18 // ʟᴇꜱ ʏᴇᴜx ɴᴇ ᴍᴇɴᴛᴇɴᴛ ᴘᴀꜱ

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𝐋𝐀 𝐒𝐀𝐋𝐀 𝐃𝐄 𝐄𝐒𝐓𝐀𝐑 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐌𝐀𝐍𝐒𝐈Ó𝐍 𝐌𝐀𝐋𝐅𝐎𝐘 𝐄𝐑𝐀 𝐔𝐍𝐀 𝐎𝐁𝐑𝐀 𝐃𝐄 𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐄𝐍 𝐒Í 𝐌𝐈𝐒𝐌𝐀. Con sus altos techos, candelabros de cristal y sofás de terciopelo, Harry no pudo evitar admirarla. Pasó la mirada por las paredes decoradas con retratos antiguos y muebles que parecían demasiado costosos para siquiera tocar.

—¿Es elegante, no? —preguntó Draco, apareciendo detrás de él con una bandeja que sostenía una tetera y dos tazas finas.

Harry sonrió, aceptando el té.

—Elegante es quedarse corto.

Mientras sorbía con cuidado, su vista se detuvo en una pequeña mesa junto a una esquina. Había un portarretratos plateado con una foto de un Draco bebé, vestido con ropa formal y una expresión que era una mezcla de disgusto y curiosidad.

—¿Ese eres tú? —preguntó Harry, acercándose a la foto con una sonrisa.

Draco levantó una ceja mientras se sentaba en uno de los sillones.

—Sí, pero no hagas mucho alboroto.

—Eras adorable, ¿sabes? —comentó Harry, dejando la taza en la mesa.

Draco fingió indignación.

—¿Qué insinúas? ¿Que ahora ya no lo soy?

Harry estaba tomando otro sorbo de té y casi lo escupe por la sorpresa. Draco, viendo su reacción, estalló en una carcajada.

—Relájate, Potter, era una broma.

—Claro... una broma —murmuró Harry, todavía nervioso, mientras se acomodaba en el sillón frente a él.

En ese momento, Blaise y Pansy entraron en la sala, esta última prácticamente arrastrando a Hermione del brazo como si fueran amigas de toda la vida. Hermione sonreía, aunque con un toque de incomodidad.

—¡Pijamada! —anunció Pansy con entusiasmo.

Ron, que acababa de entrar detrás de ellos, miró a los tres Slytherins con sospecha antes de posar la vista en Hermione.

—Pero ya íbamos a tener una en casa, ¿no?

Hermione le dio un pisotón en el pie con precisión quirúrgica, haciendo que Ron soltara un quejido.

—Traje juegos de mesa —dijo Hermione rápidamente, ignorando el reproche en los ojos de Ron.

—Harry ama jugar ajedrez —interrumpió Draco, volviendo su mirada hacia Harry con una expresión que mezclaba diversión y curiosidad.

Harry, atrapado, asintió con torpeza.

—Perfecto —dijo Draco, con una sonrisa de satisfacción—. Entonces jugaré contigo.

Ron, recuperándose del pisotón, se cruzó de brazos y lanzó una mirada acusatoria.

—¿No se supone que solo le enseñas a bailar?

Draco alzó una ceja, su sonrisa creciendo en travesura.

—¿Te interesa tomar clases, Weasley? Estoy disponible los jueves. Aunque... —hizo una pausa, llevándose un dedo a los labios como si pensara en algo importante—. Para que puedas pagarme, tal vez tengas que vender tu casa.

Ron frunció el ceño, abriendo la boca para protestar, pero Harry intervino.

—¡Draco! —lo regañó, con el tono autoritario que usaba cuando hablaba con Ron.

Draco levantó las manos, todavía sonriendo.

—Era una broma. Relájense, por favor. —Giró hacia Harry, sus ojos suavizando un poco su expresión—. Ven conmigo a la cocina. Necesitamos más cosas para comer.

Antes de que Harry pudiera responder, Draco lo tomó suavemente de la mano y lo guió hacia la puerta. Harry parpadeó, sorprendido, pero lo siguió sin decir nada.

Hermione y Ron se quedaron congelados, con los ojos puestos en la puerta por la que acababan de salir.

—¿En qué momento...? —murmuró Ron, incapaz de articular sus pensamientos.

Blaise, que había estado observando todo con una expresión relajada, se encogió de hombros.

—Te acostumbrarás con el tiempo.

Hermione, sin embargo, no estaba dispuesta a dejarlo pasar.

—¿Desde cuándo saben de esa... "relación"?

Pansy, que estaba revisando su manicura, ni siquiera levantó la vista.

—No es una relación, Granger. Solo es... una amistad. Draco quiere ayudar a Potter a conquistar a Cedric, eso es todo.

Ron frunció el ceño.

—Eso sigue siendo raro.

Blaise le extendió un plato con galletas y fruta.

—Más raro es que tú sigas odiando a los Slytherins, Weasley. Anda, come algo.

Ron miró el plato con desconfianza, pero finalmente tomó una galleta, mascullando algo inaudible mientras se calmaba. Hermione solo suspiró, cruzando los brazos, mientras Blaise y Pansy intercambiaban una mirada de satisfacción.

ஜ۩۞۩ஜ

La noche avanzaba entre risas y copas de vino, el ambiente en la Mansión Malfoy se había relajado. Todos estaban sentados en círculo, con los juegos de mesa olvidados en un rincón. Alguien había sugerido "verdad o reto", y la mayoría había optado por retos que implicaban beber una copa de vino, lo que, para algunos, ya comenzaba a hacer efecto.

Cuando el turno llegó a Harry, fue Pansy quien se inclinó hacia adelante, con una sonrisa de lo más traviesa.

—Verdad, Potter —dijo, sosteniendo su copa con elegancia—. ¿Qué es lo que le ves a Cedric Diggory?

Harry, algo sorprendido, se acomodó en su lugar, notando que de repente todas las miradas estaban sobre él.

—Pues... —empezó, jugueteando con el borde de su copa—. Es que lo tiene todo. Es amable, atento, bondadoso. Siempre está dispuesto a ayudar a los demás.

Mientras hablaba, Draco, sentado al otro lado del círculo, tomó su copa de vino y bebió de un solo trago. Trató de mantener la compostura, pero apretó la mandíbula mientras su mirada se desviaba al techo. Se forzó a pensar en cualquier otra cosa: perros callejeros, gatos, incluso las malditas decoraciones de la sala. Todo para distraerse del malestar que empezaba a formarse en su interior.

Pansy, que no dejaba pasar una oportunidad, ladeó la cabeza y preguntó con fingida inocencia:

—¿Eso es todo?

Harry, sin notar el cambio en el ambiente, asintió.

—Bueno, también porque... —dudó un momento, como si se sintiera un poco vulnerable al compartir esto—. Una vez, casi me ahogo en la piscina. Y Cedric me salvó. Fue algo... no sé, heroico.

Pansy soltó una risa ahogada y bebió de su copa, antes de soltar:

—Pues Draco también te salvó de ahogarte una vez, ¿no? ¿Eso significa que estás enamorado de él también?

El silencio que cayó fue inmediato. Hermione abrió los ojos como platos, Ron, a medio mordisco de una galleta, casi se atragantó, y Blaise soltó una risa discreta, como si estuviera disfrutando del caos.

Draco, que hasta ahora había mantenido su compostura, giró hacia Pansy con una mirada afilada.

—Pansy, basta.

Harry, por su parte, sonrió, ajeno a la tensión en el aire.

—Draco es un gran amigo —dijo, con un tono sincero pero despreocupado—. Pero no, no estoy enamorado de él.

Draco bufó con sarcasmo y se levantó de golpe, tomando su copa vacía.

—Voy por más vino.

La puerta de la sala se cerró con un pequeño golpe detrás de él. Blaise lo miró de reojo, con una sonrisa casi imperceptible, mientras Pansy reía entre dientes, claramente disfrutando de la situación.

—Draco está molesto —dijo Blaise en voz baja.

Pansy le lanzó una mirada cómplice.

—Molesto no. Está en negación.

Harry los miró, confundido, sin entender del todo a qué se referían. Decidió ignorarlo, pero entonces Pansy lanzó otra pregunta.

—¿Y qué hay de otros chicos? —preguntó, apoyando la barbilla en la mano—. ¿Nunca te has fijado en alguien más?

Draco, que no había ido muy lejos, se detuvo detrás de la puerta, escuchando con atención.

Harry bajó la mirada, como si realmente lo estuviera pensando, aunque en realidad trataba de ganar tiempo. Porque sí, últimamente había notado algo en Draco: su ingenio, su capacidad para irritarlo y al mismo tiempo hacerlo reír. Era algo que intentaba ignorar. Pero después de unos segundos, decidió no complicarse.

—No, para mí, el único es Cedric —dijo finalmente con una sonrisa firme.

Hermione, claramente emocionada, se irguió en su asiento y declaró:

—Eso es lo que me encanta de Harry. Es fiel y cuando se enamora, no hay duda de que será igual.

Ron frunció el ceño.

—¿Por qué suena como si estuvieras escribiendo un libro sobre él?

Hermione le dio un codazo para callarlo, mientras Blaise y Pansy reían por lo bajo. Draco, desde detrás de la puerta, soltó un suspiro aliviado y también frustrado. Había algo en la respuesta de Harry que le provocaba un peso incómodo en el pecho, aunque no sabía exactamente por qué.

ஜ۩۞۩ஜ

La sala estaba en penumbra, iluminada únicamente por la tenue luz que entraba por las ventanas. Harry estaba tumbado en el sofá, envuelto en una manta que no lograba cubrir del todo su cuerpo. Suspiró, cambiando de posición por enésima vez, intentando encontrar una postura cómoda. Pero era inútil. El cojín era demasiado duro, el respaldo demasiado bajo, y el sonido de los grillos en el exterior no ayudaba.

Finalmente, resignado, se levantó. Se acercó a la mesa donde había una jarra de agua y un vaso, llenándolo mientras soltaba otro suspiro. El agua fría le calmó un poco, pero justo cuando estaba a punto de volver al sofá, escuchó unos pasos.

Se giró para encontrarse con Draco, quien apareció desde la oscuridad del pasillo con una galleta en la boca. Draco se detuvo al verlo, arqueando una ceja, mientras Harry trataba de no reírse ante la inesperada escena.

—¿Qué haces despierto? —murmuró Draco con la galleta aún en los labios, su voz ligeramente amortiguada.

—Solo vine a tomar agua —respondió Harry, sonriendo.

Draco dio un mordisco a la galleta y asintió, masticando antes de hablar.

—Si no estás cómodo en el sofá, puedes usar mi cama. Yo me quedaré aquí.

Harry negó de inmediato, casi escandalizado.

—No hace falta. Estoy bien, en serio.

Draco lo miró, evaluándolo, antes de encogerse de hombros. Harry aprovechó el silencio para notar algo que no había visto antes: un collar plateado alrededor del cuello de Draco. Frunció el ceño, intrigado, porque no tenía un diseño común. Parecía... ¿una serpiente?

Draco siguió su mirada, y al darse cuenta de dónde estaba mirando Harry, sonrió con una expresión que mezclaba diversión y picardía.

—¿Qué pasa, Potter? ¿Te descubrí siendo un pervertido? —preguntó con burla, apoyándose casualmente contra el marco de la puerta.

Harry, alarmado, lo miró a los ojos rápidamente.

—¡No! Solo... estaba viendo el collar.

Draco dejó escapar una risa baja y melodiosa, claramente disfrutando del momento.

—Claro, claro. Te creo. Por esta vez.

Harry quiso replicar, pero algo más llamó su atención. Draco llevaba un suéter abierto que apenas cubría algo de su torso, y debajo, solo unos pantalones de pijama de cuadros. Su pecho estaba perfectamente visible, marcado y tonificado, como si fuera el resultado de una rutina constante y disciplinada.

El calor subió a la cara de Harry de inmediato. Intentó apartar la mirada, pero fue un esfuerzo casi doloroso.

—No es lo que piensas —murmuró apresurado, con el rostro ardiendo.

Draco, que no parecía afectado en absoluto, se encogió de hombros.

—Seguro que no. —Le guiñó un ojo antes de añadir: —Si quieres galletas, en la cocina hay más. Hazte un favor y cómete una antes de volver a tu tortura en el sofá.

—Buenas noches, Draco —logró decir Harry con torpeza, mirando el suelo.

—Buenas noches, Potter —respondió Draco mientras se dirigía tranquilamente hacia las escaleras.

Cuando Draco desapareció en la oscuridad, Harry soltó el aire que no sabía que estaba conteniendo y se dejó caer en el sofá. Su corazón latía con fuerza y su rostro seguía tan rojo como un tomate. Miró hacia la cocina, luego al sofá, y finalmente se cubrió la cara con las manos.

—Esto va a ser una larga noche... —murmuró, deseando que el calor en su pecho se disipara antes del amanecer.

ஜ۩۞۩ஜ

La luz del sol se colaba tímidamente por las cortinas de la habitación, iluminando el rostro de Draco mientras se removía entre las sábanas. Escuchó un leve ruido desde la cocina, algo metálico que resonaba con un eco molesto en la silenciosa mañana. Gruñó, girándose hacia el otro lado, pero el sonido no cesó. Resignado, abrió los ojos y soltó un suspiro exasperado.

Se sentó en la cama, pasándose una mano por el cabello desordenado, antes de alcanzar su sudadera colgada en una silla cercana. Se la puso a regañadientes y salió de su habitación, murmurando quejas apenas audibles. Su ceño estaba fruncido cuando empujó la puerta de la cocina.

—¿Quién demonios está haciendo tanto escándalo a esta hora...? —empezó, pero sus palabras se detuvieron en seco.

La escena que encontró lo dejó momentáneamente mudo. Harry estaba junto al fregadero, con una taza de leche en la mano y una galleta en la boca. Su cabello era un caos absoluto, una maraña de mechones que apuntaban en todas direcciones, como si hubiera librado una batalla épica contra su almohada. Lo más desconcertante, sin embargo, era su expresión. Había algo dulce y despreocupado en la manera en que masticaba la galleta, como si fuera un niño pequeño que acababa de levantarse sin preocupaciones en el mundo.

—Oh, buenos días, Draco —saludó Harry con la boca apenas libre de la galleta, sonriendo con una mezcla de inocencia y sueño—. Tenía hambre, así que me serví un poco de leche. Espero no molestar.

Draco se quedó en el umbral de la puerta, mirándolo como si intentara procesar lo que veía. No dijo nada, simplemente lo observó, sus ojos pasando de la taza a las galletas, y de las galletas al revoltijo que era el cabello de Harry.

Harry ladeó la cabeza, divertido por el silencio.

—¿Por qué tan callado? —preguntó, con un brillo pícaro en los ojos—. ¿Acaso piensas que soy lindo?

Dicho esto, colocó ambas manos en sus mejillas, parpadeando rápidamente como si estuviera posando para una foto.

Draco, atrapado entre su irritación matutina y algo que no lograba identificar, asintió automáticamente, para luego retroceder en su respuesta.

—No, no. Claro que no. Eres molesto. Me despertaste, Potter.

Harry frunció el ceño, claramente ofendido.

—Bueno, nadie te obligó a bajar, Malfoy. Podrías haber seguido durmiendo.

Draco rodó los ojos y se acercó al mostrador, señalando la galleta que Harry sostenía.

—Dame una. Ahora ya me dio hambre gracias a ti.

Harry bufó, pero le alcanzó una galleta. Draco la tomó, se sentó frente a él, y comenzaron a desayunar en un silencio cómodo. Al principio, Harry parecía concentrado en su taza, pero poco a poco, comenzaron a intercambiar comentarios sarcásticos. Las risas no tardaron en llenar la cocina.

El sonido de sus voces llegó al resto de la casa, y pronto Pansy, Blaise, Hermione y Ron se acercaron, bostezando y aún adormilados.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Ron, frotándose los ojos.

—Solo los dos idiotas matutinos siendo extrañamente amigables —respondió Pansy con una sonrisa burlona mientras se sentaba junto a ellos.

Hermione observó la escena con detenimiento, notando cómo Draco y Harry compartían el desayuno como si fuera la cosa más natural del mundo. Su relación, aunque extraña, empezaba a parecer más auténtica de lo que ella había imaginado.

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El grupo caminaba con paso relajado por las calles animadas del centro comercial, cada uno inmerso en su propia dinámica. Hermione y Pansy charlaban animadamente sobre sus libros favoritos, riendo de vez en cuando como si compartieran un secreto que nadie más comprendía. Ron seguía a Blaise, aceptando con resignación la compañía solo porque Blaise parecía haber tomado la responsabilidad de mantenerlo bien alimentado, ofreciéndole aperitivos cada tanto.

Más atrás, Draco y Harry iban enfrascados en una discusión menos seria, pero no menos animada.

—Te lo digo, Potter, si no planeamos algo realmente espectacular, Cedric nunca se dará cuenta de que existes —bromeó Draco, con su típica sonrisa arrogante.

—Oh, claro, porque tú eres el experto en conquistar a personas imposibles, ¿no? —respondió Harry, rodando los ojos.

—Por supuesto que lo soy —replicó Draco, señalándose a sí mismo con fingida modestia—. Tengo un historial impecable. Ahora, presta atención.

Llegaron a una zona con varios juegos y atracciones. Draco señaló una máquina de baloncesto y arrastró a Harry hacia ella.

—Escucha, si no puedes encestar una pelota, ¿cómo esperas que Cedric te tome en serio? —dijo Draco, divertido.

Harry tomó una pelota y la lanzó hacia la canasta, pero falló estrepitosamente. Draco se llevó una mano al rostro, fingiendo desesperación.

—Esto es un desastre. Está bien, Potter, déjame mostrarte cómo se hace.

Draco se posicionó detrás de Harry, colocando sus manos sobre las de él, ajustándole la postura. Harry sintió cómo la respiración de Draco rozaba su cuello, lo que hizo que sus dedos se tensaran un poco.

—Relájate, Potter. No estás a punto de salvar el mundo, solo encesta una pelota —le susurró Draco, guiándolo.

Con Draco moviendo sus brazos, la pelota finalmente entró en la canasta. Harry sonrió, emocionado.

—¡Por fin! —exclamó, girándose ligeramente para mirar a Draco.

Draco sonrió, satisfecho, mientras le revolvía el cabello, algo que parecía volverse un hábito.

No muy lejos, Blaise y Pansy intercambiaban miradas cómplices. Blaise, notando el momento entre Draco y Harry, rápidamente desvió la atención de Ron hacia una máquina de peluches con formas de comida.

—Mira, Weasley, eso parece tu paraíso personal —bromeó Blaise, señalando un peluche con forma de hamburguesa.

Ron, completamente encantado, se olvidó de los demás y se concentró en ganar tantos peluches como pudiera, con Blaise ayudándolo.

Mientras tanto, Pansy y Hermione se habían instalado frente a una máquina de baile. Las dos escogieron las canciones más pegajosas de Taylor Swift, moviéndose al ritmo con una sincronía sorprendente, riéndose cada vez que alguna de las dos se equivocaba.

De regreso en la máquina de baloncesto, Harry decidió intentar encestar sin ayuda. Ajustó su postura como Draco le había enseñado y lanzó la pelota. Esta vez, encestó.

—¡Lo logré! —gritó, emocionado, girándose hacia Draco.

Draco levantó los brazos en señal de triunfo antes de acercarse para abrazarlo rápidamente. Fue un gesto espontáneo, cargado de energía. Pero cuando se separaron, Harry lo miró a los ojos, su sonrisa todavía presente. Draco, sin embargo, desvió la mirada, incómodo.

—Voy por bebidas —dijo de repente, señalando hacia una máquina expendedora cercana.

Antes de que Harry pudiera responder, Draco ya se había alejado, dejándolo de pie junto a la máquina de baloncesto, preguntándose por qué Draco había reaccionado de esa manera.

ஜ۩۞۩ஜ

El sol comenzaba a descender en el horizonte, bañando la playa con tonos cálidos de naranja y dorado. Hermione y Pansy corrían hacia el agua, sus risas resonaban entre las olas mientras se salpicaban mutuamente sin piedad. Blaise, que había estado observándolas desde la orilla, decidió que no podía quedarse atrás. Se acercó sigilosamente a Ron, quien estaba distraído recogiendo conchas.

—¿Qué haces? —preguntó Ron sin mirar, sin percatarse del peligro.

—Esto —respondió Blaise con una sonrisa traviesa, levantándolo con facilidad.

—¡Blaise, no! —gritó Ron, pero ya era demasiado tarde. Blaise lo lanzó al agua con un chapuzón espectacular, riéndose mientras Ron salía a la superficie, escupiendo agua y maldiciendo entre dientes.

Mientras tanto, Draco y Harry estaban sentados en la arena, un poco alejados del caos. Draco tenía las piernas estiradas y se entretenía con un trozo de concha, mientras Harry, con los codos apoyados en las rodillas, miraba al mar con una expresión pensativa.

—¿Alguna vez te has enamorado? —preguntó Draco de repente, rompiendo el silencio.

Harry giró la

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