𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐬𝐞 𝐝𝐞𝐣ó 𝐜𝐚𝐞𝐫 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐞 𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐩𝐥𝐢𝐨 𝐬𝐨𝐟á 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐬𝐚𝐥𝐚 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐌𝐚𝐧𝐬𝐢ó𝐧 𝐁𝐥𝐚𝐜𝐤, 𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐨 𝐨𝐬𝐜𝐮𝐫𝐨 𝐜𝐞𝐝𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐛𝐚𝐣𝐨 𝐬𝐮 𝐩𝐞𝐬𝐨 𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐫𝐚𝐬 𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐥𝐞𝐧𝐜𝐢𝐨 𝐥𝐥𝐞𝐧𝐚𝐛𝐚 𝐥𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚. La mansión, normalmente un lugar lleno de ecos del pasado, parecía aún más vacía en la ausencia de Sirius. Harry agradecía la soledad, al menos por ahora. Pero, en cuanto su cuerpo encontró descanso, su mente se rebeló, arrojándole imágenes de esa tarde, de Draco llevándose a Theodore.
El recuerdo lo quemaba desde dentro. Ver cómo Draco había preferido a Theodore, cómo lo había defendido y protegido, lo atravesaba como una daga. Una punzada aguda se instaló en su pecho, y sus hombros se hundieron un poco más, derrotados. Quizás... sigue enamorado de Nott, pensó, y la idea lo dejó sin aire.
No era solo el hecho de haberlo visto, era la historia detrás. Harry había compartido con Draco momentos íntimos, lo había llevado a aquel parque de diversiones, lo había escuchado hablar de su infancia y de sus secretos más profundos. Había abierto su corazón, revelando una parte de sí que rara vez mostraba. Pero, ¿qué había obtenido a cambio? Nada más que la confirmación de que Draco aún no lo elegía.
Harry dejó caer su mirada hacia el suelo, el peso de su frustración haciendo que sus ojos ardieran, aunque no había lágrimas. No, el dolor era más profundo que eso, algo que ni siquiera podía liberar. ¿Por qué Draco no puede escogerme? La pregunta se repetía en su mente como un eco interminable.
Apoyó la cabeza en el reposabrazos del sofá, cerrando los ojos con fuerza, tratando de apagar el torbellino de emociones que lo asfixiaba. Jamás podré comprender a Draco, se dijo, apretando los labios en una línea tensa. Era un enigma imposible, una mezcla de contradicciones que lo desconcertaban, pero que al mismo tiempo lo atraían más y más. Y eso, más que nada, era lo que dolía. No soy el hombre para él.
Con un gesto de derrota, llevó una mano a sus ojos, cubriéndolos para bloquear la luz del foco. Eres patético, Harry, se recriminó en silencio, dejando escapar un suspiro pesado. Su pecho se alzaba y descendía con una lentitud exasperante.
El dolor de no ser suficiente, de no ser el elegido, se hacía más perceptible con cada latido de su corazón.
Volví a mirar el celular por séptima vez en esa maldita hora desde que llegué al Ministerio. Aún no había ninguna respuesta. El mensaje que envié a Harry la noche anterior seguía allí, leído, pero ignorado. Suspiré, frunciendo el ceño, y tratando de no darle importancia. ¿Por qué no contesta? No es que le haya escrito algo ofensivo, por Merlín. Solo un sencillo: "Buenas noches, señor Potter. Quería agradecerle por el día de hoy. Seguiré pagando mi deuda con usted. Espero que no haya inconveniente."
—Como sea... debería ser mejor —murmuré en voz baja, deslizando el móvil sobre la mesa antes de levantarme para seguir a Brianna y Eliot hacia el comedor.
Tomé asiento y empecé a comer, despacio, como si cada bocado pesara toneladas. Pero mi mente no estaba en la comida. Volví a lanzar una mirada furtiva al celular. Déjalo ya, Draco. Me regañé a mí mismo, guardando el aparato en el bolsillo de mi túnica para evitar la tentación de revisarlo de nuevo. No puedes estar tan pendiente de él. No es sano.
—¿No escucharon? —soltó Brianna con entusiasmo, sentada a mi lado— Va a haber un concurso.
—¿Un concurso? —preguntó Eliot, masticando perezosamente— ¿De qué?
Hice una mueca de disgusto, pero mi curiosidad se encendió, así que miré a Brianna con algo más de interés.
—No tengo idea exacta, lo único que sé es que es para medir la fuerza. Es cuerpo a cuerpo, una pelea —sonrió, casi emocionada— ¡Los mejores aurores competirán! ¿No es emocionante?
—No estoy interesado —murmuró Eliot con indiferencia— No quiero humillarlos.
—No te decía a ti, Eliot —bufó Brianna con desdén antes de volverse hacia mí— ¿Competirás, Draco?
La miré con seriedad, arqueando una ceja.
—¿Por qué haría eso? Sería como darle un espectáculo a la gente. Un circo, donde nosotros seríamos los animales. No, gracias —respondí, sin interés alguno.
Brianna hizo un puchero, pero no insistió.
—Qué mal... quería ver cómo peleabas. En los entrenamientos eras muy bueno —comentó con una sonrisa que, admito, infló un poco mi ego.
Sonreí, pero solo de forma superficial. No necesito más espectadores.
—¿Pero vamos a ver, no? —preguntó, ya dando por hecho que asistiríamos.
No mucho tiempo después, ya estábamos sentados en las gradas, rodeados por unas cuantas personas que habían acudido a presenciar el evento. No es que fuera una multitud. La gente se acomodaba, susurrando entre ellos, mientras las puertas se abrían y dejaban pasar a los aurores, algunos bastante bien vestidos, lo que provocaba suspiros y murmullos admirados en la audiencia.
Yo, en cambio, los observaba con indiferencia, dejando caer mi cabeza en una mano, aburrido. La competencia comenzó sin más, y pronto algunos aurores principiantes fueron derrotados, unos tras otros, sin mucha resistencia. Otros lograban sorprender y se defendían decentemente, pero los que realmente se llevaban la peor parte eran los que terminaban tan golpeados que tenían que ser llevados a la enfermería. Patéticos. No pude evitar sonreír, entretenido por su falta de habilidad.
De repente, la voz del presentador resonó por todo el lugar.
—Tenemos un anuncio importante —dijo con entusiasmo— Al mejor concursante de hoy se le otorgará un premio especial. ¡El auror con el mejor desempeño tendrá la oportunidad única de cenar con nuestro héroe, Harry Potter!
Mi sonrisa se desvaneció al instante. Dejé de apoyar la cabeza en la mano y me enderecé, frunciendo el ceño. ¿Una cita? Sentí una extraña mezcla de sorpresa y desagrado revolviéndose en mi estómago.
Miré hacia la arena, las manos apretadas en puños sobre mis rodillas, tratando de controlar la marea de celos que me invadía. No podía creerlo. ¿De verdad usan a Harry como premio para una competencia ridícula? La idea de que alguien más pudiera tener la oportunidad de pasar una noche a solas con él me encendía por dentro.
Intenté mantener la compostura, pero por dentro, todo se desmoronaba.
Harry observaba el reloj en su oficina, los tics y tocs resonando en la quietud de la habitación como un recordatorio constante de que el tiempo seguía su curso, aunque él se sintiera atrapado en un punto sin salida. Sus ojos se deslizaron hacia su móvil, donde el mensaje de Draco seguía sin abrirse. Sabía que estaba ahí, esperando, pero no podía obligarse a leerlo. No ahora.
—¿De verdad irás a esa cita a ciegas? —preguntó Ron, rompiendo el silencio, su voz algo apagada mientras se acomodaba en la silla a su lado.
—Sirius dice que sería bueno... —respondió Harry, con una nota de desagrado— Esa chica... parece un buen partido, o eso dicen.
Bajó la mirada hacia sus manos, jugando distraídamente con el bolígrafo sobre su escritorio. La idea de una "buena chica" como pareja no le emocionaba en lo más mínimo, pero el peso de las expectativas recaía sobre sus hombros.
—El mundo espera verme con una buena chica, ¿no? Conocí a Ginny en Hogwarts, y ahora es famosa, una jugadora excepcional de quidditch. Cumple con lo que todos esperan de mí —su voz se fue apagando mientras hablaba, sin poder ocultar la falta de entusiasmo.
Ron suspiró profundamente, mirando a su amigo con una mezcla de comprensión y frustración.
—Ginny es mi hermana, Harry, pero aunque no lo fuera... —dijo Ron, eligiendo sus palabras con cuidado— No creo que sea la mejor idea si tú no estás seguro. No deberías hacer esto solo porque otros lo esperan de ti.
Harry mantuvo la vista fija en sus manos, sin atreverse a levantar la cabeza. Ron tenía razón, pero las palabras de Sirius y los susurros del mundo exterior seguían pesando sobre él. La imagen del "héroe" tenía que cumplir con ciertos estándares, ¿verdad? Eso significaba formar una familia, tener una relación con alguien que encajara en esa narrativa. Y luego estaba Draco...
Hermione, que había permanecido callada hasta ese momento, habló con suavidad desde el otro lado de la oficina.
—¿Eso significa que vas a renunciar a Malfoy? —preguntó con cuidado, sus ojos observando cada cambio en la expresión de Harry.
El silencio en la habitación se hizo más pesado. Harry no respondió de inmediato, pero podía sentir el nudo formándose en su garganta. El solo hecho de pensar en Draco le causaba un dolor sordo en el pecho, un dolor que no desaparecía, sin importar cuánto intentara ignorarlo. Draco Malfoy. La idea de renunciar a él era un golpe que no estaba seguro de poder soportar.
—Sí... —susurró finalmente, casi inaudible, como si la palabra lo desgarrara por dentro.
Hermione y Ron intercambiaron una mirada rápida, pero ninguno dijo nada. Sabían que Harry estaba atrapado entre lo que el mundo esperaba de él y lo que realmente deseaba. La presión del deber y la imagen que debía proyectar como "El Elegido" lo estaba llevando a una decisión que ni él mismo quería tomar.
Harry cerró los ojos un momento, sintiendo ese dolor familiar que solo Draco era capaz de despertar en él. Pensaba en los momentos compartidos, las conversaciones a medias, el modo en que los ojos de Draco siempre parecían observar más allá de las máscaras que todos usaban. Pero nada de eso importaba ahora. El mundo, con su crueldad silenciosa, exigía que él siguiera adelante, que se apartara de lo que realmente deseaba.
Y eso dolía más de lo que jamás hubiera imaginado.
Draco se lavaba las manos en el baño del Ministerio, pero su mente estaba lejos, atrapada en aquel maldito anuncio. ¿Una cena a solas con Harry Potter? Pensar en ello lo había inquietado más de lo que quería admitir. Se miró en el espejo por un segundo, intentando despejarse de esos pensamientos, cuando escuchó voces a su espalda.
—Seguro que yo ganaré —presumió un auror, uno de esos que Draco reconocía como los rivales más formidables.
Draco giró ligeramente la cabeza para observar de reojo, tratando de no llamar la atención.
—No me sorprendería —respondió otro con una sonrisa arrogante—. Apenas esos otros aurores son unos críos. No tienen oportunidad contra nosotros.
—Además, un poco de diversión no estaría mal, ¿no? —rió el primero, lanzando una mirada lasciva—. Podría decirle al mundo que el héroe es tan bueno en la cama como en la batalla.
—No te adelantes —bromeó el segundo, soltando una carcajada—. Puede que sea yo quien gane. Después de todo, soy el mejor.
Draco apartó la mirada, sintiendo un creciente enojo hervir bajo su piel. No era solo por los comentarios, aunque eso ya era suficiente. Era por la manera en que esos imbéciles reducían a Harry a un trofeo, a una simple conquista. ¿Es que no veían lo que Harry realmente era? Aún podía recordar con claridad el sabor de los labios de Harry sobre los suyos, el toque de su mano cuando lo llevó al parque de diversiones, la dulzura con la que sus dedos se movían al tocar el piano. Harry era perfecto, su alma era perfecta. Y estos idiotas... solo podían ver el exterior.
Draco se miró en el espejo una última vez. No lo permitiré.
Más tarde, en la arena de entrenamiento, todos los aurores se estaban preparando para el combate. El presentador se aclaró la garganta antes de dirigirse al público.
—Si nadie más quiere unirse a esta gran oportunidad —anunció—, entonces podemos iniciar en tres... dos...
—¡Esperen! —se oyó una voz firme y clara desde la entrada.
Todos giraron la cabeza hacia las puertas. Draco Malfoy empujaba las pesadas puertas con un aire que parecía sacado de una película, su cabello ondeando ligeramente con el viento que se filtraba en la sala. Brianna dejó caer la mandíbula al suelo, sorprendida, mientras Eliot masticaba palomitas con tal lentitud que todo parecía ir en cámara lenta a su alrededor.
—Muévanse —ordenó Draco con frialdad, apartando a los aurores más novatos que le bloqueaban el paso—. Yo lo haré.
Los aurores que lo miraban desde la arena intercambiaron miradas incrédulas antes de retirarse, claramente sorprendidos por la confianza de Draco, aunque algunos reían por lo bajo, sin creer que fuera a lograr mucho. Brianna y Eliot llegaron corriendo hasta él, agitados.
—¡Draco, qué haces! —preguntó Brianna sin poder creerlo.
—Voy a ganar esto —respondió Draco con determinación, sin apartar los ojos de los dos aurores que se habían estado jactando de ganar la competencia.
—¿No habías dicho que no querías participar? —agregó Eliot, confundido, mientras intentaba terminarse sus palomitas.
—Es participar o morir —Draco empezó a calentar, saltando en su lugar, su rostro enfocado en la pelea que estaba por venir.
—Me gusta esa actitud —dijo Eliot, sonriendo ante el cambio de ánimo de su compañero.
—¡Vamos, Dray! ¡Tú puedes! —aplaudió Brianna con entusiasmo.
Draco no necesitaba más ánimo. Sabía por qué lo hacía. Este no era solo un torneo cualquiera para demostrar su fuerza o habilidad. Era por Harry. Por su Harry. No iba a dejar que nadie más lo tocara, lo insultara o lo redujera a un simple premio.
Estaba decidido. No iba a permitir que esos aurores obtuvieran una cena, y mucho menos algo más, con el hombre que, sin darse cuenta, había capturado su corazón.
El silbato resonó, su agudo sonido rebotando en las paredes de la arena, señalando el inicio del combate. El primer auror entró al centro, su mirada fija en Draco, una sonrisa de desprecio dibujándose en sus labios.
—He oído hablar de ti... pero no estoy impresionado —comentó con arrogancia, dando un paso adelante—. ¿No sabes quién soy?
Draco lo observó sin parpadear, su rostro impasible, pero su ceja se arqueó en un gesto desinteresado.
—¿Debería? —respondió con un tono gélido—. Como bien dijiste, has oído hablar de mí. El único importante aquí soy yo.
La sonrisa del auror se desvaneció, sus ojos se encendieron de rabia, y sin pensarlo más, se lanzó hacia Draco. El primer golpe lo asestó Draco, directo hacia la mandíbula, pero el auror lo bloqueó con el antebrazo, respondiendo con un puñetazo en el abdomen que le sacó el aire a Draco. Jadeando, Draco retrocedió un paso, recuperando el aliento, pero sin dejar de mirar a su oponente con furia contenida. Giró sobre sí mismo y lanzó una patada alta, la cual fue bloqueada nuevamente, pero su puño encontró las costillas del auror, haciéndolo retroceder con un gruñido de dolor.
Aprovechando la apertura, Draco se abalanzó, agarrándolo por la cabeza y golpeándolo contra el suelo. El auror, reaccionando rápido, le dio un golpe en las piernas, derribándolo. Rápidamente se subió sobre Draco, golpeándolo sin descanso mientras Draco se cubría el rostro con los brazos.
—No sé por qué te molestas —se burló el auror entre risas—. Eres débil. No te preocupes, cuando gane, te contaré todos los detalles de lo bien que lo hace Harry.
Los ojos de Draco brillaron con una furia incendiaria. ¿Débil? ¿Él? Con un rápido movimiento, levantó la pierna y le propinó una patada directa en la entrepierna. El auror se desplomó, y Draco aprovechó para levantarse ágilmente, lanzando una patada giratoria que conectó con la cabeza del auror, sacándolo de la arena de un solo golpe.
El segundo auror entró de inmediato, atacando por detrás sin previo aviso y empujando a Draco contra el suelo. Draco rodó, frenándose justo antes de caer fuera de los límites, pero antes de poder levantarse del todo, una patada lo alcanzó en el rostro, haciéndolo sangrar del labio. Draco se pasó la lengua por la herida y sonrió irónicamente, limpiándose la sangre con el dorso de la mano.
—Aún no has ganado, novato —dijo el auror, con una sonrisa confiada.
—Pero lo haré —respondió Draco, su voz cargada de certeza.
Draco lanzó una patada, pero el auror la bloqueó y lo derribó de nuevo. Sin embargo, Draco lo agarró con las piernas, lanzándolo por encima de su cuerpo hasta que cayó al suelo cerca del borde de la arena. El auror se levantó lentamente, recuperando el aliento.
—Ríndete, Malfoy —gruñó el auror mientras se tambaleaba—. Esa cena es mía. Potter merece estar con un hombre de verdad.
Draco se limpió la sangre que goteaba de su nariz, sus ojos grises oscuros como el mercurio.
—Cállate —murmuró, su voz como hielo quebrado.
El auror se lanzó hacia Draco, agarrándolo por detrás y bloqueando sus brazos en un intento de inmovilizarlo.
—Te haré un favor —susurró el auror al oído de Draco—. Cada grito llevará tu nombre cuando esté con él.
Algo estalló dentro de Draco. Sus ojos se volvieron como cuchillas afiladas, brillando con una furia contenida que ahora brotaba con fuerza. Con un movimiento violento, se dejó caer hacia atrás, arrastrando al auror con él, y luego lo lanzó fuera de la arena con un giro explosivo.
Dos fuera. Solo quedaba uno.
El tercer auror entró con paso seguro, claramente mayor que los anteriores. Draco se sostuvo el costado, sintiendo el dolor punzante en sus costillas. Sin previo aviso, recibió una patada en la espalda que lo hizo caer de rodillas.
—Te has topado con un muro, Malfoy —dijo el auror con un tono grave, agachándose para presionar sus costillas con fuerza, haciendo que Draco soltara un gemido involuntario.
Draco, con un esfuerzo sobrehumano, lo apartó con un golpe que tambaleó al auror hacia atrás. Este se tocó el pómulo, que ahora estaba rojo e hinchado.
—Maldito mortífago —escupió el auror.
Draco lo miró, su mirada afilada como un cuchillo. Con un movimiento rápido, atrapó el brazo del auror que intentaba golpearlo de nuevo, y lo lanzó contra el suelo. Sin perder tiempo, se subió sobre él, comenzando a golpear su rostro con fuerza. El auror logró darle un golpe en las costillas, lanzándolo lejos. Draco cayó cerca del borde de la arena.
—Esto se acabó —murmuró el auror, levantándose.
Ambos se lanzaron al ataque al mismo tiempo, sus golpes impactando mutuamente. Ambos cayeron al suelo, adoloridos. Draco se levantó primero, y con un último esfuerzo, lanzó una patada que sacó al auror de la arena.
Draco lo miró fijamente, sus ojos llenos de determinación. Estaba a punto de avanzar hacia él cuando Brianna lo detuvo, sujetándolo del brazo.
—Ya está, Draco —dijo ella con voz suave—. Ya acabó.
Draco la miró, su respiración agitada, mientras observaba a los tres aurores, sangrando y derrotados a su alrededor.
—Vaya... eres bueno, Malfoy —bromeó Eliot desde las gradas, con una sonrisa—. No querría ser tu enemigo.
You are reading the story above: TeenFic.Net