella había elegido y sonreí, mirando a Pansy.

—Estás loco —me murmuró, llevándome rápidamente a otro pasillo.

Continuamos buscando atuendos que fueran adecuados para mí, aunque Pansy parecía tener su propia idea de lo que era "adecuado".

—De eso se trata —decía cada vez que me entregaba algo que no me gustaba—. Debe hacerte parecer... diferente.

Cruzamos otro pasillo y, una vez más, me ofreció un nuevo look.

—No voy a... —comenzó.

—¡Casarme conmigo! —interrumpí, repitiendo el mismo discurso por décima vez.

Un nuevo atuendo apareció en mis manos.

—Eres como una zorrita —aplaudió, riendo mientras seguía caminando.

Finalmente llegamos al área de maquillaje. No sé qué hicieron exactamente, solo sentí una serie de brochas deslizándose por mi rostro, cada una moviéndose en un vaivén frenético. Gemí de dolor cuando me depilaron las cejas o algo similar; era un asalto a mis sentidos.

—¡Bravo! Perfecto —dijo Pansy, mirándome con admiración—. Estás muy guapa.























Llegué a la cafetería del Hotel Imperial, mis tacones resonando con cada paso firme, aunque internamente todavía maldecía el dolor punzante en mi tobillo. Dominar esas malditas cosas había sido un suplicio, pero ahora no era momento de pensar en eso. Tenía un papel que interpretar: una chica ruda, mimada, como yo... pero en versión femenina.

Ondulé mi cabello con un movimiento coqueto, disfrutando de las miradas de envidia que capté a mi alrededor. Pude sentir los ojos de varias chicas posarse en mí, susurrando entre ellas.

Envidienme, bitches.

Una sonrisa ladina se dibujó en mis labios mientras entraba con aire de superioridad. Me había puesto algunas extensiones, lo que hacía más difícil manejar mi ya abundante cabello rubio. Al pasar junto a un espejo, no pude evitar detenerme y admirar mi propia imagen.

El atuendo que Pansy había elegido, y que yo había soportado con resignación, era elegante pero con un toque agresivo. Un vestido negro ajustado, lo suficientemente corto como para ser provocador, pero no vulgar. Llevaba un cinturón grueso que destacaba mi cintura y le daba un toque de dureza al look. Botas de tacón alto que acentuaban mis piernas y una chaqueta de cuero negro sobre los hombros, como si fuera la reina de las serpientes en su nuevo hábitat.

Soplé un mechón de cabello que se había salido de su lugar, ajustando mi postura antes de dirigirme a la mesa destinada para la cita. Estaba en pleno escenario, y la obra apenas comenzaba. Draco Malfoy era un maestro en la actuación. Ahora, debía ser Pansy Parkinson.

Me senté con la elegancia fría que me caracterizaba, cruzando las piernas y deslizando mis dedos por la copa de vino que había frente a mí.

—¿Señorita Pansy Parkinson? —Una voz grave y masculina interrumpió mis pensamientos, resonando a mis espaldas.

Sonreí, conteniendo una carcajada interna. Había llegado el canalla.

—Sí —respondí, girando lentamente la cabeza, como si su mera presencia no fuera nada fuera de lo común para alguien como yo.

Pero en cuanto lo vi, sentí como si me arrancaran el aire de los pulmones. Mi corazón se aceleró de inmediato, y el calor subió a mi rostro como si alguien hubiera lanzado un maldito Incendio en mi interior.

Frente a mí estaba, sin duda, el hombre más apuesto que jamás hubiera visto en mi vida. Y eso que había visto a muchos, pero este... este era diferente. No era exageradamente alto ni delgado, pero tenía unos hombros ligeramente anchos que exudaban fuerza. Su piel, de un tono moreno suave, le daba un aire irresistible, como si fuera el tipo de bronceado que uno adquiere tras pasar años navegando en un velero en aguas prohibidas.

Sus labios... malditos labios. Gruesos, tentadores, a juego con unos ojos masculinos que parecían perforarme el alma. Y esas cejas, densas pero perfectamente formadas, enmarcaban sus ojos como si fueran obras de arte.

Él sintió mi mirada, porque alzó la vista de su reloj y giró su rostro con una calma absoluta, sólo para sostener mis ojos con los suyos. Unos segundos que parecieron eternos. Y entonces sonrió. Esa sonrisa... brillante, seductora, jodidamente devastadora. Sus ojos verdes, ocultos tras unos lentes redondos, brillaron con un resplandor que sólo puedo describir como peligroso. Era la clase de sonrisa que podría hacer que cualquier mujer perdiera la cabeza. O, también, que hubiera hecho mojar a alguna mujer a la que estuviera destinado.

Incluso yo.

¿Qué demonios? ¿Por qué es tan guapo? ¿Cómo era posible que existiera alguien así y que yo no lo hubiera visto antes?

Intenté recomponerme, apartar esos pensamientos. Esto es una actuación, Malfoy. No te dejes llevar. Aún así, la imagen de ese rostro permaneció grabada en mi mente, como una maldición que no podía sacudirme.

Y para colmo, ni siquiera sabía quién era.

¡¡¡¡POR FIN SE VIERON!!!! 

¿Qué tal? ¿Les gustó? 

Debo decir que este es el último capítulo de la semana. Ayer olvide publicarlo porque me entretuve con las tareas. Y me temo que publicare hasta el miércoles 🤧🤧 no me funen, es que ya estoy en semanas de evaluación 😓😓

Aún así, como recompensa, el miércoles se publicaran 4 capítulos más. ¿Les parece?

Cuídense mucho,  descansen, tomen agua, y no dejen de comentar y votar.  💕💕💕


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