𝐌𝐞 𝐪𝐮𝐢𝐭é 𝐞𝐥 𝐬𝐚𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝐢𝐧𝐦𝐞𝐝𝐢𝐚𝐭𝐨, 𝐥𝐚𝐧𝐳á𝐧𝐝𝐨𝐥𝐨 𝐚 𝐚𝐥𝐠ú𝐧 𝐫𝐢𝐧𝐜ó𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐡𝐚𝐛𝐢𝐭𝐚𝐜𝐢ó𝐧. Debe ser una broma, pensé, sintiendo cómo la furia subía por mi pecho, mientras mis manos comenzaban a moverse rápidamente por la computadora.
—La foto... ¿dónde está? —bramé, mis dedos temblorosos mientras deslizaba el ratón frenéticamente por la pantalla.
Mis ojos repasaban las carpetas, buscando entre los archivos hasta que por fin la encontré. Hice clic y la imagen se desplegó en la pantalla, revelando el rostro de Adara Bridgerton antes de usar peluca. Cabello platinado, piel pálida y esos malditos ojos grises que me habían cautivado. Era una foto que Ron había guardado para la boda, una especie de "por si acaso" en caso de que yo me decidiera a pedirle matrimonio.
Idiota.
Aparté la imagen de un golpe y abrí otra carpeta. Necesito ver a Malfoy. Busqué entre los registros de los aprendices a Auror y encontré su foto. Ahí estaba, Draco Malfoy, como siempre, con su aire arrogante, pero ahora algo distinto brillaba en su semblante.
Abrí las dos imágenes lado a lado.
No puede ser. Pero lo era.
El mismo perfil, las mismas facciones. Cada línea de su rostro coincidía, desde la inclinación de la barbilla hasta la ligera curva de sus labios. La misma maldita postura, con la cabeza alta y los ojos como si juzgaran el mundo entero. Maldición, Harry... te haces llamar Auror y no te diste cuenta de que te estaban engañando en tus propias narices. Pasé una mano con frustración por mi cabello, revolviéndolo más de lo habitual.
—Ha estado todo este tiempo... delante de mí —murmuré, sintiendo la rabia formarse como un nudo en mi garganta—. ¡Tuve una cita a ciegas con mi primer amor!
De repente, las piezas que nunca había logrado encajar comenzaron a alinearse en mi mente. Los momentos extraños, las pequeñas incongruencias. Todo lo que no cuadraba, todas esas veces que sentí que algo se me escapaba. El modo en que Adara se había comportado, sus gestos, su manera de mirar. ¡Claro! Malfoy siempre había sido un experto en mentir con la cara seria.
Mis pensamientos se arremolinaron mientras me venían imágenes de todos nuestros encuentros. Las palabras que había dicho, las veces que había evitado preguntas con una sonrisa encantadora, los secretos que se escondían detrás de esa maldita fachada. Draco Malfoy, Adara Bridgerton... el mismo maldito embustero.
—¿Cómo se atreve... a engañarme? —mi voz salió baja, temblando de ira contenida, mientras mis puños se cerraban con tanta fuerza que mis nudillos palidecieron.
Entonces lo recordé: Theodore Nott en el restaurante. Él había puesto esa canción. Esa maldita canción que hizo llorar a Adara. ¿Cómo lo sabía Nott? La canción era tan antigua que muy pocos la conocían. Y entonces, todo encajó. Nott había sido amigo de Malfoy desde que tenían 13 años... igual que Adara y su misterioso amigo de la infancia.
—¡Maldición! —gruñí, golpeando la mesa con tanta fuerza que los papeles y objetos que estaban sobre ella temblaron. La rabia explotaba dentro de mí, rebotando en las paredes de la habitación como si no tuviera adónde ir. Draco Malfoy, Adara Bridgerton... Repetí los nombres una y otra vez, con mi mente ardiendo. Una maldita mentira, todo una mentira.
Miré hacia un lado y vi los peluches del concierto, los recuerdos de lo que creía que había sido un momento sincero. Me acerqué lentamente, tomando el que tenía el cabello rubio, apretándolo entre mis dedos hasta que el relleno comenzó a crujir.
—Esto no está bien —dije en voz baja, sintiendo la presión en mi pecho aumentar—. ¡Esto no está bien!
Con un movimiento brusco, lo lancé con toda mi fuerza contra la pared. El peluche chocó y cayó al suelo, insignificante, mientras yo respiraba con dificultad, mi pecho subiendo y bajando como si estuviera en medio de una batalla. Pero no era una batalla física, era peor. Era el enfrentamiento con la traición, con la humillación de haber sido engañado por la persona que más había amado, sin siquiera saberlo.
Draco Malfoy... desearás no haber nacido.
Draco bostezó profundamente mientras sus ojos recorrían las líneas del interminable reporte que estaba preparando en su oficina. Sentía la pesadez en sus párpados y en sus hombros. Estoy agotado. Ya no soy tan joven para sobrevivir a noches sin dormir, pensó, rascándose la cabeza con cansancio antes de sentir el leve zumbido de su teléfono vibrar sobre el escritorio.
Desbloqueó el móvil, leyendo el mensaje que acababa de llegar.
"Almorcemos cerca de tu lugar de trabajo".
—¿Cerca de mi lugar de trabajo? —murmuró, frunciendo el ceño.
¿Quiere que nos veamos ahora? pensó, su cerebro intentando procesar el mensaje. De pronto, una punzada de nervios le recorrió el cuerpo. ¿La poción? Miró rápidamente hacia su cajón, buscándola desesperadamente. Rebuscó entre papeles, plumas y varias chucherías antes de que el horror se apoderara de él: no estaba. Se había acabado el día anterior, y no había tenido tiempo de preparar más.
—¡Cerca de mi lugar de trabajo! —exclamó con pánico mientras se levantaba de golpe.
Recordó, casi al borde del pánico, que había mencionado trabajar al otro lado de la ciudad para no levantar sospechas. ¡Mierda!, pensó, recogiendo sus cosas rápidamente, su mente corriendo a la velocidad de su corazón. Sacó el teléfono del bolsillo y marcó frenéticamente a Pansy.
—Emergencia. Necesito que me hagas la poción para volver a ser mujer —dijo Draco casi sin respirar mientras corría hacia la salida del Ministerio— ¡Te mando la ubicación en un segundo! ¡No preguntes, solo hazlo, mujer! —soltó de golpe, apretando el botón de fin de llamada antes de que ella pudiera decir una palabra.
Alzó la mano, deteniendo un taxi que se detuvo abruptamente en la acera, y se subió rápidamente, dando las indicaciones al conductor.
En el restaurante, Harry estaba sentado con el ceño fruncido, girando lentamente la taza de café entre sus manos. Había llegado con tiempo de sobra, pero la espera solo le daba más espacio para que las dudas y los pensamientos inundaran su mente. ¿Qué cambiará si lo veo en persona?, se preguntó, mirando hacia la puerta.
Justo en ese momento, "Adara" apareció jadeando levemente, como si hubiera corrido una maratón. Su cabello oscuro caía en ondas suaves sobre sus hombros, pero la ligera tensión en su rostro no pasó desapercibida para Harry.
—Siento llegar tan tarde —dijo la chica, recobrando el aliento—. Tuve que ir a Mánchester para una reunión de negocios.
Harry sonrió, su expresión era relajada, aunque por dentro fingía creerle. ¿De verdad? ¿Mánchester?
—Trabajas en una empresa pequeña, ¿no? —preguntó Harry, apoyándose ligeramente en la mesa mientras la observaba.
"Adara" sonrió, aunque parecía un poco forzada.
—Sí, bueno... —murmuró, mirando brevemente alrededor—. Producimos todo tipo de artículos domésticos.
Harry arqueó una ceja, inclinándose hacia adelante con un interés fingido.
—¿Qué son "todo tipo de artículos domésticos"? —preguntó, saboreando la tensión que sintió crecer entre ellos.
Draco tragó saliva, sintiendo que un sudor frío le recorría la espalda. Maldita sea, Harry. Miró rápidamente la taza de café que tenía enfrente de él, buscando inspiración en cualquier cosa a su alrededor.
—Bueno, ya sabes... tazas de café —señaló con la mirada hacia la taza en la mesa—, desodorantes ambientales, alfileres... y cosas así.
—Vaya, deben tener una línea de producción bastante diversa —murmuró Harry con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Debes estar muy ocupada trabajando para una empresa que hace tantas cosas.
"Adara" intentó mantener la compostura, pero el brillo de la incomodidad se filtraba en su expresión.
—El trabajo es lo que es —respondió con un tono ligero, como si no fuera gran cosa—. En fin, ¿por qué me llamaste? —cambió rápidamente el tema, intentando desviar la conversación.
Harry la observó un momento más antes de apoyarse hacia atrás, cruzando los brazos con una calma deliberada.
—Estaba pensando en algo —dijo, con su voz cargada de curiosidad—. ¿Qué significa tu nombre realmente?
"Adara" parpadeó, claramente no esperando esa pregunta. Frunció ligeramente el ceño, y sus labios se curvaron en una sonrisa nerviosa.
—Eso fue... inesperado. —murmuró, tratando de mantener la calma—. ¿Por qué quieres saberlo?
Harry dejó la taza a un lado, su mirada más intensa ahora.
—Me di cuenta de que, en realidad, no sé mucho de ti. Pero tú sabes mucho de mí: qué escuela fui, a qué me dedico, incluso mis aficiones —dijo, su tono casual pero sus ojos analizando cada reacción de ella.
Draco sintió que el aire en la habitación se volvía más denso. Intentó mantener una sonrisa, aunque no pudo evitar una ligera mueca. Me está acorralando, pensó.
—No estamos saliendo de verdad, Harry —respondió con una sonrisa un poco tensa—. No tienes por qué saberlo todo.
—Quizás no, pero mi padrino podría preguntarlo algún día —respondió Harry, cruzando los brazos con tranquilidad.
Draco sintió que su corazón empezaba a acelerarse. Harry lo miraba fijamente, sus ojos buscando la verdad detrás de la mentira. ¿Qué otra mentira dirás, Malfoy?
—Bueno... —murmuró ella, buscando tiempo, el corazón martillándole en las costillas.
Harry elevó una ceja, claramente esperando más. Por fin... ¿vas a confesar?, pensó, cruzando los brazos mientras "Adara" respiraba hondo.
—"Adara" significa "flor de azahar" —continuó la chica, con una sonrisa que intentaba disimular lo forzado de la respuesta—. Y "Bridgerton" en mi familia significa "aquel que se enfrenta a sus adversarios".
Carajo... pensó Harry, bufando en su interior. Por eso salió con honores de Hogwarts. Sabía que Draco tenía habilidad para salirse con la suya, pero verlo así, inventando nombres y significados sobre la marcha, le recordaba cuán astuto era.
—Podrías haberme preguntado todo esto por teléfono —añadió "Adara" con una sonrisa burlona, saboreando el juego—. Odias perder el tiempo, Harry.
—Es cierto —interrumpió Harry, inclinándose un poco hacia ella—. Entonces, ¿nos vamos? —dijo bruscamente, agarrando sus cosas y poniéndose de pie.
Draco parpadeó, confundido. ¿Qué? Tomó sus cosas para seguirlo, furioso por dentro. ¿De verdad me hizo venir hasta aquí solo para preguntarme eso?.
Mientras salían del restaurante, Harry ya estaba hablando por teléfono.
—Ron, fija una reunión a las dos con el nuevo equipo de Aurores en entrenamiento —dijo con tono firme, ignorando completamente la presencia de "Adara".
Draco revisó su reloj, sintiendo el pánico. ¡Mierda, faltan diez minutos para las dos! Él estaba en ese equipo, y ahora Harry había planificado todo sin previo aviso.
—Sí, no hay tiempo que perder —siguió Harry, sin siquiera mirarlo.
Draco apenas contenía la creciente sensación de terror. No había tiempo para cambiarse, no había manera de prepararse mentalmente. Harry colgó el teléfono y giró hacia "Adara", con una expresión inocente.
—Dime dónde trabajas —comenzó Harry—. Si queda de camino, puedo...
—¡No! —interrumpió Draco, alarmado. Sintió cómo la tensión lo devoraba, pero rápidamente forzó una sonrisa—. Puedo ir sola. Tengo cosas que hacer, así que... ¡adiós!
Sin esperar más, corrió hacia un taxi y se subió, dejando a Harry mirándolo con el ceño fruncido. En un momento te veo, Malfoy pensó Harry, con una mirada llena de determinación mientras subía a su propio auto.
Diez minutos más tarde, Draco llegó casi tropezando a las puertas del Ministerio, ajustando torpemente su corbata y acomodando su traje de Auror. El corazón le palpitaba a toda prisa mientras corría hacia el ascensor, sintiendo que cada segundo contaba.
—Maldición... —murmuró entre dientes, agobiado. Sabía que ya había llegado tarde, y no quería llamar la atención. Sin embargo, apenas se asomó a la sala de entrenamiento, vio a Brianna saltando alegremente hacia él.
—¡Draco, estás aquí! —exclamó Brianna, con la voz elevada y entusiasta mientras abría la puerta de par en par—. ¡Ya llegó el mejor Auror!
Draco le lanzó una mirada asesina, haciéndole señas para que se callara, pero era demasiado tarde. Todos los presentes lo estaban mirando ahora. Los ojos de Harry eran como dos pozos oscuros fijos en él.
—Llegas tarde, Malfoy —dijo Harry con un tono neutral que, en realidad, no podía estar más cargado de juicio.
Draco tragó saliva y se forzó a sonreír, intentando restarle importancia a la situación.
—¿Qué haces? Entra —animó Eliot, intentando aliviar la tensión.
Draco asintió y entró detrás de Brianna, evitando la mirada de todos y tapándose levemente la cara con una mano, esperando que no fuera tan evidente lo nervioso que estaba.
—Ha estado esperando el señor Potter porque quiere decirte algo, Draco —anunció el entrenador en voz alta, haciendo que Draco sintiera un nuevo peso caerle sobre los hombros.
Draco levantó la cabeza lentamente, la boca ligeramente abierta por la confusión.
—¿A mí? —preguntó, su voz baja, antes de ser empujado suavemente al frente. Ahora estaba completamente expuesto ante la mirada implacable de Harry—. ¿Qué quiere decirme, señor? —murmuró, bajando la mirada hacia el suelo, deseando que esto terminara rápido.
Harry no perdió tiempo. Le entregó un documento impreso a Draco.
—Quiero que vuelvas a hacer tu reporte de entrevista, Malfoy.
Draco tomó el papel con manos temblorosas y lo miró desconcertado. ¿Qué demonios?
—¿Por qué...? —empezó a decir el entrenador, igual de sorprendido que Draco—. Pero... Malfoy obtuvo las mejores calificaciones en su proceso de selección para Auror.
—Hubo fallas en algunas cosas —respondió Harry, con el rostro frío y firme—. Lo revisé más detenidamente, y sé que puede hacerlo mejor. No por nada fue el mejor de su generación, según me comentó el profesor Snape.
Draco abrió la boca, sintiendo una mezcla de indignación y humillación.
—Pero... —murmuró, intentando encontrar las palabras adecuadas—. Fue revisado por otras autoridades. Sería como repetir todo el proceso de selección...
—Pues entonces hazlo bien si no quieres perder tu puesto —lo interrumpió Harry, su tono subiendo ligeramente mientras daba un paso hacia Draco—. Te pago para que hagas bien las cosas. Si el primer reporte no está bien, no me imagino cómo harás tu trabajo después.
Draco intentó defenderse, pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta.
—Yo...
—¿No entiendes lo que te digo? —Harry aumentó la voz, cerrando la distancia entre ellos, acorralando a Draco hasta que este tropezó levemente con la pared detrás de él—. ¡Como creador de este informe, debes mejorarlo hasta que quede casi perfecto! —bramó Harry, inclinándose hacia él, su voz resonando en la sala—. ¡Equilibrar el balance perfecto entre responsabilidad y compromiso con el Ministerio, y lograr ser un digno Auror de nuestro Departamento!
Draco estaba atrapado entre Harry y la pared. Sintió cómo sus rodillas flaqueaban, pero se forzó a mantener la compostura. El rostro de Harry estaba lo suficientemente cerca como para que pudiera sentir el calor de su respiración, pero Draco no levantó la mirada. No le daré esa satisfacción.
—¿Entendido? —gruñó Harry, su voz baja pero llena de autoridad.
—Sí, señor —respondió Draco, su voz apenas un murmullo tenso.
Brianna, Eliot, el entrenador, e incluso Ron, que había presenciado todo desde el fondo de la sala, miraban en silencio, sorprendidos.
Harry se apartó, lanzando una última mirada fría a Draco antes de salir de la sala con Ron siguiéndolo de cerca.
El ruido sordo del portazo apenas resonó en el cuarto. Ron permaneció inmóvil un instante, respirando hondo, consciente de que lo que estaba por decirle a su mejor amigo probablemente lo irritaría. Dio un par de pasos hacia el escritorio de Harry, sus botas resonando en el suelo de madera pulida.
—¿Cómo que quieres que haga de nuevo su reporte? —exclamó Ron, con un toque de exasperación en la voz mientras sus ojos azules se clavaban en la nuca de Harry— ¿Tienes idea de lo que causaría volver a hacer todo el proceso de selección?
Harry, apenas alzó la vista de unos papeles que sostenía en sus manos. Su expresión no mostró ninguna emoción. En su mirada fría no había ni el más mínimo rastro de duda cuando respondió, sin molestarse en girarse a ver a Ron:
—Soy el jefe de este departamento. ¿Necesitas otra razón? —dijo, su tono seco como si fuera una obviedad inapelable.
Ron cruzó los brazos y frunció el ceño, sin moverse de su lugar. No le gustaba el cambio en Harry últimamente. No desde que cierta persona había vuelto a entrar en su vida. Ron dejó escapar un suspiro, intentando mantenerse calmado.
—No es propio de ti, Harry. Y también parece que tratas a Draco muy emocionalmente —comentó con cautela, tratando de no encender la ya tensa situación.
Por primera vez, Harry se inclinó hacia adelante, apoyando ambos codos sobre la mesa de roble oscuro. Su mirada se encontró con la de Ron, más penetrante y dura de lo habitual.
—Ronald —comenzó con una voz gélida, una ceja apenas levantada— ¿De verdad no te das cuenta de quién es Draco Malfoy?
Ron parpadeó, perplejo por la pregunta. Dio un paso hacia adelante, pero su mirada estaba llena de confusión.
—¿Quién va a ser? —dijo con una sonrisa forzada— Draco Malfoy es Draco Malfoy.
Harry se reclinó lentamente en su silla, cruzando los brazos mientras su mandíbula se tensaba. Parecía contener una furia que no quería desatar todavía.
—Ese Draco Malfoy —su voz salió cargada de un molesto desprecio— es Adara Bridgerton.
La sonrisa de Ron se desvaneció de inmediato. Su mente luchaba por procesar lo que acababa de escuchar, y sus labios se entreabrieron, incrédulo.
—¿Qué? ¿Por qué dices algo como...? —empezó a decir con una risa nerviosa, pero su expresión se congeló al ver la seriedad impenetrable en el rostro de Harry. La fría mirada de su amigo le confirmó lo que las palabras no terminaban de decir.
—¿De verdad? —preguntó Ron con voz entrecortada.
—Sí. Ya lo confirmé —respondió Harry, y su voz adquirió un filo peligroso, como el de un cuchillo a punto de cortar algo mucho más profundo que la verdad. Su ceño fruncido y la rigidez en su postura
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