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남준, 20 de Diciembre, 2020

Un molesto zumbido me sacó de mi ensoñación. Con un gruñido, alargué la mano para coger mi móvil, que vibraba tan fuerte que se desplazaba sobre la mesa.

El número era demasiado largo como para ser de un usuario privado, y estaba en modo oculto, pero desgraciadamente ya me había acostumbrado a ver aquel número de teléfono interminable e imposible de aprender, pero reconocible, en mi pantalla todos los días, por lo que con un suspiro lo cogí y esperé a escuchar la voz que sabía que sonaría al otro lado del hilo.

- Hyung, no sabes como me alegro de escucharte. Te he echado de menos-La voz de Taehyungie sonaba exhausta, seria, y por su tono de voz resultaba difícil de creer que sentía sus palabras.

- Tan sólo hace unas horas Taehyungie.

Incluso su risa era distinta, más serena y madura, más cansada. Supuse que no lo estaria pasando ni la mitad de bien de lo que me hacía creer cuando lo escuchaba al teléfono. Llevábamos ya un mes así, y lo cierto es que no lo echaba de menos tanto como pensaba. Y aquello me entristecía aún más. De todas formas, habíamos ido perdiendo el contacto, hasta que ya ni siquiera nos saludábamos cuando nos cruzábamos por los pasillos del Instituto. Pero desde aquella noche, ya no había dejado de llamarme todos los días, sin falta. Y yo le contestaba sin falta.

Lo cierto es que me había sorprendido haber sido yo a quien decidiera llamar con la única llamada diaria que se le permitía. Después de todo, yo lo único que había sabido hacer en los últimos años había sido mentirle y traicionarle. Por lo que su llamada me sorprendió sobremanera. Sin embargo ahora era parte de mi rutina. Y tal vez eso era lo que nos había mantenido unidos, la seguridad y comodidad de una rutina monótona y predecible, que nos brindaba un pilar de apoyo frente a tantos cambios.

- Hyung, hoy es el primer día que se me permiten visitas, ¿sabes?-Su voz había adquirido un ligero tinte del entusiasmo característico de hacia tiempo, mostrando al antiguo Taehyung durante un instante.

- Hyung, quiero que vengas tú a visitarme, lo prometiste- su voz era firme, casi dura, como un soldado curtido por la guerra.

No faltaría a aquella promesa. Había cambiado. Iba a cambiar. Durante el tiempo que habíamos estado separados, desde aquel día con el director a decir verdad, había estado tratando de mejorar y prepararme para mirarlo de nuevo a los ojos, y poder volver a observar aquel brillo de admiración que tenía cuando me miraba. Sería merecedor de aquella admiración.

Pero ahora mismo, quien merecía mi admiración era él. Llevaba un año encerrado en aquel infierno por nosotros. Por Jiminnie. Y no se había quedado en ningún momento. Y aquel acto, a pesar de que habíamos dejado de estar en contacto, era algo que me había sorprendido, y reforzado mi determinación de volver a ser un hyung al que pudiera seguir y admirar, en quién pudiera, tal vez, volver a confiar algún día.

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