𝐒𝐰𝐞𝐞𝐧𝐞𝐲 𝐓𝐨𝐝𝐝 / 𝐈 𝐦𝐢𝐬𝐬𝐞𝐝 𝐲𝐨𝐮

Background color
Font
Font size
Line height


¿Recuerdas porqué comencé a llamarte mariposita?

Yo lo recuerdo tan vívidamente como si hubiera sido ayer.

Me encontraba a los pies de una florería, observando las pocas flores que exhibían en las ventanas, era demasiado joven como para saber apreciar la belleza dentro del lugar, pero no lo suficientemente joven para que tu presencia no llamara mi atención.

Eras hermosa, por decir poco. Con pelo castaño y ondulado, mejillas rosadas y lunares y pecas cubriendo tu rostro.

Revoloteabas alrededor de la florería, demasiado inocente y distraída para percatarte inicialmente de mi mirada, pero cuando lo hiciste, me saludaste, me miraste con una sonrisa y moviste tu mano en el aire.

De todas las personas, fue a mi a quien escogiste para acercarte.

Eso enterneció mi corazón.

"Disculpe, ¿no sabrá usted que flores serían mejores para el cumpleaños de mi madre?—"

Yo no sabía nada de flores, ni tampoco trabajaba en la florería, sin embargo tú sonrisa, tú voz suave y tus ojos brillantes me impulsaron a fingir que era un botánico experto.

Algo muy alejado de la realidad.

En el interior de la florería, comencé a recomendarte flores de tonos suaves, en su mayoría blancas. Las cuales tú escogías cuidadosamente, olfateando y teniendo cuidado con todas ellas hasta que finalmente, acabaste por formar un ramo hermoso.

"Muchas gracias por su ayuda...¿señor?—"

"Benjamin, Benjamín Barker"

Me presenté tan rápido como pude, con mi corazón brincando de emoción al ver tu interés en mi.

"Así que Benjamín...es usted la persona más amable que he conocido, espero nos podamos encontrar en otro momento—"

"Espero lo mismo, señorita—"

Con un tono educado nos despedimos y partimos por nuestros caminos, sin embargo yo estaba embelesado, completamente cautivado por tu belleza y forma de ser, me vi obligado a forzar al destino, buscándote de manera casual por mis alrededores hasta que concrete otro encuentro.

En la misma florería, el mismo día y a la misma hora que la última vez.

Y cuando te vi, no pude evitar acercarme.

"Señorita, que coincidencia vernos otra vez—" Dije yo con un tono educado, deleitándome cuando sonreíste en mi dirección.

Analice tu rostro un poco más, tenías los colmillos prominentes, escapaban entre tus labios, haciéndote ver tan adorable que me derretiste y estoy seguro ni siguiera lo notaste.

"¡Señor Benjamín!, justamente lo buscaba a usted, necesito de su ojo experto para armar un ramo otra vez—"

"Estaré más que encantado de ayudar, ¿para su madre?—"

Recibí un asentimiento de tu cabecita y con eso en mente, pasé toda la tarde ayudante a encontrar todo tipo de flores, flores que juntas, eran una explosión de colores.

"Nuevamente debo agradecer...es usted muy amable, sin trabajar en la florería insiste en ayudarme—"

Dos encuentros había durado mi mentira, sin embargo, que lo descubrieras me hizo reír levemente. No te rehusabas a mi ayuda, eso me tranquilizó.

"Si se trata de usted, no puedo resistirme a ser de ayuda—"

Con una risita te acercaste a mi, entregando una flor a mi, esta vez, colocándola en el saco de mi traje, ajustándola para que diera color a mi vestimenta carente de vida.

"Que considerado es usted...si me permite, me recuerda mucho a las flores...especialmente a las de campo—"

"¿Las de campo?—" Yo cuestioné, comenzando a mirar alrededor. "¿Por qué?"

"Es nuestro segundo encuentro, pero usted parece apreciar la sencillez y belleza...me recuerda a ellas, pues son igual de bellas que usted—"

POW. Acababas de dejar mi mente en blanco.

"¿Así me percibe?"

Un asentimiento fue lo que recibí. Yo no sabía que las mujeres podían decir cosas tan gentiles, tampoco que podían entregar flores a un hombre, pero tú lo hiciste. Tú modificaste mis expectativas, emocionaste a mi corazón y mientras observaba la flor, no podía evitar pensar en que quería seguir charlando contigo.

Pero a la vez, me pregunte que más cosas pensabas de mi, como me veías. Emocionado y acelerado, como cualquier joven que comenzaba a descubrir lo que era el amor, comencé a buscar las flores más bellas que se me vinieran a la cabeza.

Rosas, girasoles, tulipanes incluso junte un par de dientes de león.

"¿Le recuerdo también a estas?—" Pregunté con pena.
"Hmmm...así es, creo que encajan con tu belleza...aunque usted es aún más bonito—". Dijiste con una sonrisa sincera, una que no era perseguida por la timidez y la vergüenza.

Éramos sólo adolescentes, así que no fue necesario demasiado para enamorarnos perdidamente él uno del otro.

Yo de tu presencia y tu confianza, mientras tú, de mi timidez y cautela.

"Usted...me recuerda a una mariposa—"

Dije sin pensar.

Eso te hizo reír, una risa tan pura y bella que no pude sacármela de mi cabeza en días. Tampoco pude sacarme la manera en la que revoloteabas a mi alrededor cada que había flores involucradas, como te inclinabas y las olfateabas, como las acariciabas con cuidado.

Simplemente no pude sacarte a ti, mi mariposa, de mi mente.

Así pues, armándome de valor, si te veía por la florería, me acercaría a decirte mariposita como un saludo juguetón.

Se podía ver como una broma interna, pero en realidad lo hacía para sentir que, de alguna forma, tu atención estaría en mí, porque para tí yo era una flor, y si yo era una flor, yo quería que tu fueras mi mariposa.

Una mariposa que comenzó a formar parte de mis días sin previo aviso. Acercándote a mi en los lugares más inesperados, en los parques o mercados, parecía que tú me estabas esperando y eso me emocionada e ilusionaba a más no poder.

Tengo que darte todo el crédito a ti. Pues siempre lograbas que yo quisiera pasar todo el tiempo a tu lado, llevándote a tu casa o haciéndote visitar la mía con frecuencia una vez comenzamos a cortejarnos mutuamente.

Porque si, no eras alguien que esperaba a que yo diera el primer paso, sabías que era demasiado inseguro para hacerlo así que me ayudabas, dándome empujoncitos y señales para hacerme saber que así como yo gustaba de ti, tú gustabas de mi.

Y se sentía tan bien saber que tu atención estaba en mi y no en otros.

Por eso, por nuestra historia de amor es que para ambos fue una sorpresa que yo acabara casándome con otra mujer. Era tu vecina, incluso puedo asegurar que eran amigas, pero luego de la boda no pude confirmar o negar mis sospechas.

Pues ella nunca habló de ti ni tú de ella.

Fue una mala decisión e incluso yo me pregunto que me llevó a ella, podía ser cobarde y culparte por no darme atención, pero ambos sabemos que las cosas no sucedieron así.

Yo solo me había provocado esto, así que me decidí a ser feliz pese a mis acciones.

Yo dejé de ser tú flor, me quite ese título, lo arranqué de mi ser y te lo entregué un día con un ramo de disculpas en nuestra florería.

"Le agradezco, Benjamín. Es un lindo gesto el suyo, pero creo que es preferible de flores a su esposa y no a una vecina—"

Debiste de haberme gritado o reclamado, pero en su lugar, me diste consejos y me ayudaste a escoger flores para mi esposa.

"Tenga cuidado en el regreso a casa...—"

Jamás volví a verte por la florería.

Y ambos armamos nuestras vidas.

Yo tuve una hija, al poco tiempo me enteré que tú te casaste, pero no comí a saber más de ti.

Era como si hubieras desaparecido de la faz de la tierra.

Al poco tiempo, me tuve que marchar, fue aprisionado y separado de la familia que con otra mujer había creado.

Es por eso que ansiaba mi regreso, saber que pasó con mi esposa y con la que siempre había sido dueña de mi corazón.

Pero no encontré nada de ti hasta después de algunos días instalado en el piso superior de la señora Lovett, fue que por fin di contigo.

A través de la ventana te vi caminando por la calle, portabas una sonrisa y eras acompañada de un hombre que te sostenía por la cintura...mientras tú empujabas una carriola.


Fijé mi atención en ambos. Verlos por las tiempo me hizo sentir que mi sangre hervía más y más, de manera más violenta que cuando me enteré del destino de mi esposa.

Luego de eso, me enteré que éramos vecinos pero tal cual cuando éramos jóvenes, no me atrevía a dar el primer paso para saludarte.

Me arrepiento nuevamente de esta cobardía, porque si te hubiese saludado antes, quizá habría sido capaz de brindarte ayuda y no habría tenido que escuchar tus alaridos de dolor a la mitad de la noche.

Cuando te escuche por primera vez tuve que bajar con la señora Lovett, buscando una explicación.

"Esa pobre niña...poor thing, un par de años lleva viviendo al lado con su esposo y ni una sola noche me he escapado de escucharla gritar dolorosamente—"

Eras maltratada por tu esposo, ¿por qué lo permitías?. Me pregunté, escuchando lo que la señora tenía para decirme.

Desde ese día comencé a buscarte por la calle, pero no había momento en el que no estuvieras acompañada, eso dificultaba mucho que me acercara. Pero no necesitaba estar cerca para percatarme de tus moretones, no importaba que tanto intentaras ocultar tu cuello y brazos con esos vestidos, siempre se asomaban entre la tela.

Tu marido era un descarado y nadie hacía nada por ti.

Nadie tenía el corazón para ayudarte.

"Pobre cosita", decía Lovett cada que te veía pasar por su tienda de pobres, pobres pasteles al lado de tu esposo, "pobre cosita, sigue cuidando del niño sola".

Pobrecita.

No soporte más que te viera con pena.

Luego de muchos intentos, por fin dio la casualidad de encontrarte sola. Me arme del valor necesario y me acerque a tocar tu hombro con delicadeza.

"Hola mariposita—" Dije intentando no verme aterrador.

Cuando escuchaste mi voz giraste de un brinco, quizá era que reconociste mi voz, la sorpresa por escuchar ese apodo o mi descaro por acercarme luego de tantos años, pero tus ojos estaban abiertos de par en par y tu boca formaba una "o"

—¡Tú!— La forma en la que salió tu voz, animada como cuando aún éramos jóvenes me dio calma.

Te mostré una pequeña sonrisa, te observe soltar
la carriola para abrazarme emocionada.

El semblante tan apagado que vi el día que llegue cambio en cuanto me viste.

¿Ya no estabas enojada?

"Benjamin—" Murmuraste con cariño, escondiendo tu rostro contra mi hombro antes de separarte, sosteniéndome por ambos brazos como si yo me fuera desvanecer.

Incluso tus ojos amenazaban con llorar.

"No, no, ahora es Sweeney, mi amor, Sweeney Todd—" Dije, tomando una de las manos que tomaba mi brazo para besarla, sosteniéndola con delicadeza entre mis manos.

No volvería a tomar una mala decisión.

"Te extrañe mucho—" Dije esperando a que pudieras notar la cantidad de sentimiento en mis palabras.
"Yo también te extrañe—" Dijiste con la misma dulzura con la que me hablaste hace tanto tiempo.

Eras demasiado bella para este mundo y sobretodo demasiado bella para el hombre con el que te habías casado.

En ese momento lo decidí, alejaría a tu esposo de ti me costará lo que me costará.


You are reading the story above: TeenFic.Net