CAPITULO 3

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Mientras crecía, la biblioteca se había convertido en uno de sus lugares favoritos. El lugar perfecto para leer, estudiar o simplemente pasar el tiempo cada vez que se sintiera sola. La conocía de la A a la Z. Había mirado a través de cada una de sus ventanas; Ocupado cada uno de sus asientos; Recorrido con sus dedos cada uno de los lomos de los innumerables libros. Los trabajadores la habían visto crecer a lo largo de los años y la conocían bien. Los libros habían sido, y seguían siendo, para ella un salvavidas en tiempos difíciles. Incluso, aquellos que se encargaban de organizarlos siempre recordaban reservar sus títulos favoritos para cada momento del año. La biblioteca había sido más un hogar para ella que su propia casa.

Sus pesadas puertas chirriaron en cuanto Ameria abrió una de ellas. El olor a libros viejos y cera para madera la recibió automáticamente con calidez. Una pequeña sonrisa tiró de sus labios ante el sentimiento asociado a ello. Bienvenida. Podía usar los dedos de una de sus manos para contar en cuántos lugares más se sentía así de bienvenida y aún le sobrarían dedos. Pero la biblioteca era sin duda uno de esos lugares.

"Buenos días cariño." Octavia la saludó desde detrás del escritorio de recepción.

"Buen día Via". Ameria dijo caminando hacia ella. Usando ambas manos para empujarse sobre el escritorio, agachó la cabeza para presionar un beso en la frente de la mujer como siempre solía hacerlo. "¿Has visto a Jamie?"

"Sí." Dijo la mujer, mientras una pequeña sonrisa aparecía en sus labios mostrando unos dientes ligeramente separados. "Está en la parte de atrás." Le dijo apuntando suavemente con la cabeza.

"¡Gracias!" Dijo Ameria y rápidamente se alejó.

La habitación era cálida y los tonos anaranjados del cielo de la mañana se colaban a través de las altas ventanas reflejándose en todas las superficies. Afortunadamente, durante ese momento del día, la mayoría de las mesas solían estar vacías. Con sillas colgadas de las mismas, esperando a ser bajadas y utilizadas. Excepto durante las semanas de exámenes, claro esta. Durante esos días, encontrar un asiento vacío era más difícil que encontrar uno en la cafetería durante un día festivo.

En una esquina lejana lo encontró. Con la cabeza enterrada en un libro. Algunos mechones de su cabello rubio oscuro rozaban su frente mientras leía el libro que ella le había dado. Su concentración acentuada por las ligeras arrugas talladas entre sus espesas cejas.

El sonido de sus pasos acercándose debió haberlo alertado de su presencia porque antes de que ella pudiera decir una palabra, él ya había levantado la cabeza para encontrarse con ella.

"¡Hey!" Jamie dijo usando una mano para mantener el libro abierto, mientras saludaba con la otra.

"Hola." Ella susurró tomando asiento justo frente a él. "Perdón por mantenerte ocupado durante el horario del desayuno." Dijo ella disculpándose.

"No hay problema." Él respondió mientras le sonreía cálidamente. "Entonces," dijo rompiendo el contacto visual y centrándose en el libro en sus manos. "eché un vistazo a lo que me pediste."

"¿Y?" Preguntó estirando la palabra. Sus ojos entrecerrándose como si pudiera ver el golpe viniendo directamente a su cara.

Ameria había conocido a Jamie hacía mucho tiempo ya. Siendo ambos grandes ratones de biblioteca, cruzarse constantemente los había llevado a desarrollar algún tipo de amistad. A menudo pasando el tiempo en soledad en compañía del otro.

De las pocas cosas que Ameria había aprendido sobre Jamie a lo largo de los años, el don que le habían asignado probablemente había sido la primera de ellas. Incluso antes de conocer su nombre, lo había oído hablar de su don. Y no era porque le gustara presumir sobre ello. No. Entre la comunidad, hablar de dones era más habitual que hablar del clima al conocer gente nueva. Y tal vez aquello sucedía porque incluso el control del clima era un don que algunos recibían.

Cuando Ameria lo conoció, Jamie acababa de descubrir su don. La marca en su muñeca nueva y claramente visible. Solo tenía doce años en ese momento pero, cualquiera que se tomara el tiempo de mirarlo bien a los ojos podía ver la sensibilidad detrás de ellos. A una edad tan temprana lo habían nombrado Giftgiver. Uno de los dones más vitales de la comunidad, pero también uno de los cuales toman años y años de entrenamiento antes de poder ser puestos en practica.

Aunque Jamie todavía estaba siendo entrenado, fácilmente se podía encontrar una gran sabiduría dentro de él. En sus palabras; sus ojos; en la forma en que normalmente se comportaba. Y aun así, nunca había dejado de ser el niño raro que a menudo se encontraba escondido entre los estantes de la biblioteca. Ya fuera con su nariz sumergida en algún libro, o con sus ojos asombrados tratando de leer a la gente desde lejos cada vez que se aburría.

"Lo lamento." El empezó. "Traduje todo lo que pude, pero la información no me fue muy útil. Es decir, las descripciones realmente no coincidían contigo." Le dijo. Sus dedos recorriendo las gastadas páginas.

"Oh." Fue lo único que articuló ella. Su mirada posándose en sus manos, encima de la mesa. "Esta bien."

"Sin embargo, no tiene ningún sentido." Comentó él con las cejas fruncidas.

"Bueno, no es la primera vez que uno de nosotros nace sin dones." Comentó ella. "Tampoco será la última."

"Sí, pero en todos y cada uno de aquellos casos se cumplieron una serie de determinadas condiciones." Él afirmó. "Reproducción mixta o relaciones fuera del sistema de almas gemelas, solo por nombrar algunas." Contó con los dedos. "Pero en tu caso... en tu caso ambos de tus padres tienen múltiples dones; y tu hermana también tiene don. A menos que- "

"¿A menos que qué? ¿A menos que no sean mis verdaderos padres?" Pregunto ella con una suave risa.

"Sé que es una posibilidad muy remota, pero es eso o..."

"¿O qué?" preguntó en el momento en que él se quedó en silencio.

"En lo que es una posibilidad aún más remota, alguien podría habértelos robado."

"¿Habérmelos robado?"

"Oye, dije que era una posibilidad aún más remota." Dijo él en su defensa. "Pero no sería la primera vez".

"¿Quién- por qué alguien haría eso? ¿Acaso no es eso... ilegal?"

"No sé." Suspiró Jamie, moviendo las manos en el aire. "Miedo; Celos; Venganza..."

"¿En serio?" Cuestionó, sacudiendo la cabeza, encontrando incluso ridícula su idea.

"Oye, no ataques al mensajero..."

"No. Es solo que... todo suena tan descabellado. Es decir, ¿quién querría sabotearme? ¿Y por qué?" Dijo tratando de encontrar la respuesta a esas preguntas mientras hablaba. "Y acerca de todo el asunto de los padres, estoy segura de que debe haber registros para demostrar que efectivamente soy hija suya. Así que..."

"Hey," Le dijo estirando su brazo sobre la mesa. Apoyando su mano sobre la de ella reconfortantemente. "si averiguo algo más, te lo haré saber. ¿De acuerdo?" Dijo usando su mano libre para levantar el libro.

"Gracias." Ella susurró. Una sonrisa de labios apretados apareciendo en su rostro y desvaneciéndose tan rápido como se había formado.

"¿Crees que aún podríamos obtener algo bueno del buffet de desayuno si nos damos prisa?" Ameria preguntó después de un momento de silencio. Sus cejas frunciéndose con curiosidad, y una pequeña sonrisa apareciendo en sus labios.

"Seguro; eso espero." Jamie respondió poniéndose de pie detrás de ella y colgando su bolso marrón en su hombro. "Realmente estoy deseando un poco de pastel de arándanos." Se rió.

"Buena elección. Buena elección." Ella dijo riendo con él.

***


El fuerte parloteo proveniente de la cafetería los envolvió tan pronto como cruzaron la puerta. Los sonidos apagados aclarándose lentamente. A pesar de que ya era casi demasiado tarde para el desayuno, todavía había mucha gente sentada alrededor de las grandes mesas disfrutando de un poco de tiempo juntos antes de sus actividades diarias.

Debido a que la mayoría de ellos ya había tomado su desayuno, la fila de espera era significativamente corta. Lo único malo siendo que sus opciones también se habían acortado. Lo que antes había sido una mesa llena de una gran variedad de alimentos, ahora sólo era una mesa llena de bandejas medio vacías y migajas.

"Parece que hoy estás de suerte." Ameria le dijo a Jamie señalando las rebanadas restantes de pastel de arándanos.

"¡Sí!" Susurró un leve grito de victoria avanzando rápidamente hacia ellas. "¿Quieres uno?"

"No, me quedo con el muffin de doble chocolate." Dijo ella extendiendo su mano para agarrarlo. "Al menos no hay nadie aquí para robármelo esta vez." Murmuró por lo bajo.

"¿Cómo?" Preguntó distraídamente él sirviendo un poco de té en una taza.

"¿Hmm? Nada." Ella negó con la cabeza mientras imitaba su acción. "Jamie," dijo ella llamando su atención. "gracias. De verdad."

"No hay problema." Le dijo a ella. Su mano descansando sobre su hombro por un momento. Una sonrisa comprensiva en sus labios.

Tomando caminos separados después de eso, Ameria rápidamente trató de llegar a las puertas del otro lado de la cafetería. Haciendo malabares con el muffin y la taza en su mano derecha, mientras que con la izquierda buscaba la tarjeta magnética en su bolsillo trasero. Todavía no había mirado la hora, pero estaba segura de que llegaría tarde si no se daba prisa. Sin embargo, su apresurada caminata se interrumpió cuando un agudo silbido voló por el aire directo a sus oídos.

"¡Hey!" Exhaló, cuando se giró para encontrar a su grupo de amigos reunidos alrededor de una de las mesas. Rowan arrodillada en el banco, con los dedos en las comisuras de la boca. Su mano haciendo señas a Ameria para que se acercara a ellos una vez que los vio.

Los ojos de Ameria le robaron una rápida mirada a las puertas, tan solo a unos metros de ella, y con un breve suspiro caminó hacia la mesa donde estaba su amiga. "Hola chicos." Ella asintió saludando a los tres miembros del grupo que no había visto antes. Todos ellos saludándola también.

"Ven a sentarte con nosotros. Todavía es temprano..." Rowan la invitó, sentándose de nuevo.

"Lo siento, no puedo. Estoy... un poco atrasada ya." Ameria respondió dando un paso atrás.

"¿Tarde para qué?" preguntó Jax terminando su bebida.

"¿Trabajar?" Ella respondió.

"Todavía tienes como... quince minutos." Dijo mirando su reloj de pulsera. La luz iluminando su rostro mientras hacía los cálculos.

"Uhm no, ella no." Habló Steve, golpeando suavemente su taza con ambas palmas. Todos los ojos posándose en él esperando una explicación. Todos excepto Ameria, quien habló antes de que él pudiera decir algo más.

"Escuchen, realmente necesito irme, pero te veré más tarde para esa... cosa que se supone que debemos hacer. ¿De acuerdo?" Le dijo a Rowan mientras lograba desviar la conversación hacia otra cosa.

"La prueba del vestido." Dijo Rowan, poniéndole un nombre. "Estoy ansiosa por ir, así que no llegues tarde." Le señaló. Su cabeza descansando cómodamente sobre el hombro de Eroan.

"No lo haré." Le prometió.

Despidiéndose brevemente, Ameria se alejó a toda prisa. La mesa quedando en silencio por un momento mientras algunos pares de ojos la seguían hasta que finalmente desapareció detrás de las puertas. Sus dedos cruzándose mentalmente con la esperanza de no llegar tarde.

"¿Por qué tiene tanta prisa? Son solo unos minutos..." Ben cuestionó. Disgusto escrito en su rostro, ya sea por ella o por la bebida ahora fría de la taza que acababa de dejar.

"Bueno, ella es una persona sin don haciendo el trabajo de una persona con don." Clover explicó como si estuviera afirmando lo obvio.

"¿Y?"

"Hay ciertas reglas que debe seguir." Ella explicó.

"Seguro." Ben estiró sarcásticamente. Una risa airada escapando de sus labios como si ella acabara de decirle algo divertido.

"No está bueno, amigo." Jax dijo con las cejas fruncidas. No había nada gracioso en lo que Clover acababa de decir.

"Hey," Dijo con ambas manos en el aire. "todo lo que digo es que estoy seguro de que se lo dejarían pasar. Ya sabes, teniendo en cuenta cuál es su apellido."

"¿Y que se supone que significa eso?"

"Okay, probablemente también deberíamos irnos." Steve le dijo a Ben, evitando que respondiera la pregunta. Perezosamente poniéndose de pie con una taza medio vacía en una mano.

Los tres trabajaban en el mismo área. Con los sentidos aumentados y la capacidad para localizar personas de Ben y la resistencia aumentada y la negación de poder de Steve, no tenían mucho que probar para ser reclutados para el Equipo de Defensa. Mientras que, por otro lado, no tener dones significó para Ameria que tenía que trabajar muy duro para ser aceptada en cualquier puesto, por inofensivo que fuera.

Durante mucho tiempo, Ameria había estado segura de lo que quería hacer. Probablemente porque eso era todo lo que sabía o todo lo que se esperaba que hiciera. Viniendo de una familia llena de soldados de élite, era todo lo que respiraba y soñaba.

Desde muy temprana edad, sus padres la habían entrenado a ella y a su hermana a través de lo que les habían hecho creer que eran diferentes tipos de juegos. Juegos que seguramente no habían sido diseñados para niños, sino para jóvenes cadetes. Esperaban que, al hacerlo, sus hijas tuvieran alguna ventaja antes de siquiera descubrir lo que creían que serían dones obvios. Aunque en el caso de Ameria eso nunca sucedió. Su don nunca apareció. Sin importar cómo o cuánto lo intentara. Pero Ella sí lo había hecho, y a una edad tan temprana que de pronto el enfoque de sus padres comenzó a desviarse hacia ella. Dejando fuera a Ameria, esperando que su don apareciera mientras se concentraban por completo en ayudar a desarrollar el potencial que su hija mayor tenía.

Mientras todos estaban tan concentrados en Ella, Ameria usó su libertad para deambular por el edificio Valiscor. Aprendiéndose de memoria cada rincón, cada habitación. Permitiéndose colarse en lugares que ya no muchos visitan, convirtiendo aquella gran fortaleza bajo sus infantiles ojos en su propia casa de juegos.

Así fue como terminó en la biblioteca. Sus pies errantes la llevaron a través de la puerta alta y pesada a un mundo de posibilidades. Sus estantes de madera alzándose altos a sus costados; repletos de conocimientos listos para ser compartidos e historias que esperaban ser contadas. Llenos de lugares imaginarios por visitar e innumerables personas ficticias por conocer. Y aparentemente, algunos reales también.

"Replicación y agilidad mejorada." Ameria había murmurado. Sus dedos trazando distraídamente los lomos de los libros mientras no buscaba nada en particular.

"¿Disculpa?" Uno de los bibliotecarios, que estaba cerca reubicando libros, preguntó.

"Replicación y agilidad mejorada." Repitió ella. "¿Puedes creerlo?" Ameria, una indignada niña de nueve años, dijo agitando ambas manos en el aire con énfasis.

"¿Son esos tus dones, cariño?" preguntó la bibliotecaria.

"No." Dijo Ameria sacudiendo la cabeza con tristeza. "Son los de mi hermana. ¿Puedes creerlo? Dos." Dijo finalmente dándose la vuelta para mirar a la mujer mayor. Dos de sus dedos en el aire para apoyo visual. "¡Tiene dos! Y no tengo ninguno."

"Hey, todavía eres muy joven..." Dijo la mujer tratando de calmar a la visiblemente frustrada niña.

"No sé. Tal vez no tengo ninguno".

"¿Puedo contarte un secreto?" Preguntó la dama, agachándose un poco. La chica asintió observándola mirar a su alrededor como asegurándose de que nadie más estuviese escuchando. "La mayoría de los dones son entrenables." Le susurró.

"¿Qué?"

"¡Sí! Por supuesto, las personas con dones lo tienen mucho más fácil. Pero la verdad es que si alguien trabaja lo suficientemente duro, puede llegar a ser igual de bueno".

"¿De verdad?" Preguntó la niña, sus grandes ojos brillantes llenos de esperanza y expectativa.

"¡Absolutamente! Ven, te mostraré." La mujer le dijo pidiéndole a Ameria que la siguiera mientras buscaba algún libro. "Por cierto, soy Octavia." Dijo, deteniéndose únicamente para darse la vuelta y poder estrechar su mano.

"Ameria." Le dijo ella. Su mano significativamente más pequeña agarrando la de Octavia con confianza.

El libro que Octavia le mostró ese día había sido prueba suficiente para ella de que los dones eran entrenables. Y que tal vez, si se esforzaba lo suficiente, todavía podría convertirse en lo que siempre soñó. Por eso nunca dejó de educarse y formarse. Realizando la prueba de admisión año tras año. Incluso cuando nunca parecía lograr obtener algún resultado positivo. No importaba cuánto lo intentara, nunca podía entrar. Incluso cuando toda su familia formaba parte de la junta de evaluación nunca cedían y, a menudo, eran mucho más estrictos con su admisión que con la de cualquier otra persona.

Le tomó a Ameria años de entrenamiento y trabajo duro para que la junta finalmente le permitiera ser parte del Equipo de Defensa. Con su familia negándose a dejarla trabajar en el campo sin un don, se encontró con que solo le permitirían un trabajo en el departamento de Táctica y Estrategia. Y ella lo había tomado gustosamente. Incluso si no estaba en el área que ella quería, al menos así había logrado ser parte del equipo.

"Llegas tarde."

"Lo sé. Lo siento Edgar, no volverá a suceder". Ameria prometió, tirando su mochila debajo de su escritorio. Dejando que su cuerpo cayera perezosamente sobre la silla de su escritorio, se sentó por un momento frotándose el cansancio de los ojos.

"Por supuesto que no." Dijo aquel hombre alto caminando hacia su espacio de trabajo. "¿Cuándo fue la última vez que dormiste?" Le preguntó. Ameria lo miró con la boca entreabierta. Su cerebro luchando por encontrar una respuesta.

"Dormí." Dijo dirigiendo su mirada a otro lugar.

"Ameria," Dijo Edgar apoyándose en su escritorio y mirándola con severidad. "necesitas dormir lo suficiente. No puedes perder el foco. Ahora más que nunca." Le dijo a ella.

Edgar había sido su mentor desde el momento en que ingresó a T&E. Después de estar allí año tras año evaluando su prueba de aceptación, él había sido uno de los miembros de la junta que finalmente votó a su favor. Su incansable insistencia lo había persuadido a dar un salto de fe en ella. Y a medida que ella iba demostrando ser digna de su puesto con cada asignación que pasaba exitosamente, él había llegado a encariñarse con ella. Solo podía imaginar por lo que ella estaba pasando.

"Lo sé. Lo haré." Ella le dijo al hombre que podría considerar una figura paterna.

"Está bien. Prepárate. Los demás llegarán pronto; No queremos que sepan que no llegaste a tiempo." Dijo dándole palmaditas en el hombro mientras se alejaba. 

Frotándose los ojos una vez más, Ameria encendió su computadora y abrió el archivo en su escritorio en una página al azar. Lo último que necesitaba era alguna queja, lo suficiente como para costarle el puesto por el que había trabajado tanto.


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