Siempre pensé que el Chavo me haría caso algún día, pero con el tiempo entendí la verdad: él nunca me miró como yo lo veía a él. Fue entonces cuando alguien cambió para siempre la forma en que entendía el amor. Fue el Profesor Jirafales, si, el mismo, con su voz profunda y su mirada serena, quien con un simple "Buenos días, linda" hizo que mi corazón se desbordara en un sentimiento que no pude controlar.
Desde ese momento, cada clase, cada palabra suya, cada gesto silencioso, se convirtió en la rutina que mi corazón anhelaba. Pero no era solo mío ese hombre. Él estaba con Doña Florinda, la mamá de Quico, y juntos recreaban día tras día la misma escena: flores cuidadosamente elegidas, tazas de café humeante, palabras gastadas por el tiempo y la costumbre. Me reía por dentro, porque parecía una obra de teatro repetida mil veces, una rutina absurda que nadie más veía tan clara como yo.
Yo sabía que aquello era un amor imposible, un sueño que nunca podría tocar. Sin embargo, mientras crecí y dejé atrás la niñez, mi amor también se transformó. Ahora, con veinte años, soy una mujer, ya no soy aquella niña que se sentaba en primera fila, esperando un gesto de él. Quiero más. No quiero ser solo una amiga, ni una ex alumna a la que saluda con cortesía. Quiero ser su amor, su única mujer.
Quiero que sus labios me besen con deseo, que su piel se junte con la mía, que sea él quien me ame y me toque con la pasión que siempre guardé en silencio, que me haga él amor, que sea mi primera vez. Él sabe que ya no soy una niña. Y esta vez, no me rendiré. Porque no quiero seguir siendo un secreto, una sombra detrás de flores y cafés. Quiero ser la mujer que lo haga romper todas las reglas, que desafíe el destino y lo lleve a amarme sin miedo.
Esta es mi historia, la historia de una Chilindrina que dejó de ser niña para luchar por el amor que siempre quiso, aunque fuera imposible. ¿Será posible que el profesor que me enseñó tan