𝐄𝐋 𝐒𝐀𝐋Ó𝐍 𝐃𝐄 𝐂𝐋𝐀𝐒𝐄𝐒 𝐓𝐄𝐍Í𝐀 𝐔𝐍𝐀 𝐀𝐓𝐌Ó𝐒𝐅𝐄𝐑𝐀 𝐄𝐒𝐏𝐄𝐂𝐈𝐀𝐋, 𝐂𝐀𝐒𝐈 𝐌Á𝐆𝐈𝐂𝐀 𝐀 𝐏𝐄𝐒𝐀𝐑 𝐃𝐄 𝐐𝐔𝐄 𝐋𝐀 𝐌𝐀𝐆𝐈𝐀 𝐍𝐎 𝐄𝐗𝐈𝐒𝐓𝐈𝐄𝐑𝐀 𝐄𝐍 𝐄𝐒𝐓𝐄 𝐌𝐔𝐍𝐃𝐎. Las paredes estaban decoradas con libros antiguos y citas filosóficas que invitaban a la reflexión. Harry observaba el cisne de papel que Luna le había dado, sosteniéndolo con cuidado como si fuera algo frágil.
—Feliz Navidad —había dicho Luna con su típica sonrisa soñadora.
—Pero todavía no es Navidad —respondió Harry con una sonrisa, inclinando ligeramente la cabeza.
—Exactamente. Pero tampoco te veré en Navidad, así que aprovecho ahora. Más tarde te daré tu regalo, cuando volvamos de las vacaciones. —Luna parpadeó lentamente, como si eso tuviera todo el sentido del mundo.
Harry estaba a punto de responder cuando la puerta del aula se abrió y el Profesor Dumbledore entró con su característico andar pausado. Su barba blanca parecía casi resplandecer bajo la luz natural que entraba por los ventanales, y sus ojos brillaban detrás de unas gafas de media luna. Llevaba en la mano un ejemplar desgastado de El elogio de la locura de Erasmo de Róterdam.
—Buenos días, jóvenes filósofos —dijo con una voz cálida que enseguida llenó la sala.
—Buenos días, profesor —respondieron al unísono.
Dumbledore se detuvo frente a la clase, dejando el libro sobre su escritorio y observando a sus alumnos con una leve sonrisa.
—Espero que hayan leído el texto asignado para hoy —dijo mientras recorría con la mirada las caras expectantes, aunque algunos —como Ron— parecían estar rogando en silencio que no les pidiera hablar.
—Sí, profesor —contestaron algunos, Hermione entre ellos, claramente emocionada.
—Excelente. Señorita Granger, ¿podría compartirnos qué entendió usted de La locura? —preguntó Dumbledore, inclinando ligeramente la cabeza hacia ella.
Hermione, que ya tenía la mano levantada antes de que terminara la pregunta, habló con entusiasmo.
—Claro, profesor. En el libro, Erasmo habla de cómo la locura no es algo necesariamente negativo. De hecho, argumenta que muchas de las cosas más humanas, como el amor, la risa y la esperanza, provienen de la locura. También critica cómo la sociedad a veces se toma demasiado en serio. Creo que su mensaje es que deberíamos abrazar nuestra irracionalidad en lugar de temerla.
Dumbledore asintió con satisfacción.
—Muy bien, señorita Granger. Una observación perspicaz, como siempre. Ahora, ¿alguien más? —Miró al resto de la clase, que evitaba su mirada como si fuera una prueba de resistencia.
Harry, distraído como siempre, intentó no llamar la atención. Pero al moverse para esconderse detrás de su cuaderno, el cisne de papel que Luna le había dado cayó al suelo. Al agacharse rápidamente para recogerlo, tropezó con la pata de su silla y golpeó su frente contra el borde del escritorio.
—¡Ay! —exclamó, llamando la atención de toda la clase.
—¿Se encuentra bien, señor Potter? —preguntó Dumbledore, acercándose con calma, aunque sus ojos reflejaban un brillo de diversión.
—Sí, sí, estoy bien —murmuró Harry, sintiendo cómo sus mejillas se encendían mientras Luna, a su lado, inclinaba la cabeza curiosa, como si estuviera estudiando una criatura exótica.
Dumbledore se giró nuevamente hacia el resto de la clase, como si nada hubiera pasado.
—Una demostración perfecta de lo que hablaremos hoy. Gracias, señor Potter. —El salón estalló en risas, pero el tono del profesor era amable, no burlón.
Harry se hundió en su asiento, tratando de parecer invisible, mientras Dumbledore continuaba.
—Erasmo nos dice que la locura es inherente a nuestra naturaleza. Todos, en algún momento, hacemos algo que podría considerarse irracional, absurdo o incluso tonto. Pero, ¿no es en esos momentos donde encontramos una chispa de verdad, algo que nos conecta profundamente con nosotros mismos?
Hermione asintió con fervor mientras tomaba notas. Ron, por otro lado, parecía estar luchando para no quedarse dormido.
—Consideren esto: ¿qué sería del amor sin la locura? Amar a alguien implica, en esencia, confiar en lo invisible, en lo intangible. Es un acto de fe, y la fe misma podría considerarse una forma de locura.
Neville levantó tímidamente la mano, sorprendido de sí mismo.
—¿Entonces... profesor, la locura es algo bueno?
Dumbledore lo miró con una sonrisa, sus ojos brillando con aprobación.
—Ah, señor Longbottom, una excelente pregunta. La locura, como todo en la vida, depende de cómo la utilicemos. Una pizca de locura puede llevarnos a descubrir nuevas ideas, a crear arte, a desafiar lo establecido. Pero demasiada locura, sin equilibrio, puede llevarnos al caos. Como bien dijo Aristóteles: "La virtud está en el término medio".
Harry, aún sobándose la frente, levantó la mano impulsivamente.
—Entonces, ¿usted diría que ser un poco torpe es... bueno?
La clase rió suavemente, pero Dumbledore lo miró con total seriedad.
—Absolutamente, señor Potter. A veces, los tropiezos nos permiten ver el mundo desde un ángulo diferente. Incluso los errores más pequeños tienen un propósito, si sabemos aprender de ellos.
Harry parpadeó, sorprendido por la respuesta, y dejó escapar una pequeña sonrisa.
—Creo que he aprendido mucho de mis tropiezos, entonces.
—De eso no tengo duda —respondió Dumbledore con un guiño antes de retomar la clase, mientras el aula volvía a sumirse en la discusión filosófica. Luna, entretanto, le ofreció a Harry otro cisne de papel con una sonrisa tranquila.
—Por si acaso pierdes el primero —susurró.
Harry no pudo evitar reír, guardando el nuevo cisne con cuidado en su cuaderno.
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El timbre de salida resonó por toda la escuela, desatando una estampida de estudiantes que corrían por los pasillos como si el edificio estuviera en llamas. Los de primer grado, especialmente, parecían en competencia para ver quién llegaba primero a la salida. Harry, sin embargo, se tomó su tiempo. Después de despedirse de Hermione y Ron con un abrazo cálido, caminó hacia el estacionamiento donde lo esperaban sus dos padrinos, Remus y Sirius.
—¡Harry! —Remus levantó una mano para saludarlo, con una sonrisa suave y cariñosa mientras abría los brazos.
—Hola, padrino —respondió Harry, envolviéndolo en un abrazo reconfortante.
Antes de que pudieran separarse, Sirius apareció por detrás, con esa energía arrolladora que siempre lo caracterizaba.
—¿Cómo estás, cachorro? —exclamó Sirius, prácticamente apartando a Remus de un empujón juguetón para abrazar a Harry con fuerza.
—Hola, Sirius —respondió Harry entre risas, aunque sus palabras sonaron un poco ahogadas por el abrazo asfixiante.
—Sirius, déjalo respirar. Lo vas a asfixiar antes de que lleguemos a casa —lo regañó Remus con una mezcla de reproche y diversión.
Sirius, lejos de inmutarse, le guiñó un ojo a Remus antes de soltar a Harry y revolverle el cabello con una mano.
—Adivinaré... —suspiró Harry, acomodándose los mechones desordenados—, mis padres no han llegado todavía.
Remus le puso una mano en el hombro, mirándolo con ternura.
—Llegarán antes de Navidad, Harry. Lo prometieron.
—Siempre dicen eso —murmuró Harry, mirando al suelo con un deje de resignación.
—Vamos, Teddy está ansioso por verte —interrumpió Sirius, cambiando rápidamente de tema mientras abría la puerta del auto.
—¿Ya creció mucho? —preguntó Harry, subiendo al asiento trasero.
—Tres centímetros, con suerte —se burló Sirius, cerrando la puerta con un ademán exagerado.
—Debe ser por tus genes —bromeó Remus, lanzándole una mirada juguetona a su esposo mientras se subía al auto.
—Nuestros genes, cariño. —Sirius sonrió de oreja a oreja mientras encendía el motor—. Tonks fue un amor al prestarnos su vientre, pero Teddy tiene lo mejor de ambos.
Harry no pudo evitar reír, acomodándose en el asiento mientras el auto arrancaba. Miró por la ventana y vio a Cedric charlando con un grupo de amigos. Su semblante cambió cuando Zacharias Smith llegó por detrás y lo abrazó efusivamente. Cedric, claramente incómodo, se apartó con una mirada seria, fingiendo que tenía algo más que hacer. Harry frunció el ceño, pero el auto avanzó antes de que pudiera seguir viendo.
En ese mismo momento, Draco salía de la escuela acompañado de Pansy y Blaise. Al ver a Smith aún en el patio, frunció el ceño y caminó hacia él con decisión.
—Oye, Smith —llamó Draco con un tono helado.
Smith se giró justo a tiempo para recibir un puñetazo directo en la cara. Tambaleándose hacia atrás, soltó un grito sorprendido.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —gritó Smith, sosteniéndose la nariz.
Draco lo miró con desprecio, sacudiéndose los nudillos como si acabara de tocar algo sucio.
—Ay, por favor, Smith. Solo fue un "juego", ¿no? Como lo que hiciste con Potter. No es para tanto.
Smith retrocedió, levantando las manos en señal de rendición.
—¡Está bien, está bien! Ya entendí.
—Te disculparás con Potter la próxima vez que lo veas —ordenó Draco, señalándolo con firmeza.
Smith asintió rápidamente, pero Draco seguía observándolo con asco antes de darse la vuelta. Justo cuando se disponía a irse, una lata voló desde la dirección de Pansy y golpeó a Smith en la cabeza.
—¡Ay, perdón! —exclamó Pansy con una sonrisa falsa—. Te confundí con la basura.
Sacudió su cabello con aires de diva y siguió caminando tras Draco. Blaise, antes de subirse al auto, le apuntó con dos dedos a sus ojos y luego a Smith, dejando claro que lo vigilaba.
Smith se quedó en el suelo, aturdido y humillado, hasta que escuchó un grito furioso.
—¡Smith! —Hermione aparecía al final del pasillo, con una bolsa de piedras en la mano y una expresión que mezclaba furia y satisfacción—. ¡VEN AQUÍ, IMBÉCIL! ¡LE HICISTE DAÑO A MI MEJOR AMIGO!
Smith abrió los ojos como platos y salió corriendo tan rápido como pudo, mientras Hermione lo perseguía a toda velocidad, levantando la bolsa con la clara intención de usarla.
Draco, desde el auto, observó la escena con una media sonrisa y murmuró para sí mismo:
—Eso sí que es justicia poética.
𝐇𝐀𝐑𝐑𝐘 𝐄𝐒𝐓𝐀𝐁𝐀 𝐒𝐄𝐍𝐓𝐀𝐃𝐎 𝐄𝐍 𝐒𝐔 𝐄𝐒𝐂𝐑𝐈𝐓𝐎𝐑𝐈𝐎, 𝐑𝐎𝐃𝐄𝐀𝐃𝐎 𝐃𝐄 𝐇𝐎𝐉𝐀𝐒 𝐆𝐀𝐑𝐀𝐁𝐀𝐓𝐄𝐀𝐃𝐀𝐒 𝐘 𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐎𝐒 𝐃𝐈𝐁𝐔𝐉𝐎𝐒 𝐐𝐔𝐄 𝐀Ú𝐍 𝐍𝐎 𝐓𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍𝐀𝐁𝐀. Un pincel descansaba entre sus dedos, salpicado de tinta negra, mientras sus audífonos llenaban el ambiente con música lo suficientemente alta como para abstraerlo del mundo. Justo cuando estaba logrando concentrarse en un boceto, un golpe seco contra su ventana lo hizo dar un respingo.
—¿Qué demonios...? —murmuró, quitándose los audífonos torpemente, enredándose un poco antes de liberarse.
Dejó el pincel sobre la mesa, asegurándose de no derramar nada (aunque ya había algunas manchas sospechosas en el escritorio), y se dirigió a la ventana. La abrió con cuidado y se asomó, encontrándose con Draco Malfoy, sentado en el alféizar de la ventana de la mansión de enfrente. Tenía la cabeza entre las manos, pero al escuchar la ventana de Harry, levantó la vista con una sonrisa ladeada.
—¿Malfoy? —preguntó Harry, arqueando una ceja—. ¿Qué haces ahí?
—Acabo de descubrir que mi habitación está justo frente a la tuya —respondió Draco, como si fuera el hallazgo más importante del día.
Harry lo estudió con los ojos entrecerrados, escaneándolo de arriba abajo. Draco estaba impecable, como siempre, vestido con ropa casual que aún lograba gritar "caro".
—Eso suena a un gran problema. —Harry suspiró, apoyando un codo en el marco de la ventana—. Voy a pedir que instalen canceladores de sonido.
Draco soltó una risa baja, entre divertido y burlón.
—Vamos, Potter, no seas tan amargado. —Se inclinó ligeramente hacia adelante—. Recuerda que tienes que convertirte en una mejor versión de ti antes de que vuelvan las clases.
Harry se rascó la nuca, sintiendo cómo una punzada de frustración le recorría la espalda.
—¿Hoy? ¿No puedes esperar a mañana?
Draco negó con la cabeza, esbozando una sonrisa casi infantil.
—Me temo que no. Hay descuentos en las tiendas por el fin de año, y aunque no me importa gastar una fortuna en tu mejora personal, esta vez haré un esfuerzo heroico y aprovecharé las ofertas. —Se enderezó, cruzando los brazos sobre el alféizar—. Prepárate, Potter. Voy a tocar el timbre en cinco minutos.
Antes de que Harry pudiera replicar, Draco cerró la ventana con decisión, dejándolo con la boca entreabierta.
—¿Es en serio? —farfulló Harry, cerrando su propia ventana con un golpe, solo para aullar de dolor al aplastarse un dedo.
Saltó en su lugar, sacudiendo la mano como si eso fuera a aliviar la punzada.
—¡Maldición! —gritó, para luego pisar un lápiz que había dejado tirado en el suelo.
El lápiz rodó bajo su pie, y en un segundo, Harry perdió el equilibrio. Fue un espectáculo de brazos agitándose, intentando inútilmente agarrarse de algo antes de caer de espaldas al suelo con un estruendo.
Desde su posición en el suelo, con la cara medio aplastada contra una hoja que ahora tenía un gran borrón de tinta, Harry dejó escapar un largo suspiro.
—Genial, sí, definitivamente estoy en mi mejor versión... —masculló, mirando el techo como si esperara una respuesta del universo.
Un golpe en la puerta de la habitación lo devolvió a la realidad.
—¡Harry, ya llegué! —la voz de Draco resonó desde abajo, perfectamente animada y terriblemente molesta.
Harry cerró los ojos, dándose por vencido.
—Esto va a ser un largo invierno. —Se levantó con dificultad, quitándose el lápiz del camino, y se dispuso a enfrentar su destino.
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El centro comercial era un templo de lujo, con pisos de mármol brillante, vitrinas impecables, y un aire de exclusividad que casi se podía palpar. Draco Malfoy caminaba por los pasillos como si fuera el dueño del lugar, lo cual, considerando que algunas tiendas llevaban discretos letreros con la insignia de los Malfoy, no era del todo una exageración. Harry, en cambio, lo seguía con paso torpe, intentando no parecer demasiado impresionado.
—Draco... —comenzó Harry, mirando la entrada de Gucci como si fuera un portal a otra dimensión—. No creo que puedas cambiar nada de mí aquí.
Draco se detuvo, girando sobre sus talones para mirarlo con una expresión mezcla de incredulidad y superioridad.
—Potter, para ser atractivo debes aprender a vestir bien. Mírame a mí. —Señaló su propio atuendo, un conjunto perfectamente combinado que probablemente costaba más que la casa de los Dursley.
—Claro, porque yo puedo pagar todo esto —murmuró Harry, rodando los ojos.
—No seas dramático, hay descuentos —respondió Draco con un tono que sugería que le estaba haciendo un favor.
Harry desvió la mirada hacia un cartel en una de las vitrinas.
—Sí, claro, descuentos. —Señaló un diminuto letrero que decía "2% OFF" con un tono irónico.
—Sigue caminando, Potter. —Draco lo tomó del brazo y lo arrastró hacia una tienda que brillaba como un palacio.
Al entrar, una empleada elegantemente vestida se acercó a ellos con una sonrisa que solo se veía en comerciales de televisión.
—Buenas tardes, señor Malfoy. —Su voz era melosa—. ¿Lo de siempre?
—No, esta vez quiero algo diferente. —Draco respondió con un gesto grandilocuente antes de jalar a Harry hacia el frente.
La empleada, que hasta ahora había mantenido una sonrisa profesional, soltó un leve jadeo al ver a Harry. Su expresión pasó de la sorpresa a la preocupación en cuestión de segundos.
—Oh, esto es... una emergencia de moda, señor Malfoy.
—Así es. Una emergencia monumental. —Draco asintió con gravedad, como si estuviera hablando de salvar al mundo.
La mujer puso una mano en el hombro de Harry, inclinándose hacia él como si fuera a consolarlo.
—Pobrecillo, ¿cuánto tiempo ha sido... pobre? No te preocupes, jovencito. Nosotros te haremos lucir como alguien de clase alta.
Harry abrió la boca, aturdido.
—¿Parezco pobre?
—Quizá peor que eso —respondió Draco sin inmutarse, señalando la camisa manchada de tinta y los jeans desgastados de Harry—. Pero deja todo en sus manos, Potter. Te salvarán.
Antes de que Harry pudiera protestar, varias empleadas lo rodearon, tomándolo de los brazos y llevándolo hacia los vestidores como si estuvieran manejando una misión de rescate.
—¡Oye, Draco! —gritó Harry, forcejeando débilmente mientras lo arrastraban hacia el fondo de la tienda.
Draco suspiró y se dejó caer en un sofá de terciopelo, cruzando una pierna sobre la otra con una elegancia estudiada.
—Esto de ser humilde cansa... —murmuró para sí mismo, estirándose con languidez.
Una nueva empleada se acercó a él con una sonrisa que denotaba adoración.
—Señor Malfoy, acaban de llegar los nuevos trajes de gala para Año Nuevo. ¿Le gustaría verlos?
Draco alzó una ceja y asintió.
—Por supuesto. Traigan los mejores. Es un día de servicio comunitario, después de todo.
Mientras tanto, desde el fondo de la tienda, se escuchaban las quejas de Harry, mezcladas con el sonido de perchas chocando y las risas contenidas de las empleadas. Draco sonrió para sí mismo. Esto iba a ser entretenido.
Conmigo van a aprender de filosofía. Para que vean que no solo es un fanfic cualquiera ;)
GRACIAS POR LEER!!
————————๑•̀ᴗ•̀) ̫ ─꒱ 60 Votos, 60 comentarios.
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