ᵀᵒᵈᵒ ᵉˢ ᵘⁿ ᴰᵉˢᵃˢᵗʳᵉ

Background color
Font
Font size
Line height

𝐋𝐨𝐬 𝐬𝐨𝐧𝐢𝐝𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐜𝐡𝐚𝐫𝐥𝐚𝐬 𝐲 𝐫𝐢𝐬𝐚𝐬 𝐬𝐞 𝐦𝐞𝐳𝐜𝐥𝐚𝐛𝐚𝐧 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐜𝐥𝐢𝐧𝐤𝐢𝐧𝐠 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 𝐜𝐮𝐛𝐢𝐞𝐫𝐭𝐨𝐬 𝐲 𝐩𝐥𝐚𝐭𝐨𝐬, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐦𝐞𝐬𝐚 𝐝𝐞 𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲, 𝐇𝐞𝐫𝐦𝐢𝐨𝐧𝐞, 𝐑𝐨𝐧 𝐲 𝐒𝐢𝐫𝐢𝐮𝐬, 𝐥𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐯𝐞𝐫𝐬𝐚𝐜𝐢ó𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐛𝐚 𝐦á𝐬 𝐜𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐝𝐚 𝐲 𝐦𝐞𝐧𝐨𝐬 𝐛𝐮𝐥𝐥𝐢𝐜𝐢𝐨𝐬𝐚.

Sirius, con una sonrisa traviesa y una actitud relajada, apoyaba un codo sobre la mesa, mirando a Hermione con admiración.

—Entonces enviaste tu solicitud para ser candidata a Ministra —sonrió, sus ojos brillando con un toque de orgullo hacia la castaña.

Hermione asintió con la misma confianza que siempre la había caracterizado.

—Sí, así es —respondió—. Ya tengo mis propuestas para la comunidad mágica. Solo me hace falta una persona que haga suficiente escándalo para llamar la atención. Es como tener un equilibrio, alguien que atraiga la mirada del público.

—De seguro lo lograrás —interrumpió Ron, masticando ruidosamente su comida—. Eres buena desde Hogwarts.

Harry rodó los ojos ante la falta de modales de su amigo, aunque una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro.

—Ron, límpiate la boca —dijo Harry con calma mientras tomaba un sorbo de su bebida. Estaba a punto de continuar comiendo cuando algo —o más bien, alguien— captó su atención.

Draco Malfoy acababa de entrar al comedor acompañado de Theodore Nott. Harry frunció el ceño de inmediato, sus ojos verdes se clavaron en ambos como cuchillos. ¿Qué carajo hacen juntos? Su mente bramaba con indignación. Era casi imposible disimular el enojo que sentía al ver a Draco entrar tan despreocupadamente con Nott a su lado.

—¿No quieres esto? —comentó Theo a Draco mientras caminaban—. Lo hice ayer y lo trajeron al menú.

Draco sonrió mientras tomaba el plato que le ofrecía su amigo.

—Bueno, tú eres el chef —bromeó—. ¿Cómo podría negarme?

Pansy, que caminaba junto a ellos, soltó una carcajada.

—Así dejarás de ser una bestia —añadió con una sonrisa burlona.

—Draco siempre se vuelve una bestia cuando tiene hambre o sueño —comentó Blaise desde el otro lado de Theo—. No quiero estar presente cuando tenga ambos.

—Nadie debería estarlo —añadió Pansy, compartiendo una sonrisa cómplice con Blaise.

El grupo se acercaba a su mesa, cuando Theo, observando el comedor medio vacío, murmuró:

—No se ve mucha gente aquí, ¿no?

Draco, distraído, giró su mirada hacia la sala, y en cuanto sus ojos se encontraron con los de Harry, todo se detuvo. Los ojos verdes de Harry lo observaban llenos de ira, desconfianza y una pizca de algo más oscuro. Draco sintió que un escalofrío le recorría la espalda, abriendo la boca de manera casi involuntaria por la sorpresa. Su estómago se revolvió.

Sin pensarlo, se dio la vuelta bruscamente, dándole la espalda a Harry ¿Qué demonios está mirando? pensó con creciente nerviosismo.

Harry, en tanto, entrecerró los ojos, sus dedos apretando el tenedor con más fuerza de la necesaria, sus nudillos blancos por la presión. Hermione notó la dirección de su mirada y, sin decir nada, siguió su línea de visión hasta encontrarse con Draco y su grupo. Sus ojos se abrieron un poco al comprender lo que estaba ocurriendo. Rápidamente, dio un codazo a Ron, quien, confuso, también volteó a ver.

—Si Sirius ve a Draco aquí... —murmuró Hermione con tono de alarma, aunque apenas movía los labios.

Ron abrió los ojos como platos. Sabían lo que significaría si Sirius reconocía a Draco, y aún más si entendía la situación de Adara Bridgerton.

Mientras tanto, Draco intentaba mantener la calma, pero su corazón palpitaba con fuerza. No podía quedarse allí bajo la mirada penetrante de Harry Potter.

—Chicos, ¿no quieren salir a comer? —sugirió Draco repentinamente, con un tono que intentaba sonar casual, pero traicionaba su inquietud.

Blaise frunció el ceño, claramente confundido.

—Pero dijiste que no querías —comentó, mientras aún sostenía su plato.

Draco forzó una sonrisa y se encogió de hombros, empujándolos con urgencia hacia la salida.

—Sí, pero a veces es mejor salir y tomar aire —dijo, apretando un poco más a Pansy, Theo y Blaise para que caminaran—. Vamos, vamos.

Harry no apartaba los ojos de ellos, especialmente de cómo Draco agarraba el brazo de Theodore con una suavidad que le resultaba irritante. ¿Acaso quiere salir con él? pensó Harry, apretando los dientes, sintiendo una rabia irracional apoderarse de él. El tenedor en su mano crujió bajo la presión de sus dedos.

En ese momento, Sirius, completamente ajeno al drama silencioso que se desataba frente a él, volvió a hablar con Harry.

—Por cierto, ¿Adara estará ocupada? —preguntó de repente, con un tono despreocupado.

La reacción fue inmediata. Ron escupió su bebida, tosiendo fuertemente, mientras que Hermione casi se atraganta con su comida, golpeándose el pecho para recuperar el aliento.

—¿Ah? ¿Qué pasa? ¿Están bien? —preguntó Sirius, arqueando una ceja, completamente perplejo ante la reacción de los dos.

—Sí, sí, señor —murmuró Hermione, aún tosiendo ligeramente, mientras intentaba mantener la compostura.

—Estamos bien, todo bien —añadió Ron, sonriendo nervioso, aunque claramente aún recuperándose del susto.

Mientras tanto, Harry seguía observando la interacción entre Draco y Theodore.¿Cómo se atreve? pensaba con amargura, incapaz de desviar la vista de cómo Draco sonreía ligeramente a Theo, con una cercanía que sólo avivaba el fuego dentro de él.

Sirius, notando que Harry no había respondido, trató de captar su atención.

—Harry, ¿me estás escuchando? —preguntó, intentando girar la cabeza para ver qué o quién tenía tan distraído a su ahijado.

Pero antes de que Sirius pudiera voltear, Ron intervino rápidamente.

—¡Ah, Sirius! —exclamó, levantando la voz—. ¿Por qué te interesa saber sobre la señorita Bridgerton?

Sirius soltó una ligera risa, sin notar el nerviosismo de Ron.

—Solo quiero volver a verla —respondió con un tono despreocupado—. Es divertida, ya sabes, me gusta su compañía.

Ron y Hermione intercambiaron miradas de preocupación. Esto no iba a terminar bien.

—Harry, fija una fecha y libera tu agenda —ordenó Sirius, dándole una palmada en el hombro—. Quiero que la invites, así podemos vernos los tres.

Harry, aún con la mirada clavada en Draco y Theodore, respondió de manera automática, con los dientes apretados.

—Claro, programaré algo lo antes posible.

Ron, que justo acababa de tomar otro sorbo de su bebida, volvió a ahogarse en su propio vaso, tosiendo ruidosamente.



























Tomé la poción apresuradamente, sintiendo cómo su sabor amargo bajaba por mi garganta. Ni siquiera me di tiempo de saborearla antes de mover mi varita para conjurar un elegante vestido ajustado. La seda se deslizó sobre mi piel mientras los tacones aparecían bajo mis pies. Ahora, ya no era Draco Malfoy. Era Adara Bridgerton, la mujer que, por necesidad, había creado para navegar este mundo complicado. El repentino mensaje de Potter me había sacado de cualquier plan que tenía, citándome cerca del Ministerio. Y claro, llegué casi corriendo a la cafetería, torciendo ligeramente mis tobillos en esos malditos tacones que nunca me acostumbraba a usar.

Cuando llegué, Harry ya estaba sentado. Su postura recta y la mirada fija en la mesa frente a él. ¿Por qué se ve tan tenso? pensé mientras me sentaba frente a él, tratando de recuperar la compostura y fingir que correr en tacones no era lo peor del mundo.

—Adara, qué gusto verte —dijo Harry con esa voz tranquila que solía utilizar cuando intentaba ser formal, pero su ceño ligeramente fruncido lo delataba. Estaba molesto por algo.

Tomé un sorbo de mi café, intentando descifrar su expresión. Pero entonces, soltó algo que me hizo casi atragantarme con el líquido.

—¿Qué? ¿Quieres que vaya al aniversario del Ministerio? —pregunté, sorprendiendo incluso a mi propia voz. ¿Acaso Potter había perdido la cabeza?

—Sí —respondió Harry, con un tono más firme esta vez, como si fuera algo completamente lógico—. Mi padrino quiere que nos reunamos. Pero es el único día que tengo tiempo, así que necesito que asistas.

Sentí mi mente acelerarse, buscando una salida. No podía simplemente decir que no, pero tampoco podía aparecer en un evento tan público como Adara. Vamos, Draco, piensa... rápido.

—Lo siento, pero no creo que pueda ir ese día —sonreí con suavidad, tratando de sonar convincente.

Harry no se movió ni un centímetro. De hecho, se inclinó sobre la mesa, acortando la distancia entre nosotros.

—¿Por qué? —preguntó, sus ojos verdes clavándose en los míos como si pudiera ver a través de mi mentira—. Es sábado, así que no trabajas, ¿cierto?

Maldito Potter.

Sentí cómo el calor subía por mi cuello. Tienes que improvisar, rápido.

—Ese día es la boda de una buena amiga mía —inventé en un segundo, pero su mirada me hizo saber que no iba a dejarlo ahí.

—Muéstrame la invitación —replicó con una calma peligrosa.

—¿Qué? —respondí, casi riendo de la sorpresa, esperando que fuera una broma.

Pero Harry simplemente arqueó una ceja.

—Les enviaré flores y dinero para felicitarlos —aclaró, su voz tranquila y firme— ya que tú no podrás ir.

Sentí un leve tic en mi ojo derecho. Mierda, esto va mal. Me llevé una mano a la frente y fingí un gesto pensativo, buscando desesperadamente una nueva excusa.

—Ah, ya recordé... la boda es la próxima semana —solté una risa ligera, que, probablemente, sonó nerviosa. —Pero de todas maneras, mi familia realizará ritos ancestrales ese día.

Harry no pareció ni un poco convencido, pero antes de que pudiera detenerme, ya estaba abriendo la boca de nuevo.

—¿Eso no se hace de noche? —preguntó, elevando una ceja con esa expresión inquisitiva que estaba empezando a odiar—. La ceremonia del Ministerio se hará de día.

Me quedé en silencio, maldiciendo mi propia torpeza. Necesitaba algo más fuerte.

—En realidad... —paré, tomando un respiro antes de soltar lo siguiente— A nuestra empresa no le está yendo muy bien.

—¿A qué te refieres —preguntó Harry, inclinándose un poco más— con que no le está yendo bien?

Intenté mantener mi compostura mientras mentía descaradamente.

—Nuestra empresa está a un paso de quebrar —mentí descaradamente— Todos los empleados trabajan horas extrañas todos los días debido a esta emergencia. Será muy difícil para mí asistir al aniversario.

Harry bajó la mirada, y por un momento, pensé que le había conmovido. Perfecto, por fin...

—¿En serio? Entonces, no hay opción —murmuró él, aparentemente aceptando mi excusa.

Sonreí internamente, creyendo que había escapado. Pero antes de que pudiera disfrutar el alivio, él continuó.

—Tendrás que pagar la multa.

Mi sonrisa se desvaneció al instante.

—¿La multa? —pregunté en un susurro, apenas creyendo lo que acababa de escuchar.

Claro, y ahí estaba de nuevo, la vida golpeándome con fuerza. Si aún fuera el heredero de la fortuna Malfoy, quizás no me importaría. Pero ahora... sólo era Adara, la mujer que intentaba escapar del peso de su propio nombre.

Más tarde, ya sentado en nuestra cafetería favorita junto a Pansy y Blaise. Mis amigos me entregaron unos sobres de dinero. Pansy asintió, como si quisiera consolarme.

—No es mucho, pero úsalo para pagar la multa —dijo, su voz suave.

—Es de corazón —añadió Blaise, ofreciendo su sobre con una sonrisa cálida.

Qué buenos amigos, pensé, abriendo los sobres para ver el contenido. Pero cuando vi la cantidad, mi sonrisa se desvaneció. Apenas y sumaban 500 galeones.

—La verdad, no es mucho —dije, tratando de mantener mi tono neutral antes de azotar la mano contra la mesa— ¡Esto no alcanza para nada! —exclamé con un toque de sufrimiento en la voz.

Pansy frunció los labios, disculpándose.

—Lo siento, pero no tengo mucho dinero últimamente.

Blaise asintió, casi avergonzado.

—Mi última quincena me la gasté en un jacuzzi para el departamento —confesó.

—Es difícil vivir solo del salario que uno gana —continuó Pansy, suspirando.

—El alquiler, los servicios, los gastos diarios —enumeró Blaise con gesto resignado.

—¿Y por qué las tarifas de mantenimiento son tan caras? —se quejó Pansy, cruzando los brazos.

Solté una risa irónica, apoyando la barbilla en mi puño mientras los miraba.

—¿Creen que tengo tiempo para escuchar a unos niños ricos quejarse de su vida? —los miré con una mezcla de exasperación y diversión— Yo estuve en su lugar, disfrutaron su dinero mientras yo empezaba a trabajar. Eso no es nada.

Pansy y Blaise se callaron al instante, fingiendo que se ponían un cierre en la boca por respeto a mí.

Me incliné hacia ellos, mi mente agitada de nuevo.

—Si voy a esa ceremonia y alguien me reconoce, se acabó para mí —susurré, sintiendo cómo el pánico comenzaba a apoderarse de mi cuerpo.

—Oye, cálmate —dijo Pansy, levantando las manos, como si pudiera calmarme sólo con su respiración pausada.

—Pero, ¿cómo te reconocerían? —preguntó Blaise, con su típico aire despreocupado— Adara Bridgerton y Draco Malfoy son personas totalmente diferentes. Apuesto a que nadie te reconocerá.

—¿Ustedes creen? —pregunté, mi voz casi quebrándose mientras me acercaba peligrosamente al borde del colapso.





























Caminé hacia la sala de entrenamiento, mis pensamientos aún girando alrededor del enredo monumental en el que me había metido. Ya no era sólo Adara o Draco. Ahora, era ambos, y mi vida parecía una coreografía imposible de dos identidades bailando al borde del desastre.

Entré en la sala con una sonrisa socarrona al ver a varios aurores entrenando. Vaya, se ven bien. Mis ojos recorrieron el lugar con admiración disimulada. La agilidad, la fuerza, todo un espectáculo. Pero entonces, localicé a mi equipo, y mi sonrisa se desvaneció. Había algo en sus posturas, algo en la seriedad inusual de sus rostros, que me alertó al instante.

—Malfoy —dijo Eliot, sin rastro de su habitual humor relajado. Vaya, esto es raro.

Me detuve y lo miré con atención.

—¿Sí? —respondí, levantando una ceja.

Antes de que Eliot pudiera contestar, Brianna, interrumpió, cruzando los brazos y alzando una ceja.

—¿Estás seguro de que revisaste bien tu reporte sobre el caso de los Hermanos Carrow? —preguntó, con un tono que sugería que, de alguna manera, había cometido un error. ¿Ella también?

Apreté los labios, luchando contra la frustración. ¿Cómo podían dudar de mí? Me acerqué a la computadora más cercana, los tacones de mis zapatos resonando en el suelo con cada paso.

—Por supuesto que lo revisé... miles de veces antes de enviarlo. —Mis dedos se movían rápidamente por el teclado, buscando el archivo con la misma velocidad que mi mente intentaba recordar si había olvidado algo.

—Trabajas muy duro —dijo mi entrenador, que de pronto apareció a mi lado, su voz impregnada de admiración sarcástica— ¡por eso un simple auror como tú ha recibido el Premio al Gran Éxito!

De repente, sentí una extraña luminosidad alrededor de mi cabeza, y tanto Brianna como Eliot empezaron a aplaudir. Espera, ¿qué?

—Draco, te eligieron como ganador del Premio al Gran Éxito —anunció Brianna con una emoción que nunca había visto en ella antes, justo antes de lanzarse hacia mí para abrazarme con fuerza. Casi me quedo sin aire.

—¿En serio? —logré decir, sintiendo la emoción bullendo en mi pecho. Pero luego, algo no cuadraba. Me separé de ella, miré a mi entrenador, con una mezcla de incredulidad y desconfianza— ¿Señor, en serio?

—Sí. Lo escuché con mis propios oídos —dijo mi entrenador, sonriendo ampliamente, como si fuera el momento más natural del mundo.

Esto tiene que ser un sueño. Pero no, no lo era. La euforia me invadió de repente, como una ola que no pude contener.

—¡No puede ser! ¡Lo logré! —exclamé, y los demás me rodearon para felicitarme. Saltamos juntos, como si fuéramos un grupo de niños celebrando alguna travesura bien lograda. Pero la emoción fue tan intensa que empezamos a marearnos, obligándonos a parar.

Y entonces Eliot, con esa mirada que no auguraba nada bueno, soltó lo inevitable.

—Tienes suerte, Draco. El jefe del Departamento te dará el premio en persona en el aniversario del Ministerio.

—¿En serio? —pregunté con una sonrisa— ¡Harry Potter me dará el premio en el aniversario del Ministerio...!

Mi voz se apagó. Mis ojos se abrieron de golpe mientras procesaba lo que acababa de decir.

—¿Qué? —Mi pregunta salió en un susurro.

Brianna sonrió ampliamente, ajena a mi súbito terror interno.

—El premio —dijo, sus ojos brillando— te lo dará el famoso Harry Potter en persona. Es algo que nunca le ha gustado hacer, pero esta vez aceptó gustoso.

Sonreí, pero la ironía en esa sonrisa era innegable. Qué casualidad...

Una hora más tarde, estaba en el techo del Ministerio, riendo como un lunático. La risa no era de alegría, sino de puro nerviosismo. Las personas que pasaban me miraban extrañados, pero no me importaba. Reía porque si no lo hacía, probablemente empezaría a llorar.

—¿Cómo puede ser real esta situación? —me pregunté en voz alta, la risa desvaneciéndose mientras me dejaba caer en una banca cercana.

Cerré los ojos, imaginando la escena en mi cabeza. Ahí estaba yo, Draco Malfoy, disfrazado como Adara Bridgerton, del brazo de Harry Potter, ambos entrando juntos al aniversario del Ministerio. Llevaba un vestido de gala impresionante, con mi peluca negra cuidadosamente arreglada, y maquillaje profesional. Adara, perfecta y elegante, sonriendo al lado de Harry.

—Iré al aniversario de la fundación con Harry —dijo Adara en mi mente, su voz tranquila y melodiosa.

Después, me escabulliría, cambiaría de ropa, tomaría la poción y volvería como Draco Malfoy. Ahí estaba yo, subiendo al escenario, recibiendo el premio de las manos de Harry Potter, mientras todos aplaudían. Lo logré. Dos personas, dos vidas, en el mismo evento.

—¡Sí! —me imaginé gritando mientras alzaba el premio— ¡Lo logré! —El público aplaudía, y yo recibía un premio de Potter, ni más ni menos.

Pero entonces, la realidad me golpeó con fuerza. ¿Cómo se supone que voy a estar en dos lugares al mismo tiempo?

El mareo de la risa me obligó a sentarme de nuevo. Respiré profundamente, intentando calmar el caos en mi mente.

—Claro, sólo pasaría si voy al aniversario —murmuré para mí mismo, con una sonrisa irónica—. Mataré dos pájaros de un tiro.

Pero esa fantasía no era tan simple. No cuando Harry Potter estaba involucrado. Solté un bufido y me dejé caer en el banco, frustrado.

—¿Qué debo hacer? —pregunté en voz alta, sin esperar una respuesta.

Y entonces, la idea llegó como un rayo.

—Sólo hay una solución —susurré mientras sacaba mi celular. Mis dedos volaron sobre la pantalla, buscando algo desesperadamente.

"¿Cómo faltar al trabajo?"

Los resultados me hicieron reír entre dientes. Había algo oscuramente satisfactorio en la simplicidad de los pasos.

Paso 1: Prepara una excusa por adelantado para que

You are reading the story above: TeenFic.Net