𝐇𝐀𝐑𝐑𝐘 𝐄𝐒𝐓𝐀𝐁𝐀 𝐀𝐑𝐑𝐎𝐃𝐈𝐋𝐋𝐀𝐃𝐎 𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐒𝐔𝐄𝐋𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐁𝐈𝐁𝐋𝐈𝐎𝐓𝐄𝐂𝐀, 𝐈𝐍𝐓𝐄𝐍𝐓𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐑𝐄𝐂𝐎𝐆𝐄𝐑 𝐋𝐎𝐒 𝐋𝐈𝐁𝐑𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐐𝐔Í𝐌𝐈𝐂𝐀 𝐐𝐔𝐄 𝐏𝐀𝐑𝐄𝐂Í𝐀𝐍 𝐂𝐎𝐍𝐒𝐏𝐈𝐑𝐀𝐑 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐀 É𝐋 𝐏𝐀𝐑𝐀 𝐄𝐒𝐂𝐀𝐏𝐀𝐑𝐒𝐄 𝐃𝐄 𝐒𝐔𝐒 𝐌𝐀𝐍𝐎𝐒. Suspiraba cada vez que uno se le resbalaba de nuevo al suelo. Miró la portada de uno con una expresión de resignación. ¿Por qué estas cosas no vienen con dibujos? pensó, frustrado.
Neville, a su lado, no era de gran ayuda. Agarraba un libro, lo movía torpemente y terminaba dejándolo caer encima de otro. Ambos chicos parecían una parodia del desastre académico.
—Entonces, ¿tomas arte de 3 a 5? —preguntó Neville mientras intentaba equilibrar tres libros que estaban a punto de caer—. ¿No es muy tedioso?
Harry bufó, medio riendo.
—Si no terminara cubierto de pintura cada vez, podría gustarme más. Pero al menos no explotan las cosas como en química.
Neville asintió con comprensión mientras acomodaba otro libro torcido.
—¿Y ya no tomas natación? ¿Qué hay del rugby? ¿Dónde dices que vives?
Harry levantó la mirada, algo confundido por el bombardeo de preguntas.
—En Birchwood Lane. ¿Por qué?
Neville se quedó pensativo por un momento antes de fruncir el ceño.
—Oh... alto, ¿por ahí no vive...?
Antes de terminar la frase, una voz elegante y cargada de confianza resonó detrás de ellos.
—Somos vecinos.
Harry giró tan rápido que accidentalmente rasgó una hoja de su cuaderno, y todos los libros que tenía en las manos se desplomaron al suelo de nuevo. Pero esta vez, antes de que hicieran ruido, una mano firme agarró todos los libros al vuelo.
La misma mano que en ese momento descansaba en su cintura.
—Perdón, no quería espantarte. —Draco Malfoy sonrió, inclinándose ligeramente hacia Harry, con una gracia casi teatral.
Neville soltó un leve grito que parecía más un chillido de ratón y se escondió detrás del libro más cercano antes de desaparecer entre los estantes como si lo persiguiera un basilisco.
Harry parpadeó, primero sorprendido y luego ligeramente irritado. Se apartó, ajustando su uniforme con un movimiento torpe.
—Ah... gracias, supongo. —Lo miró de arriba abajo, desconcertado—. Si buscas la sala de estudio, está dos estantes detrás de ti.
Draco le entregó los libros con una sonrisa encantadora que no hacía más que desconcertarlo más.
—Gracias. —Draco seguía mirándolo con un interés inquebrantable.
Harry tomó los libros, los colocó sobre una mesa cercana y trató de ignorarlo mientras volvía a acomodar sus cosas. Pero la mirada de Draco era imposible de ignorar. Finalmente, Harry lo miró de reojo, con el ceño fruncido.
—¿Se te ofrece algo más?
Draco arqueó una ceja, fingiendo sorpresa.
—¿No me conoces?
—Claro que sí. Por eso me pregunto cómo alguien como tú está aquí mirándome. —Harry lo observó, todavía más desconfiado.
Draco sonrió, inclinándose un poco hacia él.
—¿No recuerdas lo que dije? Es tu milagro, Potter.
—¿Me darán comida gratis?
Draco se detuvo, claramente desconcertado.
—¿Qué?
—Es que ya está muy cara hoy en día. —Harry lo dijo con total seriedad, como si fuera lo más lógico del mundo.
Draco parpadeó, sin saber si reír o enfadarse.
—¿No traes tu propia comida?
—Hoy quise pedir algo y me la cobraron aparte. Me cobran como si fuera rico.
—Eres rico.
—Mis padres son ricos, no yo. Lo que deberían hacer es cuidar los baños. Apestan horrible, y Filch no hace mucho que digamos.
Harry se encogió de hombros como si eso explicara todo. Luego señaló los estantes.
—Bueno, no puedo tocar los libros sin causar un desastre. Así que si necesitas algo, tendrás que buscarlo tú mismo. Neville estaba aquí para vigilarme. Si no, ya estaría vetado de la escuela.
Draco lo miró, divertido, mientras Harry seguía señalando de manera aleatoria.
—O por allá están los estudiantes... o los Slytherins... o si quieres silencio, puedes ir con los Ravenclaw...
—Potter.
—O podrías—
—¡Potter!
Harry se detuvo.
—¿Qué?
Draco lo miró directamente a los ojos, su sonrisa un poco más afilada.
—No necesito estudiar. El que estudia duda de sus conocimientos, y yo tengo mucha confianza en mí mismo.
Harry frunció el ceño, sin saber qué responder a eso.
—Bueno, si no es eso, no tengo dinero si es lo que buscas. —Continuó sin darle tiempo a hablar.
Draco soltó una carcajada suave y negó con la cabeza.
—Potter, eres... peculiar.
—Eso no es un cumplido, ¿cierto?
—Depende de cómo lo tomes.
Draco giró sobre sus talones con la elegancia de alguien acostumbrado a caminar como si estuviera en una pasarela.
—Nos vemos luego, Potter.
Harry lo observó irse, sintiéndose más confundido que nunca.
—¿Qué demonios acaba de pasar? —murmuró para sí mismo, antes de volver a recoger sus libros por tercera vez.
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Harry entró al salón de arte arrastrando los pies, su mochila colgando de un solo hombro y un mechón de cabello rebelde cubriéndole parcialmente los ojos. Apenas puso un pie dentro, la profesora Trelawney, con su acostumbrado aire místico y sus múltiples bufandas colgando, levantó la mirada desde su atril.
—Oh, querido, qué bueno que llegaste. —Le sonrió con esa expresión etérea que siempre parecía estar al borde de una revelación trascendental—. Por favor, ve a sentarte allá. —Señaló un asiento en la esquina del salón—. Es más alejado, así evitarás empapar a tus compañeros con pintura... otra vez.
Harry tragó saliva y miró rápidamente a Lyra, una chica rubia que ya no era tan rubia porque su cabello seguía siendo de un naranja brillante después del accidente de hace dos días. Lyra lo fulminó con la mirada, los ojos entrecerrados como si quisiera prenderlo fuego con solo pensarlo. Harry ofreció una torpe sonrisa de disculpa y rápidamente caminó hacia el asiento señalado, sintiendo los ojos de ella clavados en su nuca como dagas.
Se dejó caer en su silla con un suspiro de alivio. Todo parecía tranquilo.
—Hola.
Harry saltó del susto, soltando un leve sonido que prefirió no catalogar como un grito. Giró la cabeza rápidamente y vio a Malfoy, sentado a su lado con una expresión relajada y un pincel en la mano, como si fuera lo más natural del mundo.
—¿Y tú... de dónde saliste? —preguntó Harry, todavía recuperándose del sobresalto.
—De mi madre.
Harry puso los ojos en blanco con tanta fuerza que casi se le voltearon.
—Me refiero a...
—¿No puedo tomar la clase de arte igual que tú? —Draco sonrió de manera angelical, lo que solo incrementó la desconfianza de Harry.
—No, bueno, sí... pero... creí que ya no aceptaban a más alumnos a mitad del semestre.
—Tengo privilegios. —Draco sonrió con esa confianza arrogante que lo caracterizaba—. Además, soy bueno en todo lo que hago.
Harry bufó, mirando hacia su lienzo.
—Claro... —murmuró con tono sarcástico.
Antes de que pudiera agregar algo más, la profesora Trelawney carraspeó delicadamente para llamar la atención de la clase.
—Hoy exploraremos una técnica maravillosa llamada puntillismo. —Dijo la palabra como si estuviera revelando un secreto ancestral—. ¿Alguien aquí sabe de qué se trata?
La clase permaneció en un incómodo silencio. Algunos estudiantes intercambiaron miradas nerviosas, otros fingieron estar muy ocupados preparando sus materiales. Harry hundió un poco la cabeza, esperando que no lo llamaran.
—Oh, yo sé, profesora. —La voz clara y segura de Draco rompió el silencio.
Harry levantó la vista rápidamente. Por supuesto, él tenía que saber.
—¡Excelente! —exclamó Trelawney con genuino entusiasmo—. Por favor, comparte con la clase, señor...
—Malfoy. Draco Malfoy. —Dijo su nombre como si fuera una celebridad presentándose en una gala.
Harry no pudo evitar hacer una mueca al escuchar ese tono.
—El puntillismo —continuó Draco con un aire de experto— es una técnica de pintura en la que se aplican puntos de color puros para formar imágenes. La mezcla de colores ocurre en los ojos del espectador, no en el lienzo. Fue popularizada por Georges Seurat en el siglo XIX.
Trelawney lo miraba con ojos brillantes, como si hubiera encontrado a su nuevo favorito.
—¡Maravilloso, señor Malfoy! Qué placer tener a alguien tan informado en mi clase.
Harry, mientras tanto, lo observaba de reojo con una mezcla de irritación y escepticismo. Draco le devolvió la mirada y le sonrió, esa sonrisa inocente que en realidad gritaba: "Sí, soy mejor que tú y lo sabes".
Harry frunció el ceño, agarró un pincel y empezó a hacer puntos en su lienzo, aunque parecía más bien que estaba apuñalándolo con pintura.
—Bien, bien, chicos. —Trelawney palmeó sus manos con entusiasmo—. Ahora, intenten crear algo usando esta técnica. Recuerden, se trata de paciencia y precisión.
Draco ya estaba trabajando, sus puntos perfectamente alineados, mientras Harry intentaba desesperadamente no hacer un desastre. Sin embargo, la presión de la mirada de Draco, que claramente disfrutaba cada segundo de su supuesta superioridad, lo ponía aún más nervioso.
Finalmente, Harry soltó un suspiro exasperado y se inclinó hacia Draco.
—¿Podrías dejar de mirarme como si fueras un crítico de arte?
Draco no apartó la mirada, sonriendo como si no tuviera una sola preocupación en el mundo.
—Solo estoy admirando tu técnica, Potter. Es... única.
—Eso no es un cumplido, ¿cierto?
—Depende de cómo lo tomes.
Harry bufó y volvió a concentrarse en su lienzo, aunque no pudo evitar sentir que Draco lo estaba observando todo el tiempo. Por primera vez, deseó con todas sus fuerzas que la clase de arte terminara rápido.
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Harry salió del salón de arte arrastrando los pies, un bostezo escapándose de él mientras intentaba reprimir otro. El día había sido largo, y la clase de arte, aunque entretenida, lo había dejado agotado. Con los hombros ligeramente encorvados, bajó las escaleras detrás de los demás estudiantes que, como él, habían estado en actividades extracurriculares.
—Entonces, ¿te gusta el arte? —Draco apareció a su lado de repente, con esa sonrisa confiada que parecía eterna.
Harry dio un pequeño salto, girándose para mirar a Draco y luego mirando rápidamente hacia otro lado, como si con eso pudiera procesar mejor la situación.
—¿Cómo apareciste?
—Soy bueno en muchas cosas, Potter. —Draco sonrió, acomodándose su chaqueta con una elegancia que parecía ensayada.
Harry lo miró de reojo, con una mezcla de desconfianza y resignación, antes de seguir caminando por el pasillo. Los dos avanzaron juntos, aunque Harry no invitó a Draco a acompañarlo.
Finalmente, llegaron a la salida del edificio, donde varios estudiantes charlaban o recogían sus mochilas antes de irse. La suave brisa de la tarde lo recibió, haciéndole sentir un poco más relajado.
—Hola, Harry. —La voz cálida de Cedric Diggory lo hizo detenerse.
Harry se giró rápidamente, sorprendido, pero su expresión cambió de inmediato a una sonrisa amplia y sincera.
—Hola, Cedric... ¿cómo estás?
—Bien, ¿y tú? —respondió Cedric con su característico tono amable—. ¿Qué tal te va en arte? ¿Por fin encontraste un lugar donde tu torpeza no destaque tanto?
—Claro... creo que aquí puedo ser un desastre creativo. —Harry rio suavemente, rascándose la nuca con una mezcla de humor y autocrítica.
Cedric le sonrió con esa naturalidad que hacía que todo pareciera mejor.
—Muero por ver cuál será tu obra al final del año.
Harry parpadeó, confundido, y ladeó la cabeza.
—¿Cómo?
—¿No lo sabes, Potter? —intervino Zacharias Smith, quien llegó abrazando a Cedric con la camaradería de alguien que conocía a todo el mundo. Su tono era claramente burlón—. Todos los años, cada área de la escuela, como deportes, artes, danza, música... bla bla bla, presenta algo al público. Es una especie de festival. Este año toca a los de arte. Todos los que lo estudian como actividad extracurricular tienen que presentar una obra al final del año. Dependiendo de cuál sea la mejor, se lleva un trofeo.
—¿Un trofeo? —Harry abrió los ojos, empezando a sonreír, pero con cierta incredulidad.
Smith alzó una ceja con malicia.
—Sí, aunque en tu caso probablemente sea el trofeo a la mala suerte. —Soltó una carcajada.
Cedric le dio un codazo en las costillas con una mirada de reproche.
—No le hagas caso, lo dice porque él nunca ha ganado nada. —Le guiñó a Harry, empujando a Smith de manera juguetona. Luego volvió a mirar a Harry, su expresión volviéndose más cálida—. Oye, estoy seguro de que lo harás bien. Tienes... un estilo único, por así decirlo.
Harry se rascó la cabeza, sonrojándose un poco bajo la intensidad de la sonrisa de Cedric.
—Gracias. Eh, ¿tú tienes algo pronto?
—Sí, una competencia este fin de semana. Espero que vayas a verme.
—Claro, ahí estaré. —La sonrisa de Harry se ensanchó, aunque su rostro seguía teñido de un leve color rojo.
Cedric asintió y, después de despedirse con una palmada en el hombro, se fue con Smith todavía refunfuñando a su lado.
Harry se quedó en la entrada, mirando cómo Cedric se alejaba, mientras un suspiro escapaba de él. Su mente estaba en todas partes: el festival de arte, el trofeo, y la sonrisa de Cedric.
𝐋𝐀 𝐍𝐎𝐂𝐇𝐄 𝐂𝐀Í𝐀 𝐑Á𝐏𝐈𝐃𝐀𝐌𝐄𝐍𝐓𝐄, 𝐘 𝐋𝐀𝐒 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀𝐒 𝐋𝐔𝐂𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐋𝐀𝐒 𝐅𝐀𝐑𝐎𝐋𝐀𝐒 𝐈𝐋𝐔𝐌𝐈𝐍𝐀𝐁𝐀𝐍 𝐓𝐄𝐍𝐔𝐄𝐌𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐋𝐀 𝐀𝐂𝐄𝐑𝐀 𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐑𝐀𝐒 𝐇𝐀𝐑𝐑𝐘 𝐂𝐀𝐌𝐈𝐍𝐀𝐁𝐀 𝐂𝐎𝐍 𝐋𝐀𝐒 𝐌𝐀𝐍𝐎𝐒 𝐄𝐍 𝐋𝐎𝐒 𝐁𝐎𝐋𝐒𝐈𝐋𝐋𝐎𝐒. Un ligero escalofrío recorrió su espalda al escuchar unos pasos detrás de él. Giró la cabeza para mirar y notó una sombra que parecía seguirlo. Su corazón empezó a latir más rápido.
Aceleró el paso, intentando mantener la calma, pero los pasos se sincronizaban con los suyos, cada vez más cercanos. Decidió no arriesgarse. Sin mirar atrás, empezó a correr, sus zapatillas golpeando el pavimento con fuerza.
—¡Potter, oye! ¡Potter! —gritó una voz familiar, pero Harry no disminuyó la velocidad.
Cruzó la calle sin pensarlo, decidido a no detenerse, pero una mano fuerte lo agarró del brazo y lo tiró hacia atrás justo antes de que un coche pasara, su bocina resonando en la noche.
—¿Acaso te quieres morir? —bramó Malfoy, jadeando mientras mantenía su agarre en el brazo de Harry.
Harry también jadeaba, su pecho subiendo y bajando con rapidez mientras miraba primero a Draco y luego hacia atrás, donde no había nadie más.
—¿Tú me seguías? —preguntó entrecortado, frunciendo el ceño.
—¿Por qué te seguiría? —replicó Draco, soltándolo y cruzándose de brazos.
—Eres extraño. —Harry lo señaló con una mirada acusatoria— Te he visto todo el día. No me sorprendería que quisieras perseguirme.
Draco alzó una ceja, claramente ofendido.
—Tal vez sea porque estamos en la misma escuela, genio.
—Aun así... —Harry lo miró de arriba abajo, suspicaz—. ¿Qué haces por aquí?
Draco suspiró con impaciencia y señaló a un lado de la calle.
—Mi casa es esa.
Harry se giró para mirar, y su mandíbula casi cayó al suelo. Al otro lado de la calle se alzaba una enorme mansión de estilo victoriano, con un exterior impecable de piedra gris y detalles tallados a mano. Los ventanales altos estaban enmarcados con cortinas de terciopelo que se podían distinguir incluso desde afuera. Las luces interiores brillaban cálidas pero precisas, como si alguien hubiera calculado cada detalle para exudar elegancia. Un enorme jardín perfectamente cuidado rodeaba la propiedad, con setos esculpidos y una fuente que parecía sacada de un cuento de hadas.
—¿Vives en esa mansión embrujada? —preguntó Harry, señalando con incredulidad.
La sonrisa satisfecha de Draco se desvaneció al instante.
—¿Embrujada?
—Siempre está en silencio. —Harry lo miró de reojo—. Parece que viven fantasmas. A veces veo las luces prenderse y apagarse solas. Muy sospechoso.
Draco se cruzó de brazos, mirándolo como si hubiera dicho el peor insulto imaginable.
—Eso es porque nosotros no hacemos escándalos como ustedes.
—¿Escándalos? —repitió Harry, frunciendo el ceño.
—Sí, Potter. A veces escucho música a todo volumen a altas horas de la madrugada. No tienen ni una pizca de decencia.
Harry bufó, cruzando los brazos también.
—Claro que tenemos decencia. Preferimos disfrutar nuestra vida a ser autómatas de la perfección.
Draco sonrió de lado, con esa expresión de superioridad que lo caracterizaba. Su mirada se desvió hacia la mansión que estaba justo al lado de la suya, la casa de los Potter. Aunque tenía un tamaño similar a la de los Malfoy, su estilo era completamente diferente. Con muros de ladrillo cálido y enredaderas que trepaban por las paredes, la mansión Potter emanaba una sensación acogedora y vivida. Las luces de las ventanas brillaban con un resplandor dorado, y en el porche delantero se veían macetas llenas de flores coloridas, dando un aire hogareño y familiar.
—¿Cómo es que hasta ahora me doy cuenta de que somos vecinos? —preguntó Draco, todavía observando la mansión con una leve curiosidad.
—Quizás porque yo no soy de tu clase. —Harry lo miró de arriba abajo con intención—. Lo tuyo es pura burocracia.
Draco puso los ojos en blanco.
—Tenemos el mismo nivel socioeconómico, Potter.
—Pero no la misma educación. —Harry le lanzó una mirada retadora antes de empezar a cruzar la calle.
Draco estaba a punto de responder algo mordaz, pero Harry casi fue atropellado otra vez, un coche frenando justo a tiempo mientras el conductor tocaba el claxon con frustración.
—¡Ten cuidado, idiota! —gritó Draco, aunque más molesto que preocupado.
Harry, sin inmutarse demasiado, siguió caminando hacia su casa, lanzándole una última mirada desinteresada. Draco lo observó alejarse, apretando los labios mientras intentaba comprender qué acababa de suceder.
—¿Cómo voy a convertir a alguien como él en atractivo? —murmuró Draco para sí mismo, rodando los ojos y caminando hacia su propia puerta.
Las dos mansiones, una al lado de la otra, se iluminaban bajo la luz de la luna, tan diferentes como las familias que vivían en ellas.
GRACIAS POR LEER!!
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