𝐄𝐍 𝐌𝐄𝐃𝐈𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐁𝐔𝐋𝐋𝐈𝐂𝐈𝐎 𝐃𝐄𝐋 𝐂𝐄𝐍𝐓𝐑𝐎 𝐂𝐎𝐌𝐄𝐑𝐂𝐈𝐀𝐋, 𝐇𝐄𝐑𝐌𝐈𝐎𝐍𝐄 𝐂𝐑𝐔𝐙𝐀𝐁𝐀 𝐋𝐎𝐒 𝐁𝐑𝐀𝐙𝐎𝐒 𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐑𝐀𝐒 𝐌𝐈𝐑𝐀𝐁𝐀 𝐀 𝐏𝐀𝐍𝐒𝐘.
—Pansy, ¿puedes explicar por qué estás insistiendo en probarte un vestido amarillo? —preguntó, señalando con un dedo el vestido que no favorecía del todo a la pálida complexión de la Slytherin—. Ese color no te combina para nada.
Pansy, sin inmutarse, sonrió ampliamente mientras se giraba frente al espejo, admirando cómo el vestido caía sobre su figura.
—Como buena novia tuya, voy a hacerte caso, Granger —respondió con una dulzura exagerada, ignorando deliberadamente el tono molesto de Hermione.
Hermione soltó un resoplido, llevándose una mano a la frente.
—¡No somos novias!
—Todavía —agregó Pansy con un guiño, girando para enfrentarla con una sonrisa coqueta.
Hermione rodó los ojos, pero no pudo evitar sonrojarse mientras Pansy seguía con su acto encantador.
Del otro lado del centro comercial, Blaise observaba a Ron con la determinación de un hombre dispuesto a ganar una batalla importante.
—Vamos, Weasley, deja que te compre algo de comer. Lo que sea, tú eliges.
Los ojos de Ron brillaron, claramente interesado en la oferta.
—¿Lo que sea? —preguntó, su mente ya corriendo hacia montañas de comida deliciosa.
—Lo que sea —repitió Blaise con una sonrisa triunfal, sintiéndose ya victorioso.
Ron comenzó a enumerar opciones de comida, su entusiasmo creciendo con cada palabra. Blaise lo miraba fascinado, hasta que intentó acercarse para ponerle un brazo sobre los hombros, un gesto casual pero lleno de intención.
Ron, sin embargo, se giró rápidamente y le dio un ligero golpe en el brazo.
—¡Eh, eh! Aún no estamos en ese nivel de confianza, Zabini.
Blaise se frotó el brazo con una mueca, pero sonrió de todos modos.
—Está bien, pero ya verás. La comida es el camino al corazón, Weasley.
En otra tienda, Harry se reía mientras sostenía un par de lentes de sol rosas frente a Draco.
—Vamos, Malfoy, te quedan bien. Solo un segundo.
Draco frunció el ceño, cruzando los brazos con firmeza.
—Potter, no voy a usar eso.
—¿Tienes miedo de verte fabuloso? —bromeó Harry, empujando los lentes hacia él.
Draco resopló, pero al final cedió, poniéndose los lentes con una expresión derrotada. Harry no pudo contener la risa mientras sacaba su teléfono y le tomaba una foto.
—Perfecto. Esto merece ser mi nuevo fondo de pantalla.
Draco rodó los ojos, quitándose los lentes y dejándolos en un estante. Pero, en lugar de alejarse, se acercó a Harry, sus ojos brillando con una intención muy clara.
—¿Sabes qué más sería perfecto? Un beso ahora mismo —dijo, inclinándose hacia Harry.
Por un instante, Harry estuvo a punto de ceder, su mirada fija en los labios de Draco. Pero, en el último segundo, se apartó, alzando una mano entre ambos.
—No tan rápido, Malfoy. Aún estás en tu castigo.
Draco puso una expresión de falso sufrimiento, llevándose una mano al pecho dramáticamente.
—¡Me estás matando, Potter! ¿Cómo esperas que sobreviva sin sentir tus labios?
Harry solo se rió, negando con la cabeza, mientras caminaba hacia la salida.
Al final, los seis salieron del centro comercial con varias bolsas en mano, la tarde llena de risas y pequeñas peleas. Draco, como si fuera lo más natural del mundo, tomó la mano de Harry mientras caminaban.
Harry lo miró de reojo, pero no dijo nada. No soltó su mano, tampoco la apretó. Era una tregua silenciosa.
Pero cuando Draco, todavía con su actitud teatral, se inclinó ligeramente hacia él en busca de un beso, Harry se apartó con una sonrisa burlona.
—Aún no, Malfoy.
Draco suspiró profundamente, entre resignado y divertido, mientras seguía caminando junto a Harry.
—Eres cruel, pero supongo que me lo merezco.
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La noche estaba en su apogeo. Las luces colgantes iluminaban el gran patio de Hogwarts, que ahora vibraba al ritmo de la banda en vivo. Arctic Monkeys desbordaba energía en el escenario, y la multitud coreaba a gritos:
"Why'd You Only Call Me When You're High?"
Algunos estudiantes brincaban desenfrenados al ritmo de la música, otros se recostaban en las mesas improvisadas comiendo y riendo, mientras los más atrevidos improvisaban pasos torpes en la pista.
Harry estaba de pie cerca de una mesa, con un vaso de ponche en la mano, observando el espectáculo con una sonrisa relajada. Su atención fue interrumpida por Draco, que apareció de la nada con esa mezcla peculiar de arrogancia y encanto que siempre llevaba como bandera.
—¿Divirtiéndote, Potter? —preguntó con una sonrisa ladeada, como si supiera algo que Harry no.
Harry le lanzó una mirada de curiosidad, pero antes de responder, la banda terminó su último acorde. Los aplausos resonaron por todo el lugar mientras los músicos agradecían y se despedían. Un momento de calma llenó el aire antes de que el sonido suave y melódico de "Kiss Me" de Sixpence None the Richer inundara el ambiente.
Draco giró hacia Harry con una mano extendida, un gesto teatral y sincero a partes iguales.
—¿Bailas? —preguntó, inclinando un poco la cabeza.
Harry lo miró durante un segundo, fingiendo indecisión, antes de dejar su vaso a un lado y aceptar con una sonrisa.
—Solo porque sería una tragedia dejarte bailar solo, Malfoy.
Draco no perdió tiempo. Colocó ambos brazos alrededor de la cintura de Harry, atrayéndolo hacia él, mientras Harry rodeaba su cuello con naturalidad. El rubio le sonrió con esa confianza que siempre parecía acompañarlo.
—Te ves bien esta noche, Potter.
Harry soltó una risa suave, llevando una mano al cabello perfectamente peinado de Draco.
—Eres un idiota, Malfoy.
Draco puso una expresión exageradamente solemne.
—Tal vez, pero soy tu idiota, ¿no?
Por un instante, Harry lo miró con ojos brillantes, una mezcla de diversión y algo más profundo.
—Sí, totalmente mi idiota.
Y antes de que Draco pudiera responder con algún comentario ingenioso, Harry lo acercó y lo besó.
Fue un beso suave, lento, lleno de todas las cosas que Harry había estado guardando en su interior. Por un momento, el mundo alrededor de ellos desapareció, y la música pareció ser solo para ellos dos.
Hasta que un carraspeo incómodo los interrumpió.
Ambos se separaron, y Harry giró la cabeza para encontrarse con Cedric Diggory, que se veía tan encantador como siempre, aunque algo incómodo.
—¿Interrumpo? —preguntó Cedric, su sonrisa amigable pero algo tensa—. ¿Podría tener el honor de bailar contigo, Harry?
Draco no perdió el tiempo en responder, apretando un poco más el agarre alrededor de Harry.
—Llegas tarde, Diggory. Harry es mi novio, y me costó un infierno conquistarlo, así que no pienso compartir.
Harry lo miró con los ojos entrecerrados y una sonrisa reprimida, antes de intervenir.
—Lo que Draco intenta decir es que agradecemos la oferta, pero estoy bien aquí.
Cedric levantó las manos en señal de paz, aunque una sombra de decepción cruzó su rostro.
—Entendido. Buena noche, Harry. Malfoy.
Cuando Cedric se dio la vuelta y se alejó, Draco dejó escapar un suspiro triunfal y volvió su atención a Harry.
—Ese intento de interrupción fue patético.
Harry rió, sacudiendo la cabeza.
—Eres imposible.
—Y aún así, no puedes resistirte a mí.
Draco lo atrajo de nuevo hacia él, cerrando el espacio entre ambos. Sus labios se encontraron de nuevo, esta vez con más confianza, más seguridad. Se movieron juntos al compás de la música, como si la canción hubiera sido escrita para ellos.
Mientras la melodía se deslizaba suavemente por el aire, Harry se dio cuenta de algo: Draco, con toda su arrogancia y dramatismo, había encontrado la manera de colarse en su corazón. Y, por ahora, estaba perfectamente bien con eso.
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El sol caía sobre el patio principal de Hogwarts, donde la ceremonia de graduación se llevaba a cabo. El ambiente estaba cargado de emoción, risas y una ligera melancolía mientras los estudiantes despedían una etapa importante de sus vidas. Draco Malfoy estaba en el escenario, frente al micrófono, con una postura impecable, irradiando esa confianza natural que siempre parecía llevar consigo.
—Queridos compañeros, profesores y futuros fracasos escolares que aún tienen un año por delante —comenzó Draco, lanzando una mirada hacia los estudiantes de sexto año, causando risas por todo el lugar.
En la multitud, Harry estaba de pie junto a Hermione y Ron, quienes aplaudían suavemente, aunque Hermione le dio un codazo a Ron cuando se distrajo con el carrito de aperitivos.
Draco continuó su discurso, hablando sobre los retos, las risas y las lecciones aprendidas en Hogwarts. Cada palabra parecía cuidadosamente elegida, cada pausa intencionada. Pero entonces, cuando llegó al final, algo en su tono cambió, volviéndose más personal, más sincero.
—Nada de lo que soy, nada de lo que he logrado, habría sido posible sin alguien muy especial.
La multitud se quedó en silencio, expectante.
—Mi exasperante, molesto y, sin embargo, perfectamente imperfecto novio.
Todos los ojos siguieron la dirección de su mirada. Harry, de pie entre los de sexto año, parpadeó sorprendido, sintiendo el calor subir a sus mejillas.
—Una combinación absurda pero brillante de locura y cordura —añadió Draco con una sonrisa, claramente disfrutando del momento—. Sí, Potter, estoy hablando de ti.
El grupo estalló en risas y aplausos, mientras Harry sacudía la cabeza, mordiéndose el labio para no reír abiertamente.
Pero antes de que alguien pudiera decir algo, Draco suspiró teatralmente, llevándose una mano al pecho como si estuviera a punto de anunciar algo crucial.
—Aunque, debo admitir que tengo una deuda pendiente.
De detrás del podio sacó una cubeta, un frasco de jabón y una montaña de ropa sucia.
—Una apuesta es una apuesta, después de todo.
El murmullo entre los asistentes se transformó en carcajadas cuando Draco, aún con su impecable traje de graduación, se arrodilló junto a la cubeta y comenzó a lavar la ropa a mano, haciendo movimientos exagerados mientras sus amigos Blaise y Pansy chocaban las manos al fondo, claramente habiendo planeado este espectáculo con antelación.
—¡Esto es oro puro! —gritó Blaise entre risas, mientras Pansy le daba una palmadita en la espalda.
Harry, con las manos en los bolsillos, no pudo evitar reírse. Caminó lentamente hacia el frente, deteniéndose justo a unos pasos de Draco.
—Déjame adivinar —dijo Harry, alzando una ceja—. ¿Perdiste la apuesta?
Draco, sin dejar de frotar una camiseta, lo miró con fingida indignación.
—¿Por qué asumes que perdí? Podría ser que esto sea parte de mi nueva rutina de ejercicios.
—Claro, lavar ropa sucia en público, muy innovador —replicó Harry con una sonrisa burlona.
Draco dejó caer la camiseta en la cubeta, poniéndose de pie para acercarse a Harry, empapado hasta los codos.
—¿Sabes qué? Creo que el espectáculo te está encantando.
—Tienes razón —admitió Harry, cruzándose de brazos—. Es probablemente lo más divertido que he visto en semanas.
Draco sonrió de lado, inclinándose un poco más cerca.
—Admite que te encanta verme sufrir por ti.
Harry rodó los ojos, aunque no pudo evitar sonreír.
—Es una vista bastante agradable, no voy a mentir.
Draco se inclinó un poco más, susurrando lo suficiente para que solo Harry pudiera escucharlo.
—Entonces, ¿eso significa que ganaré puntos extra esta noche?
Harry lo empujó suavemente en el pecho, riendo.
—Sigue soñando, Malfoy.
Mientras Draco regresaba a su cubeta entre las risas de los asistentes, Harry se quedó observándolo con una sonrisa pequeña pero sincera. Draco siempre sabía cómo robarse el show, pero esta vez, lo hizo con algo más que espectáculo: lo hizo con el tipo de humor y entrega que solo alguien enamorado sería capaz de ofrecer.
𝐋𝐀 𝐌𝐀𝐍𝐒𝐈Ó𝐍 𝐌𝐀𝐋𝐅𝐎𝐘 𝐑𝐄𝐓𝐔𝐌𝐁𝐀𝐁𝐀 𝐀𝐋 𝐑𝐈𝐓𝐌𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐌Ú𝐒𝐈𝐂𝐀 𝐏𝐎𝐑 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀 𝐕𝐄𝐙 𝐄𝐍 𝐒𝐔 𝐇𝐈𝐒𝐓𝐎𝐑𝐈𝐀. Las antiguas paredes, acostumbradas al eco solemne de reuniones elegantes, ahora vibraban con el bullicio y las risas de una fiesta desbordante de juventud. Hogwarts entero había sido invitado, y el jardín principal estaba lleno de luces, pistas de baile improvisadas y mesas de comida dignas de un banquete real.
Lucius Malfoy, inicialmente refugiado en un rincón con una expresión de absoluto descontento, finalmente sucumbió al ambiente festivo. Algunos estudiantes lo rodearon, animándolo a subir al pequeño escenario que se había montado para la música en vivo. Bajo los gritos de aliento, Lucius cedió, y en cuestión de minutos, mostró una inesperada maestría en movimientos de baile que nadie sospechaba que poseía. "¡Pasos prohibidos!", gritó Blaise, desatando una ola de risas y aplausos. Narcissa, de pie junto a una mesa, se quedó con la boca abierta, sin poder creer lo que veía.
—¿Qué le pasó a mi marido? —murmuró, mientras Tori, animada por la euforia, la tomaba de la mano.
—¡Vamos, tía, es hora de que lo supere! —Tori se lanzó a la pista con Narcissa, quien, después de un instante de duda, se dejó llevar, desatando una ovación.
Daphne y Theo, viejas conquistas de Draco, también estaban allí, bailando juntos con una sincronía inesperada. La música los unía, y entre risas, parecían haber dejado atrás cualquier rivalidad del pasado.
Ron y Hermione, mientras tanto, vagaban por la multitud en busca de Harry. Pero antes de que pudieran encontrarlo, Blaise y Pansy se cruzaron en su camino con intenciones claras.
—Hermione, querida, ¿no crees que es un crimen estar parada aquí sin bailar? —preguntó Pansy, extendiendo una mano.
—No sé bailar esta música —respondió Hermione, intentando excusarse.
—¡Eso se resuelve en la pista! —Pansy no aceptó un no por respuesta y la jaló, arrancándole una risa nerviosa.
Por su parte, Blaise apareció con un plato del postre favorito de Ron, agitando una cuchara frente a su rostro.
—Sabía que eras un hombre con buen gusto —susurró Blaise al oído de Ron, quien, tras un segundo de vacilación, dejó caer cualquier resistencia y se lanzó a sus brazos, arrancando carcajadas de los cercanos.
En el tercer piso de la mansión Potter, lejos del ruido, Harry estaba de pie junto a una ventana, observando la fiesta desde la distancia. Una sonrisa jugueteaba en sus labios al ver a todos disfrutando. Pero entonces sintió unos brazos rodear su cintura por detrás.
—¿No te estás perdiendo algo? —la voz de Draco era suave, llena de esa mezcla de picardía y afecto que había llegado a encantarle.
Harry se giró ligeramente, encontrándose con los ojos grises del anfitrión de la noche.
—Tú eres el anfitrión —respondió Harry, arqueando una ceja—. El que debería estar ahí eres tú.
—Preferiría estar aquí contigo —dijo Draco con naturalidad, como si aquello no fuera la declaración más dulce del mundo.
Harry lo miró un segundo antes de sonreír.
—Bueno, si vas a quedarte aquí, entonces tengo algo para ti.
Draco frunció el ceño, intrigado, mientras Harry se movía hacia una esquina de la habitación. Levantó una tela que cubría un lienzo, revelando una pintura que había trabajado durante semanas. Era un retrato de ambos, sentados en su cita nocturna, con la luz de la luna y la canción Electric Love como telón de fondo.
Draco se quedó sin palabras por un momento, observando cada detalle.
—¿Por qué no la presentaste en el concurso de arte? —preguntó finalmente, su voz más suave.
—Luna hizo un dibujo precioso de las estrellas —respondió Harry—. Merecía ganar, y además... esto era para ti.
Draco sonrió, un gesto que iba desde el agradecimiento hasta el orgullo absoluto.
—Me encanta, Harry. Me encanta completamente.
—Espero que sepas cómo pagarlo —dijo Harry, con una sonrisa traviesa, tirando suavemente de la corbata de Draco para acercarlo.
Draco, arrinconado entre la pintura y el amor de su vida, inclinó la cabeza con una expresión de fingida reflexión.
—Oh, tengo varias ideas, pero todas terminan contigo sobre la cama.
Harry rió, esa risa genuina que Draco siempre buscaba arrancarle, antes de inclinarse y capturar sus labios en un beso que fue tanto agradecimiento como promesa.
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El salón estaba lleno de risas y música, pero el mundo de Hermione parecía haberse reducido a un solo punto: Pansy Parkinson. Bajo las luces cálidas que llenaban la Mansión Malfoy, Hermione sintió un impulso repentino que no pudo contener. Se inclinó hacia Pansy, rozando apenas sus labios al principio, y luego besándola de lleno. Fue un instante breve pero cargado de electricidad.
Cuando se separaron, Hermione dio un paso atrás, con las mejillas encendidas y los ojos abiertos como platos.
—Yo... no sé por qué hice eso —balbuceó, llevándose una mano a los labios.
Pansy, siempre dueña de sí misma, sonrió con esa mezcla de confianza y travesura que la caracterizaba.
—Yo sí sé por qué lo hiciste.
Antes de que Hermione pudiera decir algo más, Pansy la tomó por la cintura y la acercó de nuevo, robándole otro beso, esta vez más lento, más seguro. Hermione, al principio rígida, terminó rindiéndose al momento, soltando un suspiro mientras la música seguía envolviéndolas.
No muy lejos, Ron observaba todo con incredulidad desde su rincón, su plato de comida en las manos. Blaise, que había estado rondándolo durante toda la noche, aprovechó el momento para acercarse.
—¿Qué tal si seguimos su ejemplo? —sugirió Blaise con una sonrisa pícara, inclinándose hacia él.
Ron levantó una mano, deteniéndolo justo a tiempo.
—Primero la comida, luego los besos —respondió Ron con seriedad, aunque sus mejillas ardían.
Blaise soltó una carcajada, dando un paso atrás.
—Sabes, Weasley, yo también soy antojable —replicó, con una mirada descarada que hizo que el rostro de Ron se pusiera aún más rojo.
Ron se levantó de golpe, murmurando algo sobre ir por una bebida, dejando a Blaise suspirando, aunque divertido. Pero justo cuando Blaise estaba a punto de rendirse, Ron volvió, rápidamente le plantó un beso en la mejilla y luego salió disparado hacia la mesa más cercana. Blaise se quedó inmóvil por un momento, una sonrisa amplia formándose en su rostro antes de seguirlo con determinación.
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Harry estaba tendido en la cama, con Draco sobre él. La música de abajo llegaba amortiguada, casi como un recordatorio de que había un mundo más allá de ese momento, pero ninguno de los dos parecía notarlo.
Draco inclinó la cabeza y lo besó, lento al principio, luego con más intensidad, sus manos viajando hasta el abdomen de Harry, donde trazaron círculos suaves. Se separó solo para mirarlo a los ojos, sus propios labios curvándose en una sonrisa.
—Eres precioso, Harry —murmuró, su voz ronca pero cargada de ternura.
Harry deslizó los dedos por la mejilla de Draco, sosteniéndolo con suavidad.
—Siempre lo fui. Solo era cuestión de que tú te dieras cuenta.
Draco fingió una expresión ofendida, llevándose una mano al pecho como si hubiera sido herido.
—¿De dónde salió ese egocentrismo?
Harry se encogió de hombros, divertido.
—De mi perfecto, testarudo y egocéntrico novio.
Draco dejó escapar una risa, una que iluminó toda la habitación.
—Perfecto en todos los sentidos, ¿eh? —dijo, mientras se quitaba el saco y lo lanzaba a un lado, seguido de la corbata que aterrizó sin ceremonia en el suelo—. Déjame demostrártelo.
Harry mordió su labio inferior, su mirada atrapada en
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