Prologo

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Hay personas que dejan huella, una impronta imposible de borrar. Hay momentos que, aunque duren unos breves segundos, determinan y conforman nuestra vida de una forma indescriptible. A veces, acciones que otras personas no le darían la mayor importancia, definen nuestro destino marcando un abismo entre el antes y el después. Estos tres elementos conjugados elaboran la historia que se explica a continuación. Palabras atrapadas en un texto que dolorosamente, hablan de cómo el amor, el destino y lo inevitable hicieron que Marcos perdiera lo que más le importaba en el mundo, lo que más amaba; aquello que era su razón de existir...Julián.

Como si las inclemencias del tiempo tuviesen una vendetta personal contra él la lluvia no había cesado desde el mismo instante en que Julián había muerto entre sus brazos, esperando que los sanitarios llegaran al lugar del accidente. Aunque él sabía que su razón de existir no iba a salir con vida de esa situación se aferró con uñas y dientes poniendo todo su parte, aplicando todo lo que sabía de primeros auxilios por mantenerlo con vida, pero todo fue inútil.

Estaba haciendo esfuerzos sobrehumanos por mantener la compostura durante toda la celebración de velo y entierro del difunto. La madre de Julián, la que se hubiese convertido en su suegra, se había pegado a él como una tabla de salvamento. Por muchas ganas de gritar, llorar y maldecir que tuviera hizo un acopio de valor por no desmoronarse, si lo hacía solo iban a empeorar las cosas. 

Se levantó y al pisar el suelo lleno de barro donde se hundían sus zapatos le hacía sentirse más cerca de Julián. Él ya iba a descansar bajo tierra, su vida había terminado para él mientras él resto de la humanidad seguía viva y coleando, disfrutando del aire exterior y de sus monótonas vidas. 

Se sacó del bolsillo interior de la americana el papel donde unas horas antes había escrito el panejírico que iba a leer. Lo sostuvo con extremo cuidado por temor a que se rompiera y ñas últimas palabras que le iba a decir se perdieran para siempre en el olvido. Lo desdobló y lo puso a la altura de sus ojos. Su rostro se transformó por completo al contemplar que las palabras que tenía escritas ante él no eran las del panejírico sino que se trataban de los que iban a ser sus votos nupciales ¿Cómo era posible? ¿Acaso los había olvidado en casa? Manteniendo la compostura volvió a introducir los dedos dentro del bolsillo y extrajo, de nuevo, otro papel. Lo abrió con la misma cautela y vio que aquel si que era el escrito correcto. 

Con toda la confusión y desesperación que sentía en aquellos momentos, ni tan siquiera se dio cuenta de que estaba usando el traje que Julián había escogido para su boda como indumentaria para el funeral de su amado. 

Las últimas palabras que le iba a decir, le había costado pensárselas y mucho más escribirlas. Ahora que había llegado la hora de pronunciarlas en voz alta se le hizo un nudo en la garganta. Cerró un momento los ojos e inhaló profundamente, pero al hacerlo vino a su mente el fatídico accidente. Le venían commo flashbacks, imágenes y sonidos dispersados. Si hubiera intentado enlazar los acontecimientos no habría sido capaz de hacerlo. Lo único que si que era capaz de recordar era la lluvia que estaba constantemente con él negándose a abandonarle. 

Vio como bajaban el ataúd y sabía que iban a poder ser los últimos momentos que iba a poder compartir con él. Iba a ser la última vez que iba a estar con él y solo fue capaz de hacer una cosa, arrodillarse al lado de la lápida y apoyar su mano encima. De la misma forma que hacía todas la veces que Julián había tenido un mal día, o se había discutido con alguien, ese simple gesto le calmaba y hacía que calmara su odio interior. 

Ese mismo gesto se lo hizo horas antes del accidente. Marcos preparó con toda la ilusión del mundo la escapada pero a Julián el simple hecho de hacer montañismo le aterraba. No veía nada bueno en ello, solo se le ocurrieron excusas para evitar la salida o sino al menos retrasarla. Marcos esbozó una pequeña sonrisa al recodarle tan infantil, vulnerable y desprotegido. Con el gesto de ponerle la mano encinma del hombro, Julián le había devuelto una sonrisa y asegurándole que si fuese con él prometería no tener miedo de nada e irse con él al fin del mundo. 

Levantó la vista y vio que se había quedado completamente solo en el cementerio exceptuando a la madre de Julián quien permanecía sentada en la silla, en la misma posición que estuvo durante todo el entierro. Sentada, con las rodillas juntas, la cabeza gacha y sosteniendo entre sus manos una foto de su hijo cuando era pequeño. 

Marcos se acercó a ella y se sentó a su lado. Nunca supo descifrar si fue por su presencia o por el hecho de que había asimilado de que su hijo o iba a volver, lo que si que supo es que no se le ocurrió manera de consolar a una madre que había perdidio a su hijo. Levantó la vista solo unos segundos para enseñarla foto, confirmar con él que su hijo de pequeño era precioso y que sabía perfectamente que no iba a volver. 

A pesar de que lo qué quería realmente era encerrarse en su casa, taparse bajo las sábanas y llorar hasta quedarse extenuado del cansancio y el dolor, su parte humana le pudo más y acompañó a la madre de Julián estando con ella hasta altas horas de la mañana, cuando pudo comprobar por sí mismo que la mujer estaba más tranquila. Salió de su casa no sin antes prometerle que se cuidaría y que hablarían al día siguiente, lo que aquella mujer no contemplaría nunca es que Marcos llevado por la desesperación había decidido ir con Julián. 

Unas horas más tarde....

Entrar en su casa, solo se le hizo extraño y doloroso al mismo tiempo. Contemplar su casa era como ver un museo de los recuerdos. Mirara donde mirase había algo que le recordaba a Julián. Se tumbó en la cama, colocó las manos debajo de la almohada y notó algo que rozaba su mano. Estiró con fuerza y arrancó a llorar desconsoladamente. La camiseta que Julián usaba para dormir estaba allí. La estiró como si alguien estuviera tumbado con él en la cama. Colocó su mano encima de la camiseta, igual que estuvo durmiendo con él todo ese tiempo. Lloró hasta quedarse agotado y sin fuerzas. Cerró los ojos para ver si conseguía conciliar el sueño pero cada vez que lo hacía le venían a la cabeza imágenes del accidente. 

Las horas pasaron letamente, incluso parecía que se detenía por momentos. Se levantó y fue hacia la cocina, abrió el mueble bar y cogió una botella de whisky. Llevaba mucho tiempo sin beber, y recordaba perfectamente porqué y quién le había ayudado a dejarlo. Cuando bebía no sabía cuando parar ni ponerse límites. O bien bebía hasta perder el sentido o bebía hasta perder las formas. Más de una vez estuvo en los calabozos por algun que otro altercado había producido por actuar bajo los efectos del alcohol. Julián había aportado luz a su vida y le había ayudado y acompañado en sus momentos más oscuros. Cuando todo aquello pasó y las veces que lo habían recordado Marcos siempre le había definido como su ángel de la guarda. 

Salió al balcón y de forma automática iba llenándose el vaso hasta arriba e ingería el líquido de un solo trago. Fue haciendo, vaso a vaso, trago a trago, hasta que la botella estuvo completamente vacía y él casi no tenía equilibrio ni sentido de la realidad. 

Todo el tiempo que estuvo con Julián fueron los más felices de su vida y ya no los iba a volver a revivir ni a recuperar otra vez. Los había perdido para siempre. 

De forma inconsciente y sin saber muy bien lo que hacía ni el porqué se subió al pasamanos y se puso completamente erguido. Tomó aire con fuerza, estiró completamente cada uno de sus músculos de su cuerpo hasta llegar al punto de estar en tensión y gritó el nombre de Julián con todas sus fuerzas. Se inclinó un poco hacia delante, llevando el peso de su cuerpo a las puntas de sus pies hasta alcanzar el punto en el que empezaba a perder el equilibro. 

No tenía ninguna razón de ser continuar en este mundo si Julián no estaba con él. Era la única persona que tenía en el mundo, a nadie más. Estaba solo. Como al principio, antes de conocerlo. Se negaba a llevar de nuevo la vida de aislamiento y autodestrucción de sí mismo que llevaba antes. 

Justo antes de atreverse a dejar caer su cuerpo al vacío sintió algo a su espalda, como si alguien colocara su mano sobre ella. Esbozó una sonrisa de felicidad y tranquilidad al mismo tiempo. Durante unos segundos, volvió a tener las mismas sensaciones que tenía en cada uno de los momentos compartidos con Julián. 

Se sentó sobre el pasamanos dejando las piernas colgando al vacío y con la vista perdida. De nuevo, las lágrimas brotaron de sus ojos sin que pudiera poner remedio. Era inevitable, era algo incontrolable para é, ¿iba a ser siempre así? ¿llegaría un día en que se acostumbraría a que Julián no estuviera en su vida y continuaría viviendo como si nada? Lamentablemente, después de la decisión que había decidido tomar nunca sabría la respuesta. 

Volvió a ponerse de pie para iniciar el mismo ritual y hacer los mismos pasos que antes y ejecutar lo que había planeado desde el momento en que Julián le había abandonado. 

En el preciso instante en que iba a dar el paso decisivo para lanzarse al vacío de nuevo aquella sensación, pero esta vez no le ponía una mano en la espalda sino que tiraba con fuerza de él hacia el lado contrario. Perdió el equilibrio y cayó de bruces sobre el suelo de terracota del balcón.Se incorporó decidido a hacerlo de nuevo cuando llamaron a la puerta. 


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