Alta costura

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Volver a las clases después del largo verano y de los cinco días extra que había tenido de vacaciones se le hizo un poco cuesta arriba, pero tras un par de semanas, Yongsun ya podía decir que estaba totalmente adaptada a la vida universitaria, otro año más. Las clases allí eran más interesantes y sus compañeros de clase la habían recibido con los brazos abiertos en su mayor parte, aunque los profesores en su gran mayoría eran mucho más estrictos y exigentes y competían entre ellos por el primer puesto de trabajo más largo en la menor cantidad de tiempo.

Por ahora iba ganando el profesor de inglés, que el miércoles les había pedido que realizaran un informe comparativo entre las instituciones turísticas del país de 15 páginas para la semana siguiente.

Pese a ser sábado, los informes y ensayos se acumulaban y le pesaban como una losa, así que había decidido ponerse al día. Se había levantado muy temprano, se había pasado por el gimnasio de la universidad y, una vez energizada y con la información previamente seleccionada, había ido tachando una tarea tras otra de su lista. Solo había parado para bajar rápidamente a la cafetería justo antes de la hora de cierre, recoger el plato del día y sorberlo a la velocidad de la luz. Era sopa, así que se quemó la lengua, pero no le importó de lo centrada que estaba. Cuando terminó con todo ya eran las cuatro de la tarde, y no había mirado el móvil desde que se había puesto a trabajar. Las costumbres del año pasado eran difíciles de eliminar.

Tuvo suerte, porque Wheein estaba ocupadísima con un proyecto de escultura que la traía de cabeza, y Seulgi le estaba haciendo de modelo, así que no le habían llegado muchos mensajes preguntándole en qué agujero se había escondido. Le echó un ojo a las fotos que Seulgi le había mandado desde el pedestal en el que la había apoyado Wheein, y escuchó las notas de voz absurdas que habían grabado.

Como no le apetecía pasarse todo el sábado en su habitación sin hacer nada, la decisión de ir a hacerles compañía fue prácticamente instantánea. Además, el pabellón de Bellas Artes estaba en la otra parte del campus, así le daría un poco el aire y podría estirar las piernas.

Metió la tarjeta de la habitación entre el móvil y la carcasa, se lo metió al bolsillo de los pantalones abultados que llevaba puestos y se miró al espejo de reojo antes de salir. Había tenido mejores días en cuanto a ropa, pero no se iba a una pasarela de moda sino al edificio con más riesgo de ensuciarla del campus.

Aunque estaba en la cuarta planta, decidió bajar por las escaleras y no por el ascensor. Había pasado demasiado tiempo inmóvil y tenía ganas de correr una maratón. Quizás debería intensificar su rutina de ejercicios a la mañana siguiente. Tenía demasiada energía como para pasarla dentro de la residencia y, en las tres semanas que llevaba en Seúl, no había salido de la universidad más de un par de veces para ir a alguna cafetería bonita o al supermercado para comprarse algún dulce. Lo bueno del campus era que tenía de todo, pero también era malo: se había vuelto demasiado comodona. Se había excusado en que tenía muchísimas cosas que hacer, igual que Wheein y Seulgi, y era verdad, pero ya estaban a principios de octubre, ¿dónde estaba su paseo de ensueño en medio de la naturaleza?

Refunfuñando porque, una vez más, la universidad se interponía en el camino de su felicidad, y a la vez disfrutando del sol y el aire y el paseo, no se dio cuenta de que alguien la estaba llamando hasta que sintió una mano en su hombro. Dio un salto y se giró enseguida, agarrando la pálida y familiar muñeca con fuerza.

Deslizó la mirada hacia arriba. Moonbyul tenía una mueca de dolor en el rostro, pero sonreía.

—Estás fuerte, ¿eh? —La camiseta de Yongsun le dejaba gran parte del torso al descubierto, porque el día era soleado y quería aprovechar cada rayo—. Menudos abdominales.

Moonbyul le guiñó el ojo y Yongsun la soltó inmediatamente, como si tuviera algo ardiendo entre las manos.

"Ni se te ocurra pensarlo siquiera", se reprendió a sí misma. Su voz interior sonaba bastante como la de Seulgi. No se había cruzado con Moonbyul por el campus en aquellas semanas. Al principio le había resultado raro, así que le había preguntado a Wheein, meramente por curiosidad, y ella le había contestado con una sonrisita burlona que la facultad de Fotografía estaba muy cerca del pabellón de Bellas Artes y, por tanto, no se la iba a encontrar mucho. Yongsun no se había sentido decepcionada en lo más mínimo, para nada. Tampoco había pensado en el tema, qué va. Cada vez que esos ojos negros se colaban en sus pensamientos, su conciencia los echaba a patadas, aunque a veces seguían persiguiéndola en sueños.

—¿Qué quieres? —preguntó, quizás un poco brusca de más, y se corrigió enseguida al ver a Moonbyul tan contrariada. Ella no le había hecho nada, realmente. No debería dejar que los perjuicios de Seulgi la afectaran—. Perdona, estaba pensando en mis cosas, pero, ¿qué necesitas de mí?

—Tu cuerpo —contestó Moonbyul como si no fuera gran cosa, y a Yongsun le dio un vuelco el corazón. Se le debió notar en la cara, porque Moonbyul apretaba los labios como si intentara no partirse de risa—. Y probablemente también tu cara. Necesito una modelo y tú me debes un favor, ¿recuerdas?

Perfectamente. Aunque intentara de todas las formas no pensar en ello, seguía preguntándose cómo se cobraría Moonbyul su favor, y cuándo lo haría. Estaba dispuesta a decirle que no a cualquier cosa que le dijera, que era tonta pero no tanto, pero una sesión de fotos era una alternativa mucho más tranquila a lo que se había imaginado ella. Parte de ella quería negarse, la parte que sonaba como Seulgi. Yongsun y su amiga no eran tan diferentes: se encariñaban fácil. Ya había quedado en alguna ocasión con Hyejin, porque Wheein y ella solían tener planes juntas, y ya la consideraba una amiga. Un poco atrevida de más, cierto, pero era más calmada y amable de lo que había sabido ver antes. Una vez se había venido Moonbyul, que no había dejado de tirarle fichas que Yongsun había esquivado de izquierda a derecha, fingiendo prestarle mucha menos atención de la que realmente le estaba prestando. Si dejaba que Moonbyul se le acercara y, cuando se cansara de esperar por algo que no iba a pasar, se alejara, seguramente sería un golpe muy duro. Prefería mantener las distancias.

—Me gustaría hacer la sesión en la orilla del río Han —prosiguió Moonbyul al ver que Yongsun no reaccionaba—, y seguro que alguien puede dejarme un par de bicicletas. Podríamos dar un paseo. Wheein me ha dicho que todavía no has ido a verlo.

¡Su paseo de ensueño por la naturaleza! Se lo había imaginado rodeada de un poquito más de vegetación, la verdad, pero supuso que sus idilios eran inalcanzables, teniendo en cuenta que Seúl era una ciudad enorme y muy urbanizada.

—¿Solo quieres eso, entonces? —habló por fin Yongsun.

¿Por qué sonaba su voz un poco decepcionada? No lo estaba para nada. Era, de hecho, más de lo que esperaba, lo cual la había descolocado bastante. Quizás a esto se refería Seulgi con lo de hacerla sentir especial, pero ella no se iba a dejar engañar tan fácilmente.

—Claro —Moonbyul ladeó un poco la cabeza, y entornó los ojos, que brillaron con una chispa de diversión pero la siguieron observando con atención, tal y como los ojos de su sueño. Yongsun no sabía leerla, por mucho que se esforzara, y menos aún cuando sonrió ampliamente y se encogió de hombros—. ¿Qué más iba a querer?

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