21 | llanto

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XXI. SOBBING

Odiaba llorar.

Le hacía sentir débil y se detestaba por ceder y empezar a soltar lágrima tras lágrima. Y después lloraba porque odiaba hacerlo y se sentía mal consigo misma por ello. En el fondo sabía que no tenía nada de malo, pero no podía evitar detestar romper en llanto porque su subconsciente no la dejaba tranquila.

Pero la realidad de que George y ella acababan de cortar su relación se había estampado contra su cara en cuanto Cho cerró la puerta de la Sala Común de Ravenclaw, y se había derrumbado. Incluso con su política de no llorar frente a nadie, no pudo dejar de hacerlo cuando Eliza salió. Se sentía estúpida, y cuanto más pensaba en todo lo que había pasado, más idiota se sentía.

¿Era una mala persona por haberse comportado así respecto a Harry? Ella no quería hacer parecer que odiaba a su hermano, le quería un montón. ¿Había sido tan horrible como para que George quisiera romper con ella por eso?

No paraba de hacerse preguntas mientras hipaba, rogando por que nadie saliera de la Sala Común y la viera así. Eliza intentaba tranquilizarla, pero al notar que Allison no la escuchaba, se calló y solo la abrazó con fuerza.

Pasaron un buen rato así, hasta que los llantos de la pelirroja se calmaron y decidió que debía volver, no quería que pillaran a Eliza fuera de su Sala Común y se metiera en problemas por su culpa. Así que, con cuidado de que Filch no la encontrase por los pasillos tan tarde, regresó a la Torre de Gryffindor.

En cuanto pisó su cuarto, las miradas de sus tres compañeras se posaron en ella, preguntándose dónde había estado. Allison se fue a poner el pijama para meterse a la cama, cerrar las cortinas y llorar en silencio toda la noche si es que hacía falta. Pero Lavender fue la primera en notar que sus ojos estaban llorosos y tenía muy mala cara.

—Ally, ¿qué ha pasado?

Ella negó con la cabeza, evitando mirar de frente a alguna de las tres, e intentó meterse en la cama para evadir el posible interrogatorio. No pudo hacerlo porque Lavender se lo impidió, sentándose en su cama y obligándole a mirarle a los ojos.

—¿Has estado llorando? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

Allison miró a las tres, que se habían acercado a la cama para ver si era cierto, y no pudo soportar estar más tiempo fingiendo que se encontraba bien. Se tumbó en la cama y se tapó la cara con las manos, intentando controlarse para no volver a llorar.

Escuchó cómo le preguntaban qué le había pasado, si alguien le había hechizado, Hermione inclusó le preguntó si se había vuelto a cruzar con Moody. Pero ella negaba con la cabeza sin parar, el labio le temblaba y por mucho que lo temiera, iba a echarse a llorar de nuevo frente a más personas.

Y así lo hizo. Mientras balbuceaba cosas incomprensibles para sus amigas, Allison rompió en llanto, por segunda vez aquella noche. Hermione le dio un abrazo, intentando consolarla de alguna forma, sin entender por qué estaba así.

Cuando consiguió tranquilizarse un poco, fue contándoles lo que había pasado. Que ya no estaba con George porque habían discutido y habían acabado rompiendo. Que George pensaba que ella no le quería y que era una hipócrita. Y Allison estaba empezando a creer que lo era.

Esa noche la pasó así, entre sollozos y abrazos, pensamientos dando vueltas por su cabeza sin parar, consuelos de sus amigas, y escasas horas de sueño.

Cuando despertó —debía de haber dormido dos o tres horas al final, no estaba segura— no recordó lo que había pasado el día anterior hasta que abrió su baúl para ponerse la túnica. La bufanda azul que George le había regalado estaba encima de todo, bien plegada sobre una pila de jerséis, y leyó las dos pequeñas letras bordadas.

«Por ahora, la G significa George, pero si algún día te rompo el corazón puede pasar a ser Gwendolyn». Eso era lo que él le había escrito en la nota, recordó Allison con aplomo, pero no pensaba que fuera a ocurrir tan pronto.

Le dio una fuerte patada al baúl y se sentó con rabia en el suelo, llevándose las manos a la cara y preguntándose por qué todo había salido tan mal.

Fue un día horrible. Bajó temprano a desayunar para no ver a George, y se quedó esperando en la entrada de la clase de Historia de la Magia con Hermione hasta que sus compañeros llegaron. No prestó atención en ninguna clase, y durante el recreo fue con Hermione a la biblioteca porque no quería ver a nadie. A la hora de la comida, evitó a toda costa mirar a su alrededor para no toparse con los ojos marrones de George mirándola, pero no lo consiguió. Cuando le vio, tuvo ganas de huir de ahí, pero su orgullo no le permitió dejarle ver a George que estaba mal.

Harry y Ron habían notado lo rara que Allison había estado durante todo el día, pero no le preguntaron nada hasta que llegó la noche. Estaban en la Sala Común, que no se encontraba muy abarrotada, haciendo tarea. Allison tenía la butaca llena de bolas de pergaminos arrugados, porque se le olvidaba que estaba escribiendo y lo llenaba todo de tinta que se derramaba.

Por mucho que intentó ocultarles lo que había sucedido, se rindió y acabó contándoles solo lo esencial: que George y ella habían cortado la noche anterior. Harry le dio un fuerte abrazo y a Allison se le encogió el corazón. ¿De verdad había estado hablando tan mal de él? No se había dado cuenta hasta que se había puesto a recordar las conversaciones en las que ponía a parir a su hermano. Al mismo Harry que la abrazaba y le decía que todo iría bien. Pero también era el mismo que había sospechado que engañaba a su novio con su mejor amigo.

Los días siguientes tuvieron muchos altibajos. La primera semana, Allison se limitaba a gruñir a todo el mundo y a debatir consigo misma en su cabeza. No levantaba la cabeza del plato durante las comidas, y siempre que George entraba en la Sala Común subía a su habitación.

Pero decidió que no podía seguir escondiéndose, así que dejó de huir cada vez que le veía. Algunos días se sentía como si todo hubiera pasado, pero otros caía el peso sobre ella y la tristeza la inundaba. Allison no dejaba que eso se reflejara en su comportamiento en público, de todas formas, porque no quería mostrar debilidad.

Tenía bastantes distracciones que le ayudaban a no enfocar toda su atención en George. Hermione solía llevársela a la biblioteca, donde trabajaban en la PEDDO, hacían la tarea o Allison avanzaba en su investigación sobre ojos mágicos. Además de que tenía que ayudar a Harry a buscar una forma de que pudiese respirar una hora bajo el agua y no morir ahogado.

Sus amigos fueron un gran apoyo también. Tenía muchas más charlas que antes con Eliza, y de vez en cuando le presentaba a sus amigos de Ravenclaw, o se quedaban hablando con Cameron. Era un chico simpático una vez le conocías más y mirabas debajo de su sarcasmo y sus casi nulas habilidades sociales. Eliza le había dicho que le costaba mucho hablar con otras personas, pero que estaban haciendo avances.

Pero si tuviera que elegir lo que más le había animado, sería sin lugar a dudas los ratos que pasaba con sus compañeras de cuarto. Hermione huía de vez en cuando de las conversaciones, porque no solía estar interesada en lo que hablaban, pero apoyaba a Allison de diferentes maneras. Lavender y Parvati charlaban con ella de cualquier cosa, y siempre acababan en risas descontroladas y confesiones sorprendentes. Como cuando Allison se enteró de que Lavender estaba saliendo con un chico un año mayor, también de Gryffindor, llamado Geoff. Lavender no se lo había querido contar por pena, pero a ella no le importaba, estaba feliz por su amiga.

—Ya me he cansado de los chicos, a partir de ahora solo saldré con chicas —les aseguró Allison un día, muy convencida de sus palabras.

Parvati, que estaba respondiendo un quizz de la revista Corazón de Bruja, levantó la mirada con repentino interés.

—¿En serio? —preguntó, aunque pareció arrepentirse de haberlo dicho en voz tan alta y aguda.

—Segurísimo. Las chicas son maravillosas, nos entendemos entre nosotras. Quiero besar a una chica, sí, así me olvidaré definitivamente de George.

Parvati murmuró algo incomprensible y sus dos amigas se giraron hacia ella, esperando que lo repitiera. Pero ella solo se puso muy roja y escondió su cabeza detrás de la revista.

—¿Parv, qué pasa?

—¡No he dicho nada!

Lavender se quedó mirándola con un gesto interrogativo, pero pareció ocurríesele algo y decidió cambiar repentinamente de tema.

—¿De qué es ese quizz?

* * *

Ya había transcurrido casi un mes desde la ruptura, y Allison había hablado con George en unas cuantas ocasiones. No habían cruzado más de un par de frases, claro, y ninguno de los dos parecía dispuesto a hablar sobre la razón por la que habían cortado. Pero era un gran avance el poder saludarle sin sentir ganas de volverse pequeñita y desaparecer.

En esos momentos, Allison se encontraba junto a sus tres amigos en la biblioteca, investigando con pesadez sobre alguna forma mágica en la que Harry pudiera sobrevivir a la segunda prueba.

—Creo que es imposible —declaró Ron, abatido—. No hay nada. Nada. Lo que más se aproxima a lo que necesitamos es este encantamiento desecador para drenar charcos y estanques, pero no es ni mucho menos lo bastante potente para desecar el lago.

—Tiene que haber alguna manera —murmuró Hermione, acercándose una vela mientras escudriñaba las páginas de uno de los libro—. Nunca habrían puesto una prueba que no se pudiera realizar.

—Vete a saber, están todos pirados —opinó Allison, que tenía la cabeza apoyada en las manos y los ojos medio cerrados—. Dumbledore se pone como loco cuando come esos caramelos de limón, Karkarov actúa como si ocultara un cadáver en su barco, y Madame Maxime realmente cree que solo tiene un esqueleto grande. Y no me hagáis hablar de Bagman y Crouch, porque no sabría ni por dónde empezar.

—Entiendo tu punto —le dijo Harry con un suspiro.

—Te vendría mejor si metieras la cabeza dentro del lago y les gritaras a las sirenas que te devuelvan lo que sea que te hayan mangado y ver si te hacen caso. Es tu opción más segura —dijo Ron, quien estaba ya muy cansado.

—¡Hay una manera de hacerlo! —insistió Hermione, enfadada—. ¡Tiene que haberla!

La chica estaba bastante molesta de no poder encontrar la respuesta en la biblioteca, como siempre hacía. Allison se sentía así cada vez que buscaba leyes de objetos mágicos prohibidos y no encontraba nada que le ayudase. De verdad que la situación le estaba hartando, ¿acaso nadie antes había pensado en eso?

—Ya sé lo que tendría que haber hecho —dijo Harry, dejando descansar la cabeza en el libro—. Tendría que haber aprendido a hacerme animago como Maddy y Sirius.

—¡Claro, así podrías convertirte en carpa cuando quisieras! —corroboró Ron.

—O en una rana —añadió Harry con un bostezo.

—De regalo de cumpleaños quiero que te transformes en rana —se burló Allison, levantando la cabeza de sus manos y empezando a balancear su silla—. No necesito nada más para ser feliz.

—Lleva unos cuantos años convertirse en animago, y después hay que registrarse y todo eso —dijo Hermione vagamente, echándole un vistazo al índice de Problemas mágicos extraordinarios y sus soluciones—. La profesora McGonagall nos lo dijo, ¿recordáis? Hay que registrarse en el Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia, y decir en qué animal se convierte uno y con qué marcas, de qué color... para que no se pueda hacer mal uso de ello.

—Estaba hablando en broma, Hermione —le aclaró Harry cansinamente—. Ya sé que no me puedo convertir en rana mañana por la mañana.

—Pues qué asco —se lamentó Allison, intentando mantener los ojos abiertos mientras su silla cada vez se inclinaba más hacia atrás.

—¡Ah, esto no sirve de nada! —se quejó Hermione cerrando de un golpe los Problemas mágicos extraordinarios—. Pero ¡quién demonios va a querer hacerse tirabuzones en los pelos de la nariz!

—A mí no me importaría —dijo la voz de Fred Weasley—. Daría que hablar, ¿no?

Los gemelos acababan de salir de detrás de las estanterías, y Allison se cayó al suelo de espaldas por el susto. Era la última vez que jugaba con su silla. Soltó un quejido de dolor y alguien se apresuró a ayudarla a ponerse en pie, pero en cuanto vio que era George se apartó de su lado y se colocó junto a Hermione, rascándose la nuca.

—¿Estás bien? —le preguntó preocupada Hermione. Allison asintió—. No deberías balancearte con la silla.

—Sí, gracias, ya me he dado cuenta.

—Bueno... ¿qué hacéis aquí? —quiso saber Ron, dirigiéndose a a sus hermanos.

—Buscaros —repuso George—. McGonagall quiere que vayáis las dos, chicas.

—¿Por qué? —preguntó Hermione, sorprendida.

—Ni idea... pero estaba muy seria —contestó Fred.

—Tenemos que llevaros a su despacho —explicó George.

—¿De qué se habrá enterado? —se asustó Allison en voz baja y a nadie en especial, tratando de recordar todo lo que había hecho mal durante el último mes.

—Nos veremos en la Sala Común —les dijo Hermione a Harry y Ron al levantarse con Allison. Ella también parecía nerviosa—. Llevaos todos los libros que podáis, ¿vale?

—Bien —asintió Harry, incómodo.

Caminaron en silencio, que era interrumpido en ocasiones por susurros de alguno de los gemelos hacia el otro, hasta que llegaron al despacho de la profesora McGonagall.

Fred y George se marcharon en cuando ambas pusieron un pie dentro, y entonces vieron que no eran las únicas ahí. Cho Chang estaba sentada en una de las cuatro sillas frente al escritorio, y un segundo asiento estaba ocupado por una niña que debía tener menos de diez años. Tenía el pelo rubio platinado, y cuando se giró y le vio la cara lo primero que pensó fue en que era como ver a una más pequeña Fleur Delacour.

—Sentaos, chicas, y os explicaré por qué estáis aquí.

Ellas le hicieron caso, sentándose Hermione en el extremo derecho, y Allison entre ella y Cho. No sabía por qué estaba ahí, pero desde luego no podía haber hecho nada malo que implicara a Cho y a una niña que no conocía de nada.

—Las cuatro os encontráis aquí porque sois lo que más valora cada uno de nuestros campeones. He estado explicándoles a las señoritas Delacour y Chang sobre la prueba, pero tengo entendido que vosotras dos ya sabéis de lo que va —les dijo a Allison y Hermione, mirándoles a través de sus gafas.

—Un poco por encima —dijo Allison, sonriendo y fingiendo inocencia.

—Bien, entonces será más fácil. Vamos a sumiros en un sueño, con un hechizo, y estaréis perfectamente a salvo, pudiendo respirar bajo el agua sin problemas. Si uno de los campeones no llega a buscaros, la gente del lago se encargará de sacaros. Y no os preocupéis, el hechizo no se romperá hasta que podáis respirar el aire, así que os prometo que no os ahogareis si se atrasan.

Se quedó en silencio, invitándolas a que preguntaran sus dudas.

—A ver si me aclaro... —dijo entonces Allison—. Nos van a meter en las profundidades del Lago Negro. ¿Y lo único que tengo que hacer es dormir? Bueno, espero que Harry gane, porque si pillo un resfriado por esto, al menos quiero que comparta el premio.

—Madame Pomfrey estará ahí en cuanto salgáis del lago, Allison —le aseguró McGonagall—. No os pasará nada. Por supuesto, si no queréis hacerlo, buscaremos un sustituto que esté dispuesto.

Las cuatro parecieron de acuerdo en que lo harían, así que una a una, McGonagall las fue hechizando para que se quedasen dormidas.

* * *

En cuanto despertó, los gritos de la multitud llegaron a sus oídos. Allison echó agua por la boca, y después respiró con gusto el oxígeno del aire.

No pudo evitar comparar aquel despertar con la vez que lo hizo en la enfermería después de que el profesor Moody usara el imperius con sus alumnos. Se llevó una mano a la cabeza de forma inconsciente, pero se alivió al recordar que no había pasado nada y solo le quedaba la pequeñísima cicatriz. Era la prueba, Harry la había sacado ya del Lago Negro.

Al abrir los ojos, se quedó confundida de ver a la hermana de Fleur Delacour junto a ellos.

—¿Para qué la has traído?

—Fleur no apareció. No podía dejarla allí —contestó Harry jadeando.

—No seas tonto, Harry, ¿pensabas que nos dejarían morir en el lago?

—Pero la canción decía...

—Decía eso para que no te quedaras todo el día buceando, lelo —cortó ella, riendo—. Anda, me estoy congelando, vámonos antes de que me entre hipotermia.

Entre los dos, ayudaron a la pequeña a llegar hasta la orilla, acompañados de las sirenas y los tritones.

La señora Pomfrey atendía a Hermione, Krum, Cho y Cedric, quienes estaban envueltos en gruesas mantas. Por otra parte, Fleur estaba histérica, peleando para volver al agua mientras su directora intentaba sujetarla.

—¡Gabrielle!, ¡Gabrielle! ¿Está viva? ¿Está heguida?

Percy, quien se encontraba sustituyendo de nuevo al señor Crouch, ayudó a subir a Allison. Bagman y Dumbledore tiraron de Harry hacia arriba, y Fleur finalmente corrió a abrazar a su hermana.

—Fue pog los guindylows... Me atacagon... ¡Ah, Gabrielle, pensé... pensé...!

—Vosotros, venid aquí —ordenó la señora Pomfrey.

Agarró a ambos hermanos Potter y les llevó con los demás, envolviéndolos con las mantas y dándoles una poción que hizo que les saliera humo por las orejas.

—¡Muy bien, Harry! —gritó Hermione muy contenta—. ¡Lo hiciste, averiguaste el modo!

—Tienes un escarrabajo en el pelo, Herr... mío... ne —avisó Krum.

Ella se lo quitó y cayó al suelo, corriendo a refugiarse donde pudo, pero permaneciendo cerca.

—Pero te has pasado un montón del tiempo, Harry... ¿Te costó mucho encontrarnos?

—No, os encontré sin problemas.

Pasó un rato, en el que Dumbledore estuvo hablando con las sirenas, hasta que se levantó y les comunicó a todos:

—Me parece que tenemos que hablar antes de dar la puntuación.

Al tiempo que los miembros del tribunal se reunían en un corrillo, madame Pomfrey fue a buscar a Fleur y Gabrielle. Fleur tenía cortes en la cara y los brazos y la túnica rasgada, pero no le permitió a la enfermera que se ocupara de ella.

—Atienda a Gabrielle. —Se volvió hacia Harry—. Tú la has salvado —le dijo casi sin resuello—. Aunque no ega tu gueén.

—Sí.

Fleur besó dos veces cada mejilla del chico, y después se dirigió hacia Allison:

—Tú también le ayudaste.

—Bueno, un poco —dijo Allison, sonriendo como una boba.

Cuando Fleur le besó igual que había hecho con Harry, Allison pensó que no volvería a lavarse la cara.

—Damas y caballeros —dijo la voz amplificada de Ludo Bagman—, hemos tomado una decisión. Murcus, la jefa sirena, nos ha explicado qué ha ocurrido exactamente en el fondo del lago, y hemos puntuado en consecuencia. El total de nuestras puntuaciones, que se dan sobre un máximo de cincuenta puntos a cada uno de los campeones, es el siguiente:

»La señorita Delacour, aunque ha demostrado un uso excelente del encantamiento casco-burbuja, fue atacada por los grindylows

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