Camilo_DB
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27 de junio de 196911:15 P.M.Ya tenía las rodillas de color rojizo, incluso comenzaban a molestarme. estábamos todas en la capilla hablando con Dios, pidiéndole por nuestros pecados y por el de los demás, rogando redención, perdón, absolución, pero justo al frente estaba ella, con sus piernas tersas y alargadas; que apenas se asomaban un poco de su habito, una figura curvada, delicada y tan llamativa que ni las plegarias a Dios me desenfocaban de ella. Y es que no he dejado de pensar en ese día, 11 de marzo de 1969, diez de la mañana, cundo la vi entrar por primera vez al refectorio, pulcra, limpia, casta, con ese aspecto de niña buena y consentida que automáticamente revolvió hasta lo más ínfimo de mis deseos carnales. admito que me causaba una sensación diferente, desde ese día no podía pasar una noche sin pensar en ella, sin autocomplacerme imaginándola en mi celda, acariciando su piel suavemente mientras le susurraba todas las cosas que quiero hacer con ella; pero un momento, también me siento culpable, siento que Dios me juzga, me persigue la culpa de mi doble moral, de haber aceptado un matrimonio con un ser que no puede complacerme en ningún aspecto, y ahora tener por obligación que negarme a desear, a pensarla, a evocar momentos cotidianos como un cruce de miradas o un roce de manos en la cocina, y envenenarlos con pasión, con lujuria, con pecado, y es que aparentemente, solo Santa Teresa disfrutó de este martirio.Algunas cosas me hacen pensar que este deseo que siento es mutuo, que ella también quiere ser mía; tal vez tiene los mismos pensamientos, tal vez también se imagina frotando mi piel, rasguñando mi dorso, siendo libres, siendo nosotras, pero tal vez esto solo quede como una página más en mi libreta, en todo caso existe.…