XXII. GIRLS
Aquel domingo, el dormitorio de las chicas estaba más silencioso de lo usual. Lavender estaba pasando la tarde con su novio, y Hermione se encontraba en la biblioteca haciendo deberes, por lo que las únicas que quedaban ahí eran Parvati y Allison.
La primera estaba tumbada sobre su cama, mirando el techo y con las cortinas abiertas. Parecía estar concentrada, pensando en algo, y Allison vio un momento oportuno para molestarla un poco. Parvati se sobresaltó cuando Allison se tiró de golpe a los pies de la cama, y soltó una risa.
—¿En qué pensabas?
Parvati levantó la espalda del colchón, moviéndose un poco para dejarle más espacio a Allison, y ambas quedaron sentadas una frente a la otra.
—En nada en especial —contestó Parvati.
Sus mejillas se habían colorado, y no miraba a Allison a los ojos, sino que se dedicaba a observar sus propias manos.
—Bueno, en realidad sí —se apresuró a corregirse—. Yo... estaba preguntándome... ¿te acuerdas de lo que dijiste el otro día?
—Eh, si no especificas un poco más, no sé de qué estás hablando, Parv.
—Claro, perdón... Verás, dijiste que querías besar a... a una chica. Y he estado pensando en eso...
—¿En besar a chicas? —inquirió Allison, alzando las cejas.
Parvati balbuceó algo incomprensible y se tapó la cara con la almohada.
—Sí —contestó brevemente, con la cabeza todavía oculta de la vista de su amiga.
—¿Tú también quieres besar a una chica?
Parvati asomó un poco la cabeza y asintió.
—Solo quiero, no sé, saber cómo se siente. Cuando tuve la cita con el chico de Beauxbatons en Hogsmeade, pensé que sería genial, pero nos besamos y... fue muy raro.
Allison se mordió el labio, pensativa, y se quedó mirando a Parvati. Tras unos segundos en silencio, dijo:
—¿Quieres que nos besemos? Somos amigas, y si las dos queremos besar a una chica, no se me ocurre mejor solución...
—Yo... bueno... sí... Sí, creo que sí.
Ambas se quedaron quietas en un momento algo incómodo, hasta que Allison se acercó a Parvati y ella cogió aliento. Se miraron a los ojos durante unos segundos, mientras Allison pensaba lo que estaba a punto de ocurrir. Parvati era una de sus mejores amigas, pero también era una chica preciosa que acababa de decirle que sí quería besarla.
Así que eso fue lo que hizo, Parvati dirigió una fugaz mirada a sus labios antes de que Allison recortase la distancia. Fueron solo unos pocos segundos hasta que se separaron, pero Parvati no abrió los ojos.
—Ya hemos besado a una chica —murmuró Allison, todavía a unos centímetros de su cara.
Parvati asintió débilmente y abrió los ojos. Allison juraba que brillaban un poco más que hacía unos segundos.
—Ha estado bien —reconoció Parvati.
—Sí. Muy bien.
* * *
El viernes a la hora del desayuno, Lizzy se sentó en la mesa de Gryffindor, alegando que tenía algo importante que decirles.
—Necesito que me dejéis la capa de invisibilidad para ir a Hogsmeade —les pidió a los mellizos.
—No puedes ir a Hogsmeade, todavía vas a segundo —le dijo Harry, con cara de incomprensión.
—Ya, y por eso mismo necesito la capa. Mirad, es importante, y tenéis que venir conmigo los cuatro.
—¿Por qué? —quiso saber Ron.
Eliza se acercó mucho a ellos, para poder susurrar:
—Mi padre quiere vernos.
—Pero... —intervino Allison—. Lizzy, es muy peligroso, ¿qué pasa si le ven?
—No van a verle —le aseguró la pelinegra—. Me ha dicho en una nota que le esperemos a las dos del mediodía en el paso de la cerca que hay al final de la carretera que sale al pueblo, más allá de Dervish y Banges.
—Pero, Liz, no puede arriesgarse así.
—Tiene cosas que contarnos que no podemos hablar por carta —protestó ella, haciendo un mohín—. Además, no será tan arriesgado, os recuerdo que nadie sabe que es un animago.
Después de discutir por unos minutos más, accedieron a ir a ver a Sirius, y a prestarle a Eliza la capa para que pudiera ir con ellos sin ser vista.
Durante todo el día, Allison y Harry estuvieron pensando en si debían contarle a Maddy y Remus lo que iban a hacer. Después de todo, se preocupaban por Sirius, y no querían que le pillasen y le mandaran de nuevo a Azkaban, o que le dieran el beso del dementor. Pero no pudieron hacerlo, porque las ganas de ver a su padrino les vencieron, al igual que habían hecho con Eliza.
La última clase era doble hora de Pociones, por la tarde, compartida con Slytherin. En cuanto los cuatro llegaron a las mazmorras, un grupo de serpientes en el que Draco Malfoy y Pansy Parkinson se encontraban, no paraban de reírse en la puerta del aula.
—¡Ahí están, ahí están! —anunció Parkinson con una risa tonta, y el corro en el que estaban todos se rompió.
La chica guardaba en la mano un ejemplar de Corazón de Bruja, Allison la conocía por todos los tontos tests que había hecho con Lavender y Parvati.
—¡A lo mejor encontráis aquí algo de vuestro interés, Potter y Granger! —les gritó de nuevo Parkinson, tirándoles la revista, que Allison atrapó en el aire.
Aunque su plan era leer lo que fuera que les divertía tanto a los Slytherin, la puerta del aula se abrió, y Snape les obligó a entrar y sentarse en sus pupitres. Los cuatro tomaron asiento al final de la clase, como de costumbre, porque ninguno quería ver de cerca a Snape más de lo necesario. Era algo bastante desagradable.
Hermione y Allison se dedicaron a hojear la revista bajo la mesa hasta que, más o menos a mitad, encontraron lo que buscaban. Había una fotografía de Harry encima de un artículo titulado «La pena secreta de Harry Potter»:
Tal vez sea diferente. Pero, aun así, es un muchacho que padece todos los sufrimientos típicos de la adolescencia, nos revela Rita Skeeter. Privado de amor desde la trágica pérdida de sus padres, a sus catorce años Harry Potter creía haber encontrado consuelo en Hogwarts en su novia, Hermione Granger, una muchacha hija de muggles. Poco sospechaba que no tardaría en sufrir otro golpe emocional en una vida cuajada de pérdidas.
La señorita Granger, una muchacha nada agraciada pero sí muy ambiciosa, parece sentir debilidad por los magos famosos, debilidad que ni siquiera Harry ha podido satisfacer por sí solo. Desde la llegada a Hogwarts de Viktor Krum, el buscador búlgaro y héroe de los últimos Mundiales de quidditch, la señorita Granger ha jugado con los afectos de ambos muchachos. Krum, que está abiertamente enamorado de la taimada señorita Granger, la ha invitado ya a visitarlo en Bulgaria durante las vacaciones de verano, no sin antes declarar que jamás había sentido lo mismo por ninguna otra chica.
Sin embargo, podrían no ser los dudosos encantos naturales de la señorita Granger los que han conquistado el interés de estos pobres chicos.
«Es fea con ganas —nos declara Pansy Parkinson, una bonita y vivaracha alumna de cuarto curso—, pero es perfectamente capaz de preparar un filtro amoroso, porque es una sabelotodo. Supongo que así lo consigue».
Como es natural, los filtros amorosos están prohibidos en Hogwarts, y no cabe duda de que Albus Dumbledore estará interesado en investigar estas sospechas.
Pero esas no son todas las tristezas de los Potter, la hermana de Harry también ha sufrido de los desamores en el colegio. Parece ser que su novio, un muchacho dos años mayor, dejó a la chica el pasado mes por razones misteriosas. Sin embargo, nuestras fiables fuentes nos aseguran que Allison Potter no es la víctima de la trágica historia de amor. Afirman que la chica estuvo engañando a su novio, nada más y nada menos que con dos personas distintas.
«Harry Potter en persona gritó en medio de la Sala Común de Gryffindor que Allison le ponía los cuernos a su novio con el hermano pequeño de él —nos reveló un alumno que prefiere mantener su identidad en secreto—. Allison ha estado cabreada con su hermano antes y después de eso».
Por supuesto, estaréis esperando saber quién es la otra persona con la que Allison Potter traicionó la confianza de su exnovio. Y esta es, nada más y nada menos, ¡que otra jovencita! Así es, queridas lectoras, la hermana de Harry Potter ha decidido que no tenía suficiente con todos los muchachos de Hogwarts, y ahora también va a por las mujeres, ¡hay que ver para creer!
Mientras Harry sigue lidiando con su tristeza causada por su novia y su hermana, sus admiradoras tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él.
—¡Os lo advertí! —les dijo Ron a las chicas entre dientes—. ¡Os advertí que no debíais picarla! Me ha metido a mí también, otra vez. ¡Y a vosotras os ha presentado como una especie de... de mujeres fatales!
Allison soltó una risa.
—¿Mujer fatal? —repitió Hermione, conteniendo la risa.
—Es como las llama mi madre —murmuró Ron, ruborizándose.
—Esto es pura basura, me importa menos que un escreguto lo que esa mujer escriba sobre mí. Si tanto quiere pensar la gente que le puse los cuernos a George, que lo hagan si quieren.
—Exacto, y si Rita no es capaz más que de esto, es que está perdiendo sus habilidades —dijo Hermione, riéndose y dejando el número de Corazón de bruja sobre una silla vacía—. ¡Qué montón de basura!
El grupo de Slytherin les observaban, pendientes por si se enfadaban al leerlo, pero ellas solo les dirigieron una sonrisa sarcástica y Allison les guiñó un ojo con descaro. Empezaron a sacar los ingredientes con despreocupación, hasta que Allison se dio cuenta de algo.
¿Cómo demonios se había enterado de que se había besado con Parvati? En el artículo no decía nada de nombres, pero estaba claro que se había tenido que enterar, cosa que parecía imposible. No se lo habían dicho a nadie, y solo había pasado una vez, además de que fue después de cortar con George.
—Oye —les llamó la atención a sus amigos—, sigo sin entender algo. ¿Cómo se ha enterado de que me gustan las chicas?
—No sé, cualquiera en el castillo podría habérselo contado —dijo Harry.
—Sí, pero... —Se quedó recelosa, sin saber cómo explicarles sin exponer a Parvati. Le dirigió una furtiva mirada antes de continuar—. ¿Cómo es posible que sepa que he besado a una chica?
Los tres se quedaron con los ojos muy abiertos, sorprendidos.
—¿A quién? —preguntó Ron.
—¿Cuándo? —quiso saber Harry.
—No puedo decir quién. Y fue hace poco, Harry, no necesitas que te recuerde que no le he puesto los cuernos a nadie.
—No lo preguntaba por eso —murmuró Harry, rodando los ojos.
—Pero tienes razón —le dijo Hermione a Allison, deteniendo la mano de mortero sobre el almirez lleno de escarabajos—. ¿Cómo puede haberse enterado Rita Skeeter de que Viktor Krum me ha invitado a visitarlo este verano?
Hermione se puso como un tomate al explicar esto, y evitó por todos los medios la mirada de Ron.
—¿Qué? —exclamó este, dejando caer la mano de mortero, que hizo bastante ruido.
—Me lo pidió justo después de sacarme del lago —susurró Hermione—. Después de volver a transformarse la cabeza. La señora Pomfrey nos dio una manta a cada uno, y luego él me llevó aparte para que no pudieran oírnos, y me dijo que si no tenía nada pensado para el verano, tal vez me gustaría...
—¿Y qué le respondiste? —preguntó Ron, que había recuperado la mano de mortero y lo estaba usando sobre la mesa, bastante lejos de donde tenía el almirez, porque no apartaba los ojos de Hermione.
—Y dijo que nunca había sentido lo mismo por ninguna otra chica —siguió Hermione, poniéndose más colorada—. Pero ¿cómo pudo oírlo Rita Skeeter? Ella no estaba por allí, ¿o sí? A lo mejor tiene una capa invisible, a lo mejor se infiltró en los terrenos del colegio para ver la segunda prueba...
—¿Y qué le respondiste tú? —repitió Ron, pegando tan fuerte con la mano de mortero que hizo una marca en el pupitre.
—Bueno, yo estaba demasiado ocupada intentando averiguar si ellos dos estaban bien.
—Por fascinante que sea su vida social, señorita Granger —dijo una voz fría detrás de ellos—, le rogaría que no tratara sobre ella en mi clase. Diez puntos menos para Gryffindor.
Snape se había ido acercando sigilosamente a su pupitre mientras hablaban.
—¡Ah...! ¿También leyendo revistas bajo la mesa? —añadió Snape, cogiendo el ejemplar de Corazón de bruja—. Otros diez puntos menos para Gryffindor... Ah, claro... —Los negros ojos de Snape relucieron al dar con el artículo de Rita Skeeter—. Potter tiene que estar al día de sus apariciones en la prensa...
Los Slytherin se carcajearon, y Allison rodó los ojos con exasñeración. ¿No se cansaba Snape de ser así? Se veía a que no, porque empezó a leer en voz alta el artículo.
—«La pena secreta de Harry Potter...» Vaya, vaya, Potter, ¿de qué sufre usted ahora? «Tal vez sea diferente. Pero, aun así...»
Cuando terminaba una frase, debaja un espacio para que los Slytherin se rieran.
—«... sus admiradoras tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él». ¡Qué conmovedor! —dijo Snape con desprecio, cerrando y enrollando la revista ante las risas continuadas de los de Slytherin—. Bueno, creo que lo mejor será que los separe a los cuatro para que puedan pensar en sus pociones y olvidar por un momento sus enmarañadas vidas amorosas. Weasley, quédese donde está; señorita Granger, allá, con la señorita Parkinson; señor Potter, al otro lado del aula. Y, señorita Potter, a la mesa que está enfrente de la mía. Muévase, ya.
Dirigiéndole una sonrisa sarcástica, agarró su mochila y su caldero —en el que metió todos los ingredientes— y fue a sentarse a la mesa vacía. Reanudó su tarea, machacando con fuerza los escarabajos.
—Toda esta atención por parte de la prensa parece habérsele subido a la cabeza a su hermano y a usted, Potter —dijo Snape en voz baja, cuando el resto de la clase había vuelto a lo suyo.
Allison alzó las cejas, pero evitó subir la cabeza. No quería observar la cara de Snape mientras intentaba que se cabreara y perdiera más puntos para Gryffindor.
—Seguro que tienes la impresión de que todo el mundo mágico está pendiente de tu hermano, y tienes razón. Por mucho que el periódico hable de ti, siempre sale su foto. Está claro que no sabían que eres una niña desagradable, igual que tu hermano, que cree estar por encima de las reglas.
Allison levantó la cabeza, dándole una mirada desafiante a Snape.
—Así que te advertiré algo, Potter —prosiguió Snape, con la voz aún más suave y ponzoñosa—, sea o no tu hermano una diminuta celebridad: si os pillo volviendo a entrar en mi despacho...
—¿Por qué querría estar cerca siquiera de su despacho?
—No me mientas —dijo Snape entre dientes, mirando con desprecio a su alumna—. Piel de serpiente arbórea africana, branquialgas... Tanto una como otra salieron de mi armario privado, y sé quién las robó.
—Y para qué iba a querer yo robar eso, ¿para merendar?
—¡Tu hermano no estaba en el dormitorio la noche en que entraron en mi despacho! —le dijo Snape en voz baja—. ¡Lo sé, Potter! ¡Y aunque Ojoloco Moody haya ingresado en el club de admiradores de tu hermano, no por eso toleraré vuestro comportamiento! Una nueva incursión nocturna en mi despacho, Potter, ¡y lo pagaréis!
—¿Cómo sabe que Harry no estaba en su cuarto, si es que es así? No sé si está al corriente, pero he estado investigando y, si no es cuestión de máxima importancia, un profesor no puede entrar a una Sala Común de una casa de la que no es Jefe. Mucho menos para espiar a sus alumnos mientras duermen, algo que definitivamente viola una de las más importantes normas de intimidad del alumnado, y de las pocas que existen en este colegio.
Allison se cruzó de brazos y sonrió con satisfacción. Por unos segundos, había dejado a Snape sin palabras, pues no se esperaba que la chica conociera alguna de las normas del castillo fuera de que estaba prohibido deambular por los pasillos de noche o usar magia al salir de clase. Pero ella había realizado una gran investigación sobre ese tipo de normas, cuando buscaba información para el tema del ojo de Moody, porque quería asegurarse de que al menos supiera qué se podía y qué no se podía hacer de forma legal.
Snape metió la mano en su bolsillo y sacó un tarro de cristal con algo que parecía agua.
—¿Sabes qué es esto, Potter? —preguntó Snape, y sus ojos volvieron a brillar malévolamente.
—No.
—Es Veritaserum, una poción de la verdad tan poderosa que tres gotas bastarían para que descubrieras tus más íntimos secretos ante toda la clase —informó Snape con la voz impregnada de odio—. Desde luego, el uso de esta poción está severamente controlado por normativa ministerial. Pero, si no vigilas tus pasos, podrías descubrir que mi mano se desliza subrepticiamente —movió un poco el tarro de cristal— hasta el zumo de calabaza de tu cena. Y entonces, Potter... sabremos si has estado o no en mi despacho.
—Me sorprende que después de admitir que ha incumplido una norma del colegio diga que es capaz de incumplir otra. Pero, ¿sabe?, no me importa. ¿Qué cree que voy a contar que nadie sepa?, ¿que besé a una chica? Eso ya lo saben todos, y seguro que ya es una más que usted.
Allison alzó las cejas, mirando directamente a los ojos de Snape. No le hacía nada de gracia que le amenazara con aquello, y estaba dispuesta a tomar represalias.
—Diez puntos menos para Gryffindor.
—Ya estaba tardando —murmuró Allison, volviendo su atención a las raíces de jengibre, partiéndolas en rodajas.
Era consciente de que no podía permitirse que Snape le diera aquella poción. Tenía secretos que no solo la involucraban a ella. No podía decirle a alguien que Sirius se encontraba en Hogsmeade, ni que Maddy era una animaga no registrada, ni todas las cosas ilegales que ella y sus amigos habían hecho desde que entraron a Hogwarts.
Llamaron a la puerta de la mazmorra.
—Pase —dijo Snape en su tono habitual.
Toda la clase miró hacia la puerta. Entró el profesor Karkarov y se dirigió a la mesa de Snape, enroscándose el pelo de la barbilla en el dedo. Parecía nervioso.
Se puso a insistirle a Snape, diciendo que tenían que hablar, pero Snape lo retrasó hasta el final de la clase. Karkarov se quedó esperando. Allison miró a Harry, que estaba algo lejos, y cuando todo el mundo se levantó Harry se quedó a su lado. Decidieron que se quedarían a escuchar, y Harry derribó un frasco adrede, fingiendo que se chocaba. Ambos se agacharon a limpiar.
—¿Qué es eso tan urgente? —oyó que Snape le preguntaba a Karkarov en un susurro.
—Esto —dijo Karkarov.
Harry echó un vistazo, pero Allison no consiguió ver nada.
—¿Qué te parece? —añadió Karkarov—. ¿Ves? Nunca había estado tan clara, nunca desde...
—¡Tapa eso! —gruñó Snape.
—Pero tú también tienes que haber notado... —comenzó Karkarov con voz agitada.
—¡Podemos hablar después, Karkarov! —lo
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