Un favor para Moonbyul

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Casi se arrepintió de pedirles a sus amigas que fueran a bailar. Casi, porque, aunque Wheein y Seulgi se movían como si hubieran nacido para arrasar en las pistas de baile, también era un gusto verlas disfrutar como niñas con todos los pasos que les nacían en el momento. En el instituto, Yongsun tenía que ensayar delante del espejo del baño antes de salir de fiesta con ellas para no quedar muy en evidencia, pero era un esfuerzo inútil, porque brillaban con luz propia.

No obstante, ya había pasado tantísimo tiempo desde que las veía así, desde que se lo pasaba tan bien, que no le importaba lo más mínimo quedar en un segundo plano. Le dolían las mejillas de tanto reír con las tonterías que estaban haciendo. La música estaba muy alta y alguien (supuso que Jimin) había hecho que las luces cambiaran de color al ritmo de las canciones. A veces la sala entera coreaba las más populares.

El tiempo parecía no pasar mientras a ratos hablaba con Wheein y Seulgi, a ratos intentaba bailar, y a ratos saltaban y bromeaban. Ni siquiera estaba cansada. La única que parecía notar el paso del tiempo era su garganta seca, que le recordó que no había bebido nada desde que entraron en la casa.

—¡Oye, ¿hay barman aquí o Jimin no es tan pijo?! —chilló Wheein por encima de la música, aún saltando—. ¡Que me apetece un Sex on the beach!

—Uy, ¡qué atrevida! —le respondió Yongsun, sacándole la lengua. Wheein tropezó un poco de la risa floja que le entró y se cogió del hombro de Seulgi, que empezó a reírse con ellas.

Cuando la hubo estabilizado, Seulgi, que al parecer conocía la casa bastante bien, les indicó dónde solía estar, si no el barman (al parecer, no, Jimin no era tan pijo), el alcohol: en la esquina derecha de la encimera de la cocina.

Mientras Wheein cavilaba en voz alta sobre si sería capaz de armarse ella misma su cóctel, a Yongsun se le abrieron los ojos como platos. De todas las personas del mundo entero...

—¡Byulie, la chica del milagro! —exclamó Hyejin, la borracha con buena higiene del McDonald's, y cogió a su compañera por la manga de su cazadora negra. Ambas charlaban subidas a la encimera de la cocina con las piernas abiertas y botellas de alcohol entre ellas, pero Hyejin las apartó para dar un salto y aterrizar en el suelo, pasmada. La otra chica alzó la mirada y sus ojos se encontraron...

Tal y como había pasado en el baño, Yongsun se quedó paralizada en el sitio. Nunca había visto unos ojos tan oscuros. Ni siquiera distinguía la pupila del iris. Las luces de la cocina eran normales, pero la puerta que daba a la fiesta estaba abierta y le arrancaba destellos coloridos a aquella oscuridad tan profunda. Quizás esa sería la palabra correcta para describir aquellos ojos: profundos.

Y divertidos.

—Hey. Perdona a mi amiga, es un desastre —miró con cariño a Hyejin y, desde su sitio encima de la encimera, le dio una patadita en el muslo. Cogió un vaso pequeñito y lo llenó de algún líquido transparente, que le tendió con total naturalidad—. Toma, por las molestias

Luego, Moonbyul pareció darse cuenta de que había más personas con Yongsun, y esbozó una sonrisa radiante hacia Wheein y Seulgi.

—Hola, chicas. ¿Qué tal todo, Seulgi?

De la sorpresa que le había causado ver allí a las chicas del McDonald's, Yongsun se había olvidado completamente de sus amigas por un instante. Cuando volvió la vista atrás, la cara de Seulgi era la de una reina de hielo y había erguido completamente la espalda. En ese mismo instante se le ocurrió conectar los nombres. Moonbyul y Byulie tenían que ser, entonces, la misma persona. Pero ¿qué narices había pasado para tener a Seulgi tan nerviosa? Le dio un sorbo al chupito, que le escoció un poco la garganta.

—Muy bien, gracias —respondió con toda la corrección que le pudo inferir a sus palabras. Después, como ya había hecho con Jimin, se giró y le dio la espalda, todavía en tensión—. Bueno, chicas, voy a buscar a Jimin. Nos vemos luego.

Se alejó a una velocidad normal de alguien que busca a una persona, pero Yongsun, conociéndola como la conocía, sabía que habría deseado salir corriendo de la cocina. Le echó a Wheein una mirada de confusión, pero ella estaba demasiado ocupada comiéndose con los ojos a Hyejin. ¡¿Qué más se había perdido?! Aquello era demasiado. Se terminó el chupito, a ver si le iluminaba un poco las ideas, pero no hubo suerte.

—Oye, Wheein —la llamó, pero ella no la escuchaba, ocupada como estaba saludando a la morena entre risitas y sonrojos. Yongsun le clavó el codo en el brazo—. ¡Wheein!

Wheein la miró con confusión, como saliendo del trance. Se escuchó una risa grave y bonita a su izquierda que volvió a darle escalofríos, pero sacudió la cabeza y se inclinó para preguntarle en voz baja a su amiga:

—¿Me vas a explicar ya qué ha pasado aquí?

—¡Lo siento, chica milagro! —Hyejin cogió a Wheein del brazo, aunque con delicadeza, y la acercó un poco hacia sí. Ella parecía sorprendida, pero muy contenta, cuando Hyejin proclamó—. Hace un siglo que no veo a esta chica, ¡despídete de ella por esta noche!

No se lo podía creer. La vida de sus amigas había estado llena de más culebrones amorosos el año pasado que en toda su vida, ¡y ella no se había enterado de nada! ¡Cuántos cotilleos malgastados! Maldito 3 en matemáticas que le había hecho repetir los exámenes. Vio a Hyejin y Wheein salir de la cocina muy cerca la una de la otra, sin soltarse y sin ganas aparentes de hacerlo.

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