20 // ᴊᴇ ᴛ'ᴀɪᴍᴇ, ʜᴀʀʀʏ

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𝐄𝐋 𝐒𝐎𝐍𝐈𝐃𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀𝐒 𝐆𝐎𝐓𝐀𝐒 𝐑𝐄𝐓𝐔𝐌𝐁𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐀 𝐋𝐎𝐒 𝐂𝐑𝐈𝐒𝐓𝐀𝐋𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐌𝐀𝐍𝐒𝐈Ó𝐍 𝐌𝐀𝐋𝐅𝐎𝐘. Draco, todavía con el cabello húmedo por la ducha, se puso unos pantalones deportivos y una sudadera gris cualquiera. No le importó buscar zapatos; ni siquiera pensó en ello. Apenas tenía tiempo para ponerse los cordones cuando su corazón le gritaba que debía moverse ya.

Descalzo, salió corriendo por las escaleras, sus pisadas resonando en la madera. Ignoró el llamado lejano de Narcissa preguntando qué hacía.

—¡Voy a solucionarlo! —gritó sin mirar atrás, dejando a su madre en la incertidumbre.

Abrió de golpe la puerta principal, el aire frío y húmedo chocando contra su rostro. Sin detenerse, corrió a través del sendero empedrado hasta la casa vecina: la residencia de los Potter. Las gotas empapaban su ropa en segundos, pero él ni lo notó.

Cuando llegó a la puerta, golpeó con fuerza, apenas tomando aire. Tocó de nuevo, más fuerte esta vez, como si todo dependiera de ello.

La puerta se abrió, y el rostro sorprendido de Remus apareció del otro lado.

—Draco... ¿qué haces aquí?

Antes de que pudiera responder, Sirius Black apareció detrás de Remus con los brazos cruzados y una expresión de evidente desconfianza.

—¿Qué quieres, Malfoy?

Draco, jadeando, intentó encontrar las palabras.

—Necesito... ver a Harry.

Sirius arqueó una ceja, mientras Remus lo miraba con curiosidad.

—No creo que eso sea una buena idea, chico —intervino Sirius, con un tono que apenas ocultaba su irritación—. Después de todo lo que hiciste, ¿de verdad crees que vamos a dejarte acercarte a él?

Antes de que Draco pudiera replicar, James apareció detrás de ellos, con la mandíbula tensa y los ojos llameando de furia contenida.

—Escúchame bien, Malfoy. Si tienes algo de dignidad, te quedarás lejos de Harry. Porque si lo lastimas de nuevo...

—¡No quiero lastimarlo! —interrumpió Draco, su voz quebrada por la desesperación. Dio un paso adelante, ignorando las miradas asesinas de los tres hombres frente a él—. No entiendo por qué me tomó tanto tiempo darme cuenta, pero... lo amo. Lo amo, y necesito hablar con él.

Por un momento, el silencio reinó. Remus y Sirius intercambiaron miradas, y James parecía debatirse entre echarlo a patadas o escuchar lo que tenía que decir.

De repente, una vocecita infantil rompió la tensión.

—Está en la playa.

Todos voltearon hacia Teddy, que había llegado corriendo desde el pasillo. El niño miraba a Draco con una pequeña sonrisa traviesa, como si acabara de ser cómplice de algo importante.

—¡Teddy! —exclamó Remus, claramente sorprendido.

El niño se encogió de hombros y miró a su padre.

—Papá, tú harías lo mismo por papá Sirius, ¿o no?

Remus abrió la boca, pero no encontró una respuesta inmediata. Sirius se quedó boquiabierto antes de soltar un bufido y desviar la mirada.

—Bueno, sí, pero eso es diferente...

Teddy se giró hacia James, con las manos en las caderas como si tuviera toda la autoridad del mundo.

—Y tú harías lo mismo por la tía Lily, ¿verdad?

James parecía querer protestar, pero Lily apareció en ese momento desde el salón. Su rostro estaba sereno, aunque sus ojos destellaban con algo de diversión.

—Tiene razón, James. Es algo que haríamos. Está en nuestra sangre. —Lily se cruzó de brazos y sonrió suavemente.

James suspiró, derrotado, y se pasó una mano por el cabello.

—Esto es una locura...

Draco no esperó más. Miró a Teddy y le dedicó una sonrisa sincera.

—Gracias, Lupin menor.

Y sin decir nada más, giró sobre sus talones y salió corriendo hacia la playa, ignorando el barro y las piedras que se clavaban en sus pies descalzos.

Remus, Sirius y James miraron cómo se alejaba.

—¿En serio acabamos de dejar que esto pasara? —preguntó Sirius, incrédulo.

—Es la maldición de los Black —respondió Lily con una sonrisa divertida—. Siempre seguimos al corazón.

Teddy soltó una risita, mientras Remus se encogía de hombros y Sirius sacudía la cabeza. James se quedó mirando la lluvia tras Draco, sin saber si había hecho lo correcto. Pero en el fondo, algo le decía que, a pesar de todo, Harry merecía la oportunidad de escuchar.

ஜ۩۞۩ஜ

La playa estaba desierta, apenas iluminada por el tenue resplandor de la luna llena que comenzaba a salir entre las nubes. Harry caminaba lentamente, dejando que la arena húmeda se metiera entre sus dedos descalzos. Llevaba sus zapatos en la mano, colgando a su costado, mientras sus pasos marcaban un sendero irregular en la arena.

A lo lejos, vio a una pareja sentada frente al mar, sus siluetas recortadas contra el reflejo plateado de las olas. Se detuvo por un momento, observándolos en silencio. Estaban abrazados, compartiendo algo que Harry no podía tener. Odiaba el amor. Ese sentimiento traicionero, ese filo escondido bajo la promesa de algo hermoso, siempre encontraba nuevas maneras de herirlo.

Con un suspiro, se dejó caer en la arena, abrazando sus piernas contra su pecho. Apoyó la barbilla en sus rodillas y miró al horizonte, donde las olas se rompían suavemente bajo la luz de la luna. Su mente estaba enredada, un caos de recuerdos y emociones que lo golpeaban como las olas contra las rocas.

Entonces, escuchó su nombre.

—Harry.

La voz lo hizo girar de inmediato, el sonido tan familiar que se clavó en su pecho. Ahí estaba Draco, parado a unos metros de distancia, jadeando, con el cabello húmedo y el rostro brillando bajo la luz de la luna.

Harry frunció el ceño, poniéndose de pie de inmediato, como si prepararse para defenderse fuera un acto reflejo.

—¿Qué haces aquí, Malfoy? —preguntó con frialdad, cruzando los brazos—. ¿Vienes a recordarme la apuesta? ¿A restregarme en la cara lo tonto que fui por creer en ti? Claro, eso es muy de tu estilo. Alimentar tu maldito egocentrismo.

Draco no dijo nada. Dio un paso hacia él, y luego otro, acortando la distancia entre ambos con una expresión que Harry no supo descifrar. Antes de que pudiera reaccionar, Draco lo abrazó.

Fue rápido, casi torpe, pero el calor del contacto lo dejó estático. Draco escondió el rostro en el cuello de Harry, su respiración cálida y errática contra su piel.

—¿Qué haces? —murmuró Harry, tratando de apartarlo con las manos—. No tienes derecho a tocarme.

Draco no lo soltó. Si acaso, lo abrazó con más fuerza.

—Déjame ir, Malfoy. ¡Déjame ir! —gritó Harry, empezando a golpearlo en el pecho con los puños cerrados—. ¡Eres un idiota! ¡Un estúpido! ¿Por qué me hiciste esto?

Cada palabra era un latigazo, un golpe más fuerte que los puños que apenas hacían mella en Draco.

—¡Te odio! —sollozó Harry, sin dejar de pegarle—. ¡Te odio con todo mi corazón!

Draco no dijo nada. Cerró los ojos, apretando los labios, dejando que Harry descargara toda su furia, su dolor.

—Me fallaste —susurró Harry al final, su voz quebrándose—. Me fallaste completamente, Draco.

Sus golpes se detuvieron poco a poco, y su respiración se tornó errática mientras las lágrimas corrían por su rostro. Sus manos, que antes golpeaban con fuerza, ahora se aferraron a la sudadera de Draco.

Harry dejó caer la frente contra el hombro de Draco, cerrando los ojos.

—Me fallaste...

Draco lo abrazó más fuerte, sus manos temblorosas acariciando con suavidad el cabello húmedo de Harry. Cerró los ojos, dejando que su propia respiración se estabilizara mientras apoyaba su barbilla en el cabello desordenado de Harry.

—Lo siento... —murmuró, casi inaudible.

Harry se quedó ahí, hundido en ese abrazo que tanto deseaba rechazar y tanto necesitaba. Su nariz rozó el cuello de Draco, dejando que el aroma familiar lo invadiera.

El mundo a su alrededor parecía detenerse. Solo estaban ellos, envueltos en el sonido del mar y la brisa nocturna. Sin palabras, sin explicaciones. Solo un silencio que lo decía todo.

ஜ۩۞۩ஜ

La brisa salada seguía soplando mientras Harry se apartaba bruscamente del abrazo. Limpió las lágrimas de sus mejillas con la manga de su camisa, todavía con la respiración entrecortada, y miró a Draco con desconfianza.

Draco, por su parte, pasó la sudadera mojada por su rostro, como si intentar secarse sirviera para borrar algo más que el agua.

—Genial, ahora estoy empapado gracias a ti —espetó Harry, señalando su propia ropa mojada.

Draco lo miró por un instante antes de soltar una pequeña sonrisa, cansada pero genuina.

—¿De verdad estás reclamándome eso ahora? —preguntó, dejando escapar un suspiro. Luego, volvió a ponerse serio—. Lo siento, Harry. Lo siento de verdad. Tenías razón en todo lo que dijiste. He sido un completo idiota, y me merezco cada una de esas palabras que me gritaste.

Harry cruzó los brazos, observándolo en silencio.

—Me lo merezco porque... porque fui un cobarde —continuó Draco, frotándose el rostro con las manos—. He pasado toda mi vida huyendo del amor, creyendo que no era para mí, que nunca lo necesitaría. Pero entonces apareciste tú.

Harry levantó una ceja, sin estar seguro de a dónde iba todo eso.

—Tú, con esos ojos verdes que parecen sacados de un maldito poema. Con esa torpeza que debería ser irritante pero, por alguna razón, es adorable. —Draco dejó escapar una risa breve, casi triste—. Me enseñaste que la vida no tiene que ser perfecta para ser hermosa. Y lo peor, o quizás lo mejor, es que me acostumbré tanto a ti que ni siquiera me di cuenta de lo que estaba sintiendo. Pensé que era... solo cariño.

Harry desvió la mirada, incómodo, pero no interrumpió.

—La verdad, Harry, es que estaba muerto de miedo. Enamorarse es lo más aterrador que existe porque significa que le das a alguien la llave para destruirte. —Draco hizo una pausa, tragando saliva—. Pero tú... tú eres la única persona a la que le daría esa llave sin dudarlo.

Harry lo miró, completamente desconcertado.

—¿Qué estás diciendo, Malfoy?

Draco dio un paso adelante, manteniendo sus manos en los bolsillos para no asustarlo.

—Que estoy enamorado de ti, Harry. Completamente. Perdida e irremediablemente enamorado de ti. —Draco dejó escapar un suspiro tembloroso—. Y no espero que me perdones, porque no me lo merezco. Pero voy a demostrártelo. Voy a conquistarte, cada día, como realmente mereces.

Harry negó con la cabeza, retrocediendo un paso.

—No quiero sufrir más, Draco.

Draco asintió lentamente, entendiendo el miedo en su voz.

—No tendrás que hacer nada. No voy a pedirte que confíes en mí ahora. Yo me encargaré de todo. Te lo prometo, Harry. Voy a ganarme tu confianza, tu cariño, y si tengo suerte... tu amor.

El viento sopló entre ellos, llevándose las palabras pero dejando la tensión en el aire. Harry lo miró, con una mezcla de incredulidad y algo que Draco no pudo descifrar del todo. Finalmente, Harry bajó la mirada y murmuró:

—Suerte con eso, Malfoy.

Draco sonrió, no el gesto burlón que solía usar, sino algo suave, casi vulnerable.

—Gracias, Harry. La voy a necesitar.

Y ahí quedaron, dos figuras bajo la luz de la luna, el mar como testigo de una promesa que recién empezaba a formarse.



















𝐄𝐋 𝐀𝐈𝐑𝐄 𝐅𝐑Í𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐌𝐀Ñ𝐀𝐍𝐀 𝐆𝐎𝐋𝐏𝐄𝐀𝐁𝐀 𝐀 𝐇𝐀𝐑𝐑𝐘 𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐑𝐀𝐒 𝐒𝐀𝐋Í𝐀 𝐃𝐄 𝐒𝐔 𝐂𝐀𝐒𝐀, 𝐓𝐎𝐃𝐀𝐕Í𝐀 𝐁𝐎𝐒𝐓𝐄𝐙𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐘 𝐅𝐑𝐎𝐓Á𝐍𝐃𝐎𝐒𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐎𝐉𝐎𝐒. Planeaba caminar en silencio hacia la escuela, pero al mirar hacia la puerta, se quedó congelado en su lugar. Ahí estaba Draco Malfoy, sosteniendo un ramo de lirios blancos como si estuviera en medio de una comedia romántica.

Draco extendió las flores hacia él con una sonrisa que intentaba ser encantadora.

—Buenos días, Potter. Esto es para ti.

Harry lo miró como si hubiera perdido la cabeza. Antes de que pudiera responder, la puerta detrás de él se abrió y salió Lily Potter, quien al ver el ramo, levantó las cejas sorprendida.

—Oh, ¿son para mí? —preguntó Lily, con una sonrisa amable.

Harry, sin dudarlo ni un segundo, tomó las flores de las manos de Draco y se las entregó a su madre.

—Sí, mamá. Malfoy pensó que te encantarían.

Lily ladeó la cabeza, desconcertada pero halagada.

—Qué considerado, gracias, Draco.

Draco parpadeó un par de veces, el ojo derecho dándole un leve tic, pero rápidamente se recompuso, fingiendo una sonrisa.

—Claro, señora Potter. Por supuesto, eran para usted.

Harry ya había comenzado a caminar hacia la acera, reprimiendo una sonrisa satisfecha. Draco se despidió con una inclinación de cabeza y trotó detrás de Harry.

—Potter, espera. —Draco lo alcanzó, caminando a su lado mientras fingía que no acababa de ser derrotado por un giro de acontecimientos—. ¿Te gustaría algo de desayunar? He traído tu postre favorito.

Harry lo miró de reojo, arqueando una ceja.

—No sé cómo lo conseguiste, pero no tengo hambre.

Draco, con un encogimiento de hombros, dijo:

—Bueno, lo guardaré para después. Nunca se sabe cuándo querrás endulzarte el día.

Harry rodó los ojos, acelerando el paso, pero no pudo evitar responder.

—No creo que tus métodos de conquista funcionen conmigo, Malfoy. He visto tus jugadas demasiadas veces. Sé exactamente lo que harás.

Draco sonrió, confiado.

—Eso crees, Potter, pero no sabes todo. Puedo sorprenderte cuando quiera.

Y como si el universo quisiera probar su punto, Draco, sin mirar al frente, chocó de lleno contra un poste de luz. El impacto resonó y el rubio cayó de bruces al suelo, soltando un quejido mientras trataba de levantarse.

Harry se detuvo, mordiéndose el labio para no reír. Finalmente, con una mueca burlona, comentó:

—Bueno, tienes razón, Malfoy. Me has sorprendido.

Sin esperar respuesta, siguió caminando mientras Draco se incorporaba, sobándose la frente y maldiciendo en voz baja.

—¡Espera, Potter! —llamó Draco, apresurándose a alcanzarlo mientras cojeaba ligeramente—. Esto no cuenta, estaba distraído por tu... encanto.

Harry, sin siquiera voltear, levantó la mano en un gesto de despedida.

—Sigue soñando, Malfoy.

Draco, sin rendirse, sonrió para sí mismo mientras lo seguía, con el firme propósito de conquistar a ese testarudo chico de ojos verdes, pase lo que pase.

ஜ۩۞۩ஜ

El timbre del aula resonó por los pasillos y Harry salió con paso firme, acompañado de Hermione y Ron. Ambos amigos lo miraban con preocupación, tratando de medir su estado de ánimo.

—¿Seguro que estás bien, Harry? —preguntó Hermione, ajustándose la mochila mientras caminaba a su lado.

—Sí, de verdad, estoy bien —insistió Harry, aunque su voz tenía un tinte de cansancio.

—Lo que necesitas es un buen juego de ajedrez conmigo —añadió Ron, intentando aliviar la tensión—. O tal vez un pastel entero.

Harry rió suavemente, pero se detuvo de golpe cuando vio algo que lo dejó sin palabras. Justo en medio del pasillo, bloqueando su camino, estaba Malfoy sosteniendo un peluche de gato blanco tan grande como su torso.

Draco bajó el peluche y sonrió, una mezcla de descaro y nerviosismo.

—Esto es para ti, Potter.

Ron inmediatamente dio un paso al frente, dispuesto a intervenir, pero Harry lo detuvo levantando una mano. Una sonrisa casi imperceptible apareció en sus labios mientras miraba al rubio.

—No me gustan los gatos, Malfoy.

Draco, sin perder la compostura, levantó una ceja.

—Oh, claro que no. —Se inclinó un poco hacia él con esa sonrisa suya tan confiada—. Pero creo recordar que una vez casi robaste uno de la casa de una vecina. Admitámoslo, Potter, tienes un lado rebelde.

Hermione abrió los ojos como platos, sorprendida por la declaración, mientras Ron se atragantaba con un intento de carcajada.

Draco continuó, como si no hubiera visto la reacción de los amigos de Harry.

—De todos modos, este es mejor que un gato real. Mira, es como un mini yo.

Con una teatralidad que solo Draco Malfoy podía manejar, sacó un par de orejas de gato de su bolsillo y se las puso sobre la cabeza, inclinándose para mostrarle su "transformación".

Hermione cubrió su boca con una mano, probablemente para no reír. Ron no tuvo la misma delicadeza y soltó una carcajada tan fuerte que varios estudiantes se giraron a mirarlo.

Harry, por su parte, apretó los labios y mordió ligeramente el inferior, tratando de no reír. Finalmente negó con la cabeza y lo pasó de largo, dándole una palmada en el hombro a Ron.

—Tienes razón, Malfoy, definitivamente eres un gato. Te encanta hacerme perder la paciencia.

Draco se quedó parado en el pasillo, pero su sonrisa no se borró.

Para sorpresa de todos, un momento después apareció Pansy cargando un ramo de flores y con un altavoz portátil en la mano, que comenzó a reproducir Love Story de Taylor Swift a todo volumen.

—¡Granger! —gritó Pansy, dramáticamente, mientras corría hacia Hermione con las flores extendidas—. Dame otra oportunidad, lo juro, soy otra persona ahora.

Hermione se quedó paralizada por un segundo, pero negó rápidamente con la cabeza antes de girarse y salir corriendo por el pasillo en dirección opuesta.

—¡Espera, Hermione! —gritó Pansy, siguiéndola mientras los pétalos del ramo se caían.

Ron, con lágrimas de risa en los ojos por el espectáculo, de repente se quedó callado al ver un plato de pollo frente a su cara. Zabini estaba ahí, mirándolo con ojos de cachorro arrepentido.

—Es tu favorito, Weasley. Picante, con un toque de miel.

Ron frunció el ceño, retrocediendo mientras se tapaba la nariz.

—No voy a caer, Zabini.

Blaise dio un paso adelante, sosteniendo el plato con más determinación.

—Pero este es al curry. Y este otro tiene barbecue casero. ¿Y qué me dices del de parmesano?

Ron dejó escapar un bufido y comenzó a alejarse, pero Blaise lo siguió, enumerando cada sabor con entusiasmo.

Harry, que había presenciado todo, se detuvo al final del pasillo y miró a Draco con incredulidad.

—¿Están los Slytherins perdiendo la cabeza?

Draco, todavía con las orejas de gato puestas, se encogió de hombros, una sonrisa orgullosa en su rostro.

—Es la temporada del amor, Potter. Nadie está a salvo.

Harry negó, dejando escapar una risa baja mientras continuaba caminando. Pero, aunque no lo admitiera, esa locura de Draco empezaba a calar en su corazón.

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El aula estaba impregnada de un ambiente expectante mientras la profesora Trelawney ajustaba sus gafas y se paseaba con aire místico frente al pizarrón.

—Antes de la graduación —anunció con su voz melodramática habitual—, quiero que dejen algo que refleje su esencia creativa.

Los estudiantes intercambiaron miradas entre la confusión y el interés, mientras ella extendía los brazos hacia el techo como si estuviera invocando a las musas.

—Harán un retrato. —Se detuvo dramáticamente, dejando que el anuncio se impregnara—. Un retrato de alguien que haya decidido ser nuestro modelo.

Harry sonrió. La idea de un concurso de arte le parecía divertida. Tal vez un retrato de Hedwig o incluso de Ron haciendo alguna mueca rara sería suficiente para competir. Pero entonces la puerta del aula se abrió, y la sonrisa desapareció de su rostro.

Draco Malfoy entró con la confianza de alguien que sabía que todos los ojos estaban sobre él. Llevaba el torso desnudo, una actitud relajada y un brillo de desafío en la mirada.

—Gracias por tu disposición, Draco —dijo Trelawney, haciéndole un gesto para que se colocara en el centro del aula.

Draco asintió, pero antes de tomar su posición, dirigió una mirada directa y descarada hacia Harry.

—Hola, Potter.

El aula estalló en murmullos y risas contenidas. Harry se hundió detrás de su hoja de papel, deseando poder

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