10 // ᴜɴ ᴇɴꜰᴀɴᴛ ɢÉɴɪᴀʟ

Background color
Font
Font size
Line height

𝐃𝐑𝐀𝐂𝐎 𝐀𝐒𝐄𝐍𝐓Í𝐀 𝐂𝐎𝐍 𝐄𝐗𝐏𝐑𝐄𝐒𝐈Ó𝐍 𝐀𝐔𝐒𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐑𝐀𝐒 𝐒𝐔 𝐂𝐈𝐓𝐀 𝐇𝐀𝐁𝐋𝐀𝐁𝐀 𝐒𝐈𝐍 𝐏𝐀𝐑𝐀𝐑, 𝐒𝐔𝐒 𝐏𝐀𝐋𝐀𝐁𝐑𝐀𝐒 𝐅𝐎𝐑𝐌𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐔𝐍 𝐁𝐔𝐂𝐋𝐄 𝐈𝐍𝐓𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍𝐀𝐁𝐋𝐄 𝐄𝐍 𝐒𝐔 𝐂𝐀𝐁𝐄𝐙𝐀: 𝐙𝐀𝐏𝐀𝐓𝐎𝐒, 𝐃𝐈𝐍𝐄𝐑𝐎, 𝐑𝐎𝐏𝐀, 𝐙𝐀𝐏𝐀𝐓𝐎𝐒, 𝐃𝐈𝐍𝐄𝐑𝐎, 𝐑𝐎𝐏𝐀. No podía evitar preguntarse cómo era posible que todas las conversaciones de las chicas con las que salía giraran en torno a lo mismo. Tal vez Pansy era un caso especial porque, aunque tenía sus peculiaridades, al menos podía hablar de temas variados, como películas o chismes jugosos.

—Y entonces le dije, esos zapatos son los últimos, es obvio que yo los quiero para mí. Pero la señora, o bueno, tal vez no era una señora, tenía unos… veintitantos, pero se puso a discutir conmigo. ¡Discúlpame! Como si no pudiera ver que yo los necesito más. Y entonces le pedí a mi amigo Marco su opinión, porque ya sabes, él es gay y tiene un gusto increíble… —continuó la chica, gesticulando apasionadamente.

Draco alzó la cabeza con interés repentino, su postura enderezándose como si acabara de escuchar la clave de un acertijo.

—¿Tienes un amigo gay? —preguntó, interrumpiéndola.

La chica se quedó un segundo en silencio, parpadeando, antes de asentir lentamente.

—Ah, sí. Es todo un casanova. Atrae a muchísimos chicos. Es muy atractivo.

Draco inclinó la cabeza, pensativo, como si acabara de descubrir un diamante en bruto.

—¿Cómo lo hace? —preguntó con seriedad.

—¿Cómo hace qué? —replicó ella, confundida.

—Para ser tan exitoso. ¿Alguien le enseñó? ¿Es posible enseñarle a otro hombre a conquistar a un hombre?

La chica lo observó de arriba abajo, intentando descifrar si estaba hablando en serio.

—¿Cómo?

—Vamos, hace un momento no te callabas. Ahora quiero detalles. Anda, cuenta —dijo Draco con impaciencia, cruzándose de brazos y arqueando una ceja con ese aire característico de exigencia que siempre lo acompañaba.

—Bueno… —empezó ella, todavía desconcertada—. Marco tiene su estilo. Siempre lleva ropa que realza sus mejores rasgos. Camisas ajustadas, pantalones bien cortados. Pero no es solo la ropa. Es su actitud. Siempre camina con confianza, como si el mundo le perteneciera.

Draco asintió, anotando mentalmente cada palabra.

—Sigue. ¿Qué más?

—Ah… —titubeó, tratando de recordar algo relevante—. También sabe escuchar. No solo habla de él mismo, sino que presta atención. Y luego lanza uno de sus cumplidos infalibles. Algo como… Esa chaqueta realmente resalta tus ojos o tu sonrisa es increíble, deberías usarla más seguido.

—¿Cumplidos estratégicos? —repitió Draco, más interesado que nunca—. Inteligente.

La chica lo miró con cautela.

—Draco, ¿por qué te interesa tanto esto?

—Estoy haciendo… un experimento —respondió él con un gesto vago, sin ganas de dar explicaciones.

—¿Un experimento?

—¡Sí, sí! No te preocupes por los detalles. ¿Qué más?

Ella suspiró, algo incómoda con el cambio de rumbo en la conversación, pero continuó:

—Marco también tiene una forma de usar el contacto visual. Mira directo a los ojos, como si la persona frente a él fuera lo más importante del mundo. Pero lo hace sin ser intimidante. Es… encantador.

Draco asintió una vez más, reflexionando mientras se inclinaba hacia atrás en su silla.

—Interesante. Muy interesante.

La chica lo miró de reojo, claramente sintiéndose ignorada en su propia cita.

—¿Sabes? A veces eres un poco raro, Draco.

—Raro, no. Visionario —replicó Draco, dándole una sonrisa ensayada mientras se levantaba de la mesa, ajustándose el saco. Sacó unos billetes de su billetera y los dejó sobre la mesa.

—Esto es para la cuenta. Nos vemos luego.

—¿Qué? ¿Ya te vas?

—Tengo cosas importantes que hacer —dijo Draco con seriedad, como si estuviera a punto de salvar al mundo.

La chica se quedó con la boca abierta mientras lo veía marcharse. Draco ya estaba pensando en su próximo movimiento. Si quería que Potter tuviera éxito con Cedric, necesitaba implementar estas tácticas de inmediato.

Aunque, claro, conociendo a Harry, lograr que cumpliera con todo esto sería como entrenar a un elefante para bailar ballet. Pero Draco Malfoy no era alguien que se rindiera fácilmente.

ஜ۩۞۩ஜ

Draco entró con aire decidido a la librería más grande de la ciudad, luciendo su impecable abrigo beige y botas perfectamente lustradas. Su mirada escaneó rápidamente el lugar hasta aterrizar en el mostrador principal, donde un joven empleado con gafas y aspecto soñoliento revisaba algo en su computadora.

—Necesito todos los libros sobre temas LGBT, específicamente romances entre chicos. Y no me interesa si parecen demasiado empalagosos. ¡Necesito tácticas de coqueteo gays, por favor! —demandó Draco, inclinándose ligeramente hacia el mostrador con autoridad.

El empleado lo miró boquiabierto, como si acabara de escuchar un idioma alienígena.

—¿Qué? ¿Acaso estoy hablando en chino? —espetó Draco con una ceja alzada, golpeando el mostrador con los dedos perfectamente arreglados—. ¡Ahora! Gracias.

El chico dio un respingo, sus gafas casi resbalando de su nariz, y se puso a trabajar de inmediato, tipeando frenéticamente en la computadora.

—E-empezaré con lo básico, señor. ¿Ha oído hablar de Aristotle and Dante Discover the Secrets of the Universe? Es un clásico. Muy introspectivo y emocional.

—¿Aristóteles y quién? —preguntó Draco frunciendo el ceño—. Está bien, ponlo en la pila. Siguiente.

—Uh… también está la saga de Simon vs. the Homo Sapiens Agenda. Es ligera, romántica, y muy popular.

—¿Romántica y popular? Perfecto. Añádelo. ¿Qué más?

Call Me By Your Name. Es profundo y… bastante maduro.

Draco hizo una mueca.

—¿Maduro? ¿Qué tan explícito estamos hablando?

El empleado se puso rojo.

—No tan explícito… pero… tiene sus momentos.

—Bien, lo llevaré. No soy un mojigato. Continúa.

El chico carraspeó, sacando otro título de la base de datos.

Red, White & Royal Blue. Romance entre un príncipe británico y el hijo de la presidenta de los Estados Unidos.

—Eso suena tan ridículo que debe ser fantástico. Apúntalo.

—También tenemos The Song of Achilles. Es más… trágico. Mitología griega y todo eso.

Draco resopló, pensativo.

—Tragedias, hmm. Bien, lo aceptaré. Es bueno estudiar desde todos los ángulos. ¿Algo más?

—Eh… Boy Meets Boy es un poco más ligero y… colorido.

—Colorido suena raro, pero supongo que me arriesgaré. ¡Y no olvides agregar algo sobre tácticas de conquista!

El empleado dudó antes de responder.

—¿Tácticas? Uh, no estoy seguro de que tengamos libros sobre… estrategias de coqueteo específicamente… pero podría buscar algo sobre relaciones interpersonales.

Draco suspiró, rodando los ojos.

—Supongo que tendré que improvisar. Solo dame todo eso.

El empleado asintió y comenzó a reunir los libros, formando una pila tan alta que apenas podía cargarla. Draco la tomó con facilidad y se dirigió a la caja.

De vuelta en casa

Draco aparcó su elegante coche en el garage, sus movimientos calculados y fluidos. Con la pila de libros equilibrada cuidadosamente en sus brazos, caminó hacia su habitación. Cerró la puerta de un golpe con el pie y dejó caer la montaña de literatura sobre su escritorio con un suspiro.

—Bien, es hora de leer —murmuró para sí mismo, quitándose el abrigo y arremangándose la camisa como si estuviera por enfrentarse a una misión de vida o muerte.

Tomó el primer libro de la pila, Aristotle and Dante Discover the Secrets of the Universe, y se hundió en la cama, cruzando las piernas con elegancia.

—Vamos, Aristóteles, dame algo útil —murmuró mientras abría la primera página.

Tras leer unas líneas, frunció el ceño.

—¿Qué clase de introducción emocionalmente confusa es esta? Esto no me sirve.

Pasó al siguiente libro, Simon vs. the Homo Sapiens Agenda.

—Hmm, mensajes secretos, citas incógnitas… interesante, pero demasiado adolescente para Potter.

En cuestión de horas, Draco había creado un sistema de clasificación en su libreta. “Bueno para tácticas visuales,” “Demasiado trágico para Potter,” “Estilo interesante,” “Demasiado soñador.”

—Esto será más difícil de lo que pensé —suspiró, dejando caer la cabeza hacia atrás y mirando al techo—. Pero nada es imposible para Draco Malfoy.

Con una sonrisa autocomplaciente, agarró otro libro de la pila y continuó.



















𝐄𝐋 𝐏𝐀𝐓𝐈𝐎 𝐄𝐒𝐓𝐀𝐁𝐀 𝐂𝐔𝐁𝐈𝐄𝐑𝐓𝐎 𝐏𝐎𝐑 𝐔𝐍𝐀 𝐋𝐈𝐆𝐄𝐑𝐀 𝐂𝐀𝐏𝐀 𝐃𝐄 𝐍𝐈𝐄𝐕𝐄, 𝐘 𝐄𝐋 𝐀𝐈𝐑𝐄 𝐆É𝐋𝐈𝐃𝐎 𝐇𝐀𝐂Í𝐀 𝐐𝐔𝐄 𝐂𝐀𝐃𝐀 𝐑𝐄𝐒𝐏𝐈𝐑𝐀𝐂𝐈Ó𝐍 𝐃𝐄 𝐇𝐀𝐑𝐑𝐘 𝐅𝐎𝐑𝐌𝐀𝐑𝐀 𝐏𝐄𝐐𝐔𝐄Ñ𝐀𝐒 𝐍𝐔𝐁𝐄𝐒 𝐃𝐄 𝐕𝐀𝐏𝐎𝐑 𝐅𝐑𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐀 𝐒𝐔 𝐑𝐎𝐒𝐓𝐑𝐎. Llevaba un gorro verde demasiado grande que le tapaba las orejas y una bufanda que no combinaba del todo con su abrigo. Se frotaba las manos para mantenerlas calientes mientras miraba a Draco, quien sostenía su teléfono con una actitud impaciente.

Draco, por su parte, estaba impecablemente vestido con un abrigo beige ajustado, guantes negros de cuero, y una bufanda que parecía salida de una revista de moda. Su expresión, como siempre, mezclaba desdén y determinación mientras hablaba rápidamente sobre lo que había leído la noche anterior.

—Bien, Potter —dijo Draco con un tono que rozaba la autoridad—. Anoche, mientras tú seguramente soñabas con… no sé, vivir en un caos perpetuo, me sumergí en conocimientos sobre técnicas de atracción y… otras cosas. —Hizo un gesto vago con la mano—. Una de las claves fundamentales para conquistar a alguien es ser uno mismo, pero la mejor versión. Eso incluye, Potter, usar tu inteligencia.

Harry arqueó una ceja, desconcertado.

—¿Mi inteligencia?

—Sí, aunque sea difícil de creer que poseas algo de eso —respondió Draco, dándole un leve golpe en la frente con el dedo índice—. Vamos a hacer un test.

—¿Un test? ¿Qué clase de test?

Draco mostró su teléfono con una aplicación abierta.

—Un test de coeficiente intelectual. Necesito saber exactamente con qué nivel estoy trabajando aquí, porque honestamente, Potter, a veces pienso que eres un completo idiota.

Harry lo miró, ofendido, pero sin decir nada. Finalmente, tomó el teléfono y empezó a responder las preguntas mientras Draco hacía lo mismo en su propio dispositivo.

Diez minutos después

—Listo —dijo Harry, devolviendo el teléfono a Draco mientras exhalaba para calentarse las manos.

Draco revisó primero su propio resultado con una sonrisa satisfecha.

—Ciento treinta. Excelente, como esperaba —murmuró, inflando el pecho de orgullo. Luego, al ver el resultado de Harry, casi dejó caer el teléfono al suelo.

—¿Ciento cuarenta y dos? —exclamó, mirando fijamente a Harry como si estuviera viendo un extraterrestre.

—¿Eso es bueno? —preguntó Harry con indiferencia, encogiéndose de hombros.

Draco lo miró con incredulidad.

—¿Que si es bueno? ¡Es ridículamente bueno! ¿Cómo puedes ser tan… torpe y tan brillante a la vez?

Harry se rascó la nuca, incómodo.

—No sé, solo soy bueno en algunas cosas.

Draco suspiró, pasándose una mano por el cabello.

—De acuerdo, dime algo. ¿Sabes armar un cubo Rubik?

Harry sonrió, aliviado de que por fin le preguntaran algo sencillo.

—¿Un cubo Rubik? Claro, desde los ocho años. En primaria nos enseñaron algo de robótica, y parte del programa incluía resolver cubos Rubik.

Draco lo miró fijamente, incrédulo.

—¿Robótica? ¿Desde los ocho años?

Harry asintió con entusiasmo.

—Sí, y no solo los cuadrados normales. También sé armar esos que tienen triángulos, los que tienen formas raras o cuadros desiguales. Los demás decían que era súper complicado, pero para mí era fácil.

Draco parpadeó varias veces, sin saber si estaba impresionado o frustrado.

—¿Por qué nunca dices estas cosas?

—No sé… nunca me preguntan.

Draco soltó una carcajada seca y cruzó los brazos.

—Así que no eres un idiota, solo eres increíblemente perezoso.

Harry se encogió de hombros, metiendo las manos en los bolsillos para calentarse.

—¿Eso es malo?

Draco lo miró en silencio durante un momento, con una sonrisa divertida formándose en sus labios.

—¿Sabes qué, Potter? Creo que estaba enfocándome en cambiarte a mi manera. Pero quizás deba enseñarte a conquistar a tu estilo, no al mío.

Harry lo miró confundido.

—¿Qué significa eso?

Draco se inclinó ligeramente hacia él, un brillo astuto en sus ojos.

—Significa que, en lugar de transformarte en alguien que no eres, vamos a pulir al Harry Potter original. Si puedes ser tú mismo de la manera correcta, Cedric Diggory no tendrá ninguna oportunidad.

Harry soltó una risa nerviosa, rascándose la cabeza bajo el gorro.

—Bueno, si tú lo dices…

Draco dio un paso hacia él, sonriendo con una confianza renovada.

—Créeme, Potter. Haré que hasta los cubos Rubik se sientan inseguros de sí mismos cuando tú entres en una habitación.

Harry lo miró, confundido y algo impresionado, mientras Draco ya planeaba su próxima estrategia.

ஜ۩۞۩ஜ

El café estaba cálido y acogedor, un refugio del viento helado que azotaba las calles. Harry estaba sentado frente a Draco, envuelto en su chaqueta abultada, mientras jugueteaba con un sobre de azúcar entre las manos. A través de las ventanas empañadas, se podían ver las luces navideñas parpadeando en la calle. Draco, impecablemente vestido con un abrigo gris y una bufanda negra perfectamente colocada, se cruzó de brazos mientras observaba a Harry.

—Si sigues apretando ese sobre, Potter, va a explotar y me va a salpicar de azúcar.

Harry soltó el sobre rápidamente y se encogió de hombros, mirando alrededor del café.

—¿Entonces qué hacemos aquí? Dijiste que era urgente.

—Lo es. —Draco suspiró como si estuviera lidiando con un niño pequeño—. No quiero que te enfermes. Estar afuera tanto tiempo en invierno no es inteligente. Así que decidí traerte aquí… y quiero que dibujes algo.

Harry lo miró, parpadeando con incredulidad.

—¿Dibujar? ¿Por qué?

—Porque, Potter —dijo Draco, apoyando los codos en la mesa y entrelazando las manos frente a él—, a veces las palabras no son suficientes. Y porque quiero ver si eres tan malo dibujando como lo eres caminando sin tropezarte.

—Gracias por la confianza —respondió Harry con sarcasmo, pero había un brillo de interés en sus ojos.

—No tienes con qué dibujar, ¿verdad? —Draco levantó una ceja, ya anticipando la respuesta.

Harry negó con la cabeza, algo avergonzado.

—Claro que no.

Con un gesto dramático, Draco sacó su mochila y comenzó a sacar un estuche lleno de lápices de colores, un set de lápices de dibujo, una goma de borrar de diseño elegante y, finalmente, una libreta de dibujo con la portada negra impecable. Lo colocó todo frente a Harry con un leve golpe.

—Aquí tienes. Impresióname.

Harry observó la colección como si fuera un tesoro.

—¿Tú llevas esto contigo?

—Claro que sí. ¿Qué crees que soy? ¿Un aficionado? —Draco se acomodó en su asiento, cruzando las piernas con una elegancia natural—. Vamos, dibuja algo.

Harry tomó la libreta y los lápices con cuidado, como si temiera estropearlos.

—¿Qué quieres que dibuje?

Draco sonrió, un destello de astucia en su mirada.

—Imagina que yo soy Cedric. Dibuja algo para él.

Harry se ruborizó de inmediato, pero no dijo nada. Bajó la cabeza, abrió la libreta y comenzó a trabajar. Al principio trazaba líneas con timidez, pero pronto se sumergió en el dibujo, cambiando de lápiz constantemente y seleccionando colores con una concentración absoluta.

Draco, por su parte, lo observaba con interés creciente. Harry tenía el ceño ligeramente fruncido, la lengua asomando apenas entre sus labios mientras se concentraba. Cada cierto tiempo, Draco pedía otro café y seguía estudiándolo de reojo, tratando de entender cómo ese desastre humano podía transformarse en alguien tan apasionado cuando hacía algo que le gustaba.

Un par de horas después

—¡Listo! —dijo Harry, arrancando la hoja con cuidado y tendiéndosela a Draco con una sonrisa orgullosa.

Draco tomó la hoja, alisándola con delicadeza antes de mirarla. Sus ojos se suavizaron al ver el dibujo: era un retrato estilizado de Draco, pero con pequeños detalles que sugerían que Harry lo había dibujado como Cedric. La sonrisa, más amplia de lo que Draco solía mostrar; los ojos, cálidos y brillantes. Era Draco, pero al mismo tiempo no lo era, y la mezcla lo dejó momentáneamente sin palabras.

—¿Qué te parece? —preguntó Harry, moviéndose inquieto en su asiento.

Draco levantó la mirada del dibujo para encontrar los ojos de Harry. Por primera vez, sonrió sin sarcasmo ni burla, una sonrisa sincera que iluminó su rostro.

—Es… lindo —admitió, su tono mucho más suave de lo habitual.

Harry soltó una carcajada, aliviado.

—¿Lindo? ¿Eso es bueno o malo?

—Es muy bueno, Potter. —Draco dejó la hoja a un lado y se inclinó hacia él—. Tengo una idea.

—¿Qué idea? —preguntó Harry, intrigado.

—Vamos a usar esto. —Draco tocó la libreta—. Si eres bueno dibujando, vamos a enseñar al mundo quién eres con tus dibujos.

—¿Cómo?

Draco sonrió, volviendo a cruzar los brazos.

—Dibujando a tu manera. Si quieres conquistar a Cedric, él tiene que verte como tú eres, no como un intento de alguien más. Vamos a usar tu talento para mostrar tu inteligencia y tu personalidad.

Harry parpadeó, algo inseguro.

—¿Crees que funcione?

—Confía en mí, Potter. —Draco levantó el dibujo y lo observó una vez más, su sonrisa permaneciendo en su rostro—. Con esto, tienes más posibilidades de lo que crees.

Harry no estaba seguro de lo que Draco planeaba, pero por primera vez, sentía que tal vez no era tan imposible como pensaba.

ஜ۩۞۩ஜ

El centro comercial estaba vestido de gala para la temporada navideña: luces brillantes colgaban como cascadas, un árbol gigantesco adornado con esferas doradas y plateadas se alzaba en el centro, y el techo de vidrio reflejaba la tenue luz de las estrellas. Harry caminaba junto a Draco, con las manos enterradas en los bolsillos de su chaqueta, mientras miraba distraídamente a su alrededor. Draco, por su parte, sostenía una bolsa de papel con las compras que Harry había insistido en revisar antes.

De pronto, Harry se detuvo en seco frente a una pista de hielo al aire libre, sus ojos brillando como si acabara de ver un recuerdo hecho realidad. Draco, que iba dos pasos delante, se giró, arqueando una ceja al notar la expresión de su compañero.

—¿Qué pasa ahora, Potter? ¿Te quedaste congelado, literalmente?

Harry no respondió enseguida. Su mirada estaba fija en la pista, donde familias y parejas giraban con torpeza o elegancia al compás de la música ambiental. La pista, bordeada de pequeñas luces cálidas, parecía sacada de una postal navideña.

—La última vez que patiné… —empezó Harry, su voz suave— fue con mis padres, antes de entrar a Hogwarts.

Draco lo miró de reojo, incómodo con el tono melancólico en la voz de Harry.

—Siempre me caía —continuó Harry con una risa breve, casi nostálgica—, pero me levantaba. Me encantaba. A veces siento que esa es la clave de todo, ¿sabes? Caer y levantarse.

Draco cruzó los brazos, desviando la mirada hacia la pista de hielo, donde una pareja joven se reía tras caer al suelo en un montón desordenado de chaquetas y risas.

—Muy filosófico de tu parte, Potter. ¿Quieres que te aplauda? —bromeó Draco, aunque su voz carecía del usual sarcasmo mordaz—. Pero esto se está poniendo demasiado depresivo. Vamos a comer algo antes de que empieces a llorar o me hagas llorar a mí.

Draco comenzó

You are reading the story above: TeenFic.Net