ᴹᵒᵐᵉⁿᵗᵒˢ ᴰⁱᶠíᶜⁱˡᵉˢ

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implícita entre ellos, acompañados solo por el sonido suave de sus pasos y el susurro del viento nocturno. Las estrellas, tímidas, se asomaban en el cielo despejado, y Draco, con la mirada fija en ellas, rompió el silencio.

—Es lindo caminar así —susurró, como si compartiera un pensamiento íntimo consigo mismo—. Dejemos el auto la próxima vez.

Harry lo miró con una sonrisa ligera, pero en sus ojos había algo más. Una pregunta que llevaba guardando durante mucho tiempo.

—¿Desde cuándo lo sabes? —preguntó, su voz baja, pero cargada de significado.

Draco, sorprendido, lo miró de reojo, elevando una ceja en confusión, pero al ver la seriedad en la mirada de Harry, se detuvo en seco. Sus pasos cesaron y el ambiente se tensó ligeramente. Harry no apartó la vista de él.

—Supongo que fui yo quien no tuvo el coraje —agregó Harry, su tono aún cálido, pero con un matiz de vulnerabilidad—. Quería contártelo todo alguna vez... pero no pude hacerlo.

Draco abrió la boca, dispuesto a decir algo, pero el peso de las palabras lo obligó a desviar la mirada hacia el pavimento. Su orgullo no le permitía admitirlo abiertamente, pero lo sabía. Lo había sabido todo el tiempo.

—Lo siento —murmuró al fin, con una leve expresión de arrepentimiento en sus ojos grises—. Intenté fingir que no lo sabía, pero... Si hería tus sentimientos, lo siento.

Draco lo miró con honestidad, sus palabras cargadas de una disculpa silenciosa, pero sincera.

—No es eso —dijo Harry, y con suavidad acarició la mejilla de Draco, haciéndolo mirarlo de nuevo—. Estaba pensando en cómo no parecer patético cuando le explico mi debilidad al hombre que me gusta.

Los ojos de Draco se suavizaron al escuchar esas palabras. Lo miró directamente, sin pretender esconder su propio afecto. Harry tragó con fuerza, claramente luchando por encontrar las palabras adecuadas.

—Draco... Yo...

Pero antes de que pudiera continuar, Draco lo rodeó con sus brazos, abrazándolo de una manera que disipaba cualquier necesidad de palabras. Era un abrazo firme, reconfortante, como si ese solo gesto pudiera transmitir todo lo que Harry estaba tratando de decir. No era el momento de hablar, no aún, y Draco lo sabía. Sentía la tensión en el cuerpo de Harry, pero también su alivio mientras el calor de su abrazo calmaba el remolino en su interior.

Draco se separó suavemente tras unos segundos, con una sonrisa tranquila.

—Ya me tengo que ir —dijo Draco, con la voz más suave de lo habitual—. Tú regresa a la Mansión, ¿sí?

Harry frunció el ceño levemente.

—¿No quieres que te acompañe?

Draco negó con una sonrisa que no alcanzaba del todo sus ojos, pero lo suficiente para parecer convincente.

—Tranquilo. Todo está bien —murmuró, acariciando la mejilla de Harry como si quisiera dejarle una última caricia antes de despedirse—. Todo estará bien. Hablamos luego.

Harry asintió, aunque algo en él le decía que debía insistir. Sin embargo, confió en las palabras de Draco. Lo miró alejarse lentamente, abrazando las flores que aún llevaba con cuidado. Lo observó durante unos segundos más antes de darse la vuelta, caminando en la dirección opuesta.

Draco, por su parte, siguió su camino con paso firme. El silencio de la noche se sentía más denso ahora que Harry no estaba a su lado, pero él lo soportaba con aparente serenidad. Sin embargo, ese silencio se rompió cuando su teléfono vibró en el bolsillo. Lo sacó rápidamente, esperando quizás un mensaje de Harry.

—¿Este es el teléfono de Draco Malfoy? —preguntó una voz firme del otro lado de la línea.

Draco frunció el ceño, reconociendo de inmediato la voz.

—Así es... —respondió en un susurro, algo precavido.

—Soy Sirius Black —la voz se tornó más seria—. Ya lo sé todo, Malfoy.

El cuerpo de Draco se tensó, quedándose helado en la acera. El sonido del tráfico nocturno desapareció momentáneamente mientras procesaba esas palabras.

Mientras tanto, Harry, que caminaba a varios metros de distancia, se detuvo de repente. Algo en su pecho le decía que no podía dejar que esa conversación quedara inconclusa. No seas cobarde, Harry, pensó. Si no podía aún confesar su trauma, al menos debía decirle lo más importante: que lo amaba. Dio media vuelta y comenzó a correr con una sonrisa decidida en su rostro.

Draco seguía inmóvil, las palabras de Sirius resonando en su cabeza. Ven al restaurante Lizart, había sido la orden antes de que la llamada se cortara abruptamente. Miró la hora en su teléfono. Si tomaba un taxi, aún podía llegar a tiempo. Se dirigió hacia la calle, buscando algún coche libre, pero la ciudad se veía extrañamente vacía. Un suspiro cansado escapó de sus labios mientras empezaba a caminar hacia la parada del autobús más cercana.

Desde las sombras, unos ojos vigilantes lo seguían. Astoria, envuelta en la penumbra, lo miraba con una mezcla de frialdad y cálculo. Movió su varita con precisión hacia un coche estacionado cerca de donde Draco pasaba.

—Vamos a ver si un accidente realmente puede hacerle daño a una persona... —susurró con malicia mientras el motor del coche rugía al encenderse por arte de magia.

Draco continuó caminando, sin percatarse de lo que sucedía a sus espaldas.

El motor del auto rugió al arrancar, rompiendo la quietud de la noche. Harry cruzó la calle con la mirada alerta. A lo lejos, Draco caminaba con paso algo apresurado. Una sonrisa, amplia y cálida, brotó en el rostro de Harry al verlo.

—¡Draco! —gritó, su voz cortando el aire.

Draco, que hasta ese momento iba inmerso en sus pensamientos, levantó la mirada al escuchar su nombre. Se detuvo un instante, sus ojos grises encontrándose con los verdes de Harry, y por un segundo, todo pareció detenerse. Harry le devolvió la sonrisa, pero su expresión cambió en un abrir y cerrar de ojos al notar el coche que se aproximaba a toda velocidad hacia Draco.

La sonrisa de Harry se desvaneció al instante.

—¡Draco! —intentó advertir, con desesperación en su voz.

Draco parpadeó, confuso, y giró la cabeza justo a tiempo para ver las luces cegadoras del vehículo que venía directo hacia él. El sonido de los frenos chirriando en el pavimento se mezcló con el latido acelerado de su corazón. Harry, con un movimiento desesperado, intentó sacar su varita, pero fue demasiado tarde.

El impacto fue brutal.

El auto embistió a Draco con una fuerza imparable, lanzándolo por los aires, como una muñeca rota, a través del ventanal de una tienda. El estruendo del vidrio haciéndose añicos resonó por toda la calle, seguido por una explosión menor que iluminó la noche con un destello de fuego. Draco aterrizó pesadamente contra los estantes, su cuerpo inerte, mientras las llamas empezaban a propagarse lentamente a su alrededor.

Harry se quedó paralizado, el horror lo consumía. Pero pronto su instinto lo obligó a moverse. Empezó a correr hacia el lugar del accidente, sus botas chapoteando en los primeros rastros de lluvia que comenzaban a caer nuevamente.

Llegó al lugar jadeando, con el pecho en llamas, deteniéndose justo al borde del desastre. Vidrios y escombros cubrían la calle, y el coche, ya en llamas, desprendía un chorro constante de gasolina. El fuego se intensificaba con cada segundo, y justo en ese momento, otra pequeña explosión lo empujó hacia atrás. Harry se cubrió la cara con los brazos, el calor abrasador golpeando su piel mientras caía pesadamente al suelo, herido pero determinado.

Dentro de la tienda, apenas visible a través del humo y las llamas, Draco yacía en un charco de sangre. Sus ojos, entreabiertos, intentaban enfocarse en algo, pero su cuerpo no respondía. El dolor le pesaba como una losa, y cada respiración era más difícil que la anterior. Sangre manaba de una herida en su cabeza, y fragmentos de vidrio se incrustaban en su piel.

—Harry... —susurró con un hilo de voz, sus labios temblando.

Intentó moverse, pero su cuerpo se negaba a obedecer. Si... existe otra vida... vivamos felices, pensó con una calma extraña en medio del caos. Me siento raro... de algún modo, siento que te quiero desde hace mucho tiempo. Y quizás nunca llegue a decírtelo, pero... Una sucesión de recuerdos lo invadió: las miradas furtivas, las conversaciones incómodas, las peleas y secretos no dichos. Te amo. Y con ese último pensamiento, dejó que la oscuridad lo envolviera.

Harry se levantó del suelo, herido y con la respiración entrecortada, mientras se acercaba a la tienda. El fuego, aunque más leve por la lluvia, seguía bailando en torno a los restos destrozados del lugar. Entonces lo vio. Tirado en el suelo, inmóvil.

—Draco... —murmuró con la voz rota, su mano apoyada sobre sus costillas doloridas.

Cayó de rodillas junto a él, sin poder procesar lo que sus ojos veían. Draco estaba tan quieto, sus ojos cerrados, su piel pálida, y no había rastro de movimiento en su pecho. Harry temblaba, y el dolor que sentía no era físico. Lo movió suavemente al principio, casi con ternura, como si lo estuviera despertando de un mal sueño.

—Draco... —susurró, su voz quebrándose— Draco, despierta.

Lo sacudió con más fuerza esta vez, desesperado. Las lágrimas nublaban su vista, haciéndole difícil ver el rostro de la persona que amaba.

—¡Draco, abre los ojos! —pidió, su tono cargado de pánico.

La realidad comenzaba a instalarse como una pesada losa en su pecho. Esto no podía estar pasando. No de esta manera. No Draco.

—Por favor... —sollozó, mientras lo abrazaba, enterrando su rostro en el cuello de Draco— No... no... Melrín, por favor, no.

Su cuerpo temblaba mientras aferraba a Draco con fuerza, como si el simple acto de sujetarlo pudiera devolverle la vida. Lágrimas corrían libremente por su rostro, cayendo sobre la piel fría de Draco. Su mente gritaba, luchando contra la verdad que se le presentaba.

—Draco... por favor... tú no...

Lo sé, lo sé. 

Solo diré una cosa más:

。・゚♡゚・。:120 votos y 60 comentarios para el siguiente cap:。・゚♡゚・。


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