Dragon jamás fue un hombre que se apegara a las reglas: Desde niño cuestionaba a los adultos sobre su actuar. Era justo, amable con quién lo merecía y miraba a su padre con admiración por ser tan fuerte y recto.
Por eso mismo no fue una sorpresa que, en cuanto tuvo la edad, se uniera a la Marina como un cadete más, siguiendo sus pasos.
Tristemente, descubrió muy pronto que los cuentos de hadas sobre la Marina no eran más que historias adornadas para disfrazar la verdad.
Nadie parecía compartir su deseo de justicia. Había sangre, lágrimas y terror a dónde quiera que fuera.
Pero si acaso había algo peor, era el Gobierno Mundial. Hombres crueles, nepotistas, que centraban la riqueza en su círculo social. Protegían a los Dragones Celestiales con vehemencia, ignorantes de las necesidades del pueblo.
Por ello, cuando Dragon llegó a los veintiocho años, ya sé cuestionaba su papel en el mundo. Era un "D", pero ni siquiera estaba seguro de lo que significaba. Quería saber, quería hacer más.
Por aquel entonces, fue enviado en la flota de un capitán para capturar a una pirata que había estado haciendo ruido en la Grand Line. Su capitán era alguien recto y coherente; pronto reconoció en Dragon los valores que lo habían hecho avanzar en la Marina, convirtiéndolo en su mano derecha y, quizás, en algo más. El marine no estaba seguro de lo que su propio capitán despertaba en él, pero comenzó a ganarse su entera confianza, pasando noches enteras conversando.
Una tarde finalmente lograron encontrar a la pirata. No sé sabía mucho de ella, pero era joven y poderosa en el combate, había metido en problemas a varios pueblos y ahora buscaban detenerla antes de que se hiciera con una recompensa importante.
Solo sabían que su nombre era Wani y que no debía tener más de 21 años.
Dragon, junto a toda la flota, arribaron al lugar donde había sido vista y, tras una ardua búsqueda, fue él mismo quién la halló escondida en un hostal.
Tuvo que detenerse un segundo para mirarla, escondida en la oscuridad como un animal a punto de cazar. Era alta, aunque menos que él, el cabello lo llevaba hasta los hombros, cayendo hacia atrás en una cascada negra y espesa, perfectamente peinado.
No es que Dragon fuera de los sentimentales que se enamoran a primera vista, pero su mirada aguda estaba cargada de valor y coraje. Eso fue lo que lo desconcertó.
Ajena a los pensamientos del hombre, la pirata no le dio tregua alguna, lanzándose por la ventana como si fuera parte del viento mismo. Uno detrás de la otra, corrieron hasta llegar al puerto. Estaba cerca de escapar, muy cerca. Tan cerca que la gente podría afirmar que Dragon la dejó ir intencionalmente.
A punto de escapar en un pequeño bote, la mujer se giró, sintiéndose victoriosa. Había ganado la contienda.
O eso creyó.
—¡¡La tengo!! —. Gritó el capitán luego de noquearla mientras estaba distraída. Era un hombre intuitivo, fuerte; Monkey estaba seguro de que podría llegar lejos si usaba esa fuerza para el bien. Quizás por eso se había hecho tan cercano a él, poniendo su confianza en todo lo que el hombre representaba.
A punto de sentirse satisfecho con cumplir su misión miro a la pirata, apenas recobrando el conocimiento. Llevaba la mirada cargada de frustración y algo que parecía miedo. Solo entonces el azabache tuvo la sensación de que algo marchaba muy mal.
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La mujer fue encerrada en una celda dentro del barco, marcando el rumbo hacia Impel Down. Era un viaje de semanas, pero no había prisa.
Al dia siguiente, durante el almuerzo, Wani era el tema de conversación. Todos (excepto Dragon y el capitán) hablaban de las mil maneras en que podría complacer a cualquiera de ellos. Era tan asqueroso.
—Silencio. Son marines, compórtense cómo tal. — dijo el capitán, extendiendo un plato con comida. —Dragon— le llamó — ve a llevarle su almuerzo, no confío en estos idiotas.
Por supuesto, parecían estar en sintonía, así que aceptó.
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Bajó hasta las celdas con el plato en las manos. Había pasado todo ese tiempo pensando en la mirada cargada de miedo de aquella mujer. ¿Le aterraba ser capturada? O tal vez era otra cosa.
La encontró detrás de los barrotes, apenas iluminada por la luz de la pequeña ventana. Llevaba una blusa blanca desabotonada y un pantalón de vestir algo desacomodado. A Dragon se le revolvió el estómago al pensar en sí algún idiota habría bajado a tratar de molestarla.
—¿Es hora del almuerzo? — preguntó la mujer con altanería. Los grilletes de las manos no estaban tan juntos como para que no pudiera comer, pero igual no probó un solo bocado, mirando con asco el plato. — Qué horror, comida barata. Primero me encierran aquí como un cualquiera y ahora me traen comida de animal. Puedes llevártela, no comeré nada.
Dragon la miro, analizando si de verdad era capaz de quedarse sin comer con tal de mantener su orgullo intacto. Los ojos cazadores lo miraban expectante.
—Cómo quieras — respondió — igual no me la llevaré, es tu ración.
Wani se enderezó, buscando algo en los ojos de aquel hombre. Dragon se quedó quieto, esperando. —¿Cómo te llamas, marinito? — habló la mujer, pero no obtuvo respuesta. — Eres de pocas palabras, ¿eh?
Dragon caminó a la salida, pero la voz de Crocodile lo detuvo. —Dime algo, marinito, ¿Por qué dudaste al atraparme? ¿A caso te preocupaste por mi? —el aludido no respondio nada, solo intercambió una mirada con la rea antes de seguir su camino, dejándola en la penumbra de la celda. Aún en la escalera, Dragon pudo percibir una ligera risa que casi le hizo estremecer.
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Al día siguiente volvió a ser el encargado de llevarle la comida, para su mala suerte. Los marines se comportaban como idiotas, por lo que el capitán prefirió dejarle la encomienda a él.
Wani estaba en la misma posición, esperando con una sonrisa altanera. Sin embargo, parecía más débil y maltratada.
—Espero que hoy hayan preparado algo mejor— habló. Dragon entregó el plato esperando su reacción. Igual que el día anterior, rechazó la comida y volvió a su sitio. —Mejor deberías conseguirme un puro. Seguro tu capitán tiene alguno en su camarote.
—Lo siento, no cumplo las exigencias de una criminal — respondió. La mujer rio con sarcasmo.
—Dime: ¿Si no obedeces criminales... porqué perteneces a la Marina? No hay mayor criminal que ellos.
Dragon vaciló un poco, haciendo que Wani sonriera más amplio y continuara hablando. —¿Si quiera sabes por qué estoy aquí? ¿Qué hice para que me considerarán una criminal tan importante? Digo, van a llevarme a Impel Down, ¿No? Ni siquiera tengo una recompensa tan grande.
El marine se quedó quieto, analizando nuevamente las palabras de aquella mujer. Ya lo había pensado: Llevarla a la cárcel más segura de toda la ruta marítima parecía una exageración.
La mujer se acercó, hablando en un susurro. —Ellos solo querían lo que yo robé primero.
—¿Y qué es?— preguntó finalmente Dragon, presa de la cuiosidad.
—Un par de frutas del diablo. Lo suficientemente importantes como para armar este teatro. Ahora que las tienen supongo que ya no importa mucho lo que pase conmigo, así que ¿por qué no me dejas salir?
Por supuesto que no, no lo haría. Sin embargo, las palabras de aquella mujer hacían espacio en su mente, confirmando pensamientos que el mismo ya había tenido.
Aturdido, salió sin responder nada más.
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Esa semana fue distinta para el marine. Al inicio, después del almuerzo se dedicaba a bajar y entregarle su ración a Wani, intercambiando solo algunas palabras. No fue hasta el cuarto día que la conversación comenzó a hacerse mas extensa. Wani no hablaba de su pasado, ni volvió a mencionar esas extrañas frutas, pero si le contaba sobre la vida pirata, señalando que era mucho mejor que cumplir los deseos de una organización que permitía que trataran a una persona de ese modo para luego vestirse de buenos samaritanos.
Jamás le daba el gusto de saber que estaba de acuerdo en algunas cosas, pero cada día se quedaba más tiempo para escucharla.
Wani nunca comía, por lo que cada día se veía más débil.
Dragon incluso llegó a dormir en la escalera que llevaba a las celdas porque algunos marinos les parecía gracioso ir a molestarla. Estaba seguro de que, de soltarle un poco las esposas, Wani les arrancaría ella misma la lengua a esos idiotas, pero mientras tanto se sentía más tranquilo al custodiar la escalera, a veces intercambiando breves diálogos con ella.
Aún así, sentía cierto pesar al pasar las noches cuidando a la mujer. Sobre todo, porque significaba renunciar a las noches conversando con la única persona con quien se sentía un poco comprendido: su capitán.
Una semana despues de que Wani "arribó" al barco, Dragon se encontraba mirando hacia el horizonte, perdido en sus propios cuestionamientos. Estaba tan absorto que no se dio cuenta cuando su capitan se paró a un lado, recargandose en la barabdilla.
—¿Qué te preocupa, Dragón? — el otro no contestó, como ya era costumbre. Solo siguió mirando el mar. El capitan sacó un puro y comenzó a fumar. —¿Y... hoy tampoco comió?
El marino negó, resignado. Quizás era muy obvio en sus propias preocupaciones.
—Averigua que le gusta, quizás le diga al cocinero que le prepare algo. No puede llegar muerta por inanición.
—¿Por qué? — preguntó, pensando en aquel cartel de "vivo o muerto". El otro se rascó la cabeza, buscando las respuestas correctas.
—No estoy seguro, pero la quieren viva. ¿Por qué lo preguntas?
Dragon dudó un poco. Si algo había aprendido era que confiar en cualquiera podía ser peligroso, pero justo los ojos de aquel marine eran amables, haciéndolo ceder. —Dijo... dijo que no la querían a ella, si no a las frutas que robó.
El hombre lo miró seriamente, acercándose a él peligrosamente. Por un momento quedaron nadando en el silencio. Dragon estaba alerta. La idea de perder la confianza del capitán le hizo tener miedo.
Tras una eternidad, el capitán puso su mano sobre su hombro y dejó ir el aire, riendo ligeramente, ante la mirada completamente confundida de Dragon, que agradeció a la noche el poder ocultar un sonrojo absurdo.
—Eres todo un caso, Monkey. Esa mujer no habla con nadie y tú, que nunca hablas tampoco, logras hacer que te diga algo que no deberías saber. Escucha: — miró a ambos lados antes de hablar — esa linda chica lagarto robó de una embarcación un par de frutas, una mas poderosa que otra. No sé mucho, pero dicen que una de ellas puede ser mitológica, por lo que es preciso que nadie sepa esto ¿De acuerdo? Llevaremos esas frutas a Mary Geoise y entregaremos a la pirata a las autoridades. El resto no nos concierne... por desgracia.
La inseguridad en el tono del marine despertó una esperanza en Dragon. Cada momento se convencía más de que ese hombre, igual que él, no estaba de acuerdo con la manera en que el Gobierno impartía justicia. Tal vez, solo tal vez, podría responder sus dudas si se quedaba a su lado.
Aún en la misma posición, el aliento del capitán le hizo temblar. Si tan solo daba un paso, si rompía la distancia... Pero nada. Solo se quedó estático y el capitán se retiró, volviendo a ponerse contra la barandilla.
Supo entonces que era momento de volver a su "dormitorio", antes de desaparecer por la escalera, Dragon recordó algo. —Por cierto, — dijo girándose —, la pirata quiere un puro.
El capitan asintió —Hay un par en mi camarote, tómalos, a ver si así come algo.
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A la mañana siguiente, Dragon entró al camarote y halló los puros en la cómoda del hombre.
Justo antes de salir, notó al fondo de la estancia un cofre cubierto a medias con una tela aterciopelada. Dudó un poco, pero finalmente se acercó. Abrió la tapa con cuidado y vio dentro algo que le dejó perplejo.
Dos frutas con espirales.
Una parecía un cactus extraño, pero la otra...
Un ruido alertó al marine, cerrando todo y dejándolo tal y cómo estaba. No podía dejar de pensar que entregar esas frutas era un error. Si su capitán compartía su sentir, habia una probabilidad de que pudiera convencerlo de hacer algo diferente.
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Cuando llegó nuevamente a hacer su repetida labor, Wani, siempre tan correcta, casi saltó sobre el puro cuando lo vió. No tardó mucho en reconocer que Dragon no le entregaría el mechero para encenderlo, de modo que frunció el seño, harta. —¿Ahora qué quieres?— espetó. Dragon tomó asiento, poniendo el plato frente a ella atreves de la pequeña ventana de la celda.
—Come.
La chica bufó, pero cedió a la petición; comiendo con elegancia. — No les sirvo si estoy muy delgada, ¿Eh?
Dragon repitió las palabras del capitán: —No puedo entregar una mujer muerta por inanición. Son órdenes.
Wani limpio sus labios, palidos por la falta de alimentos, mientras sonreía con sorna. — Que raro. Mi cartel dice "viva o muerta". Me pregunto que van a hacerme.
Dragon no respondió, limitándose a pensar. Era una persona elocuente, pero aún confiaba en algunos aspectos de la Marina.
—Eres muy ingenuo para tu edad. ¿Revisaste si quiera la ruta? — no hubo respuesta y la chica rió — Puedo apostar que haremos un par de paradas en Sabaody antes de llegar.
Dragon lo entendió entonces. La miro, tenso.
Si, ahora lo sabía.
Era hermosa. Muy hermosa: Cabello negro, ojos grandes, labios pequeños, pecho grande, cintura pequeña, caderas anchas y muslos grandes. Una belleza. Una de esas mujeres que en su isla natal se escondían cuando llegaban los...
—¿Terminaste? — llamó el capitán. Dragon asintió, aún pensando en sus opciones. — Vamos a detenernos en una isla antes de cruzar hacia la Grand Line. Necesitamos suministros. — Wani sonrió, victoriosa— Necesito que te quedes con ella, no confío en los otros. A veces pueden comportarse como verdaderos bárbaros, ¿entiendes?
Volvió a asentir y salieron de las celdas conversando sobre los pormenores. — Por cierto, estoy esperando una llamada de los superiores, si llaman mientras no estoy solo contesta y di que volveré pronto.
El tipo se puso en posición para bajar del barco, ante la atenta mirada del marine. —Ohh y Dragon — lo llamó — recuerda que estamos juntos en esto. Tú y yo somos, quizás, los únicos en este barco que compartimos el mismo sentido de justicia.
Eso calmó el corazón de Dragon, inquieto por el destino del cargamento. Sí. Él y su capitan estaban juntos en eso, eran compañeros.
Si lo que decia Wani era cierto, debía idear un plan para cuándo aparcaran en Sabaody.
No entregaria a esa chica ni siquiera aunque lo mandara el mismísimo Gorosei.
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