#4: 𝗔 𝗹𝗶𝘁𝘁𝗹𝗲 𝗽𝗲𝗮𝗰𝗲 𝗼𝗳 𝗺𝗶𝗻𝗱

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𝗘𝗦𝗖𝗔𝗣𝗔𝗡𝗗𝗢 𝗗𝗘 𝗟𝗔 𝗝𝗨𝗦𝗧𝗜𝗖𝗜𝗔

-𝗔 𝗟𝗜𝗧𝗧𝗟𝗘 𝗣𝗘𝗔𝗖𝗘 𝗢𝗙 𝗠𝗜𝗡𝗗-

(....)

El sol comenzaba a colarse entre los árboles, creando rayos de luz que atravesaban las hojas caídas y el aire fresco que hacía que el bosque tuviera una sensación tranquila, pero extraña. Dogman abrió los ojos lentamente. Su cabeza estaba pesada, y sentía un dolor punzante en su hombro izquierdo. Se quedó entre los dientes, intentando levantarse, pero su cuerpo se sintió como si hubiera sido aplastado por una roca gigante. Frunció el ceño y, con un suspiro, intentó recordarlo todo.

Las últimas imágenes que tenía en la mente eran borrosas. Había huido... sí, huido junto con petey y su hijo, pero... ¿cómo llegaron hasta aquí? El perro miró alrededor, viendo un paisaje verde y tranquilo que contrastaba con el caos que había dejado atrás. Un par de ramas crujieron bajo su peso mientras intentaba moverse, y al poner las patas en el suelo, se dio cuenta de lo que realmente le dolía: no solo su hombro, sino también su cabeza, que latía con cada uno de sus intentos por moverse.

-Vaya... qué desastre-, murmuró para sí mismo, frotándose la frente con una de sus patas.

Miró alrededor de nuevo y notó a lo lejos una figura pequeña que se estaba acercando, caminando con delicadeza. Era li'l petey un pequeño felino que, por alguna razón, lo había acompañado en su huida, y que en ese momento parecía estar disfrutando de algo.

El pequeño gato, con sus ojitos brillantes, estaba mordiendo una cereza roja y jugosa, que sostenía con sus pequeñas patas. Parecía completamente feliz mientras se sentaba sobre una roca cubierta de musgo, mirando al perro con su mirada inocente.

¿De dónde sacó eso? Pensó dogman, sintiendo cómo su curiosidad comenzaba a despertar, a pesar de su dolor.

-¿Quién te dio esas cerezas?-, preguntó el can, alzando la voz de forma tranquila, pero con un tono que mostraba cierta preocupación.

El pequeño gato levantó la cabeza, con la cereza a medio morder, y señaló con su patita hacia una figura al borde del río. El perro giró la cabeza hacia la dirección que el pequeño gato señalaba y vio a petey su compañero, agachado cerca de un río que cruzaba el bosque. Estaba con la mirada fija en el agua, usando sus patas como si fueran herramientas, sacando pequeños peces con increíble destreza, y depositándolos en una pila de ramas secas que había preparado previamente.

Dogman frunció el ceño al ver las pequeñas heridas en el rostro y las patas del gato. Aunque intentaba mantenerse fuerte, no podía evitar notar las marcas de agotación y el leve temblor en sus movimientos. El perro, en ese momento, no pudo evitar sentir un tirón en el corazón, una necesidad de cuidar a aquel ser que, a pesar de todo, siempre había estado a su lado.

El perro se levantó con dificultad, sosteniéndose sobre sus patas delanteras mientras sus piernas temblaban. Caminó con cautela, sin querer hacer ruido, acercándose al gato. El sol brillaba suavemente sobre ellos, mientras el agua del río reflejaba las luces danzantes del día. Un ligero viento movía las hojas de los árboles, creando una atmósfera tan pacífica que casi podía escuchar su propio corazón latiendo con fuerza.

El perro finalmente se acercó al gato, que siguió con su pesca, completamente enfocado. Dogman se sentó junto a él, observando la manera en que el gato pescaba con tanta calma. El río parecía ser su hogar, y el perro sentía que había algo tranquilizador en ese acto tan simple, tan natural.

-Oye, ¿estás bien?-preguntó el alfa con una voz suave, pero cargada de preocupación.

Petey levantó la mirada, notando la cercanía del perro y viendo el dolor que se reflejaba en su rostro. Sonrió levemente, aunque la sonrisa era pequeña, casi imperceptible.

-Sí, estoy bien. Solo… un par de rasguños-.respondió el gato anaranjado con voz suave, su tono tranquilo pero con una pequeña nota de cansancio. -No te preocupes por mí. Estoy acostumbrado-

Dogman lo miró detenidamente, buscando cualquier señal de que estuviera mintiendo, pero no encontró nada. El gato siempre había sido fuerte, pero esta vez parecía diferente, como si todo el peso del mundo hubiera recaído sobre sus hombros. Y, aunque el perro quería insistir, algo en su mirada le hizo callar. Había aprendido, en todo este tiempo, a confiar en el gato, a confiar en su fortaleza silenciosa.-¿Qué estás haciendo?- preguntó dogman, cambiando de tema, para no seguir presionando.

-..Pescar..-dijo petey, como si fuera lo más obvio del mundo.-Es para ti... y para el pequeño. Él necesita alimentarse bien.-

El can ascendió, sintiendo un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. El gato nunca dejaba de pensar en los demás, y eso, aunque lo envidiaba, también le hacía admirarlo más que nunca-Gracias, amigo- dijo el perro, sin poder evitar una sonrisa sincera.-De verdad... gracias por todo.-

Petey se limitó a asentir con la cabeza, sin añadir nada más. No se necesitan palabras. Ambos sabían lo que significaba ese agradecimiento. La conexión entre ellos había crecido mucho más allá de las palabras, más allá de lo que cualquiera podría entender. Era algo que solo ellos compartían.

Dogman observó cómo el gato, después de pescar otro pez, se levantó con facilidad y se acercó a él. Con una delicadeza sorprendente, puso uno de los peces en sus patas, ofreciéndoselo al alfa

-Come. Te hará bien..-le dijo con una sonrisa suave, que hacía que sus ojos brillaran con una calidez que solo él podía transmitir.

El perro miró al gato atigrado con un brillo en los ojos. -Lo haré. Pero… ¿tú? ¿No vas a comer-

-Mi trabajo es asegurarte de que estés bien. Ya comeré después..- respondió petey con una actitud que dogman encontró tan natural como su propia respiración.

El can sonoro con ternura, aceptando el pez, y ambos se quedaron en silencio, sentados en el borde del río. El sol ya no estaba tan alto, y el aire se había vuelto más fresco, mientras la tranquilidad de la naturaleza los envolvía. Era un momento que ninguno de los dos deseaba que terminara.

El pequeño gato se acercó también, trayendo más cerezas, y se las ofreció con una sonrisa inocente. Dogman con una sonrisa en su rostro, las ayudó, mirando al gato con gratitud-Gracias, pequeño- dijo el perro, mientras el niño gato saltaba hacia sus brazos, abrazándolo con fuerza.

El silencio entre ellos era cómodo, y mientras el sol comenzaba a ponerse, sabían que, a pesar de todo lo que habían enfrentado, habían encontrado algo más grande: una amistad que no necesitaba ser demostrada con palabras, sino con gestos simples de amor y cuidado.

(....)

La noche había caído sobre el bosque. El cielo, oscuro y salpicado de estrellas, se extendía sobre ellos, mientras el aire fresco de la madrugada susurraba entre los árboles. Las hojas crujían bajo los pasos de los tres fugitivos, pero el cansancio había comenzado a pesar sobre todos ellos. Dogman había estado adolorido desde la huida, pero su hombro herido parecía haber empeorado con el paso de las horas.

A pesar de su voluntad de no mostrar debilidad, el dolor era casi insoportable. Al principio, había logrado ignorarlo, pero ahora cada movimiento lo hacía jadear con incomodidad. Al llegar a un pequeño claro del bosque, el gato había decidido que era hora de detenerse y atender la herida del hombro que tenia el can antes de que empeorara.

-Doggy, quédate quieto-dijo el gato anaranjado con voz suave, pero firme. Su mirada era tranquila, pero había algo en sus ojos que transmitía seriedad-Te voy a curar la herida, y necesito que confíes en mí, ¿está bien?-

Dogman asintió, aunque su cuerpo temblaba ligeramente. Había estado aguantando el dolor, pero ya no podía más. Se sentó con dificultad sobre la hierba, respirando entrecortadamente-Voy a estar bien, solo… hazlo rápido-murmuró, con la voz rasposa por el dolor.

El felino se acercó lentamente, su mirada fija en el hombro ensangrentado de dognab. Había algo casi mágico en cómo petey se movía, como si tuviera la habilidad de curar solo con su presencia. En sus patas llevaba varias plantas, hierbas frescas que había recogido durante el dia.

Petey comenzó a examinar la herida con delicadeza, deshaciéndose de los vendajes improvisados que dogman había utilizado para intentar detener el sangrado. La bala había entrado en su hombro, dejando una marca profunda que aún sangraba levemente.

-Esto va a doler un poco-advirtió petey mientras comenzaba a machacar las hojas y raíces de las plantas entre sus patas. La fragancia fresca de las hierbas llenó el aire, y dogman cerró los ojos, preparándose para el dolor.

El omega empezó a aplicar una pasta de hierbas sobre la herida. El contacto fue frío, y el can no pudo evitar que un gemido de dolor se escapara de su boca.-¡Maldita sea…!-Dogmab apretó los dientes, y su respiración se hizo más errática mientras el dolor lo recorría por completo.-Eso... ¡eso quema!-

-Lo sé, pero es necesario- respondió petey con calma, frotando suavemente la pasta sobre la herida, con movimientos cuidadosos para no presionar demasiado-Tranquilo, todo va a estar bien...-

El can intentó relajarse, pero cada vez que el gato tocaba la herida, el dolor se intensificaba. Su hombro ardía como si estuviera siendo tocado por fuego, pero sabía que tenía que soportarlo si quería sanar. A pesar de su frustración, no dijo nada más, sólo intentó respirar más despacio.

-Respira dogman. Tienes que respirar profundo- le dijo el felino, mirando al perro con una expresión suave pero decidida. El gato siempre había sido tranquilo, pero cuando se trataba de cuidar a alguien, su naturaleza protectora salía a la luz.

El perro cerró los ojos, respirando hondo, y mientras lo hacía, intentó distraerse observando el entorno. La luz de la luna filtrándose entre las ramas de los árboles, el susurro del viento, el leve murmullo del río cercano… Todo parecía en calma, mientras él luchaba por calmar el dolor.

-..Esto te ayudará a sanar más rápido, y el malestar se irá pronto..-continuó nuevamente petey mientras terminaba de aplicar las hierbas-Confía en mí..-

Dogmab asintió, pero no podía evitar que su cuerpo siguiera tenso, sobre todo en el momento en que el gato comenzó a vendar la herida. Cada movimiento de petey era preciso y cuidadoso, pero el perro no podía dejar de quejarse ligeramente-Lo siento-murmuró el can, con los ojos entrecerrados por la incomodidad-Sé que soy una molestia...-

Petey levantó la vista, encontrándose con los ojos negros de dogman, que brillaban con una mezcla de dolor y vulnerabilidad. Un suspiro suave escapó de los labios del gato.

-..No eres una molestia-dijo, mientras terminaba de atar el vendaje con habilidad. -Lo que estás sintiendo es normal. No tienes por qué sentirte avergonzado de pedir ayuda..-

Dogman se quedó en silencio por un momento, asimilando sus palabras. El gato no solo era su compañero de huida, sino que se había convertido en su ancla, la persona que estaba allí cuando el mundo parecía desmoronarse. El cab siempre había sido alguien fuerte, acostumbrado a estar solo, pero ahora entendía que la verdadera fuerza no estaba solo en aguantar el dolor, sino en saber cuándo aceptarlo y buscar ayuda.

Finalmente, cuando el omega termino de vendar la herida, el alfa se dejó caer un poco hacia atrás, agotado-Gracias, amigo-, susurró. -De verdad.-

El gato le dio una sonrisa cálida, sentándose a su lado. -No tienes que agradecerme. Lo haría una y otra vez. Sabes que siempre estaré aquí para ti.-

Dogman sonrió débilmente, sintiendo una oleada de gratitud hacia el gato. Aunque había sido un momento doloroso, sentía una paz profunda al saber que no estaba solo. Que, por primera vez, realmente no estaba solo.

El pequeño felino anaranjado se acercó corriendo, con una expresión que mistraba preocupacion. -Papá, ¿está bien dogman?-

El omega acarició la cabeza del niño con ternura. -Sí, está bien. Solo necesita descansar un poco.-

El can miró al pequeño, sintiendo una cálida sensación en su pecho. Era curioso cómo una criatura tan pequeña podía llenar el corazón de alguien con tanto amor. El niño le sonrió, acercándose a él con una cereza en la mano.

-¡Aquí tienes! ¡Para que te sientas mejor!- dijo el pequeño gato anaranjado con entusiasmo, ofreciéndole la fruta.

El alfa rió suavemente, tocando su nariz con la patita del niño. -Gracias, pequeño.-

Los tres se quedaron en el claro, en silencio, rodeados por el sonido tranquilo del bosque nocturno. Aunque el dolor seguía latente en su hombro, el can se sintió más tranquilo. Había algo reconfortante en estar rodeado de aquellos que se preocupaban por él.

Era un momento de calma, uno que no duraría para siempre, pero en el que podía descansar. Podía sentir el amor y la dedicación en cada gesto de petey, y eso lo hacía sentir más fuerte, más capaz de enfrentar lo que fuera que viniera después.

(....)

El aire estaba fresco, pero la temperatura comenzaba a elevarse, envolviendo la escena con la tranquilidad de la mañana temprana. Todo parecía estar en su lugar, como si el mundo, por un breve momento, se hubiera detenido para darles una pausa.

Dogmam caminaba al lado de petey, su paso firme y tranquilo, como si el bosque les ofreciera un refugio temporal. La tensión de la noche anterior parecía desvanecerse poco a poco mientras los rodeaba la serenidad del lugar. El sonido de los pájaros cantando, el crujir de las hojas secas bajo sus patas, todo parecía perfecto.

A lo lejos, un par de flores de color azul destacaban entre la maleza, casi como si estuvieran esperando a ser descubiertos. Dogman detuvo su marcha y se agachó para recoger una de ellas, cautivado por su belleza y su tono vibrante. La flor era delicada, con pétalos que se abrieron hacia el cielo como si fuera una extensión del mismo firmamento. El perro sostuvo la flor con cuidado entre sus dientes y la acercó a petey.

-Es para ti..- dijo el can con una sonrisa suave, sus ojos negros brillando con ternura. -Una flor azul... Esta flor tiene un significado especial..-

El felino lo miró, desconcertado al principio, pero luego, al ver la flor, sus ojos se suavizaron. Tomó la flor delicadamente de las patas de dogman y la observó por un momento, apreciando su belleza. La luz del sol la iluminaba, dando un resplandor casi mágico. Los ojos del omega se encontraron con los de dogman, y por un momento, el tiempo pareció detenerse.

-¿Qué significa?..- -preguntó petey en voz baja, su tono cálido, casi como si no quisiera interrumpir el delicado momento.

El alfa sintiendo el peso de las palabras que estaba a punto de decir, levantó la cabeza para mirar el horizonte entre los árboles. El viento jugaba con sus orejas, y por un momento, no fue solo un perro y un gato paseando por el bosque; fueron dos almas compartiendo algo mucho más grande que ellos-Esta flor... se llama 'Edelweiss'. En algunos lugares, significa 'valor' y 'fuerza'. Es una flor que crece en las alturas más peligrosas, donde otros no pueden llegar, pero sigue dirigido, a pesar de las dificultades y el frío..- explicó dogman su voz tranquila, pero cargada de una emoción silenciosa. "Es como nosotros, petey. Aunque nos hayan herido, aunque nos hayan rechazado, seguimos de pie, seguimos adelante. Y yo te prometo que, mientras esté a tu lado, será fuerte, no solo por mí, sino por ti, por li'l petey.. Por nosotros.-

Petey que había estado observando la flor en sus patas, levantó la vista hacia el can Sus ojos brillaban de una forma especial, como si las palabras del perro hubieran tocado algo profundo en su interior. Un pequeño suspiro se escapó de sus labios, y sin pensarlo, dio un paso hacia él. La cercanía entre ellos, el aire cargado de ese momento, hizo que el felino sintiera una calidez en su pecho que no podía describir con palabras.

-Dog...-murmuró petey y por un momento, las palabras parecieron escapar de su mente, como si la conexión entre ambos fuera tan intensa que las palabras ya no eran necesarias.

El can excitante, una sonrisa genuina, libre de las sombras de la inseguridad o el miedo que alguna vez lo habían acompañado.-..Yo también te prometo, petey, que no permitiré que nadie nos haga daño. No otra vez. Seré la fuerza que necesitas, el refugio en el que puedan descansar..-

Petey que estaba aún con la flor azul en sus patas, miró al perro, sintiendo una mezcla de gratitud y algo más profundo. Sus corazones latían al mismo ritmo, como si compartieran un propósito común, como si ese bosque, ese instante, fuera una promesa de que siempre estarían el uno para el otro. En ese pequeño rincón del mundo, no había lugar para el miedo ni para la soledad.

El viento se calmó por un momento, y un silencio reconfortante los envolvió. Dogman dio un paso hacia petey y, con una suavidad que sorprendió al gato, acarició su lomo con la pata. El felino cerró los ojos por un instante, disfrutando del toque cálido y protector de el can. La flor azul estaba todavía en sus patas, pero algo más importante florecía entre ellos: la certeza de que, sin importar lo que les esperara, siempre se tendrían el uno al otro.

-¿Sabes?..-, comenzó petey, abriendo los ojos para mirar al perro con una leve sonrisa.-No soy muy bueno con las promesas, pero si hay algo que puedo prometerte, es que también será fuerte para ti. Siempre..-

Dogman se inclinó ligeramente hacia él, apoyando su frente sobre el lomo del gato con ternura..-Te creo..", respondió, su voz baja pero llena de convicción.

El aire, que antes era fresco y distante, ahora parecía llevar consigo una calidez especial, como si el universo hubiera aprobado aquel pequeño pacto silencioso entre el perro y el gato. En ese momento, no había enemigos, ni persecuciones, ni miedo. Solo ellos dos, caminando juntos, con la flor azul como testigo de una promesa compartida.

Juntos, siguieron caminando por el bosque, con el sonido suave de sus pasos mezclándose con el murmullo de las hojas movidas por el viento. La flor azul permaneció entre las patas de petey, un símbolo de la fuerza que los unía y la promesa de que, pase lo que pase, siempre estarían dispuestos a luchar por lo que más querían: su libertad, su amor y el uno al otro.

(....)

Ay

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