Un día lluvioso

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Le gustaría poder decir que lo de la sesión de fotos había sido un incidente aislado y que no había vuelto a ver a Moonbyul a solas desde entonces, pero estaría mintiendo. No habían sido muchas: no se lo había permitido a ella misma... De alguna manera tenía que mostrarse fuerte ante los intentos de la mayor seductora de la universidad. Además, había pensado que, cuanto más se resistiera, más se prolongaría aquel limbo de coqueteos. Le descolocaba un poco el hecho de que Moonbyul parecía pasarlo bien cuando estaba con ella. No en un sentido meramente romántico, porque no podía haber nada de romance si una de ellas no colaboraba, sino en uno más amplio. Se caían bien. Se entendían bien. ¡Se divertían! ¿Por qué eso no podía ser suficiente para despertar su interés, aunque fuera un poco?

De todas maneras, la frecuencia había ido disminuyendo más y más, de verse cada par de días a de semana en semana, si podían. Estaban ya en la primera semana de noviembre, y hacía 8 días que no la veía. Aproximadamente. No es que estuviera contando. Normalmente era Moonbyul la que la perseguía por el campus o le llamaba a la puerta, ofreciéndole un paseo o pidiéndole ayuda para una sesión. Las primeras veces le sugirió quedarse en la habitación, pero ella siempre se negaba, y ya ni siquiera lo intentaba. No se fiaba de los impulsos de ninguna de las dos. La última vez que se habían visto estaba un poco rara, como cautelosa y confusa, y Yongsun le había dado su número, después de que Moonbyul se lo pidiera en innumerables ocasiones. Había pensado que la freiría a mensajes, pero todavía no le había mandado ni uno. ¿Cómo podía haberse cansado ya? ¡Ni siquiera le había dado lo que estaba buscando!

Yongsun suspiró, recogiendo sus apuntes de clase de encima de la mesa, guardando los subrayadores. Se había pasado el día entero fantaseando, y no estaba muy orgullosa de ello.

Qué más le gustaría a ella que dejar de mostrarse tan fuerte y bajar un poco la guardia de vez en cuando... Yongsun tenía ganas de darle cabezazos a la mesa, pero quizás llamaría un poco la atención. Cuando lo hubo metido todo en la mochila, cerró la cremallera, se la cargó al hombro, como si llevara sobre ellos todo el peso del mundo y emprendió el camino de vuelta a su habitación.

Era un miércoles gris y deprimente. Se arrebujó en su abrigo y se acercó la bufanda de ganchillo a la boca. La noche anterior había llovido con mucha fuerza y todavía seguía lloviznando, pero no llevaba paraguas. El viento helado mecía jirones de niebla por el parque central del campus. Tenía los dedos congelados y la piel seca y cuarteada, pero se había vuelto a olvidar los guantes en la residencia, así que se sopló aliento a las manos para que no se le convirtieran en grandes cubitos. Su facultad estaba muy cerca, así que pensó en lo calentita que estaría su habitación cuando llegara, pero ni eso consiguió animarla del todo.

Era un mal día, simple y llanamente. No quería que nadie se le acercara hasta estar dentro de la residencia, pero a veces no llueve a gusto de todos.

—¡Yongsuuun!

Aunque sabía perfectamente que esa voz no era la correcta, su cabeza saltó como un resorte para buscar su origen. Y, evidentemente, era Hyejin, que se acercaba a ella a la carrera, sin pararse a pensar ni un momento en las baldosas resbaladizas bajo sus pies. Su cara debió mostrar la decepción que sentía, porque la chica enarcó las cejas e imitó a la protagonista de sus pensamientos con bastante precisión.

—¿Te escondías de mí, preciosa?

Yongsun puso los ojos en blanco y reanudó su paseo hasta la residencia. Desgraciadamente para Hyejin, ese día no estaba para tonterías.

—Más bien es al revés... —murmuró muy flojito, para sí misma más que otra cosa, y miró hacia el frente mientras caminaba para no ver la compasión en los ojos oscuros de su amiga. No quería sentirse más patética aún. Se obligó a esbozar una diminuta sonrisa cansada y a añadir—. ¿Qué tal?

—Tirando —respondió Hyejin con tono preocupado. Seguramente se había dado cuenta de que no era un buen momento, pero, como los problemas de cada uno son lo más importante, siguió hablando—. Te estaba buscando, Wheein me dijo que salías a esta hora los miércoles. Quería hacerte una pregunta...

Por la intensidad con la que estaba hablando, la pregunta debía de tener algo que ver con Wheein. Yongsun confirmó sus sospechas cuando Hyejin miró a ambos lados como si alguien las estuviera espiando. Se rió de su apariencia paranoica mientras sentía cómo iba mejorando su humor. Aquella tonta siempre la hacía sentir mejor.

—Vale, te lo digo —apostilló después de juguetear otro ratito con sus manos. Se le notaba muy nerviosa cuando confesó, por fin— Ya sabes lo que yo... Que a mí... ¡Que me gusta Wheein! —exclamó, y enseguida volvió a mirar a todos lados, muy preocupada. Su única compañía era la lluvia y el frío. Carraspeó y se recompuso un poco—. Es bastante evidente, pero ella no se entera, y me pongo tan nerviosa cuando intento decírselo... Tú la conoces más que yo, ¿qué hago?

—Díselo —Hyejin empezó a resoplar y a poner los ojos en blanco, y Yongsun la interrumpió—. ¡Lo digo en serio! ¿Crees que ella no se ha dado cuenta de que te gusta? Si se te hacen los ojos chiribitas cuando la ves. Está esperando a que des el paso.

No pudo evitar sentir un poco de rencor hacia Wheein y Hyejin, aunque se esforzó por no hacerlo. Lo tenían tan fácil, el amor estaba justo al alcance de su mano y no querían alcanzarlo, por alguna extraña razón. Yongsun no era tan cobarde. Si hubiera dependido de ella, esa pequeña estrella de felicidad llevaría semanas en su bolsillo, y estaría mandándole mensajes bonitos en aquel mismo momento...

—Aprovecha, tú que lo tienes tan fácil —añadió con amargura, y se mordió el labio, arrepentida al instante—. Perdona, has elegido un mal día, no estoy muy de humor... No la entiendo.

Hyejin entendió al instante a qué se refería.

—A veces ni siquiera yo la entiendo —Con sorpresa, Yongsun se dio cuenta de que parecía un poco molesta. ¿Con Moonbyul? ¿Qué le había hecho? Si eran uña y carne—. Entiendo que es difícil romper un hábito, pero si ya se ha dado cuenta, ¿por qué pasa de ti?

Lo que acababa de decir Hyejin no tenía ningún sentido para ella, y le parecía mucho más importante que acabaran de entrar a la residencia. Sintió una oleada de calor acogedor, y respiró hondo. Podía hablar honestamente con Hyejin, tal y como ella lo había hecho anteriormente, aunque ni siquiera sabía cómo empezar. Si Moonbyul estaba "confusa", ella lo estaba mucho más.

—No le estoy pidiendo que me baje la luna —dijo, para empezar, y a partir de ahí, las palabras salieron como un torrente—. ¡No le estoy pidiendo nada! Es solo que... No puedo ser una más. No puedo. Seguro que hay chicas que pueden con ello, y las admiro, pero yo no soy una de ellas, y Moonbyul lo sabe, lo sabía desde el principio. ¿Por qué ha tenido que insistir tanto? ¿Por qué un día se comporta como si le gustara y al siguiente pasa de mí?

Su respiración se había agitado. Le temblaban las manos, y no de frío. No quería mirar a Hyejin. Sabía lo que vería. "Estás montando una escenita en medio de la residencia, cálmate", se dijo a sí misma. No fue fácil. Su amiga quiso guiarla hacia la sala de recepción, pero no se dejó, y fue hacia el ascensor en su lugar. Normalmente subiría por las escaleras, pero el día y la conversación la había dejado sin fuerzas. Se montaron en silencio.

—No quiero odiarla como hace Seulgi —confesó cuando la luz indicó que estaban en la primera planta. La de Hyejin era la quinta, pero las palabras se le habían agotado ya y costaba hacerlas salir. Segunda planta. Tercera...—. Pero no sé si puedo alejarme y olvidarlo todo. No sé si puedo dar vuelta atrás.

Fue lo último que dijo antes de salir del ascensor, más derrotada que nunca.

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