CAPITULO 30

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O fuscada, inquieta y con el corazón atribulado, Ameria caminaba por las calles vacías del pueblo. Aún era demasiado temprano para que muchas otras personas se encontraran fuera de sus casas por lo que el sol era su único compañero. Brillante y ferviente, se elevaba lentamente sobre las montañas cubriendo todo a su alrededor de tonos anaranjados. Su luz encendiendo nubes que de otro modo serían blancas en llamas al igual que su alma en ese momento.

Las casas grandes y extravagantes que se alzaban ante sus ojos eran una clara señal de que acababa de ingresar al barrio más exclusivo del valle. Y aunque había pasado muchos años de su vida allí, nunca se había sentido más fuera de lugar que en ese momento.

De pie frente al elegante edificio de dos pisos en el que había crecido, Ameria respiró profundamente en un esfuerzo por liberar su cuerpo de cualquier nerviosismo mientras llenaba sus pulmones de aire. Con unos pocos pasos hacia adelante, levantó la mano y llamó con firmeza a la brillante puerta roja, demasiado ancha para dejar entrar al menos a tres personas a la vez, frente a ella.

"¡Oh, cariño!" Fueron las palabras que dijo su madre al abrir la puerta para encontrarla. Sus tacones resonando en el impecable suelo mientras daba un paso adelante para rodear a Ameria con sus brazos con una fuerza inusual. “Vaya sorpresa, no sabía que vendrías. Por favor, entra."

Dejando salir todo el aire de sus pulmones, Ameria cruzó el umbral de lo que una vez fue su casa. Sus ojos escaneando rápidamente el lugar, notando cuánto había cambiado desde la última vez que estuvo allí.

"Pero sabías que había vuelto, ¿no?"

"Bueno, sí. Nos llegaron los rumores… tan sólo no queríamos hacernos ilusiones en vano. Ya sufrimos bastante cuando te exiliaron, no queríamos volver a pasar por lo mismo.”

"¿Lo hicieron?" Ameria preguntó sentándose en uno de sus caros sofás. “¿Sufrieron cuando me fui?”

"Por supuesto que sí, querida." Dijo su madre agachándose para tomar la mano de Ameria sobre la suya. “¿Qué te hace pensar lo contrario?”

"No sé. Tal vez el hecho de que nunca vinieron a verme durante el proceso… O que no vinieron a verme una vez que regresé.” Ameria respondió lentamente liberando su mano de su agarre y presionándola entre sus piernas. “Pero claro, lo entiendo; Supongo que se necesita tiempo para idear un buen plan de escape. Una excusa. Una mentira lo suficientemente creíble como para mantenerlos a ambos fuera de cualquier problema."

“¿Qué es lo que insinuas, niña?” Preguntó la voz atronadora de su padre, interrumpiéndolas cuando su figura se ubicó de pie junto al arco que conducía a la sala de estar en la que estaban conversando.

“Oh, no estoy insinuando nada. Sólo estoy tratando de entender.”

“¿Entender qué, querida? Sólo intentábamos darte tu espacio. Es la primera vez que una persona sin don es bienvenida nuevamente en el valle, todo es muy nuevo para todos. No sabíamos qué hacer. No sabíamos nada mejor.” Dijo su madre acariciando suavemente la cabeza de Ameria. "Y, por el anillo que sentí en tu mano, ¿supongo que la razón por la que regresaste es porque te comprometiste con ese chico Vaughn?" Preguntó inclinando un poco la cabeza para mirar a Ameria a los ojos. Una pequeña sonrisa apareció en sus labios mientras el resto de su rostro denotaba desaprobación.

“¿Vaughn?” Dijo su padre entrando y sentándose en el sillón colocado al lado derecho de Ameria. "Un Vaughn no es lo suficientemente bueno para una hija mía." Dijo con desdén.

"Bueno, en realidad es bastante gracioso que hayas mencionado eso," Dijo Ameria volviéndose ligeramente hacia él. "teniendo en cuenta que no eres mi verdadero padre."

Un fuerte grito de sorpresa salió de la boca de su madre rompiendo el profundo silencio en el que los tres acababan de caer. "Cariño, ¿cuándo... cómo te enteraste?"

“¿Realmente nunca pensaban contarme sobre esto? ¿Ni siquiera después de descubrir que no tenía un don?"

"Querida, siempre has sido nuestra hija." Dijo su madre. “Desde el momento en que tu padre te encontró abandonada siendo tan sólo una bebé en la entrada del valle, justo al lado de la frontera, siempre has sido una de nosotros.” Añadió parándose junto a su marido y colocando una mano en su hombro. "Si no hubiese sido por tu padre, no sabemos qué habría pasado contigo."

"Me necesitabas." Su padre le dijo. "Te salvé."

“No, eras tú quien me necesitaba.” Ameria respondió. “Tú me robaste.”

"¿De qué estás hablando? ¿Qué está sucediendo?" Su madre preguntó realmente confundida por el intercambio que estaba ocurriendo ante ella.

“¿Podrías al menos decirme por qué?”

"¡Porque pensé que eras alguien que claramente no eres!" Él escupió. “Resultaste ser tan sólo una más de las mentiras de una loca; y yo, un idiota por creer en eso.”

“Cariño, ¿de qué estás hablando? ¿Por qué dices eso?" La mujer le preguntó a su marido. Su mirada viajando de él a su hija y viceversa.

"No sé si quiero llorar o estrangularte." Dijo Ameria sin quitarle los ojos de encima. Casi como si lo estuviera desafiando a obligarla. "¡Para ti todo era sólo un juego enfermizo! ¿No es así? No eres más que un atroz traidor.”

Él simplemente rió una risa sin gracia antes de decir: “Yo no me consideraría un traidor. Sólo cuido de mí mismo.” Levantó las manos en el aire, como si eso justificara su comportamiento y acciones.

“¿Y qué pensaste que obtendrías de esto? ¿Más poder? ¿Más riqueza? ¿Fama tal vez?"

"Pensé que pondría a mi familia en una mejor posición." Afirmó él. "Pero como todos ya sabemos, lo único que le trajiste a nuestra familia fue vergüenza." Le escupió, alzando la voz. “¡Maldigo el día en que te traje a esta casa! Debería haberte dejado morir como lo hice con tu madre. Tu falta de dones me disgusta.”

"¡No te atrevas a decir eso nunca más!" Le ordenó su esposa alejándose de él.

“¡¿O qué mujer?!” Él gritó. “No es más que la verdad. Y es hora de que esta chica lo sepa.”

"No puedo creer esto." Ameria dijo sacudiendo la cabeza con decepción. “En realidad, ¿sabes qué? Si puedo." Se corrigió. "¿Y sabes por qué? Porque lo recuerdo todo. Me usaste. Abusaste del poder que tenías sobre mí. Y luego me castigaste por no ser suficiente. ¿Pero sabes que? Ya no puedes.”

"¿Por qué? ¿Porque te vas a casar con un don nadie?" Él rió.

“Porque ahora yo tengo el poder.” Ella le dijo, inclinándose para mirarlo cara a cara.

“¿Encontraste tu don?” Su madre preguntó con confusión.

“Encontré mi verdadera identidad.” Dijo ella poniéndose de pie sin romper el contacto visual con el hombre que durante años había pretendido ser su verdadero padre.

"Dudo que ser la hija de nadie pueda darte algún poder." Dijo reclinandose en su asiento, mientras Ameria pasaba junto a ellos al salir.

"Tal vez no," Dijo deteniéndose en el arco y girándose para mirarlo y no perderse su reacción a las palabras que saldrían de su boca a continuación. "pero ser hija de un rey sí." Soltó y, satisfecha con lo que vio, salió de allí.

Pero sus pasos no eran apresurados, no tenía prisa por salir de aquel lugar. Era más bien agradable para ella poder irse del modo en que lo había hecho. Con la cabeza en alto, mientras el sonido ahogado de susurros llegaba a sus oídos desde la distancia. Había tocado una fibra sensible en el ego de ese hombre; Y ahora era ella quien movía los hilos.

“¡Ameria! ¡Ameria!" Dijo su madre corriendo para alcanzarla cuando salía. “Lo siento mucho cariño, te juro que no sabía nada de eso. No tenía ni idea…"

"Pero sabías que yo no era su verdadera hija y no dijiste nada."

“No pude.” Ella respiró con impotencia. “Y si sirve de algo, aunque supongo que no, para mí si eres mi hija.”

“No te guardo rencor.” Ameria le informó. “Pero creo que sería mejor si te mantuvieras alejada de mí de ahora en adelante. Considero que no será demasiado difícil, ya que es lo que has estado haciendo durante los últimos diecisiete años."

"Lo lamento."

***

Sus pasos se sentían más ligeros ahora que se había quitado un peso de encima. Con el aire frío de la mañana acariciando suavemente su rostro, caminó valle abajo. Su cabello flotando suavemente en el aire con cada paso; sus manos calentándose dentro de sus bolsillos.

Las calles que antes habían estado vacías ahora estaban llenas de gente que realizaba sus rutinas diarias. Niños corriendo a la escuela, adolescentes caminando lentamente por las calles hacia el edificio principal, adultos camino a sus lugares de trabajo, personas mayores bebiendo té en sus porches presenciandolo todo. Con los ojos puestos en su destino al final de esa misma calle, Ameria regresó hacia el edificio más grande del valle.

La temperatura en su interior era mucho más cálida que en el exterior. Su nariz fue la primera en notar la diferencia. Sacando un pañuelo de papel de su bolsillo, Ameria se detuvo un segundo para limpiarla.

“¿Amy?” Escuchó y dobló el pañuelo en sus manos para tirarlo inmediatamente después. “Hermanita, ¿cómo estás? ¿Como has estado? ¿Como estuvo la boda?" Ella dijo envolviendo fuertemente sus brazos alrededor de Ameria.

"Estoy bien, gracias." Le respondió torpemente manteniendo los brazos estirados a cada lado de su cuerpo.

"¡Oh, me alegro tanto de que así sea!" Dijo Ella con exagerada alegría. “Oye hermanita, escucha. Lamento no haber estado ahí para ti cuando me necesitabas, te prometo que intentaré hacerlo mejor esta vez.” Le dijo colocando una mano en su hombro mientras hablaba con Ameria.

"No, no lo harás." Respondió ella. “Y no lo sientes. Sólo estás haciendo esto por ti. No te importa nadie más de ti misma. Eso lo sé bien.” Le dijo. “Eres como tu padre, así que no puedo culparte. Sólo puedo alegrarme de que esos no sean mis genes.”

Y sin más palabras, Ameria pasó junto a ella. Lista para poner fin a esa conversación y continuar con su día. Pero Ella parecía tener otros planes. "¿En serio estás renunciando a nosotros después de tan solo un tonto error?" Preguntó haciendo que Ameria se detuviera en seco.

"Ustedes renunciaron a mi mucho antes de esto, ¿por qué te importaría lo que hago ahora?"

"Eso no es cierto." Dijo Ella frunciendo el ceño. "Sabes que no lo es."

"Ella..."

“Está bien, ¿sabes qué? Si realmente crees que voy a suplicar y llorar para que te quedes, te estás engañando a tí misma.” Ella rió irónicamente, poniendo los ojos en blanco mientras se daba la vuelta y se iba.

Permaneciendo en su lugar por un par de segundos más, Ameria vio la figura de Ella desaparecer en la distancia. Sus zancadas eran cortas y rápidas mientras se perdía de vista. Respirando profundamente, Ameria se dio la vuelta lista también para reanudar su caminata.

La gente estaba ya ocupada en sus diferentes tareas cuando Ameria llegó. Con las puertas del palacio finalmente abiertas, después de dos décadas y media, había mucho que hacer y muy poco tiempo.

Las pesadas cortinas habían sido ya corridas y ahora la luz natural iluminaba todo lo que encontraba a su paso. Los viejos muebles, antes vestidos con grandes sábanas blancas, habían sido descubiertos y liberados del polvo. Lujosos y delicados, brillaban en todo su esplendor al igual que los candelabros de cristal que era limpiados meticulosamente. Todo se parecía mucho a la última vez que había estado allí con Ben y muy diferente al mismo tiempo.

"Señorita Ameria, ¡bienvenida!" Dijo una mujer de unos cincuenta años saliendo de la habitación de al lado y caminando hacia ella con una brillante sonrisa en el rostro. "Mi nombre es Stella, y soy tu conde mariscal." Dijo presentándose con una reverencia. “Como una de mis responsabilidades, seré la encargada de la planificación de esta importante ocasión ceremonial del Estado. ¿Has tenido la oportunidad de echar un vistazo al palacio?"

"No, realmente no." Ameria respondió sacudiendo suavemente la cabeza.

"Puedes hacerlo ahora si así lo prefieres." Stella le dijo. "Siéntete libre de recorrer, el lugar es todo tuyo."

Aceptando la oferta de Stella y después de agradecerle con una pequeña sonrisa, Ameria comenzó a vagar por el edificio. Sus pies llevándola lentamente a través de los pasillos de techos altos. Sus ojos escaneando cuidadosamente cada habitación con la que se encontraba. Estudiando cada detalle mientras intentaba comprender lo que tenía delante. Tratando de asimilar todo lo que pasaba a su alrededor y lo que pasaría con y para ella.

Al final de uno de los pasillos, el que estaba cubierto con empapelado azul celeste manchado con diminutas ramas y pájaros, una puerta azul oscuro permanecía cerrada. El pomo de la puerta, cubierto de polvo, era prueba suficiente de que hacía años que no había sido abierta. Deteniéndose justo delante de ella, Ameria suspiró y agarró la perilla plateada con un borde grabado con temática de la naturaleza. Su mano derecha la giró lentamente para desbloquear la puerta y usando su cuerpo la empujó para abrirla.

La habitación estaba todavía oscura por dentro. Nadie entraba desde hacía un largo rato y las pesadas cortinas permanecían cerradas. Sólo una franja de luz se filtraba por los bordes, donde el largo de las cortinas no alcanzaba. Esas finas líneas de luz eran la única fuente de iluminación que tenía. Avanzando hacia ellas, Ameria levantó las manos para abrir las cortinas de terciopelo azul oscuro. El repentino cambio de luminosidad en la habitación obligándola a cerrar los ojos por un segundo y mirar hacia otro lado.

Una cama grande en los mismos tonos que el resto de la habitación le hizo saber a Ameria que estaba en otro dormitorio. Excepto que este era diferente. Más grande, más luminoso, con muebles finos por todas partes y hermosos cuadros colgados en las paredes.

Considerando todo, fue el marco que descansaba junto a la chimenea cubierto con una sábana oscura lo que más le llamó la atención. Llena de curiosidad, avanzó hacia allí. Con su brazo derecho estirado para alcanzarlo, sus dedos lentamente trazaron los bordes tratando de agarrar la tela ansiosa por quitársela, pero completamente aterrorizada al mismo tiempo. Envolviendo la sábana alrededor de sus dedos, tiró. El trozo de tela deslizandose en cámara lenta hasta caer al suelo.

Con un grito ahogado en su garganta, Ameria se quedó mirando la representación gráfica de una feliz pareja pintada en el lienzo. Estaba en los pequeños detalles, pero podía ver partes de sí misma en ambos. Sus ojos eran iguales a los de él, oscuros y llenos de curiosidad. Su suave sonrisa y su cabello azabache eran los mismos que los de la joven del cuadro. Ameria se vio representada en ellos; una extraña combinación tanto de su estoicismo como de la naturaleza amable que reflejaban sus rasgos.

Sus figuras, encantadoras y etéreas, no representaban más que amor puro y adoración mientras se abrazaban. Su lenguaje corporal lo suficientemente audaz como para avergonzar a cualquier título o palabra. Y Ameria sintió pena por ellos, por su gran desgracia y su breve romance. Por lo que pudo haber sido, pero nunca fue.

“Parece loco, ¿no? Cuánto te pareces a ellos y cómo nadie nunca se dio cuenta."

“¡Steve, casi me das un infarto!” Ameria dijo volteándose para enfrentar a la voz que le hablaba junto a la puerta, con la mano presionada contra su pecho sintiendo los acelerados latidos de su corazón bajo las yemas de sus dedos. "¿Qué estás haciendo aquí?"

“Me pidieron que viniera a fijarme cómo estabas; ver si hay algo que puedas necesitar.” Explicó dando un par de pasos dentro de la habitación.

"Estoy bien." Dijo ella volviéndose para mirar la pintura un poco más. “Al menos tan bien como alguien que conoce a sus padres por primera vez aunque a través un cuadro antiguo pueda estarlo. ¿Crees que podría haber sido un regalo de bodas?" Preguntó ella entablando una vaga conversación con él.

“Estoy seguro de que así fue. Y también estoy seguro de que el rey Petro lo habría colgado justo encima de esta misma chimenea."

"Sí." Ameria sonrió con una mezcla de felicidad y tristeza.

"¿Qué sucede?" Le preguntó él, y Ameria simplemente sacudió la cabeza tratando de minimizar sus preocupaciones.

“Sólo desearía poder al menos conocer su nombre." Dijo al final.

“Tal vez puedas encontrarlo escrito en la parte posterior del lienzo. Algunos artistas hacen eso.” Dijo y se acercó. "¿Puedo?" Le preguntó y, sólo después de que Ameria le diera su consentimiento, movió el retrato para poder echar un vistazo a la parte posterior.

'A mi amada Aurora. Que nuestro amor sea tan eterno como esta obra de arte.', Decía. Justo abajo, en perfecta cursiva. Las letras ya desvanecidas con el tiempo, pero aún lo suficientemente claras como para ser leídas.

"Aurora." Ameria dijo en voz baja. “Su nombre era Aurora.” Sonrió. Al menos ahora sabía un poco más sobre su historia. Incluso si fuera sólo un nombre y una imagen. Esas pequeñas migajas eran suficientes para alimentar una pequeña porción de su hambre de entendimiento.

“¿Ameria?” Dijo Steve después de aclarar la garganta con nerviosismo.

"¿Sí?" Preguntó con los ojos todavía pegados a la dedicatoria en la parte posterior del lienzo.

"Lo lamento."

"Yo también." Suspiró ella levantándose y colocando el cuadro nuevamente contra la pared. Sus ojos todavía centrados en las personas que estaban allí representadas. “No es fácil descubrir que toda tu vida ha sido una mentira. Pero- "

"Sí. Pero… me gustaría disculparme por mi rol en esto.”

"¿Tu rol?"

"Sí," Suspiró. “lamento haber usado mi don contigo. Nunca quise que llegara tan lejos…”

"¿Tu don? Steve, ¿de qué hablas? ¿Qué hiciste?"

“¿No lo sabes?” Preguntó en voz baja, maldiciéndose mentalmente. “Escucha… ¿Recuerdas las pulseras que Clover nos dio a cada uno de nosotros hace años?” Preguntó después de tomarse el tiempo para pensar por dónde empezar.

"Oh." Fue todo lo que Ameria pudo pronunciar mientras las piezas de esa historia llena de mentiras y engaños lentamente iban encajando cada una en su lugar.

"Lo siento, pero tuve que hacerlo."

"¿Tuviste que hacerlo? Steve, sé que no éramos exactamente amigos pero, ¿por qué? ¿Por qué harías algo como eso?" Ella cuestionó pero él no dijo nada. "¿Por qué le harías eso a Ben?"

"Pensé que estaba haciendo algo bueno." Respondió él.

"¿Disculpa?"

"No, me expresé mal." Dijo rápidamente antes de que ella pudiera malinterpretar sus palabras. "Yo... yo estaba enamorado de Clover en ese momento." Comenzó lanzando un suspiro. "Pero a ella siempre le gustó Ben." Steve explicó después de ver confusión en el rostro de Ameria. “Supongo que en algún momento Clover se dio cuenta de que a Ben le gustabas. Ya sabes, las mujeres pueden ser mucho más intuitivas que nosotros. Y eso le produjo celos. Ella vino a mi por ayuda. Quería que Ben se olvidara de tí para poder concentrarse en ella. Y yo pensé que tal vez, si ella veía que él no pensaba en ella de esa manera, incluso después de descubrir que no tenías ninguna marca, su enamoramiento por él se apagaría. Así que lo hice. Puse la negación de poder en el brazalete que ella te dio con la esperanza de que mi plan funcionara. Pero no fue así. Ella sólo se obsesionó cada vez más con él. Y cuando me di cuenta de lo que había hecho, ya era demasiado tarde y las cosas se habían salido de control.”

“¿Por qué no romper el hechizo entonces? ¿Por qué seguir lastimando a la gente?"

"Me sentí abrumado por las consecuencias de mis acciones." Respondió él. "No sabía qué hacer."

“Steve, lo que hiciste es ilegal. ¿Estabas realmente dispuesto a arriesgarlo todo por alguien que... por ella?"

“¿Por alguien que no me ama?” Preguntó él terminando la frase que ella no se había atrevido a

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