Especial

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Ir sentada detrás de Moonbyul en su moto de camino a un restaurante no era lo que tenía pensado hacer aquella noche de miércoles tan normal. Nunca había montado en moto, y era un poco difícil, porque la raja de aquel vestido le subía hasta el muslo, la tela revoloteaba, y tenía frío. Por otra parte, iba bien agarrada a Moonbyul, y podía abrazarla todo lo que quisiera sin que fuera raro, porque era su primera vez y era normal que tuviera miedo, ¿no?

Excepto que no sentía nada de miedo, o al menos, no por montar en moto. Confiaba en que Moonbyul supiera lo que se hacía, y parecía que manejaba bien el vehículo, aunque Yongsun no supiera mucho de eso.

No, no tenía miedo por la moto, sino por... Lo que fuera que fuera aquello. ¿Era una cita? Si se lo hubieran preguntado ayer habría dicho que no, que Moonbyul nunca le pediría una cita, pero ahora... No lo tenía muy claro. Si no lo era, al menos se parecía mucho a una. No habían hablado mucho después de que ella saliera del baño, toda engalanada y bonita, aunque no supiera exactamente para qué se estaba preparando. Igual la llevaba al McDonald's y hacía el ridículo... "No, ella también va arreglada", se recordó, aunque procuró no pensar mucho en ello y centrarse en el tema en cuestión: qué narices quería Moonbyul de ella.

Le había dado su tiempo siempre que le había pedido ir a algún lado; su cuerpo, tal y como ella le había pedido aquella primera vez para la sesión de fotos; y también... Su corazón, para qué negarlo. Era inútil intentar esconder que le gustaba. Seguro que hasta Moonbyul lo sabía. ¿Estaba jugando con ella?

Si aquello era un juego, Moonbyul se lo tomaba bastante en serio, porque el restaurante en el que pararon parecía más elegante de lo que Yongsun estaba acostumbrada a frecuentar. Claro que lo más sofisticado que se permitía era la hamburguesa de kimchi de Lotteria, pero aún así... Moonbyul la ayudó a bajarse de la moto. Aunque no le hacía ninguna falta, porque seguramente tendría mejor equilibrio que ella, aceptó su mano y le sonrió. Habían empezado con mal pie la noche y seguía un poco confusa, pero intentar disfrutar un poco no le iba a doler.

—Pues sí que cobran bien los fotógrafos, ¿no? —Yongsun, que no se había mostrado muy simpática desde el principio, se vio forzada a romper el hielo después de que una amable camarera les buscara una mesa y apuntara sus pedidos.

Moonbyul, que había parecido tensa desde el mismo momento en el que Yongsun había abierto la puerta de su habitación, pareció relajarse un poco, lo suficiente para reír con sorna y negar con la cabeza.

—Ya te digo yo que no —Se apartó un mechón que se le había salido de la coleta, y apoyó el codo en la mesa. Le dedicó una sonrisa tan suya que debería patentarla, de aquellas sonrisas encantadoras que la dejaban sin aliento—. Pero los salarios de las modelos son otra cosa. Esta es mi manera de darte las gracias.

"Me habría conformado con un mensaje", pensó Yongsun amargamente, pero siguió sonriendo. Prefería seguir por aquella ruta de conversación: era familiar, divertida y, sobre todo, cómoda. Natural.

—Ya sabes que, si te hace falta alguien que escale árboles y luego se caiga, soy tu chica.

A partir de aquello, todo fue un poco más cuesta abajo. Se pusieron al día respecto a lo que habían estado haciendo y se quejaron mutuamente de todo lo que tenían que hacer, aunque Yongsun no podía ni siquiera sentir la molestia de tener miles de trabajos por hacer. Sentía ese pesar como algo muy ajeno a ella en aquellos momentos, algo totalmente insustancial. Sus preocupaciones previas también lo eran. Estaba con Moonbyul, comiendo cosas ricas, divirtiéndose con ella, ¿qué más podía pedir? Todo iba como siempre, excepto porque...

—Vaya, no me había dado cuenta de que eres muy guapa.

Ay, Dios. Se le había escapado. Había habido un pequeño momento de silencio en la conversación, cuando estaban esperando para pedir el postre, y Yongsun se había fijado en ello. ¿Cómo podía habérsele pasado por alto? Y más importante, ¡¿por qué era tan bocazas?!

Las mejillas de Moonbyul se sonrojaron, supuso que de la sorpresa, así que no fue del todo convincente cuando arqueó las cejas y le preguntó:

—¿Es que hasta ahora pensabas que era fea?

—¡No, claro que no!

Yongsun no sabía cómo había metido tan hondo la pata, y era culpa suya. Y un poco también de Moonbyul, por estar tan preciosa aquella noche. Solo le quedaba decir la verdad... Procuró no usar un tono demasiado intenso, que no denotara del todo lo loca que estaba por ella.

—Quería decir que... No tendrías por qué ser guapa, no te hace falta —Moonbyul parecía aún más confusa, aunque podía notar que se estaba divirtiendo. Yongsun quería arrancarse la lengua—. La belleza no es tu mejor cualidad. Ay, eso sigue sonando muy mal, pero creo que lo mejor de ti es tu... ¿Carisma? ¡Y tú lo sabes! —añadió ante la risita que soltó su incrédula interlocutora—. Eres carismática y encantadora, y siempre sabes lo que hacer para que alguien se sienta especial.

—¿Te hago sentir especial a ti? —preguntó Moonbyul tras un segundo que pareció una eternidad. Yongsun tenía miedo de abrir la boca y que se le rompiera la voz de los nervios, así que se limitó a asentir. Moonbyul le dedicó una sonrisa diferente, dulce y nerviosa—. Eso es lo único que importa.

—Moonbyul...

—Cada vez te las buscas más ingenuas, ¿eh, Byulie? Supongo que es más fácil para ti.

Retirar la mirada de los hipnóticos ojos negros de Moonbyul la mandó de una patada a la realidad. Una chica alta, con el pelo oscuro recogido en una coleta y cara de mala leche era la que había hablado. Llevaba un uniforme blanco con el nombre del restaurante sobre la solapa izquierda, y el suyo sobre la derecha: Chanmi. No había oído a Moonbyul hablar de ella. "Tampoco le hablará ella de ti a sus otras chicas", se recordó Yongsun con desazón.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Moonbyul, su voz llena de enfado contenido. Le lanzó una mirada de preocupación a Yongsun, pero ella todavía no podía reaccionar.

Chanmi volvió a la carga antes de que pudiera hacer nada, y esta vez se dirigió hacia ella, de manera un poco más compasiva:

—¿Cuánto tiempo lleva haciéndote ilusiones esta mentirosa, un par de semanas? —En realidad, había sido más bastante tiempo, pero Yongsun asintió casi imperceptiblemente. Chanmi suspiró y le dirigió a Moonbyul una mirada llena de veneno—. La semana pasada se acostó con mi amiga Yooa. Siento mucho decirte esto, pero no siente nada por ti.

—No hice nada con Yooa, simplemente fui a decirle que no podía seguir viéndola por este mismo motivo —le aclaró Moonbyul rápidamente, y se volvió hacia ella—. Yongsun, tienes que creerme.

Volvía a estar tan tensa como al principio de la noche, y Yongsun estaba cansada. Tan, tan cansada... Las escuchó discutir como si todo aquello fuera ajeno a ella, como si no estuviera realmente involucrada.

Lo sabía. Lo sabía desde un principio. ¿Por qué iba Moonbyul a dejar de ver a todas las chicas que tenía literalmente a sus pies? Ella no era suficiente razón para alejarse de aquel estilo de vida. Yongsun lo entendía, pero estaba harta de que jugara con ella. Harta de que todas sus amigas la justificaran, harta de situaciones como aquella. Las ex de Moonbyul estaban por todos lados, y Yongsun no estaba preparada para enfrentarse a todas ellas. No sabía si llegaría a estarlo nunca, pero no hacía falta, ¿no? Moonbyul no estaba interesada en ella de esa forma.

Rebuscó en su bolso mirando al infinito, y sacó unos cuantos billetes que depositó sobre la mesa. Ni siquiera sabía si era suficiente o, por el contrario, demasiado, pero Moonbyul colocó la mano sobre la suya.

—No hagas eso, quien invita a la cita paga.

—No quiero nada tuyo —le contestó con tono glacial mientras se levantaba. Estaba segura de que los demás clientes debían de haber reparado ya en la escenita, pero no le importaba—. No quiero tener que deberte ningún favor, nunca más.

Yongsun se fue sin nada: sin esperanzas, sin un plan, sin un vehículo que la llevara de vuelta al campus. Solo le quedaba su corazón roto.

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