Capítulo VI: Long live the queen

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Capítulo VI

A Sharon le producía un placer insano el ver lastimada a Natasha. Cada corte en su piel, cada golpe, cada magulladura eran un peso menos en su alma. La veía delgada, demacrada, ausente y eso no hacía más que aumentar su ego y sus ansias de verla aún peor. La detestaba desde el fondo de su alma; así había sido siempre y así sería hasta que una de las dos muriera. De hecho, ella estaba segura de que seguiría odiándola aún después de muerta. Natasha Romanoff siempre había sido un grano en su culo: siempre superior en todo, siempre mejor que ella. La espía siempre estaba al frente y al centro de todo, brillando con luz propia mientras ella debía contentarse de permanecer en la retaguardia y guiar a los nuevos reclutas. ¿Es que acaso no sabían quién era ella? ¿Le habían visto cara de niñera?

Peor aún, Steve siempre la había dejado de lado por ella, siempre la había apartado educadamente, pero manteniendo una cortés distancia con la rubia. Eran buenos compañeros de trabajo, cómplices en la clandestinidad, pero nada más. No la dejaba acercarse a él, no más allá de una amistad mal disimulada de su parte. Ponía una barrera a su alrededor, una que sólo parecía poder atravesar la preciosa Natasha Romanoff. A ella la veía bromear sin pena con él, tomarle el pelo, hacerlo reír. Ella era la que lo sostenía cuando algo no salía bien, la que murmuraba palabras de ánimo en su oído, la que lo abrazaba cariñosamente. Ella era la que trabajaba codo a codo con él, la que peleaba a brazo partido para defender sus ideas, la que él admiraba y respetaba... la que él, estaba segura, amaba.

Sharon sabía. Sabía que esa relación entre ellos no era mera amistad, sabía que había algo más ahí, podía olerlo. Era claro que por parte de Romanoff las cosas no eran tan confusas como para Steve. Lo había sorprendido más de una vez mirándola con anhelo, había notado los ojos brillantes al verla llegar de una misión, su expresión de alivio cuando regresaba de una pieza. Esas expresiones le dolían. Ese dolor fue el que la empujó a jalar del gatillo cuando lo vio subiendo por las escaleras del Capitolio. Lo amaba de un modo enfermizo y doloroso y por eso, quería amarlo con el mismo ímpetu que quería lastimarlo. Cuando lo vio caer, la satisfacción que la envolvió fue algo que no había sentido antes. Más cuando escuchó los gritos de Romanoff y la vio llorar y ser arrastrada por sus compañeros.

Oh, aquello había sido hermoso...

Y, luego, había aparecido un nuevo Steve. Uno que le debía todo, uno que podría ser suyo. Y lo fue. El recuerdo de esas noches entre sus brazos aún le erizaba la piel. El hombre que había vuelto de la muerte no tenía nada que ver con el hombre que había sido antes. Atrás había quedado la decencia, el pudor y la amabilidad que había sido parte de su encanto. El nuevo Steven Rogers era un hombre lleno de pasión, de ambición, de ansias de poder, de hambre de justicia. Quería crear un mundo nuevo, uno en el que él y sus ideales primaran por sobre los demás y no estaba dispuesto a recibir un no por respuesta. No temía mancharse las manos con sangre, de hecho, parecía gozarlo. Era metódico, calculador, frío. Y había sido suyo. Hasta que la perra pelirroja había aparecido de nuevo en el mapa.

⸺ Despierta, cariño...⸺ le susurró al oído al verla agotada, con la cabeza colgando entre los hombros⸺ Aún no terminamos contigo... no puedes dormirte aún⸺ Natasha se quejó en voz baja y movió la cabeza de un lado al otro, negando. No, ya no quería más⸺ Vamos, Natasha, yo sé que tú puedes aguantar un poco más. Eres una chica fuerte. Arriba, arriba. Sólo un poco más y podrás descansar, ¿vale?

La espía se mordió los labios, negando de nuevo, con los ojos fuertemente cerrados. Estaba cansada, le dolía todo el cuerpo y lo único que pedía su mente era apagarse, dormir, desmayarse, lo que fuera, pero, apartarse de aquel tormento. Sharon se ensañaba con ella y no lograba saber aún porqué. No tenía información que sacarle, ella lo sabía todo. Había compartido con ellos por meses, conocía sus movimientos, sus escondites, sus planes futuros. Y aún así, le preguntaba una y otra vez cosas que ya sabía, sólo para seguirle haciendo daño. La torturaba hasta la extenuación y luego la dejaba descansar un día. Y entonces, todo volvía a empezar. Ese ciclo la tenía al borde de la locura... permanecía en su cuarto sin poder comer o dormir, mirando la puerta con insistencia. Cuando veía su sonrisa, todo su autocontrol se iba al carajo, todo lo que había aprendido, todo lo que había soportado en el pasado, todo, todo... todo desaparecía. Sólo quedaba dolor y más dolor.

El choque de la electricidad volvió a azotar cada fibra de su cuerpo y se tensó en la silla, apretando la madera hasta que sus manos se llenaron de astillas. Apretó tanto los dientes que creyó que se romperían, pero aún así, no dijo nada. Ni un solo quejido salió de sus labios. Cuando la corriente cesó, dejó caer de nuevo la cabeza, jadeando. Sharon se acercó a ella y le jaloneó el cabello para que la mirara.

⸺ ¿No vas a gritar para mí, Natasha? Vamos, sólo un poquito, sabes que eso me gusta...⸺ le pidió con aquella voz asquerosamente dulce que ella había aprendido a odiar.

⸺ Púdrete, perra⸺ masculló, escupiendo a su cara. Eso fue suficiente para que la rubia enloqueciera.

Cogió una barra de metal que tenía sobre la mesa y la golpeó con fuerza en la cara. Tan fuerte fue el golpe que una larga herida se abrió desde su frente, cruzó por su ceja y terminó en su mejilla. La sangre brotó a borbotones y Natasha sintió un intenso pitido en su oído izquierdo, señal de que le había reventado el tímpano. Sus ojos lagrimearon sin querer y el aire se le hizo escaso producto del dolor. Boqueó, adolorida y contrajo el rostro en una mueca que sólo hizo que la herida se abriera grotescamente.

⸺ ¡Te voy a mostrar quién soy yo, perra estúpida! ⸺ le gritó Sharon, alzando de nuevo la barra para darle un nuevo golpe. Natasha cerró los ojos, esperando que esta vez la golpeara lo suficientemente fuerte como para matarla.

⸺ ¡Sharon! ⸺ ladró una voz a sus espaldas. La espía abrió los ojos y se encontró con un Steve furioso, de pie en la puerta de la sala de interrogatorios. Sintió su mirada sobre ella y notó como el hombre palidecía por un segundo, mientras que su expresión se volvía de hielo⸺ ¿Qué es lo que has hecho, Sharon? ⸺ preguntó en voz baja, afilada como una navaja.

⸺ Sólo estoy haciendo mi trabajo, Steve⸺ respondió ella, sonriendo inocentemente⸺ Estaba a punto de terminarlo, de hecho...

Lo que siguió, dejaría marcada a Natasha para siempre. Steve se acercó a ellas de dos zancadas y cogió a Sharon del cuello. La espía pensó que la acabaría como había hecho con Sam, pero, no. La atrajo hacia sí y la besó con fuerza en los labios, bajando sus manos por su cuello y su pecho hasta que agarró su cintura, estrechándola contra su cuerpo en un gesto mitad posesividad y mitad rabia. Al cabo de unos minutos se separaron y ambos tenían los labios rojos, hinchados. Steve la miró con algo que parecía ternura y le acarició la mejilla, muy suavemente.

⸺ Oh, Sharon...⸺ musitó, girándola hacia Natasha y abrazándola por la cintura, manteniéndola apegada a su cuerpo⸺ Mira lo que has hecho...⸺ le dijo al oído, deslizando sus dedos hacia su garganta para mantener su rostro puesto en la malograda espía.

⸺ Lo hice por nosotros, Steve... ella tiene que salir del camino. Sólo así podremos ser felices...y yo podré gobernar contigo⸺ murmuró, sintiéndose tan cálida y feliz entre sus brazos, ambos contemplando su obra... tan concentrada estaba en eso que no notó el sonido del cuchillo saliendo de su funda con mucha lentitud.

⸺ Así es, Sharon. Larga vida a la reina...⸺ articuló el hombre, acercando la hoja al cuello de la mujer. Sharon no pudo moverse. Tanta fue su impresión y tanto el dolor que le siguió cuando él deslizó el arma por su piel, abriéndola poco a poco, lento, casi íntimo. La tenía sujeta de tal modo que no pudo más que abrir sus ojos asombrados y dejar que la vida se le escapara en un chorro caliente y violento que bañó a Natasha de pies a cabeza.

Cuando Steve terminó, una herida grande y grotesca, como una segunda boca decoraba la garganta de la mujer. La soltó sin miramientos y la dejó caer al suelo, mirándola desde toda su altura con una mezcla de asco e indiferencia, como quien ve a un insecto que acaba de aplastar. Limpió el cuchillo en la pernera de su pantalón y entonces volvió su atención a una sorprendida Natasha. Estaba tan asombrada, adolorida y cansada que no fue capaz de moverse ni de decir nada. Su cuerpo se había rendido a la extenuación y permaneció en una especie de semiinconsciencia en la que era poco más que una muñeca de trapo. Steve se arrodilló junto a ella y la miró con preocupación. Alargó su mano y delineó delicadamente la extensión de su herida.

⸺ Mira lo que te ha hecho...⸺ le dijo en voz baja, con los ojos llenos de compasión. Se deshizo de sus ataduras y la alzó con premura, acomodándola entre sus brazos⸺ Ven, vamos a curarte eso... vas a ponerte muy bien, Natasha, ya lo verás.  


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