Nota: Hice lo mejor que pude con mi investigación sobre la gente no vidente, de antemano me disculpo por si hay información errónea en el escrito.
» Ōra.
Narrador Omnisciente:
Enojado.
Bakugo estaba muy enojado.
—Muchas gracias por darme esta oportunidad —agradeció aquella chica de ojos color verde, sintiéndose muy feliz de que le permitieran ser parte de la banda musical.
El rubio ceniza la miró con un tic en el ojo y casi estuvo a punto de romper las baquetas de su batería ante tal noticia.
Sus labios se apretaron más y un gran gruñido se escapó de sus labios, llamando la atención de los allí presentes. Hizo caso omiso a eso y se levantó para irse hacia la puerta, cerrándola a su paso de una manera muy fuerte.
Definitivamente, ese no había sido su día.
A los quince años, Katsuki había entrado a una academia de artes por obligación de su madre. Al principio la idea no le agradó en lo absoluto, pero, con el tiempo, se dio cuenta de que los instrumentos comenzaban a gustarle, siendo ese un buen medio para poder dejar fluir su ira y estrés por la secundaria y sus constantes entrenamientos.
A los estudiantes que se centraban en el arte musical, se les tenía permitido elegir un instrumento para poder especializarse en ello, siendo el suyo la batería.
Le gustaba sentir las baquetas entre las yemas de sus dedos y dar esos movimientos tan ágiles y llenos de adrenalina, expresando con aquel fuerte sonido todo lo que sentía dentro de sí mismo.
Pasó un tiempo en aquella academia y se enteró de que cada tanto solía haber una convocatoria en dicho lugar, en el cual, todos los estudiantes se presentaban junto a sus instrumentos para poder mostrar su talento frente a los demás, siendo elegidos unos pocos para poder participar en la banda musical que representaría a dicha academia.
Cuando se enteró de esa noticia, Katsuki se puso ansioso y comenzó a practicar con la batería que le habían comprado sus padres. Si bien él ya era sumamente bueno con el manejo de dicho instrumento, quería ser el mejor, para poder demostrarles a todos esos extras que hasta en eso sería el número uno.
Se esforzó mucho en realizar su presentación y quedó muy satisfecho con su resultado personal, estando completamente seguro de que lo escogerían a pesar de tener apenas dieciséis años.
Pero no fue así.
En su lugar, habían elegido a una de sus compañeras de curso.
La cual, era ciega.
Y eso era algo que le molestaba muchísimo. ¿Cómo una persona con dicha discapacidad podía haberle ganado? ¡Eso era inaudito!
¿Pero saben qué era lo peor de todo eso? ¡A él le había gustado su presentación!
______, a pesar de no poder ver como las demás personas lo hacían, sabía tocar el piano con una delicadeza sumamente especial. Él vio los movimientos de sus dedos sobre aquellas teclas blanquecinas y se deleitó con aquella dulce melodía, sin mencionar aquella voz tan pura que lo había dejado sin aliento alguno.
Observó sus labios rosados moverse a medida que comenzaba a cantar una pequeña canción y no pudo quedar más que maravillado ante tan suave y angelical voz, lo cual lo desconcertó porque nunca se había sentido así ante alguien.
Sacudió su cabeza para alejar esos absurdos pensamientos de su mente, maldiciéndola y sintiendo envidia porque a ella sí la habían aceptado como una de las mejores.
—Tsk, maldita extra —gruñó disgustado, decidiendo hacer lo mejor posible para superarla.
La vida lo odiaba, estaba comenzando a sospechar eso con todas sus fuerzas. Conforme pasaban las semanas y los meses en dicha academia de artes musicales, los ejercicios y actividades aumentaban su grado de dificultad.
Una vez que ya habían pasado un año especializándose en un tipo de instrumento, se les permitió la opción de elegir otro en el siguiente curso, y el cual Bakugo escogió, fue la guitarra eléctrica.
Sin embargo, él no había sido el único en tomar un instrumento de cuerda.
—Tsk, esto debe ser una jodida broma —dijo fastidiado, mirando a aquella chica de cabellos oscuros como la noche.
El intercambio de palabras en aquel salón se hizo cada vez más alto y el molesto chirriar de las sillas contra el suelo le hicieron fruncir el ceño, observando cómo todos sus compañeros comenzaban a buscar pareja, siendo esa una de las condiciones para una de sus actividades finales.
Los jóvenes allí presentes se agruparon en grupos de a dos personas con sus respectivos amigos y personas con las cuales se llevaban bien, preparados para poder trabajar juntos lo que restaba de ese año.
Más aun así, ninguno de ellos se acercó a aquella chica con discapacidad visual, la cual se quedó sola en su asiento correspondiente.
Bakugo soltó un chasquido y, al saber que no tenía otra opción, tomó sus cosas y se encaminó hacia el asiento de ______, por lo que depositó de un tirón su mochila junto a sus cuadernos de manera un poco brusca.
Si bien la fémina sintió cómo una persona se aproximaba cerca suyo, se sorprendió al sentir ese ruido tan repentino, preguntándose quién estaría allí.
Activó su quirk por impulso y entre aquella penumbra oscura pudo ser capaz de ver distintos tipos de manchas a su alrededor, los cuales eran de colores distintos sin que ella lo supiera. Ella podía sentir el calor corporal que emanaba de los cuerpos de sus compañeros, podía observar distintos tipos de manchas o llamas a la altura de sus pechos, siendo esa una particularidad bastante útil para su estado.
Se podría decir que sintió una mancha en el asiento de su lado y giró su cabeza hacia allí, sorprendiendo levemente al rubio ceniza al darle la impresión de que estaba viéndolo fijamente.
—Hola... Mi nombre es ______ —se presentó la chica, extendiendo levemente su mano en el aire en forma de saludo, esperando que la otra persona la tomase.
Sin embargo, lo único que obtuvo fue una mirada desinteresada sin que ella lo supiese.
Se quedó con la mano extendida unos segundos más pero luego la bajó lentamente, volteando su rostro hacia adelante para no incomodar a aquella persona.
Un suspiro salió de sus labios y nuevamente sintió aquella incomodidad en su pecho al ser ignorada o rechazada por alguien más. Si bien estaba acostumbrada a que las personas la apartaran solo por no ser como ellos, no podía negar que aquello no le afectaba sentimentalmente.
Le costaba mucho adaptarse a esa sociedad que lo único que había hecho era juzgarla por no poder ver, más aun así, no tenía elección y lo único que le tocaba era tratar de encajar entre ellos.
—Katsuki Bakugo —escuchó una voz áspera de repente, la cual la intimidó un poco de cierta manera—. El héroe número uno, recuérdalo —afirmó con altanería y orgullo.
La fémina sintió curiosidad ante las palabras de aquel chico, pero de todas maneras una diminuta sonrisa cruzó por sus labios, asintiendo a lo que él le decía.
Ese año sí que sería interesante.
En un inicio, aquel rubio malhumorado y aspirante a héroe pensó que aquella chica sería una carga para él. No podía ver como él lo hacía, notaba que a pesar de traer su bastón blanco consigo, el mismo solía chocar con las personas y a cada rato se disculpaba por su condición, como si el haber nacido así fuese si culpa.
Era alejada y un poco distante de los demás. A pesar de saber mucho sobre sus instrumentos musicales y tener una gran habilidad para ello, parecía ser una chica solitaria, pues nadie se le acercaba o parecía pedirle alguna ayuda con sus trabajos.
Y pronto entendió muy bien el porqué.
—¿Qué mierda es esto? —preguntó Katsuki de mala gana, agarrando una de sus partituras.
Les habían asignado una actividad juntos sobre unos acordes y él quiso darle un vistazo a las notas que ella tenía, pero su sorpresa y desconcierto se hizo presente al ver unas hojas con unos puntos raros sobre ellos.
—Es el sistema de escritura Braille —dijo cuando el joven le pasó aquella hoja—. Es así como leemos nosotros los ciegos.
La fémina buscó la mano del chico y este se dejó guiar a regañadientes, sintiendo la calidez de sus manos junto a aquella extraña textura en el papel.
—Cada patrón representa una nota musical distinta... Uhm, creo que tendremos algunos cuantos problemas para comunicarnos, perdona —murmuró soltando sus grandes manos, sabiendo que por culpa suya, Katsuki tendría más problemas en trabajar con ella.
—Ya deja de disculparte por todo —gruñó en respuesta, sacándole de las manos aquellos escritos que claramente no conocía—. Es fastidioso.
______ bajó la cabeza ante ello y sintió un malestar en su pecho cuando se lo dijo, puesto que nunca le habían dicho algo así.
—Lo siento... —un débil susurro escapó de sus labios pero luego se dio cuenta de lo que dijo, por lo que soltó una pequeña risa a modo de disculpas.
Bakugo observó a su compañera enarcando una ceja y soltó un bufido, no añadiendo más al asunto.
Ni mucho menos aceptando para sus adentros que aquella chica tenía una linda risa.
Claro que no.
Como si esas cosas pasaran.
Ya a sus dieciocho años, se podría decir que ambos jóvenes se llevaban un poco mejor que antes, sobre todo Katsuki.
Si bien en un principio no le agradaba mucho la idea de hacer trabajos con ella —porque le había ganado el puesto en la banda musical y porque era ciega—, debía admitir que no todo fue tan malo como creía en un principio, incluso hasta logró comprenderla un poco a pesar de su personalidad tan hostil y desinteresada para con los demás.
—Entonces... ¿Qué es lo que quieres saber? —preguntó aquella chica con calma, mirando hacia un costado, en donde creía que estaba Bakugo.
—Estoy aquí, tonta —dijo con burla y altanería, poniendo una de sus grandes manos encima de su cabeza para voltearla a su dirección.
Se sonrojó un poco al saber eso, pero de todas maneras, insistió con lo de antes.
—Dime, sé que quieres saber algo —decía, y antes de que el contrario pudiese refutar, prosiguió—. Lo sé por el estado de tu Ōra*.
—No sé a qué mierda te refieres con eso —evadió.
La de ojos verdosos le sonrió cálidamente y puso un semblante comprensivo, sabiendo lo que en realidad él quería decirle con esas palabras.
—Pues... Es un poco complicado de explicar, ya que tú y yo no poseemos los mismos conceptos —carraspeó un poco, acomodándose enfrente suyo—. Como puedes notar, yo no veo como tú lo haces. No tengo idea de como luzco, ni mucho menos sé cuál es tu apariencia, Bakugo-kun.
Sonrió un poco triste, queriendo saber en verdad como lucía su... ¿Amigo?
Cuando la gente le describía cosas, era algo complicado para ella saber cuáles eran las apariencias físicas de ellas. Por más que intentase asociar algún color o forma a algo, no entendía a lo que se referían con eso.
—Supongo que, gracias a mi particularidad, puedo ver algunos colores... Pero la verdad no tengo idea de cuál es cuál —se rió un poco apenada, queriendo comunicarse con alguien pero no lográndolo—. La apariencia física en sí, es un conjunto de características con que una persona o una cosa se presenta a la vista o al entendimiento humano. Para que lo entiendas mejor, yo las entiendo mediante Ōras, gracias a mi quirk.
—Es irónico que poseas dicha particularidad —fue lo que le dijo, acertando en ese punto—. Supongo que la perra de Sol lo quiso así —dijo por lo bajo.
—¿Quién? —inquirió con duda, no escuchando aquello último.
No le dijo nada, por lo que ella volvió a hablar sobre su condición.
—En realidad, los doctores no tienen mucha idea de qué es lo que vemos en realidad. Pero mis padres siempre me han dicho que, a lo mejor, lo que veo es el color negro —dudó un poco—. Los Ōra que veo, son algo así como... manchas, creo, no tienen una forma en concreto, es por eso que los llamo así.
La joven activó su particularidad y giró su cabeza para mirar el Ōra de Katsuki, el cual era de un bonito color entre anaranjado y amarillo, el cual resplandecía como si fuese una gran luz en medio de toda esa oscuridad.
Llevó con cuidado una de sus manos para tocar aquella llama y se topó con el pecho trabajado de Bakugo, más precisamente en la parte donde debería estar su corazón.
Katsuki sintió su mano por sobre la tela de su uniforme y, por primera vez en mucho tiempo, sintió sus nervios e incomodidad salir a flote cuando comenzó a subir su toques hacia su rostro.
Sus dedos exploraban con cautela el rostro del contrario, como si estuviese pidiendo permiso para hacer eso. Temía que la explotara con una de sus explosiones pero él no se alejó en ningún momento, por lo que siguió tocando las facciones de su rostro.
—Tu nariz... Es rara —comentó con una leve risa al sentirla tan recta, por lo que Bakugo frunció el ceño en desacuerdo.
—¡Mi nariz está bien! —exclamó con enojo y un leve sonrojo en sus mejillas, tomando la mano de la chica para apartarla de él.
Suficiente tacto por hoy.
Más aun así, ella abrió un poco más los ojos como acto de reflejo, demostrando su sorpresa al sentir lo que veía.
—B-bakugo-kun... —hizo una pausa, mirando el lugar de su corazón fijamente— Tu Ōra... Parece que se está alterando —dijo con sorpresa, notando cómo aquella llama había comenzado a adquirir un movimiento más frenético y desbordado, preguntándose el motivo del porqué había ocurrido eso.
—Aggh, ¡¡ya cállate, maldición!! —Bakugo no pudo más y gritó aquello llamando la atención de varias personas, sintiendo más su rostro arder ante sus palabras.
Tiempo después.
—Oye... nii-san —llamó la chica hacia su hermano mayor, el cual la miró inquietante.
—¿Qué sucede?
—Mmm, verás... —dudó un poco en decir aquello que tenía en mente, no sabiendo cómo su hermano podría reaccionar— ¿Q-qué es... un beso?
Sus mejillas tomaron cierto calor, sin saber muy bien el porqué de aquello.
El mayor abrió los ojos con sorpresa y detuvo su andar junto a su hermana, tomándola de los hombros y exclamando lo siguiente:
—¿¡U-un beso!? —El rubio casi se cae de la impresión, no sabiendo porqué ella le preguntaba algo así— Nunca creí que llegaría este día... —fingió emoción a la vez que decía aquello con un tono de voz dramático.
—Ya, Mirio... —No entendía muy bien porqué actuaba así, esa era una pregunta normal, ¿o no?
—Wow, es que no sé, aún estás muy pequeña para saber ese tipo de cosas —le dijo revolviendo su cabello con ternura—. Pero si tanto quieres saber, un beso generalmente es... Es el contacto de los labios de una persona con otra —comenzó a explicar, con una mano en el mentón— En donde demuestras tu cariño y afecto.
—Creo que entiendo —asintió levemente—. Entonces, ¿nosotros podemos besarnos?
El Togata mayor se sonrojó ante lo dicho y se rascó la nuca con nerviosismo, si bien estaba un poco acostumbrado a explicarle algunas definiciones a su hermana menor, aquella pregunta lo hizo reír ante lo tierna que se veía.
—No, no, no —negó pasando un brazo por sus hombros—. Un beso de boca a boca, solo se da con una persona que quieras mucho, con aquella que quieras que esté a tu lado por siempre —intentó decirle—. Un beso entre hermanos, se da en la mejilla, así —Mirio le dio un sonoro beso cariñoso en su mejilla derecha, sonrojando a su hermana violentamente.
—Si tú lo dices... —dijo pensativa.
Ambos hermanos siguieron su andar hacia lo que antiguamente había sido la academia de Mirio, la prestigiosa U.A.
Hace ya varias semanas atrás, ______ pudo notar que aquel chico malhumorado del cual se había hecho amiga, había comenzado a faltar a algunas de sus clases en la academia de arte. Al principio iba algunas veces a la semana pero con el tiempo dejó de asistir a dicho lugar, siendo ya tres semanas su ausencia.
Él nunca le dijo algo al respecto y respetó su decisión, más aun así, admitía estar preocupada por él a pesar de todo. Como ella no podía ver, no tenía manera alguna de contactarlo por teléfono celular, prácticamente, su único medio de encuentro eran las clases de música, por lo que no supo qué hacer.
La de orbes verdosos lo extrañaba en sus clases y un extraño vacío se formuló en su pecho al no verle más. Si bien sabía que no debía aferrarse a alguien, sentía que ese chico era especial para ella. Le gustaba oír sus historias en su vida de aspirante a héroe y claramente llevaba una vida más emocionante que la suya. Sentía su emoción cuando Bakugo le contaba acerca de sus logros personales y eso, extrañamente, también la ponía feliz a ella.
Se había acostumbrado a su Ōra tan cálida y resplandeciente que ahora era difícil no tenerla a su lado,
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