UN MES MAS TARDE...
𝐄𝐋 𝐂𝐔𝐀𝐑𝐓𝐎 𝐄𝐒𝐓𝐀𝐁𝐀 𝐄𝐍 𝐏𝐄𝐍𝐔𝐌𝐁𝐑𝐀, 𝐀𝐏𝐄𝐍𝐀𝐒 𝐈𝐋𝐔𝐌𝐈𝐍𝐀𝐃𝐎 𝐏𝐎𝐑 𝐋𝐀 𝐋𝐔𝐙 𝐓𝐄𝐍𝐔𝐄 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐋Á𝐌𝐏𝐀𝐑𝐀 𝐃𝐄 𝐍𝐎𝐂𝐇𝐄 𝐃𝐄 𝐇𝐄𝐑𝐌𝐈𝐎𝐍𝐄, 𝐐𝐔𝐈𝐄𝐍 𝐄𝐒𝐓𝐀𝐁𝐀 𝐀𝐂𝐎𝐒𝐓𝐀𝐃𝐀 𝐒𝐎𝐁𝐑𝐄 𝐋𝐀 𝐂𝐀𝐌𝐀 𝐃𝐄 𝐇𝐀𝐑𝐑𝐘 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐀𝐒 𝐏𝐈𝐄𝐑𝐍𝐀𝐒 𝐂𝐑𝐔𝐙𝐀𝐃𝐀𝐒 𝐘 𝐋𝐎𝐒 𝐁𝐑𝐀𝐙𝐎𝐒 𝐃𝐄𝐓𝐑Á𝐒 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐂𝐀𝐁𝐄𝐙𝐀. Ron, por su parte, estaba sentado en el suelo, mordisqueando una galleta y observando a Harry con curiosidad.
—¿Y bien? —preguntó Hermione, sin rodeos, con esa mirada que Harry sabía que no podría esquivar—. ¿Todavía sientes algo por Draco?
Harry negó de inmediato, cruzando los brazos como si estuviera construyendo una barrera invisible entre él y la conversación.
—No. Ya me deshice de esos sentimientos en cuanto descubrí lo de la apuesta. —Su tono era firme, pero evitaba mirar directamente a Hermione.
—¿De verdad? —insistió Hermione, arqueando una ceja mientras giraba ligeramente hacia él.
—Sí. —Harry suspiró—. Sólo le estoy dando la oportunidad de "conquistarme" como una especie de venganza. Que se humille, que lo intente y fracase. Realmente no me interesa.
Ron dejó caer las migas de su galleta al suelo, escandalizado.
—¿Eso es posible? —preguntó, su voz incrédula—. ¿Dejar de sentir algo por alguien así de fácil? Porque, amigo, no parece nada fácil.
Harry se recostó contra la cabecera de la cama, jugando con el dobladillo de su camiseta.
—Cuando te rompen el corazón, Ron, es fácil enfriar las emociones. —Sus ojos se oscurecieron un poco mientras hablaba—. Y Draco... bueno, Draco me lo rompió por completo.
El silencio se instaló en la habitación por un momento, solo interrumpido por el crujido del plástico de las camas inflables que Hermione y Ron habían preparado. Finalmente, Hermione suspiró y se acomodó, cerrando los ojos.
—Solo espero que sepas lo que haces, Harry.
—Yo también. —Harry se encogió de hombros y apagó la luz.
EN LA NOCHE...
El cuarto estaba en calma. Hermione roncaba suavemente desde su cama inflable, y Ron había terminado boca abajo, con un brazo colgando del borde de su improvisado colchón. Harry, en su cama, sonreía entre sueños.
En su imaginación, estaba de pie en el escenario de un auditorio, sosteniendo un trofeo brillante mientras todos aplaudían su increíble pintura de Hogwarts. La profesora Trelawney le dedicaba un discurso melodramático, y Hermione y Ron lo abrazaban efusivamente.
Luego, de repente, el escenario desapareció y se encontró en un spa. El vapor suave envolvía el ambiente, el agua tibia le acariciaba la piel, y un delicado aroma a lavanda flotaba en el aire. Pétalos de rosa cubrían la superficie del agua. Harry suspiró, relajado, dejando que la calma lo envolviera.
Pero un murmullo lo sacó de su trance.
—¿Disfrutando, Potter?
Harry abrió los ojos y casi se hundió en el agua al ver a Draco sentado a su lado, con una sonrisa que era una mezcla de coquetería y burla.
—¡¿Qué haces aquí?! —exclamó, moviéndose hacia el otro extremo del jacuzzi.
—Solo vine a felicitarte. —Draco se encogió de hombros, pero esa sonrisa no desaparecía.
Antes de que Harry pudiera responder, escuchó otra voz.
—Aunque yo también quería felicitarte.
Miró hacia el otro lado y, para su horror, otro Draco estaba sentado allí, idéntico al primero, pero con una sonrisa aún más descarada.
—¡¿Qué...?!
Harry miraba frenéticamente de un lado a otro, buscando una salida, pero entonces apareció un tercer Draco, esta vez enfrente de él, desabrochando lentamente su camisa con una mirada intensa.
—Te voy a mostrar cuánto te amo, Potter. —La voz de Draco era un susurro, pero Harry gritó, aterrado.
—¡NO!
Se despertó de golpe, jadeando y empapado en sudor frío. Miró a su alrededor con el corazón latiéndole en las orejas. No había spa, no había pétalos, y lo más importante, no había tres Dracos invadiendo su espacio personal.
Sus amigos seguían profundamente dormidos. Hermione estaba boca arriba, abrazando un libro incluso en sueños, y Ron había rodado al suelo, donde roncaba felizmente. Harry suspiró aliviado y se dejó caer hacia atrás, llevándose las manos a la cara.
—Solo fue un sueño. —Susurró para sí mismo, pero la sensación persistente del agua caliente y la imagen de Draco desabrochándose la camisa le hicieron fruncir el ceño.
Incapaz de volver a dormir, se levantó cuidadosamente para no despertar a los demás y salió de la habitación hacia la cocina. Mientras servía un vaso de agua, no pudo evitar una sonrisa cansada.
—Estúpido Malfoy. —Murmuró, aunque esta vez con menos enfado y más resignación.
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El aire fresco de la noche llenaba el patio mientras Harry se recargaba en la barandilla, respirando profundo para despejar su mente. La casa estaba demasiado llena, demasiado ruidosa. Cerró los ojos y dejó que el sonido del viento entre los árboles lo relajara... hasta que una voz detrás de él lo hizo saltar.
—Hola, Potter.
Harry soltó un gritito que jamás admitiría haber hecho y, en su sobresalto, lanzó su vaso al aire. El líquido rojo salió disparado y aterrizó de lleno sobre alguien. Harry giró, alarmado, y se encontró con Draco Malfoy, completamente empapado de agua de jamaica, su cabello rubio pegado a su frente y su camisa arruinada.
—¡Dios– digo, Malfoy! —exclamó Harry, con los ojos muy abiertos mientras apretaba los labios para no reír.
Draco levantó una ceja, luciendo como si estuviera evaluando si reír o hacer un comentario sarcástico, pero antes de que pudiera decir algo, Harry ya estaba acercándose con una servilleta, murmurando disculpas apresuradas.
—No sabía que estabas ahí —dijo Harry mientras intentaba limpiarle la cara con movimientos torpes, claramente más nervioso de lo que quería admitir.
Draco no se movió, dejando que Harry trabajara, aunque una sonrisa juguetona empezó a curvar sus labios.
—¿De verdad lo sientes? —preguntó Draco, su voz cargada de un tono pícaro mientras sus ojos grises se fijaban en Harry.
—¡Claro que sí! —Harry respondió sin dudar, concentrado en limpiar el cuello de Draco.
Draco aprovechó que estaban tan cerca y se inclinó hacia él, bajando la voz:
—Si estás tan arrepentido, podrías disculparte con un beso.
Harry se congeló por un instante, mirándolo incrédulo, antes de resoplar y empujar su cara hacia atrás con la mano.
—Buen intento, Malfoy —dijo, rodando los ojos—. Pero vas a necesitar algo más que eso para conquistarme.
Draco se rió, encogiéndose de hombros con una expresión despreocupada.
—¿Quién dice que estoy tratando de conquistarte? —replicó, aunque la sonrisa en su rostro lo delataba.
Harry suspiró, cruzando los brazos.
—Entonces, ¿qué haces aquí?
Draco señaló detrás de él con un gesto de la cabeza.
—Preparé algo.
Harry se asomó hacia donde señalaba y parpadeó al ver un mantel extendido en el suelo, con dos copas de vino y una vela al centro, parpadeando tenuemente bajo la luz de la luna. La escena parecía sacada de una comedia romántica mal dirigida.
—¿Cómo supiste que saldría? —preguntó Harry, cruzando los brazos, aunque no pudo ocultar una pequeña sonrisa.
—No lo sabía —respondió Draco, inclinando ligeramente la cabeza—. Llevo dos semana haciendo esto, esperando a que te asomes.
Harry soltó una risa involuntaria, sacudiendo la cabeza mientras se frotaba la nuca.
—Eres imposible.
Draco extendió una mano hacia él, sus ojos brillando hacia Harry.
—¿Imposible? Tal vez. ¿Persistente? Absolutamente.
Harry lo miró por un momento, dudando, pero finalmente aceptó su mano con un suspiro teatral.
—Esto no significa que esté impresionado, ¿eh?
Draco sonrió ampliamente mientras lo guiaba hacia el pequeño picnic improvisado.
—Por supuesto que no, Potter. Sé que tus estándares son altísimos.
Ambos se sentaron sobre el mantel. Draco sacó un par de trastes y los colocó con una sonrisa orgullosa.
—Intenté cocinar algo, pero casi incendio la cocina. Así que pedí comida por Uber Eats.
Harry soltó una carcajada, llevándose una mano a la frente.
—¿En serio?
—Claro. —Draco se encogió de hombros, despreocupado—. Pero hice un gran esfuerzo escogiendo los mejores cubiertos desechables.
Harry lo miró, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió relajarse. Mientras Draco servía la comida con entusiasmo exagerado, Harry sonrió para sí mismo. Puede que Malfoy fuera imposible, pero había algo genuinamente encantador en su torpeza y su extraña dedicación.
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La cena improvisada había sido sorprendentemente agradable, y Harry no podía negar que algo en la insistencia de Draco lo hacía sentir... curioso, aunque no quería admitirlo. Al terminar el último bocado, Harry suspiró, mirando el cielo estrellado mientras apoyaba un codo.
—¿Sabes? Podrías haberme llevado a un restaurante como haces con todas tus citas. Algo simple, eficiente.
Draco, que estaba recogiendo los restos de comida, lo miró con una sonrisa que mezclaba picardía y orgullo.
—Lo pensé. Pero tú eres más especial, Potter. Algo tan sencillo y aburrido no haría justicia a tu estilo único.
Harry entrecerró los ojos, sin saber si eso era un cumplido o un comentario sarcástico. Aun así, no pudo evitar sonreír levemente mientras desviaba la mirada hacia el horizonte.
De repente, una melodía suave rompió el silencio. Harry volteó hacia la bocina que Draco había colocado discretamente y reconoció los primeros acordes.
—¿Electric Love? —preguntó Harry, sorprendido mientras la canción llenaba el ambiente—. Esa es...
—¿Tu canción favorita? —interrumpió Draco con una ceja levantada—. Lo sé.
Harry lo miró, ligeramente desconcertado.
—¿Cómo lo sabes?
Draco se encogió de hombros con una sonrisa.
—Porque también es la mía.
Harry parpadeó, claramente incrédulo.
—¿De verdad? ¿Cómo es que es tu favorita?
Draco se recargó contra su pierna, mirándolo directamente a los ojos, sus facciones iluminadas por la tenue luz de la vela.
—Fue la canción que sonaba cuando me di cuenta de que estaba enamorado de ti.
El aire pareció detenerse entre ellos. Harry se quedó estático, sus ojos abiertos de par en par antes de desviar la mirada rápidamente, sus mejillas adquiriendo un ligero tono rosado.
—Eres... tan ridículo, Malfoy —murmuró, abrazándose a sí mismo para evitar que su nerviosismo fuera evidente—. Está haciendo frío.
Draco, sin decir nada, sacó una manta de un costado, como si hubiera anticipado la queja, y cuidadosamente la envolvió alrededor de Harry.
—Yo estoy preparado para cualquier cosa, Potter.
Harry lo miró, una mezcla de sorpresa y agradecimiento en sus ojos. Pero, como si no pudiera evitarlo, dejó caer una frase que parecía casual pero que cargaba algo más profundo:
—El calor siempre es más fuerte cuando viene de otra persona.
Draco se quedó en silencio un segundo, procesando la indirecta, y luego dio un paso adelante. Sin dudar, envolvió sus brazos alrededor de la cintura de Harry, acercándolo hasta que sus cuerpos estuvieron a centímetros.
—¿Así? —preguntó, su voz baja, apenas un susurro.
Harry suspiró y, casi sin darse cuenta, dejó caer su cabeza en el hombro de Draco, cerrando los ojos mientras el aroma familiar del rubio lo envolvía.
—Mucho mejor —murmuró, con una sonrisa apenas perceptible.
Draco sonrió ampliamente, sus labios formando esa mueca triunfal tan característica de él.
—Sabes, Potter, eres bastante bueno coqueteando.
Harry soltó una risa suave, alzando un poco la cabeza para mirarlo.
—Bueno, tuve un maestro excelente. Obviamente tú.
Draco rió, una carcajada breve y honesta, antes de alzar una ceja con curiosidad.
—Eso suena como un cumplido. ¿Estás seguro de que no me estás dando demasiada ventaja? Mañana te invitaré al baile de graduación, veamos que tal me rechazas.
Harry inclinó la cabeza, como si estuviera evaluando algo, antes de acercarse un poco más y susurrar:
—Quizás... no rechace tu invitación al baile. Digamos que es un spoiler de lo que podría pasar si lo haces bien.
Draco lo miró, incrédulo por un instante, antes de que una sonrisa lenta y brillante iluminara su rostro.
—Eres un caso perdido, Potter.
—Lo sé —respondió Harry, cerrando los ojos mientras la cabeza de Draco se apoyaba suavemente en la suya.
𝐄𝐋 𝐓𝐈𝐌𝐁𝐑𝐄 𝐒𝐎𝐍Ó 𝐉𝐔𝐒𝐓𝐎 𝐂𝐔𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐇𝐀𝐑𝐑𝐘 𝐄𝐒𝐓𝐀𝐁𝐀 𝐓𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐒𝐔 𝐂𝐀𝐅É 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐌𝐀Ñ𝐀𝐍𝐀. Dejó la taza sobre la mesa, ya esperando quién estaría al otro lado. Al abrir la puerta, no pudo evitar sonreír al ver a Draco ahí, impecable como siempre, sosteniendo un ramo de flores frescas, esta vez de tulipanes.
—¿Otra vez? —preguntó Harry con una sonrisa ladeada, cruzándose de brazos mientras miraba las flores.
Draco levantó el ramo con un aire de elegancia casi teatral.
—Sí, pero esta vez, por favor, no se las des a tu madre. Ya le envié un ramo más grande esta mañana.
Harry soltó una carcajada, sus ojos brillando con diversión.
—Está bien, está bien. Las aceptaré... esta vez. —Tomó las flores con cuidado, acercándolas para aspirar su aroma antes de mirarlo con una sonrisa traviesa.
Draco se relajó notablemente, sonriendo con satisfacción.
—Sabía que eventualmente cederías. Ahora, ¿listo para nuestra cita?
Harry asintió, y Draco abrió la puerta del coche para él con un gesto galante.
—Qué caballeroso, Malfoy. ¿Siempre así de formal?
Draco sonrió mientras se deslizaba al asiento trasero después de darle instrucciones al chofer.
—Solo con alguien especial, Potter.
Desde la ventana de la mansión, Ron y Hermione salían justo a tiempo para ver cómo el coche arrancaba. Ambos se quedaron mirando, boquiabiertos.
—¿Una cita? —preguntó Ron, claramente indignado.
—Y ni siquiera nos invitaron —añadió Hermione con una mezcla de incredulidad y resignación.
—¡Malditos! —gruñó Ron mientras Hermione asentía.
ASÍ PASARON LOS DÍAS
Cada mañana, Harry abría la puerta, y allí estaba Draco, siempre con un ramo de flores diferente o algún regalo cuidadosamente seleccionado. Había chocolates belgas, libros raros que Harry había mencionado en alguna conversación, e incluso una vez, un jersey tejido a mano que, según Draco, "gritaba Potter por todas partes."
Harry se reía, lo tomaba, y aunque fingía molestia, sus sonrisas eran cada vez más frecuentes. Draco cumplía su promesa: todos los días lo enamoraba un poco más.
Una tarde, mientras paseaban por el parque, Draco se atrevió a extender la mano hacia Harry. Era un movimiento casi tímido, algo poco común en alguien tan confiado como Draco.
Harry lo notó de inmediato, mirando de reojo mientras un leve sonrojo teñía sus mejillas. Con una pequeña sonrisa, permitió que Draco tomara su mano.
—Qué audaz, Malfoy.
Draco, animado por la aceptación, entrelazó sus dedos con los de Harry, apretándolos ligeramente.
—Es un avance. —Draco sonrió, claramente encantado con el pequeño gesto.
Harry soltó una leve risa y, después de un momento, le lanzó una mirada seria.
—Pero que quede claro: no habrá besos. Aún no has pagado tu deuda de la apuesta.
Draco alzó las manos en señal de rendición, aunque no soltó la de Harry.
—Acepto cada una de tus condiciones. Aunque... —su sonrisa se volvió pícara— esto, de tomarte de la mano, para mí ya es una victoria. Es como si aceptaras ser mío.
Harry se detuvo un segundo, entrecerrando los ojos antes de rodarlos con diversión.
—Eres un caso perdido.
—Y tú lo amas —replicó Draco con descaro, su sonrisa ensanchándose al ver cómo Harry luchaba por no reírse.
Siguieron caminando, ambos con sonrisas pequeñas en sus rostros, cada paso marcando un poco más la creciente cercanía entre ellos.
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