𝐇𝐀𝐑𝐑𝐘 𝐒𝐄 𝐀𝐏𝐎𝐘Ó 𝐄𝐍 𝐄𝐋 𝐌𝐀𝐑𝐂𝐎 𝐃𝐄 𝐒𝐔 𝐕𝐄𝐍𝐓𝐀𝐍𝐀, 𝐌𝐈𝐑𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐃𝐈𝐒𝐓𝐑𝐀Í𝐃𝐀𝐌𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐇𝐀𝐂𝐈𝐀 𝐋𝐀 𝐌𝐀𝐍𝐒𝐈Ó𝐍 𝐌𝐀𝐋𝐅𝐎𝐘. Sus ojos se fijaron en las cortinas de una de las ventanas del segundo piso, la única que pertenecía a Draco. Aquel cuarto había sido un misterio constante, un lugar al que su imaginación se escapaba más a menudo de lo que le gustaba admitir.
Suspiró, entrecerrando los ojos mientras intentaba distinguir algo más allá de las pesadas cortinas. Justo cuando iba a rendirse y cerrar la ventana, una figura apareció en el interior. Draco Malfoy había entrado a su habitación, su expresión tan indiferente como siempre. Harry se congeló al verlo, sus dedos apretando el marco de la ventana. Draco no parecía darse cuenta de que era observado.
Con movimientos pausados, comenzó a desabrocharse la camisa, revelando la línea de su clavícula y parte de su pecho. Harry sintió cómo su boca se secaba, sus ojos completamente atrapados por la escena. ¿Qué demonios estás haciendo, Potter?, pensó, pero sus manos no se movieron para bajar las persianas.
El sonido repentino de una voz infantil lo sacó de su trance.
—¿Qué haces, padrino?
Harry soltó un grito ahogado y cerró la ventana de golpe, girándose de inmediato. Su ahijado de ocho años, lo miraba con una mezcla de curiosidad y travesura.
—¡Teddy! Me asustaste.
El niño ladeó la cabeza, cruzando los brazos como si fuera un pequeño detective.
—Estabas espiando, ¿verdad?
—¡Claro que no! —protestó Harry, demasiado rápido para resultar convincente. Para evitar más preguntas, se agachó fingiendo recoger pinceles y tubos de pintura de su escritorio, tirando un par al suelo en el proceso.
Teddy lo observaba con una ceja levantada, claramente no creyendo ni una palabra.
—Estabas espiando. Seguro que estás enamorado.
Harry dejó caer un pincel que sostenía y lo miró con los ojos abiertos de par en par.
—¿Qué? No, no estoy... ¿Por qué dices eso?
El niño sonrió con astucia, como si acabara de resolver un gran misterio.
—Porque últimamente te ves diferente, como... no sé, más feliz. Eso pasa cuando uno está enamorado, ¿no? —Teddy se cruzó de brazos y lo miró con la seguridad de quien ha aprendido una gran lección sobre la vida.
Harry se aclaró la garganta, nervioso. Pensó rápidamente en Cedric y, para desviar el tema, asintió con una leve sonrisa.
—Sí, supongo que sí.
Teddy aplaudió emocionado.
—¡Sabía que era eso! ¿Cuándo lo voy a conocer?
Harry soltó una carcajada nerviosa, acomodándose las gafas.
—Pronto, Teddy. Te prometo que pronto.
Desde la planta baja, la voz de Remus llamó para la cena. Harry aprovechó la interrupción, se levantó y tomó la mano de Teddy.
—Vamos, es hora de comer.
Mientras bajaban las escaleras, Teddy empezó a contarle con entusiasmo sobre lo que había hecho en la escuela primaria, incluyendo cómo había pintado un mural en el patio con la ayuda de su maestra, algo que Harry notó con orgullo reflejaba el espíritu inquieto y creativo de su padrino, Sirius Black.
Mientras escuchaba a Teddy, Harry apartó de su mente la escena de Draco en la ventana, aunque el leve calor en sus mejillas le decía que no sería tan fácil de olvidar.
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El sonido de ropa siendo sacudida y comentarios sarcásticos llenaban el cuarto de Harry mientras Sirius revolvía una pila de ropa en su cama, sosteniendo diferentes camisas contra el pecho de su sobrino y descartándolas con un exagerado movimiento de la mano.
—No, demasiado aburrida. Esto te hace ver como si fueras a una reunión de la junta directiva, no a una fiesta —murmuró, tirando una camisa gris sobre su hombro antes de levantar otra.
—Sirius, no necesito parecer un modelo de revista, es solo una fiesta en casa de los Weasley —protestó Harry, sentado en el borde de la cama con las mejillas ligeramente rojas mientras su padrino hacía y deshacía montones de ropa.
James, apoyado en el marco de la puerta con una taza de café en la mano, alzó una ceja con una sonrisa divertida.
—¿Y qué te hizo cambiar de opinión sobre las fiestas? —preguntó, inclinándose ligeramente hacia adentro—. Después de la última, juraste que no volverías a poner un pie en ninguna que involucrara a Blaise Zabini.
Antes de que Harry pudiera inventar una excusa, Teddy irrumpió en la habitación con una sonrisa traviesa.
—¡Es porque quiere aprender a conquistar al chico que le gusta! —declaró, con la inocencia desbordante de un niño que no tenía idea del caos que estaba por causar.
El cuarto quedó en silencio por un segundo que se sintió eterno. Luego, todos los ojos se clavaron en Harry, quien se quedó congelado, completamente rojo.
—¿Chico? —exclamó Lily desde el pasillo, entrando con una sonrisa tan grande que parecía iluminar la habitación—. ¿Quién es ese gran chico, Harry? ¡Quiero todos los detalles!
—¡Teddy! —gimió Harry, cubriéndose la cara con las manos mientras Sirius soltaba una carcajada estruendosa.
—Bueno, bueno, esto se pone interesante —comentó Peter desde un rincón, levantando la mano como si estuviera en clase—. Si necesitas un taxi, Harry, yo te llevo. ¡Te prometo no avergonzarte demasiado!
Remus apareció en la puerta, con los brazos cruzados y una sonrisa cálida.
—Estoy orgulloso de ti, Harry. Es bueno verte así de animado.
—¿Orgulloso de qué? Yo soy quien va a transformarlo en el alma de la fiesta —interrumpió Sirius, levantando un par de jeans oscuros y una camisa blanca ajustada—. Esto funcionará. Ahora solo falta el toque final: una chaqueta que diga 'soy seguro de mí mismo, pero accesible'.
Remus rodó los ojos, divertido.
—¿Es esa la táctica que usaste conmigo, Sirius?
Sirius se giró dramáticamente, con una mano en el pecho.
—¡Por supuesto! ¿Acaso no fue mi impecable sentido de la moda lo que te enamoró?
Remus se sonrojó levemente, pero antes de responder, Teddy levantó las manos en señal de protesta.
—¡Es demasiado amor para mis ojos inocentes!
Las carcajadas llenaron el cuarto. Harry miró a su familia con una mezcla de vergüenza y gratitud. Aunque la atención lo hacía querer desaparecer, también le hacía sentir el calor de ser rodeado por personas que lo apoyaban.
James suspiró, dejando su taza en un escritorio cercano.
—Está bien, Harry. Te dejo ir a esta fiesta porque es en casa de los Weasley. Pero si Fred y George están tramando algo, más te vale no ser el primero en probarlo.
Harry sonrió ampliamente, emocionado por la noche que tenía por delante. Esta vez sería diferente. Mientras Sirius le ayudaba a ajustar el cuello de la camisa, Harry no podía evitar pensar que esa sería la noche en la que finalmente conquistaría a Cedric Diggory.
𝐄𝐋 𝐀𝐔𝐓𝐎 𝐃𝐄 𝐇𝐄𝐑𝐌𝐈𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐄 𝐃𝐄𝐓𝐔𝐕𝐎 𝐅𝐑𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐀 𝐋𝐀 𝐂𝐀𝐒𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐖𝐄𝐀𝐒𝐋𝐄𝐘, 𝐔𝐍𝐀 𝐄𝐒𝐓𝐑𝐔𝐂𝐓𝐔𝐑𝐀 𝐀𝐂𝐎𝐆𝐄𝐃𝐎𝐑𝐀 𝐘 𝐌𝐎𝐃𝐄𝐒𝐓𝐀 𝐃𝐄 𝐃𝐎𝐒 𝐏𝐈𝐒𝐎𝐒 𝐐𝐔𝐄 𝐈𝐑𝐑𝐀𝐃𝐈𝐀𝐁𝐀 𝐂𝐀𝐋𝐈𝐃𝐄𝐙. Aunque su diseño era sencillo, la casa parecía tener vida propia, con una mezcla de colores cálidos y una jardinería encantadora, pero un tanto desordenada. Las luces del interior brillaban a través de las ventanas, revelando siluetas de personas moviéndose al ritmo de la música. Harry podía escuchar risas y una canción vibrante en el aire que lo hacía sentir instantáneamente parte del ambiente festivo.
Hermione bajó del auto rápidamente, cubriéndose los brazos con las manos mientras exclamaba:
—Definitivamente fue una mala idea llevar vestido.
Harry, cerrando la puerta a su lado, la miró sorprendido.
—Es la primera vez que te veo usando uno.
—Mi madre insistió —bufó Hermione, ajustándose el abrigo que llevaba encima—. Según ella, debo ser más "femenina".
Harry soltó una risa suave.
—Bueno, se te ve bien.
Hermione rodó los ojos, pero le sonrió de manera agradecida mientras ambos miraban hacia la casa. Los Weasley tenían un hogar cálido y repleto de vida, pero como no era una mansión como las de otros estudiantes de su escuela, algunos compañeros condescendientes la llamaban "la madriguera". Esto se intensificaba porque los siete hijos de los Weasley siempre llenaban el lugar con energía caótica.
Ron salió corriendo por la puerta principal.
—¡Al fin llegan! —exclamó, mientras se acercaba—. Esto es un desastre. Vinieron más personas de las que planeamos.
Hermione cruzó los brazos, levantando una ceja.
—Ron, ese es el punto de una fiesta. La gente se divierte. Solo falta que alguien destruya algo.
—¡No lo digas! —dijo Ron, poniéndose blanco de repente—. Si mis padres descubren esto, estamos muertos.
Antes de que Harry pudiera responder, Fred y George aparecieron detrás de Ron, como siempre, radiantes y despreocupados.
—¿Cómo están los invitados de honor? —preguntó Fred, lanzándoles una mirada traviesa.
—Adelante, todos los están esperando. Podemos empezar a comer sin ustedes —añadió George, empujándolos hacia la puerta.
Al entrar, la casa estaba irreconocible. Las luces de colores iluminaban el espacio, y una pista improvisada de baile se había formado en la sala. La música electrónica de "I Think I Like It" de Fake Blood retumbaba en las paredes, haciendo vibrar el suelo. El olor de refrescos y bocadillos llenaba el aire, mientras chicos y chicas bailaban, conversaban o se reían en pequeños grupos.
Ron suspiró profundamente, mirando el desorden.
—Esto no es normal. Fred y George incluso invitaron a gente de Slytherin.
Hermione, siempre la voz de la razón, se encogió de hombros mientras inspeccionaba la escena.
—Es algo bueno, Ron. Esto fomenta la unión entre diferentes grupos. Ya sabes, romper barreras sociales.
Ron la miró como si hablara en otro idioma.
—¿Bar... qué?
Harry ignoró la discusión de sus amigos mientras sus ojos buscaban a Cedric entre la multitud. Pero en lugar de Cedric, lo que encontró lo dejó desconcertado.
Malfoy estaba parado cerca de una pared con Zabini y Parkinson, los tres tan elegantes y compuestos como siempre. Mientras Blaise bebía algo con aire indiferente y Pansy susurraba algo al oído de Draco, este último parecía observar todo con una mirada analítica, casi desaprobadora. Sin embargo, cuando sus ojos se encontraron con los de Harry, algo cambió. La tensión en su rostro se suavizó, y una sonrisa leve y genuina apareció en sus labios.
Harry, sin pensarlo, le devolvió la sonrisa, sintiendo una extraña calidez en su pecho. Antes de que pudiera hacer algo más, Hermione lo jaló del brazo con fuerza.
—Ven conmigo, necesito acercarme a la chimenea. Hace frío aquí.
Harry dejó que lo arrastrara, pero no pudo evitar voltear la cabeza una última vez hacia Draco, solo para darse cuenta de que el rubio seguía mirándolo. Ese breve intercambio, aunque sutil, quedó grabado en su mente mientras se dirigían al rincón más cálido de la casa.
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La música seguía retumbando en la casa de los Weasley, pero para Harry, el ambiente se sentía cada vez más sofocante. Se encontraba junto a Hermione, Ron y los gemelos cuando Fred se le acercó con una sonrisa traviesa.
—Harry, ¿sabes qué? —dijo, inclinándose hacia él con una exagerada confidencialidad—. El equipo de natación ya llegó.
—Es nuestro regalo adelantado de Navidad para ti, hermanito —añadió George, apareciendo al otro lado de Harry como si hubiera ensayado la escena.
Harry, confundido, siguió la mirada de Fred hacia la puerta principal, justo cuando Cedric Diggory entraba acompañado por Zacharias Smith y algunos compañeros del equipo de natación. Cedric lucía impecable, con una chaqueta ligera sobre su camisa y esa sonrisa perfecta que siempre parecía iluminar cualquier habitación.
—¿Smith? —Hermione frunció el ceño, cruzándose de brazos. —¿Por qué invitaron a ese idiota?
—Oye, nosotros solo invitamos a Cedric y sus amigos cercanos —se defendió Fred, alzando las manos.
—Smith no estaba en la lista —añadió George, como si eso lo excusara de cualquier culpa.
—Smith es cercano a Cedric —murmuró Ron, sin levantar la mirada de la mesa de bocadillos.
Mientras los demás discutían, Harry sintió cómo su corazón latía más rápido al ver a Cedric. Su voz interna le decía que esta era su oportunidad, pero la idea de acercarse a él lo hacía sentir un nudo en el estómago.
—No tienes que decirle nada si no te sientes listo —le dijo Hermione en un tono tranquilizador, notando su nerviosismo.
Harry negó con la cabeza.
—Estoy bien, solo... necesito aire.
Dejó su bebida a un lado y salió por la puerta trasera, buscando desesperadamente un momento de calma. El aire fresco del jardín lo recibió mientras caminaba hacia el árbol grande del patio, donde la vieja casa del árbol seguía en pie. Harry sonrió al verla, recordando los días en que jugaba ahí con Ron cuando eran niños, subiendo por esa vieja escalera de madera y fingiendo que era una fortaleza impenetrable.
—¿Estás bien? —preguntó una voz detrás de él, sacándolo de sus pensamientos.
Harry se giró y encontró a Draco Malfoy caminando hacia él con las manos en los bolsillos, luciendo despreocupado, pero con esa mirada aguda que siempre parecía leer más de lo que decías.
—Estoy bien —respondió Harry, encogiéndose de hombros—. Solo necesitaba respirar.
Draco lo miró por un momento, ladeando la cabeza como si pudiera ver a través de su fachada.
—¿Es por Diggory?
Harry suspiró, frotándose la nuca.
—Tengo pensado confesarle lo que siento... pero no es tan sencillo.
Draco alzó una ceja, una sonrisa leve pero sarcástica asomando en sus labios.
—Entonces invítalo a bailar. No hay nada mejor que coquetear mientras bailas con alguien.
Harry frunció el ceño, confundido.
—¿Bailar? ¿Y eso cómo ayudaría?
Draco puso los ojos en blanco.
—Te lo mostraría, pero no quiero arruinar la sorpresa.
Extendió su mano hacia Harry, como si fuera una invitación formal. Harry la miró por un momento antes de aceptarla, dejando que Draco lo guiara de regreso al interior de la casa.
De vuelta en la sala, las luces de colores y la música creaban una atmósfera vibrante. Draco se excusó diciendo que necesitaba buscar algo y desapareció entre la multitud, dejando a Harry observando la pista de baile con cierta aprensión.
—¡Harry! —gritaron los gemelos, apareciendo una vez más a su lado con una bebida oscura que parecía ser refresco de cola.
—Esto es para los nervios —dijo Fred, ofreciéndosela con una sonrisa que parecía más traviesa que amable.
Sin pensarlo demasiado, Harry tomó la bebida y se la bebió de un solo trago, dejando a ambos gemelos boquiabiertos.
—Vaya, alguien tenía sed —comentó George, antes de sonreír maliciosamente—. Bueno, suerte con Cedric. Quizás esto te dé el empujón que necesitas.
Antes de que Harry pudiera responder, los gemelos se desvanecieron entre la multitud. Draco regresó justo en ese momento, sin haber notado a los Weasley.
—¿Estás listo? —preguntó, alzando una ceja.
Harry lo miró decidido y negó con la cabeza.
—Quiero practicar primero contigo.
Draco parpadeó, claramente sorprendido, y durante un breve momento pareció dudar. Finalmente, con una expresión mezcla de resignación y curiosidad, asintió.
—Muy bien, Potter. Veamos si aprendiste algo de lo que te enseñé.
Harry lo tomó de la mano y lo arrastró hacia la pista de baile, sintiendo cómo las miradas se posaban en ellos. La música cambiaba a un ritmo más intenso, y aunque estaba nervioso, Harry se permitió disfrutar del momento, con Draco guiándolo entre las luces parpadeantes.
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Las luces de colores bailaban con intensidad, reflejándose en los ojos entrecerrados de Harry mientras intentaba seguir las instrucciones de Draco. La canción "Calabria 2007" resonaba en el aire, la vibración de los bajos era casi tangible, y Draco insistía con un tono animado:
—¡Vamos, Potter! Sólo sigue el ritmo, es más sencillo de lo que parece.
Harry asintió, pero algo no estaba bien. Su visión comenzaba a volverse borrosa, como si las luces de la fiesta fueran demasiadas para procesar. Sentía un calor extraño en el cuerpo, una sensación de ligereza que, por momentos, parecía completamente desconectada de la realidad. La bebida de los gemelos... ¿Qué demonios le habían dado?
Draco, ajeno a todo, seguía animándolo.
—Eso es, mueve los hombros un poco más... ¡Sí! Ahora los pies, sigue el ritmo.
Harry trató de obedecer, aunque sentía que todo a su alrededor giraba lentamente, como si estuviera atrapado en una de esas atracciones de feria que no podía detener. Pero, extrañamente, la incomodidad comenzaba a disolverse. En su lugar, un impulso repentino lo llevó a sonreír y moverse, dejando que la música lo guiara.
Draco reía, divertido por el esfuerzo torpe pero entusiasta de Harry.
—¡Vaya, Potter, quién diría que tenías ritmo escondido ahí!
La risa de Draco parecía amortiguada para Harry, como si estuviera bajo el agua. Se dejó llevar y, de repente, tomó los hombros de Draco, comenzando a moverse con él. Draco parpadeó sorprendido, pero pronto se dejó arrastrar por el momento.
Harry, con los ojos brillantes por la intensidad de las luces, comenzó a cantar partes de la canción, sus movimientos más fluidos ahora, casi demasiado para alguien que siempre había sido algo torpe. Draco lo miraba, entre divertido y fascinado.
—¡Eso es! Ahora estás entendiendo —dijo Draco, aunque sus palabras comenzaban a ser un murmullo en comparación con la música.
El tiempo pareció ralentizarse, y por primera vez, Draco realmente lo observó. La manera en que el cabello de Harry caía desordenadamente sobre su frente, los lentes que se deslizaban ligeramente por su nariz, las pestañas que se movían con cada parpadeo. Sus ojos, aunque algo perdidos por la bebida, brillaban con una calidez inusual, y sus labios, ligeramente húmedos por el movimiento constante de su lengua, parecían reclamar toda la atención de Draco.
Draco tragó saliva, sus pensamientos interrumpidos abruptamente por la voz de Harry.
—Creo que... voy a vomitar.
—¿Qué? —preguntó Draco, desconcertado, antes de reaccionar rápidamente—. ¡Vamos!
Con un movimiento rápido, tomó la mano de Harry y comenzó a abrirse paso entre la multitud. Empujó a un par de personas que se quejaron, pero Draco no les prestó atención.
—¡Perdón! ¡Urgencias! —decía, sin detenerse.
Harry apenas lograba mantenerse en pie, pero seguía a Draco como podía, su rostro pálido y sus pasos cada vez más torpes. Llegaron al baño, y Draco, sin molestarse en tocar, abrió la puerta y empujó a Harry adentro.
—¡Dentro!
Draco cerró la puerta detrás de Harry, plantándose frente a ella para evitar que nadie más entrara. Se cruzó de brazos, observando cómo algunos curiosos se acercaban y levantaban las cejas.
—¿Qué miran? ¡Vayan a bailar! —gruñó, haciendo un ademán para dispersarlos.
Mientras tanto, dentro del baño, Harry respiraba profundamente, tratando de recuperar algo de control. Aunque no sabía si agradecerle a los gemelos o matarlos, una cosa era segura: esa fiesta iba a ser inolvidable.
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El rugido suave del motor llenaba el silencio del coche mientras Draco miraba la carretera con una ligera sonrisa. De vez en cuando lanzaba una mirada fugaz hacia Harry, que estaba recostado contra la ventana del asiento del copiloto, masajeándose las sienes como si intentara ahuyentar un dolor de cabeza.
—Dime, Potter —rompió Draco el silencio con un tono ligeramente burlón—, ¿de verdad no sospechaste que los gemelos te dieron algo más que refresco?
Harry giró el rostro hacia él, con las cejas fruncidas y una
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