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ERIKA – CAPITULO 1

Miré a mi alrededor, sintiendo una punzada de adrenalina. La habitación estaba completamente a oscuras, pero podía verlo todo perfectamente. Era como si mi capacidad de enfoque se hubiera expandido por todo mi globo ocular.

Mis fosas nasales se llenaron de un fuerte aroma, como si el ambiente mismo me estuviera dando una bofetada. Reconocí el nombre de todas esas esencias al instante, enumerándolas en mi mente a toda velocidad. "Pino. Almizcle. Ungüento de menta. Colonia." Estaban por todos lados.

Lo supe en ese momento, estaba en la habitación de Chris. Palpé con cuidado su sabana color negro sintiendo cada fibra responder a mi tacto. Me sentí abrumada por lo real que era todo, y por lo bien que me sentía yo. No tenía dolor de cabeza, ni dolor muscular.

Me arrastré con cuidado a la orilla de la cama para levantarme, cuando de pronto una serie de imágenes comenzaron a reproducirse en mi cabeza a toda velocidad sin que pudiera hacer nada para detenerlas.

Su infancia en el orfanato.

Su primera cita con Jeremy.

Los pantalones desabrochados de Jeremy, y a Melanie saliendo por su puerta.

Su escondite en la construcción.

Demián empujándola a la nieve.

Los ojos de Simón al reírse.

Nick dándole una manzana.

Baco enseñándole a jugar póker.

Larry limpiándole una herida.

Chris molesto.

Nick sonriendo.

Jim golpeándola.

Kaiser besándola cuando estaban ebrios.

Nick golpeando a Jim hasta casi matarlo.

Simón golpeando a Nick hasta casi matarlo.

El diario de su padre con sus fotografías de niña.

Los ojos desesperados de Simón.

Simón mordiéndola.

Dejé escapar un leve quejido mientras me sujetaba la cabeza con ambas manos y cerraba con fuerza los ojos. Aquella ráfaga de sucesos causó en mí un escalofrío, y me sentí débil de pronto.

Respiré con pesadez, y volví a subir a la cama para hacerme un ovillo en el medio, sujetando mis piernas contraídas frente a mi pecho. Cerré los ojos, esperando que todo desapareciera, pero no fue así. Estaba más consciente que nunca, y cada centímetro de mi piel me lo recordaba.

Mi propia existencia me abrumaba. Quise llorar, pero de mi interior no salió nada. Todo se había apagado.

De pronto, sentí un calor extraño aproximarse hacia mí. Levanté la mirada rápido, y cuando Chris apareció en el umbral, me di cuenta que era el calor de su cuerpo, podía sentirlo de forma literal.

Se acercó con precaución hasta la cama, y se sentó en la orilla. Lucia tranquilo, pero actuaba con prudencia. Acercó su mano hasta mi cara y palpó mi frente con delicadeza.

- Es un alivio que esa infernal fiebre ya haya bajado. – dijo sin emoción en la voz.

Lo miré sin moverme. ¿por qué me trataba así? ¿acaso estaba molesto porque su juguete nuevo estaba por fin completamente roto?

Me quedé quieta, mientras Chris hacia lo mismo al otro lado de la cama. En sus ojos podía percibir una profunda tristeza, ¿era yo el motivo?

- No tienes idea de cuánto lamento que esto te haya pasado. Cuánto lamento no haber llegado a tiempo...

Sentí como mi interior se ablandaba al escucharlo. No estaba molesto conmigo, sino consigo mismo.

- Esto no es tu culpa, es mía. – le susurré.

- Por supuesto que no. – me miró con incredulidad – Tú no tienes el criterio necesario para... él no tenía por qué... - se detuvo en media oración, apartando la mirada.

- ¿Dónde está? – me atreví a preguntar.

Chris me miró con seriedad, y por un segundo temí por lo peor. Mi pulso comenzó a acelerarse a la espera de su respuesta.

- En la cocina, ayudando a Demián. – soltó de pronto.

Toda la tensión que había acumulado en mi interior hasta ese momento se evaporó suavemente. Suspiré aliviada de saber que Simón estaba bien.

- Odio lo que hizo, - dijo Chris – pero no puedo odiarlo a él... es mi hermano después de todo.

Aquella oración me hizo recordar de nuevo la escena de Nick moliendo a golpes a Jim. "Es mi hermano después de todo." Me mordí la parte interior de la boca para apartar la imagen.

- ¿Puedo verlo?

- No creo que sea conveniente. Durante los primeros días todo va a molestarte, ya que tus sentidos se han agudizado de manera drástica. La luz en especial, es muy molesta, créeme.

- Entonces dile que venga.

Chris me observó en silencio. Pude notar como se debatía entre si escucharme o no. Al final solo suspiró.

- De acuerdo.

Se levantó de la cama con tranquilidad y salió por la puerta. Afuera, logré percibir un pequeño bullicio. Seguramente la noticia de que estaba despierta había causado un poco de conmoción, la cual Chris se encargó de hacer callar.

La sensación de energía caliente aproximándose volvió a tomarme por sorpresa. Definitivamente no sería sencillo acostumbrarse a eso.

La silueta de Simón apareció en la puerta con más velocidad que la de Chris. Nuestros ojos se encontraron por primera vez después de aquella fría y surreal noche. Él se quedó quieto, hipnotizado por mi viva imagen sentada sobre la cama. Lucia nervioso, cualquiera pensaría que estaba viendo a un fantasma.

- Ven aquí. – dije, rompiendo el silencio.

Avanzó con paso lento, y se detuvo frente a la cama, dejando distancia entre nosotros. Sus ojos azules miraban cada punto de mi rostro y cuerpo con curiosidad e impaciencia, pero se mantuvo callado. Noté que los dedos de su mano temblaban de manera casi imperceptible.

- Simón, ven aquí. – repetí.

Esa última petición terminó de desarmarlo. Se abalanzó contra mí, estrechándome entre sus brazos. Hundió su cara en mi cuello, y comenzó a llorar.

Por primera vez, no me sentí como una criatura frágil en los brazos de alguien más. Le devolví el abrazo y acaricié su cabello de forma reconfortante. Él continuó llorando en silencio, sin soltarme en ningún momento.

- Lo siento tanto... - susurró entre sollozos.

Permanecimos callados entre los brazos del otro, postergando lo inevitable. Era curioso pensar que aquello significaba el fin de una era. El fin de pensar en mí, como en una persona. Un ser humano frágil y mortal.

- Baby Doll, espero que algún día puedas perdonarme. – lo escuché decir contra mi cabello.

- Ya lo he hecho. – dije mirando algún lugar sobre la nada, descansando mi quijada en su hombro.

***

Durante los subsecuentes días me mantuvieron encerrada en la habitación de Chris, insistentes en la idea de que mis sentidos estaban aún demasiado sensibles para el contacto brusco con el medio ambiente.

Sentí que me volvería loca.

Todo era plano y vacío, ni siquiera la convivencia con los chicos despertaba algo en mí. No sentía hambre, no sentía sueño, no sentía dolor. Era como estar en un estado permanente de alerta, pero sin saber el porqué.

Chris había hablado conmigo acerca de los posibles cambios que iría sintiendo conforme me fuera acostumbrado a mi nueva persona. Entre ellos mencionó ira irracional, lujuria, y depresión.

Le pregunté sobre la transformación de humano a animal, a lo que él se limitó a mirarme con seriedad, diciendo que cuando llegara el momento, lo averiguaría por mí misma.

A pesar de ser consciente del hecho que me las había arreglado para arruinar mi propia vida, no sentía pena por mí. Había llegado al punto en el que ya nada me causaba una reacción muy notoria, ni siquiera la incertidumbre.

Los chicos parecían estar tomándoselo a su manera, manteniéndose ocupados para no tener que darle muchas vueltas al asunto. Podía notar que la forma en la que me miraban era diferente, ¿cómo no hacerlo? Incluso yo me desconocía.

Últimamente la chica en mi reflejo me devolvía una mirada salvaje cargada de energía eléctrica, ¿por qué lucía tan cansada entonces?

- Es temporal.

- ¿Cómo puedes sonar tan seguro? – le sonreí ladeando la cabeza.

Simón me miró, y pude ver como no lo estaba, pero lo deseaba. Deseaba estar seguro de que pronto volvería a sentirme como yo misma, que pronto volvería a sentir tristeza, enojo, e incluso felicidad, porque si no podía prometerme eso, ¿cómo podría lidiar con la culpa?

- Tiene que serlo. – respondió con una media sonrisa.

***

El ardor en mis parpados es prácticamente abrasador. Intento cubrirme con las manos, pero siento como Chris me las aparta con insistencia. Un sofoco momentáneo me hace sentir lívida y mareada, a lo que respondo con un quejido molesto.

Inhalo con fuerza, y siento como las ganas de vomitar comienzan a apoderarse de mi estómago.

- Hazlo despacio, - escucho decir a Chris – date tiempo.

Hago lo que dice de mala gana, e inhalo una vez más, esta vez con suma parsimonia. Siento como mis pulmones se llenan delicadamente, y mi mente se despeja. Las ganas de vomitar desaparecen, y mis ojos dejan de arder. Aún resulta doloroso abrirlos, pero por lo menos ya no los siento en llamas.

- Te dije que la primera vez en el exterior no era tan sencilla. Debes acostumbrarte a todo de nuevo, y mientras más brusco lo hagas, más difícil será. Hazme caso, ¿quieres?

- ¿Se supone que sea tan sensible a todo? Pensé que al transformarte te hacías más fuerte. – solté malhumorada.

- En efecto, pero toma tiempo acostumbrarse. Y ya te he dicho que no uses ese tono conmigo.

Me giro en otra dirección ignorándolo, y contempló las copas de los pinos. Sentía que había pasado una eternidad desde la última vez que había estado fuera de la madriguera.

Tal y como Chris me dijo, me siento increíblemente susceptible a todo mi alrededor. Escucho el ruido de los animales a una distancia abrumadora, y percibo aromas que nunca había olido. El viento en mi piel me provoca una sensación agradable, siento cada vello hacerme cosquillas.

Quiero correr, quiero saltar, quiero gritar.

Un arranque de adrenalina me recorre por completo, y de pronto no escucho nada más que la bruma de mis pensamientos. Todos me gritan que corra.

- No lo hagas.

Volteo hacia Chris, quien me mira desafiante. Sé que en el pasado ni siquiera me lo habría planteado, consciente de que él no tendría ningún problema en alcanzarme y traerme a rastras de vuelta. Pero el juego es diferente ahora. Le sonrío a Chris.

- ¿No?

Veo como hace un intento de inclinarse y tomarme del brazo, pero antes de que pueda hacer algo, ya estoy corriendo. ¿Corriendo? Estoy prácticamente volando. Ni siquiera alcanzo a sentir el contacto de las plantas con mis piernas.

Y por primera vez desde que desperté, me siento realmente viva.

Todo en mi interior esta despierto, absolutamente todo. Cada membrana de mi ser esta gritando, y se siente increíble.

Corro hasta hartarme, y me tiro al suelo, sobre un amplio lecho de vegetación. Giro sobre la superficie como una loca, y me rio disfrutando del contacto de las hojas con mi piel.

Mis risas comienzan a volverse escandalosas, hasta que terminan convirtiéndose en gritos que me dejan sin aire.

¿Acaso estoy llorando?

Grito y arranco cuanta cosa tengo cerca de las manos, las arrojo con todas mis fuerzas sin fijarme en ninguna dirección en particular.

"¿Por qué no estás muerta?"

Estoy furiosa, y sé perfectamente con quien. Estoy furiosa con Erika. Conmigo.

"¿Por qué sigues respirando?"

Un odio autodestructivo me invade por completo. De pronto quiero lastimar, deseo hacerlo. Me sujeto la cabeza entre las manos, y grito con todas mis fuerzas.

***

- ¿Disfrutaste de tu paseo, pequeña insolente? – me pregunta Chris cuando entro en la cocina.

Me limito a sonreír y a rodar lo ojos. Camino hasta la mesa y me dejo caer en uno de los cojines a lado de Lucas.

- Juro que si no hubiera sido porque entiendo cómo te sientes, no habrías llegado tan lejos.

- Por favor, Chris, - dijo Baco - ¿tanto te cuesta admitir que no pudiste alcanzarla?

Aquel comentario provoca algunas risas entre el resto, y volteo hacia Chris arqueando una ceja. Luce incomodo por la mirada de todos sobre él.

- No digas estupideces.

- Lo cierto es que ni siquiera sentí que intentaras seguirme. – le sonrío burlesca.

- No te quieras pasar de lista niña. Y créeme que cuando realmente intento alcanzar a alguien, suelen darse cuenta. – dice mirándome con arrogancia.

Contemplo en silencio el plato con fruta que Demián acaba de pasarme. Me pregunto internamente cuál es el punto de aquello, sabiendo de sobra que ya no siento hambre. Micaél mencionó alguna vez algo sobre comer para disminuir ansiedad.

Comienzo a comer con la esperanza de que haya dicho la verdad.

Termino mucho antes que los demás, y me retiro sin decirle nada a nadie. Puedo sentir sus miradas en mi espalda mientras abandono la cocina. Por alguna razón, siento que necesito estar sola con frecuencia.

Soy consciente de que Demián está siguiéndome mucho antes de entrar en la habitación, pero me limito a seguir caminando sin mirar hacia atrás.

Una vez dentro, me giro sobre mis talones para mirarlo. Lo noto algo intranquilo, lo cual me resulta inusual.

- ¿Estás bien?

- Yo soy el que debería preguntarte eso a ti, ¿Cómo lo estas sobrellevando? – avanza unos pasos.

- Me encuentro perfectamente. – miento - ¿Qué sucede?

Demián se muerde el labio inferior, y mira en otra dirección. Busco sus ojos con los míos, pero continúa evitándome, lo cual me desconcierta.

- Baby Doll, días antes de que ocurriera... ya sabes. Baby Doll, perdóname, si te lo hubiera dicho...

- ¿De qué hablas?

Por fin Demián enfrentó mi mirada, y vi como sus pupilas temblaban. Sentí que me comenzaban a sudar las manos.

- Encontré a tus padres. Están vivos.


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