II.14 Listen to Your Heart- Capítulo 13

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Disclaimer:

Los personajes de CC y SS no me pertenecen, si no a sus respectivos autores y a quienes hayan pagado derechos sobre los mismos. De ser míos, bueno Terry y Candy se habrían quedado juntos y felices y en SS, otra cosa sería X-D

Míos son los demás personajes, así como la historia aquí narrada; basada en el anime de Candy Candy, y que tiene ciertas modificaciones que me eran necesarias. Obvio la canción que inspiró esta historia tampoco es mía, sólo fue, como es usual en mí, una maravillosa inspiración.

No tengo fines de lucro, es sólo para pasar un buen rato y tener otro terryfic.

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...

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La agonía de haberla perdido y la desolación de pasar por la vida sin aquélla mujercita en ella casi lo había matado de dolor y soledad... con todo el sufrimiento vivido finalmente fuera de su existencia fue que no pudo contenerse. Había pensado en acercarse con tranquilidad, darle un sentido abrazo y luego hablar, quizá jugarle alguna broma para disipar los nervios y ansiedad que sentía... para ir desvaneciendo todas y cada una de las circunstancias que los habían separado; pero no, él había dado un par de pasos y ella hizo lo mismo; y entonces ya no pudo coordinar sus pensamientos claramente, lo único que quería era tenerla y no soltarla jamás otra vez... Para cuando se dio cuenta ya la tenía frente a él y leía en sus esmeraldas los mismos sentimientos que él tenía ¿era acaso que había pensado decir algo al verla? Ya no se acordaba pero, ¿qué diablos? Sólo quería besarla y ella no se opuso; al contrario, se entregó a la maravillosa caricia compartida con tanta urgencia, pasión y exigencia como él... se sentía en la gloria saboreando la miel que esos tentadores y jugosos labios le obsequiaban; entregaban su amor y se decían todo con ese intercambio... no, definitivamente las palabras no eran necesarias. Casi sintió que lloraría de felicidad cuando el delicado cuerpo de la enfermera se pegaba al suyo y lo acercaba a sí desde la nuca, como queriendo apresarlo para que no se alejara nunca más...

Candy no era dueña de sí misma, cuando escuchó que él llamaba con esa voz potente y firmemente, sintió que el corazón se le saltó un par de latidos... se había vuelto a mirarlo perdiendo contacto con su alrededor; entonces lo vio dar un paso, luego otro y ella, dejando ya de lado su voluntad también avanzó, pensó dar un par de pasos calmados y al siguiente momento ya iba corriendo a lanzarse a esos brazos a los que pertenecía. Entonces ya no pensó, no meditó. No recordaba si había ensayado qué decirle al tenerlo enfrente, simplemente sintió que esas manos cariñosas se adueñaban de su rostro y sin pensar en nada lo levantó para encontrar el precioso de él y unir sus labios en ese poderoso beso, con el que decían todo...

Ella jamás había besado a nadie que no fuese ese muchacho que la enloquecía con el simple roce de su mirada sobre ella... que la hacía soñar con esas sonrisas... que la desconcertaba y la protegía, que la hacía avanzar, y desear morir si no lo tenía cerca. Ella sintió que estaba en el paraíso y perdió la noción del tiempo entre sus brazos y su calor... Sentía una necesidad urgente de beber de él todo lo que un beso robado hacía una eternidad había prometido. La boca de él era suave, caliente y reclamaba la suya con una posesión y desesperación casi primitivas... se dejó llevar por el instinto y le cedió el paso a la lengua suave y cálida de él, que exploró con pasión pero gentileza la dulce de ella. La rubia seguía el ritmo primero con ligera torpeza y después con la misma urgencia se atrevió a imitar los movimientos de él... se aferraba de su cuello y enterró los dedos en el cabello de su nuca, no... jamás lo dejaría ir de nuevo, le pesara a quien le pesara...

Luego de ese beso arrebatado, compartieron unos más suaves y tiernos; sin deseos de separarse del otro, bebían sus alientos como si fuera el elixir de la vida... lentamente y casi con dolor alejaron sus bocas y se abrazaron por fin, emocionados; y se quedaron así mucho rato, perdiéndose en el tiempo y reconociéndose como amos y esclavos uno del otro; deseando recuperar tantos recuerdos, sueños, ilusiones; prometiéndose en un solo abrazo no volver a dejarse ir. Y sin decir palabra todavía se miraron a los ojos... zafiros cristalinos perdidos en esmeraldas inundadas en lágrimas de felicidad y añoranza... no hacía falta hablar en ese momento, simplemente escucharon a sus corazones y acercaron despacio sus rostros hasta rozar la nariz del otro. Él miraba embelesado las verdes pupilas de ella y dejó que sus propios ojos mostraran su alma, esa que agonizante finalmente se reencontraba con su gemela... no deshizo su abrazo, solamente levantó su mano derecha y con el dorso de sus dedos enguantados acarició delicadamente la sonrosada mejilla de ella.

-Candy... mi hermosa Candy... por fin estás aquí, conmigo... -decía él con la voz quebrada por las intensas emociones que vivía.

Apenas podía creer que de verdad estuviera ella entre sus brazos... que había vuelto a probar la ambrosía de sus labios; apenas podía creer que la vida había vuelto a él. Quería decir tantas cosas y nada al mismo tiempo... él era hombre de pocas palabras, pero de muchas emociones... finalmente una lágrima de indescriptible felicidad brotó de aquéllos zafiros que brillaban como dos refulgentes estrellas; y la besó en la frente, acercándola otra vez en un abrazo cálido y amoroso.

Candice vio su reflejo en los muy azules ojos de Terrence, la voz de él acarició sus sentidos al hablarle tan dulcemente; las lágrimas de emoción contenida finalmente se volcaron a sus mejillas, alcanzando los sonrientes labios de la chica, que anonadada vio escapar también líquido salado de esos zafiros tan amados...

-Terry perdóname... yo... lo siento tanto... no debí dejarte así, no debí irme de ese modo... -Le decía ella entre susurros y llanto silencioso.

-Ssshhh... no digas nada... el pasado ya no importa... ahora estás aquí... -respondió él con voz trémula de emoción a duras penas contenida.

Para él las acciones hablaban más que mil discursos; y si su linda pecosa había volado hasta Nueva York por él, entonces no hacía falta que dijera nada más. Pero él sí necesitaba decir una cosa, algo que debió hablar tanto tiempo atrás y que pensó que no era necesario en su momento; era tan sólo un chiquillo que creyó que demostraba sus sentimientos por medio de arrebatos y rabietas... ahora no eran mucho mayores, tan sólo algunos años, pero comprendía que además de demostrarlo, había una frase que faltaba entre ellos...

-Te amo Tarzán Pecoso... -Ella lo miró con ojitos grandes, con el verde imposible de sus esmeraldas brillando de felicidad, emoción y sorpresa–. Te amé desde el instante mismo en que te conocí, pero no supe reconocerlo... no supe decirlo ni demostrarlo...

La acercó a su cuerpo una vez más, cubriendo la rubia cabeza con su mano derecha y rodeando los hombros de ella con el otro brazo, ella hundió la cara en su amplio pecho y se prendió de su cintura, aspirando su aroma y perdiéndose en las sensaciones que estar así con él le despertaban... no supo hasta ese momento lo mucho que deseaba, que necesitaba escucharle a él decir eso, con todo y su apodo, que le provocó una risita sincera.

-Te amé, te amo y te amaré hasta el fin de los tiempos. –Completó él, sin poder hablar más pues depositó un beso amoroso en la frente de la chica, para volver a tomar luego esos labios deliciosos que entreabiertos le prometían llevarlo al cielo.

Candy no podía hablar, creía estar soñando, él había sufrido tanto por su causa y ahora la recibía sin preguntar ni reprochar nada, sin condiciones... ¡Cuánto amaba a ese rebelde muchacho que ponía su mundo de cabeza! ¡Cuánto se reprochaba ella misma por haber sido tan ciega y tan necia! Y él simplemente le abría sus brazos y su corazón... ¡Qué alma más magnífica!

-Terry... mi amado, deslumbrante, e inolvidable Terry... -decía ella entre los dulces besos y suspiros que compartían–. Te amo desde que te vi aquélla noche de fin de año... te amé con cada uno de tus colores en el San Pablo... te amo ahora... y te amaré hasta que no quede una sola partícula de polvo estelar en el universo...

Él la escuchó y sonreía sobre sus labios... era tanta su felicidad que creyó que explotaría. No, nunca más se separaría de ella. Dejó pequeños besos en todo el blanco y suave rostro, delicados, sutiles... besó los párpados y secó con sus labios las gotas cristalinas que aún escapaban de los ojos de ella, y se deleitó con las chispas en ellos, esas que tanto adoraba... y le repitió la bella frase que le enviara semanas atrás, cuando fue a buscarla a Chicago.

-Quiero todo de ti, para siempre, tú y yo cada día...

La rubia se estremeció cuando escuchó esa corta pero seductora declaración; directa, elegante y sensual, como lo era Terrence mismo. Levantó la vista para encontrar el universo contenido en la mirada del joven que tan vehemente le hablaba.

-Y yo quiero darte todo de mí, para siempre, tú y yo cada día... -respondió con el mismo ardor y un precioso rubor en las mejillas...

Y ahí estaba, la maravillosa risa del Terry dorado... él la abrazó con fuerza al escuchar la respuesta de la joven y la levantó el vilo para girar con ella en brazos.

-¡Ja, ja, ja! ¡Te amo pequeña pecosa! – Y Candy imitó la risa, imitó la felicidad...

Y decidió que estar en brazos de él, era el mejor lugar para estar por el resto de sus días.

-¡Y yo te amo a ti mocoso engreído! –dijo aferrándose a su cuello.

Aunque para ellos el exterior se había desvanecido, lo cierto es que seguían en un lugar público; maravilloso y romántico, pero público al fin y al cabo. La noche ya había caído y el alumbrado del lugar se dejó apreciar, encantador. Con total renuencia él la libero finalmente del férreo abrazo en que la seguía manteniendo... la tomó de la mano y empezó a caminar, invitándola a seguirlo con un ligero movimiento de cabeza.

Candy sentía que flotaba en una nube... caminar de la mano de Terry por ese hermoso parque era una experiencia por demás deliciosa y que llegó a creer imposible; no tenía idea de a dónde iban pero eso era algo que realmente la traía sin cuidado; con él y por él, iría al fin del mundo sin preguntar ni protestar. A pesar de los guantes, sentía la calidez de esa fuerte mano cubrir la suya y pensaba que no existía nada en el mundo que pudiera lastimarla si Terry estaba a su lado...

Terrence por su parte, iba en silencio tratando de calmar los potentes latidos de su corazón, que se sentía henchido de felicidad de tenerla ahí con él, de llevarla de su mano.

Se acababan de confesar sus sentimientos en un hermoso arrebato... pero después de todo ese tiempo separados creyendo que su amor no era posible ¿qué más daba?

Aunque caminar con ella sin hablar era una sensación por demás agradable y pacífica, también extrañaba la melodiosa voz de la joven.

-Candy... -habló suavemente, paladeando cada sílaba de ese nombre añorado. Ella se volvió a mirarlo, con sus ojos levantados para alcanzar a admirar los de él.

-¿Sí? –respondió con una leve sonrisa, tímida... extraño, él no recordaba que ella fuese así de introvertida.

-¿Quieres comer algo? –La invitó, intuyendo que la chica no desperdiciaba una buena comida, y además para bajar a las revoluciones del tornado de intensas emociones que sentían.

-Es una excelente idea ¡muero de hambre ja, ja! –respondió ella alegremente.

Además por los nervios casi no había comido en todo el día y como ya se le estaba pasando la tremenda subida de adrenalina, pues su estómago empezaba a protestar por la falta de alimento.

Él sonrió dulcemente y se dio el gusto de mirarla haciendo una mueca graciosa cuando confesó tener apetito. Después de cenar quizá la llevara a dar un paseo por la ciudad para que la conociera de noche... o tal vez mejor la invitaría a pasar un rato en su departamento...

Se excusó un momento y sacó su celular para llamar al restaurante que más le gustaba para solicitar reservación. A veces ser un actor famoso le daba algunas ventajas, pues a pesar de la premura, el maître de inmediato se emocionó y claro que le dejaría la mejor mesa, por supuesto la más discreta también. El aristócrata era un cliente muy distinguido como para negarle algo.

No caminaron más de 5 cuadras, y a pesar del frío otoñal ellos parecían estar en plena primavera pues el calorcito que emergía de sus corazones entrelazados, al igual que sus manos, les otorgaba el poder de ser prácticamente inmunes al clima. El británico no olvidaba quién era, así que procuraba ir por las calles menos transitadas, y por lo que había levantado el cuello de su saco y envuelto parte de su precioso rostro con la bufanda. Candy lo veía y recordó que si no hacía eso sería fácil que alguien lo identificara y lo empezaran a acosar. ¿Quién lo diría? De adolescente él se alejaba de todos para esconder sus sentimientos, y ahora lo hacía para esconder su muy reconocido rostro...

Cuando llegaron al lugar, que era un elegante establecimiento de estilo muy neoyorkino pero de atmósfera íntima y cálida; el capitán los recibió personalmente y después de solicitarles sus abrigos, guantes y la boina de ella para resguardo, los condujo a su mesa. Les presentaron las cartas y por supuesto preguntó si deseaban beber algo mientras decidían qué ordenar. El aristócrata hizo gala de su exquisito gusto y educación eligiendo un muy especial vino rosado, ligero y no seco. Una vez que el hombre se retiró, Candy se acomodó el flequillo, no encontrando otra cosa mejor qué hacer para distraerse de la muy intensa mirada que Terry le dirigía. Él no perdió el tiempo y tomó la mano que la rubia tenía sobre la mesa, y se llevó los blancos dedos a los labios para depositar un ligero beso; y luego, sin soltarla le empezó a acariciar el dorso con su pulgar. El roce era tan exquisito que la enfermera sentía que oleadas de calor viajaban por toda su piel; sonrojada sonrió, pero sin dejar de mirar esos maravillosos ojos que amaba con locura. No sabía que decir, pero se permitió disfrutar de la delicada caricia que recibía y sin pensarlo demasiado un suspiró escapó de sus labios con el nombre de él.

-Terry...

El joven sonrió de medio lado, observaba el rostro de ella que bajo la tenue luz adquiría un toque místico; sentir la piel suave de la mano de ella entre sus dedos era un deleite tal, que pensaba que cuando pudiese recorrerla toda con sus manos, moriría de placer... escuchó su nombre en la voz hermosa de ella y suspiró a su vez, levemente; era tan bello oírlo de su pecosa... Al parecer la joven deseaba decirle algo, pues notó cierto titubeo en sus labios, como queriendo hablar, pero luego se había arrepentido y solamente se perdía en los bellos secretos azules que los ojos de Terrence prometían.

-¿Quieres decirme algo pecas? –preguntó, con algo de malicia él. La chica Andley se sobresaltó un poco, y, un poco insegura al final se animó a emitir sonido.

-Yo... -Los ojos se le llenaron de lágrimas, con lo que el actor se sobresaltó.

-Candy ¿qué sucede? –Le apretó la mano, tratando de tranquilizarla.

-Yo... -Volvió ella a decir, antes de tomar aire y permitir que una de esas lágrimas inoportunas se escapara de sus ojos–.Quiero que me perdones Terry...

-¿Perdonarte? Ya hace un momento te dije que no... -Empezaba él a decir, pero la chica lo interrumpió, colocando su mano libre sobre los delgados labios de él.

-Déjame que te lo diga, por favor. No podré estar tranquila si no lo hago. –Le suplicó con la mirada.

-¿Ahora? –Ella asintió, con esas hermosas esmeraldas suyas brillantes-. Está bien... te escucho. -Concedió él, aprovechando para besar esos dedos delicados que lo habían hecho callar tan dulcemente.

-Necesito que me perdones Terry... por... por no haber esperado a hablar contigo... esa... esa noche. Yo tomé una decisión sin preguntarte y... te dejé solo... –Ella hablaba quedito, sonrojada, avergonzada, con los ojos ocultos bajo los párpados–. Yo... de verdad pensé que estaba facilitándote las cosas pero ahora sé que no fue así. Fue un grave error y por mi causa sufriste tanto... ¡Por favor perdóname! –Se llevó la mano derecha a la boca y los sollozos hacían que el pequeño cuerpo de ella se sacudiera ligeramente...

Entonces él se levantó para arrodillarse frente a ella, secándole las lágrimas con su propios dedos y abrazándola fuertemente....

-Ssshhh... pecosa, no llores por favor que me partes el alma. No estés triste, ¡este es un momento feliz! Para mí lo único que importa es que ahora estás aquí, que me amas, que ya no volveremos a separarnos... y si de errores se trata, yo cometí los míos también. No debí dejarte ir, no debí dejar que... -La voz se le enronqueció por los sentimientos que tenía a flor de piel-. Yo fui manipulado hábilmente y chantajeado sin escrúpulos y lo permití, con la culpa que sentía no supe verlo. Perdóname tú también a mí por no haber tenido entonces el valor de enfrentarme a esas mujeres, por aceptar sin decir nada tu decisión de separarnos.

Él también tenía los ojos húmedos, pero escuchó una risita de ella, de esas que tiene uno cuando ríes y al mismo tiempo lloras. Se separó de la joven para mirarla a los ojos, ella sonreía aun ligeramente, la chica acarició el varonil rostro antes de volver a hablar.

-Creo que ambos fuimos víctimas entonces... pero tú te llevaste la peor parte Terry. En verdad la conciencia me está matando... ¿Qué puedo hacer para que dejes atrás todo ese tormento que pasaste por mi causa?

Sin poderlo evitar, Candy recordó la sugerencia de St. Claire y casi se sonrojó... lo curioso es que él pensó exactamente lo mismo y por poco y se le salía; así que solamente carraspeó un poco para cubrir la risa que le dio, y se levantó para volver a su silla.

-Déjame pensarlo pecas... todavía me debes una apuesta ¿recuerdas? –Le guiñó el ojo coqueto y sonriendo pícaramente, para aligerar el momento.

-¡Hey! Dijiste que estábamos empatados. –Retrucó ella, dándole un golpecito en el brazo y frunciendo el ceño.

-¡Ja, ja! Cierto... pero entonces, ¿puedo pedir lo que sea? –Levantó él una ceja y sonreía de lado, con esa condenada sonrisa que podía derretir glaciares.

Candy se sonrojó y mostró su sorpresa, cuando iba a contestar cualquier cosa, apareció el mesero con sus copas. La verdad es que ya las llevaba minutos antes, pero como vio que no era oportuno mejor se retiró lo suficiente para dejar que los comensales volvieran a la normalidad para regresar. Luego de dejarlas en sus respectivos lugares, preguntó si estaban listos para ordenar, la rubia casi le decía que no pero Terrence, como todo un caballero y conocedor del menú, le preguntó a ella si le permitía ordenarle algo que seguramente le agradaría. Ella asintió y entonces el inglés pidió entradas y platillos bastante equilibrados y suculentos para ambos.

Candy deseaba preguntarle lo obvio, pero la atmósfera era tan agradable y Terrence se veía tan tranquilo y feliz que optó por dejar eso para después; lo miraba fascinada, este era su Terry dorado, ese que resplandecía y la dejaba extasiada. La rubia sonreía dulce y sinceramente... sabía que en cualquier momento él le haría una de sus clásicas bromas, y casi estaba deseando que lo hiciera. Él notó las joyas de ella dedicándole una escaneada completa y la sensación que tuvo fue lo suficientemente perturbadora como para carraspear y tratar de distraerse, si la joven seguía mirándolo con tal interés e intensidad probablemente se la llevaría de ahí antes de que llegara su cena.

-¿Qué sucede pequeña pecosa, por qué me miras así? –Le preguntó con travesura, recordando aquéllos días

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